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Escape

Tras evaluar la situación y haber recuperado  parcialmente sus fuerzas, los tres cazarrecompensas salieron a través del pasillo. El guardia estacionado en la entrada fue sometido por Viator usando sus habilidades. El hombre los había entrenado, pero procuró no enseñarles los mejores trucos.

Corrieron a través de los pasadizos abriéndose paso tomando las armas de los soldados que derribaban Viator y Alem.

Iris iba detrás de ellos haciendo un gran esfuerzo por correr, pues debido al agotamiento por haber usado la daga y sus poderes de curación, no podía sostener un combate. Alem y Viator podían hacerles frente a los guardias a su paso, sin embargo, debían hacerlo con cautela, ya que tampoco estaban en las mejores condiciones.

—Este es el plan —dijo Alem mientras corría —aún no puedo hacer uso de mi anma en pleno, pero si de algo me sirvió fue para aprenderme los rincones de este maldito lugar.

—Lessian ha salido del castillo, no hay muchos guardias custodiando este nivel, hay que salir de aquí. 

—Yo no diría lo mismo... —replicó Alem con preocupación. El sonido de un cuerno ponía en alerta a todo el personal de seguridad del castillo, pronto por las puertas principales comenzaban a entrar los guardias. Los tres se encontraban en un piso cerca de la torre del homenaje.

—Parece que no podremos salir por el frente.

—Ni por atrás —agregó Alem. El joven por medio de su anma detectaba los sonidos—. Se acercan desde esa dirección... —dijo señalando el lugar.

—Iremos arriba —enunció Iris comenzando a correr. La chica podía percibir que sus pulmones explotarían por la agitación, pero debido a la situación, no podía importarle menos.

Juntos corrieron a través de los pasillos llegando pronto al piso de los aposentos reales. La joven había recorrido aquel corredor incontables ocasiones, en cuanto pudo, metió a Viator y a Alem dentro de una habitación para evadir a los guardias que les perseguían.

—¡Me carga la que me trajo! —exclamó Viator apoyando su frente en la puerta—. Salir de aquí nos va a costar demasiado.

—No estamos en condiciones —respondió Alem agitado—. ¿Cómo te sientes, Iris? preguntó el joven, pero la chica no respondió. Alem volteó a mirarla notando que la joven estaba parada en silencio con las manos temblorosas observando algo tirado en el suelo—. ¿Iris? — preguntó una vez más acercándose. La chica no tardó en arrodillarse para revisar a una persona. Era la reina.

—¿¡Qué es esto?! —exclamó Viator.

—¡Sigue viva! —Iris removió el corset que la mujer llevaba puesto. Todo su vestido se había pintado de un rojo apagado— Ha perdido mucha sangre, no sé si pueda...

—¡No! —respondió la reina tomando por sorpresa a Iris quien la sostenía de la cabeza. La mujer taquipnéica con sus manos débiles tomó del brazo a la chica hablando con delirio—. ¡Se la llevaron!

—¿Qué? ¿A quién? —preguntó la joven.

—Elisia... —respondió mirando con suma impresión que quien la sostenía era la aprendiz de Lady Sunen.

—Su majestad, soy yo. ¿Quién se llevó a Elisia? —cuestionó la chica.

—¡Lessian! ¡Ese maldito hijo de perra! ¡La piedra!, ¡dos semanas!... Iris, yo... —La mujer tenía ya un aspecto pálido, la piel la tenía pegajosa y su respiración de por sí estaba errática.

—No hable, señora, se pondrá...

—No hay mucho que hacer —interrumpió Viator—. La herida que tiene es demasiado profunda y grande, está agonizando, Iris —dijo el hombre mirando el estado de las heridas.

—¿Yo podría...? —La joven miró a Viator en búsqueda de una respuesta, sabiendo que no podría, no como lo hizo con Alem, no estaba en condiciones.

—No, y menos ahora, te podría matar —confirmó sus sospechas.

—¡No! ¡Elisia! —repetía la mujer una y otra vez—. ¡Iris! ¡Busca a Elisia! Yo... yo puse la bomba, yo quería llevarlo al infierno... Me escuchas, él ...matará... dos semanas... al amanecer.

La joven tomó la mano de la delirante mujer que con sus últimas fuerzas hablaba. Con toda la información que estaba soltando, Iris la miraba con desconcierto. Por dentro estaba sintiendo el estómago revuelto.

—¿Dos semanas? —comentó Alem—. Es demasiado pronto...

Iris no respondió, tomaba la mano de la mujer cuyo agarre se iba debilitando. La chica respiraba fuerte y sus ojos reflejaron los pensamientos que estaba teniendo en ese momento, sabía que no era santa de su devoción, pero entendía su proceder, comprendió lo que estaba pasando.

—En dos semanas esto se termina —respondió la joven con firmeza tocando suavemente la frente helada de la mujer—. Yo soy Iris Drego Cassatore, hija de Lissana Cassatore y terminaré esta locura... —declaró fijando sus ojos en la dama.

En cuanto la reina entornó su mirada y escuchó sus palabras, con su mano libre tocó la mejilla de la chica y respondió con una voz débil pero más calmada:

—El armario... Mi bendición... —Así fue como la vida abandonó el cuerpo de la señora cerrando sus ojos para siempre en manos de Iris.

Viator y Alem observaron que Iris se levantaba con una mirada severa, y abriendo el mueble indicado por la mujer, encontró un par de piedras guarda-anma del tamaño de la palma de su mano.

—¡Esas cosas son costosas! Ella fue la del atentado —aseguró el muchacho.

—Esta es la habitación de Elisia —dijo Iris de forma fría—. La reina debió esconderlas aquí, pero el rey la descubrió de alguna manera. Planea moverse para sentirse más seguro...

—¿Y ahora qué? Tenemos que marcharnos —exclamó Alem.

—No... Seguimos con el plan, no pienso dejar que salga de aquí.

—¿Enloqueciste? Están afuera, aquí adentro no servimos muertos —replicó Viator incorporándose con lentitud.

—Hay que dar el aviso...

—¿¡Cómo?! No tenemos forma de iniciar la movilización ahora, la preparamos para esta noche —replicó Alem.

—Si no lo atrapamos aquí y ahora, después encontrar la mina será difícil —aclaró la joven—. Volaré este lugar. Pienso partir caminando de aquí y no corriendo —declaró dándole las piedras a Viator. El hombre miró a Iris con una media sonrisa y una mirada de complicidad.

—¿Todo o nada?

—Todo o nada —respondió Iris.

—¡Siempre quise hacer esto! —Sonrió tomando las piedras, desenvainó la espada que había robado a los guardias en el escape y salió en cuanto el movimiento del pasillo se calmó.

—Ynosotros, ¿qué? —preguntó Alem confundido.

—Nosotros tenemos que crear caos, mucho... «mucho» caos —respondió haciendo énfasis en esto último.

Ambos jóvenes salieron de la habitación con cautela y se dirigieron a través de los pasillos hasta su habitación. Alem retiró las ilusiones de los escondites que había hecho, tomando sus pertenencias más útiles tales como brazaletes, mallas de piel de dragón de riese y algunos otros artefactos.

Antes de salir de la habitación, Iris se miró al espejo con curiosidad. La ansiedad que sentía no se comparaba con el coraje y la determinación que tenía para detener a Lessian. El temblor de sus manos se detenía en cuanto apretaba los puños, y del vestido que llevaba, ya únicamente portaba la parte de arriba. La joven terminó por arrancar un pedazo de la tela de su costado revelando parte de su marca de clan. La piedra que Alem le había dado llevaba semanas sin recargarse.

Alem estaba por salir cuando la vio con la piedra en la mano y la marca a la vista.

—¿Qué haces? ¡Vamos! No tengo el poder suficiente para recargar la piedra, cubre tu marca.

—Así estoy bien, estoy hasta los huevos de ocultar cosas... —objetó la chica en tanto engarzaba la piedra en su brazalete. Sacó la dranugestra que ocultaba en una bota para observarla con detenimiento. Se había acostumbrado tanto a ella que ni siquiera notó que aún la tenía. Aquel objeto lo llevaba para controlar sus cambios y no utilizar la herencia de sus padres, pero dejó de necesitarla. Pese a que seguía en contacto con su piel, podía usar sus poderes. Para este punto solo era una tapadera—. Ya no más...

La habitación quedó vacía dejando debajo del espejo del tocador una piedra abandonada que había cumplido su misión. Los chicos continuaron con cautela recorriendo los pasillos hacia las cocinas, sin percatarse que estaban recorriendo el lugar que frecuentaron una última vez. En vez de entrar a las cocinas, viraron para correr por los corredores oscuros de la planta baja que conectaban con los jardines centrales.

Girando a la izquierda, se desplazaron un par de metros y luego giraron a la derecha. El sitio a donde se habían metido era un antiguo establo que el rey había acondicionado como celdas temporales. El lugar estaba a oscuras, salvo por algunos lugares alumbrados por luminarias, y estaba vacío, excepto por una celda.

Cuando los chicos pasaron frente al lugar en cuestión, la chica se detuvo creyendo haber visto un espectro, pero al mirar detrás suyo encontró a un hombre maltrecho que apenas podía reconocer; se trataba de Arden quien estaba impedido por un par de limitadores.

Alem estaba impaciente, debían salir cuanto antes, pero Iris pidió unos momentos para acercarse al tipo. Le daba lástima verlo en ese estado, pues su orgullo se había desvanecido. Aun así, el chico pensaba que fueron benévolos con él debido a que era un Damer, las celdas de ese lugar no se comparaban con las mazmorras o los campos de trabajo.

—No me digas que vas a... No puede ser... —reclamó el joven fastidiado.

La chica se aproximó al hombre cuya cabeza estaba gacha, recargado en los barrotes de la celda. No tenía mucha energía, pero logró hacer polvo los barrotes y liberarlo de los limitadores.

Ye ut perfornivare. Us past damog, ut libertare —dijo Iris.

La chica se aproximó al hombre cuya cabeza estaba gacha, recargado en los barrotes de la celda. No tenía mucha energía, pero logró hacer polvo los barrotes y liberarlo de los limitadores.

La pareja siguió corriendo hasta llegar a la salida, siendo recibidos por una luz cegadora al llegar a los jardines principales.

—No puedo creer que le hayas dicho eso —comentó Alem mientras corría a lado de la joven.

—Prefiero viajar ligero, ese cabrón ya no hará daño, pero me disculpo, debí tomarte en cuenta —comentó.

—No tengo nada con ese idiota, ya me lo cobré, como bien dices...

Ambos continuaron la carrera usando los elementos de su alrededor para mantenerse ocultos y llegar a su último objetivo; los establos.

Al arribar, la joven desintegró corriendo las puertas de todas las jaulas de caballos, dragones y otras criaturas permitiendo que escaparan. El usar sus poderes le era doloroso en este punto, pero si dejaba de moverse no sería capaz de levantarse, por lo que se mantuvo con su anma activo en una mano como una manera de tener control. 

Buscaban a Fideag y no tardaron en encontrarlo. La chica le saludó con un par de caricias y le ordenó que fuera con Viator antes de darle una nalgada para hacerlo correr. En seguida se acercó a la última celda hallando al dragón celeste enroscado sobre su cola mirándolos con sus ojos de reptil. Su mirada era salvaje, cautelosa.

Iris le devolvía la mirada al dragón de tal forma que la tensión causó que el tiempo transcurrido en su contacto visual pareciera detenerse, sin embargo, la chica no venía solamente a verlo como en otras ocasiones.

La joven se llevó la mano al pecho y le dijo de la forma más solemne que pudo:

—Te respeto, queremos proteger lo más valioso de este mundo y es la vida, tu libertad.

—Hija de la princesa Dragón, mi reina ¿Qué puedes ofrecer tú? —preguntó la criatura levantando la cabeza y acercándose a su rostro.

El tamaño de la criatura era imponente y emitía gruñidos para los oídos de Alem por lo que este retrocedió interponiendo su mano preocupado por la chica, pero ella tocando su hombro le transmitió sus intenciones, apartándolo para aproximarse a la criatura.

Iris acercó su mano que continuaba emitiendo brillo, y tocando su hocico repitió las palabras de la última vez. Su rostro esta vez estaba cubierto por las marcas y sin restricciones:

Ye Flagaelquanger, halve sangere —dijo. Aunque dirigió aquella frase a la criatura, realmente se sintió como si se lo dijera a sí misma.

La dragona fijó su mirada por varios segundos, luego se irguió y extendió sus alas desenrroscando su cola revelando un huevo.

Ut gardian drego est. Ye libertare malle —dijo acercando el huevo.

Iris observó el huevo y con cautela miró a la madre antes de tomarlo con sus manos. Era pequeño, del tamaño de su mano, verde con algunos manchones amarillentos y un pequeño botón en la cúspide que parecía un cuerno.

La joven hizo una reverencia. La primera reverencia que hacía de forma sincera, a lo que la criatura respondió recostándose sin despegar su mirada de ella. Iris dudó por un instante sobre lo que quería decirle, pero Alem apoyó su mano en su hombro confirmando sus sospechas:

—Vamos, te lo ha permitido.

Ambos subieron sobre la criatura. La joven guardó el huevo en su bolsa, y se sorprendió cuando las manos de Alem se sujetaron a su cintura, no obstante, restándole importancia, se agarró a los cuernos del dragón. 

—Somos los primeros en montar un dragón celeste en mucho tiempo —expresó el chico emocionado.

La bestia rugió con fuerza emitiendo un eco tal que llamó la atención de todos. Los guardias se apresuraron a llegar al lugar lanzando ataques, lanzas y flechas, pero estos no consiguieron darle al blanco que se elevó por los aires en una fuerte ráfaga de viento.

Para Iris esta era la primera vez que se montaba en un dragón en su vida sin tener que forzarlo. El imponente cielo pareció abrirse ante los ojos de la joven cuyos nervios comenzaban a hacerla temer por lo que estaba haciendo, cuestionándose si sus acciones estaban bien pensadas.

La joven se aferraba a los cuernos de la bestia con tanta firmeza que la circulación se le cortaba en los dedos, hasta que sintió el roce de la mano de Alem que envolvió la suya para ayudar.

—Los dragones celestes son los maestros del anma. Solo tú tienes la capacidad de entenderlos y dirigirlos al mismo tiempo, respira y piensa lo que deseas hacer...

Los cielos se veían imponentes a la altura a la que estaban llegando. Iris asintió, sus preocupaciones se habían atenuado, por lo que su agarre se relajó sin dejar de ser firme dejando ver que sus manos estaban imbuidas en anma, lista para dirigir al dragón hacia sus atacantes.

Solo bastaba con pensarlo, podía sentir en su pecho dos latidos y un calor acogedor que subía por su cuerpo hasta su rostro, envolviéndola desde que conectó con el dragón.

La criatura lanzó una bola de fuego quitando del camino a los guardias, su próximo objetivo era la entrada del castillo dirigiéndose hasta allá y frenando el vuelo al llegar para sacar del camino a los guardias que ya intentaban cerrar las puertas.

—Dispara a las poleas —exclamó el Damer señalando el punto.

Iris sin dudarlo dirigió al animal, podía sentir el poder de este en su propio ser como si fuera ella la que estaba por hacer el disparo. Una bola de energía blanca se aproximó a los muros deshabilitando el mecanismo, sorprendiendo a los jóvenes.

—¿¡Anma puro?!

—Tu poder es mi poder, mi poder es tu poder —respondió la voz del dragón en su mente.

La chica sintió un calor inusual en su costado. Cuando se miró, la marca se iluminaba, así como sus ramificaciones que se le habían extendido por el cuerpo por completo.

—¡Iris, al frente! —exclamó Alem sacándola de su breve trance—. Aquí vienen.

Un par de soldados de la guardia aérea venían a interceptarlos. Usaban dragones de un tamaño y envergadura menor al dragón celeste, menos corpulentos pero rápidos y con un poder de disparo tan caliente que la gente decía que era fuego líquido.

Mientras tanto, Viator se había logrado infiltrar hasta los aposentos del rey en el piso más alto de la torre principal. El viejo observaba divertido la opulenta decoración, pues Lessian tenía un retrato inmenso de sí mismo frente a su cama y un gran mapa de Drechen en la cabecera, ambos enmarcados con oro.

—No saben cuánto lo voy a disfrutar —comentó para sí mismo. Estaba a punto de analizar cuál era el mejor lugar para colocar aquellos objetos, cuando escuchó varios rugidos y explosiones venir de afuera. Con cautela se asomó por la ventana principal solo para observar el ascenso de un gran dragón celeste siendo perseguido por dos dragones Flesna.

Viator miró a los alrededores para inferir la situación. Al divisar a Fideag, no dudó en llamarlo. Tomó las piedras y las chocó entre sí dejando escuchar un ruido sordo, y éstas comenzaron a emitir un brillo parpadeante que aumentaba el ritmo cada vez. En ese instante entraron un par de guardias derribando la puerta de forma violenta. Uno tenía un látigo de agua y otro las manos envueltas en fuego.

—¡Deténgase! ¡Las manos donde las pueda ver!

Viator se encontraba sentado en el marco de la ventana. Al verlos, subió con lentitud las manos a la altura de su cabeza.

—Chicos, tienen mucho que aprender... —se burló. Sus manos se cubrieron en anma rojo que luego bajó de forma veloz y contundente.

Antes de que los hombres pudieran atacarle sucedió una gran explosión. Viator saltó hacia el techo de otra habitación que estaba debajo, cayendo aturdido, rodando por las tejas. Cuando volvió la vista, otra gran explosión ocurrió volando todo el piso a su paso y sorprendiéndole.

—Esas malditas cosas reaccionan terrible... —dijo mirando sus manos.

El hombre se levantó y corrió a través del techo, sorprendiéndose al usar sus poderes, pues las rocas no tenían problemas para obedecer a sus pensamientos formando escalones donde saltar para llegar a Fideag y emprender la huida.

Mientras tanto, tres dragones seguían en la batalla atacando por doquier provocando que sus disparos fallidos cayeran sobre los terrenos del castillo y más allá de sus muros.

Viator divisó a un soldado que hacía sonidos con el cuerno para dar órdenes y avisos a las unidades desplegadas por el campo. El hombre le arrebató el instrumento y colocando los labios en la boquilla emitió un toque que difería en tono y ritmo a los usados por el ejército, dejando en silencio el lugar por un breve instante. El hombre salió por la puerta principal esquivando los ataques de los guardias que quedaron tras el embate de Iris.

—¡Llegó la hora! —exclamó la muchacha frenando a su dragón en cuanto escuchó el toque de Viator. 

—Así es... —dijo Alem parándose sobre el dragón.

—¿Qué haces? —cuestionó confundida aferrándose a los cuernos.

—Yo tengo una cita con estos cabrones y tú tienes que hacer una presentación —dijo sonriente en tanto que le hacía un saludo con dos dedos en la sien y saltaba al vacío.

—¡¿Presentación?! —La chica miró hacia abajo consternada.

¿Qué les pareció el capítulo?
Sigan adelante, esto se pone color de hormiga.

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