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El plan parte 2

Iris pasaba hojas una a una, observando todo lo que su madre había escrito en ese libro. Lisanna había sido una gran observadora de dragones; cada criatura que vio a lo largo de su vida la dibujó, e hizo diferentes anotaciones en referencia a ellos.

Alem había estado leyendo todo este tiempo un cuaderno que contenía información que complementaba muy bien el conocimiento previo adquirido, resultaba irónico que lo trajera para leer en tiempos libres.

—Nunca me dijeron que tenían algo de mi madre —reclamó la joven mientras leía.

—No lo sabía, estaba en damerio, tu padre ni siquiera me informó que lo dejó en nuestra casa. Yo solo vi los dibujos y pensé que no era más que una enciclopedia —respondió Viator.

—Y ni siquiera pasó por su mente observar el libro más de cerca —comentó la joven—. Esto no solo tiene información sobre dragones, mamá lo usaba como una bitácora o una agenda, ¡mira!

La joven señaló una imagen con dibujos de objetos que veía y anotaciones como:

«Día de vuelo; recordar cambiar los herrajes de la silla»

—Ah, es verdad, solía hacer muchas anotaciones —dijo Viator mientras recordaba que aquella mujer siempre llevaba tinta y papel a todos lados cuando la conoció.

—Es cierto, de hecho, hay un apartado de apuntes sobre plantas medicinales y otras técnicas. No le hice mucho caso porque mi anma no es compatible con eso —Alem tomó las hojas y pasándolas rápido, llegó a la mitad del cuadernillo donde comenzaban dibujos de botánica.

Iris con mucha curiosidad comenzó a leerlos. Su damerio no era tan bueno aún, pero podía entender algunas palabras.

«Usar en caso de náuseas por exposición a la Dranugestra»

—¿Que es la Dranugestra?

Alem que señaló el cuello respondió:

—La traes puesta.

Iris lo miró sorprendida, exclamó sacando el colgante de la piedra drenadora:

—¿¡Esto?! No puede ser... —La joven tenía una gran sonrisa —¡Por fin un remedio para los efectos! ¡Gracias, mamá!

Viator y Alem se miraron uno al otro y se encogieron de hombros sonriendo.

—Supongo que ese libro no regresará a tus manos, muchacho.

—Está bien, puedo pedirlo prestado por lo menos.

Iris pasó casi toda la noche leyendo el libro como si fuera una niña pequeña que acababa de descubrir su historia favorita. El grosor del tomo era considerable, ni una sola hoja estaba sin escribir salvo unas veinte o treinta hojas en blanco hasta el final, por lo que pensó que su madre había utilizado ese libro por varios años.

Tomando en cuenta que se referían a ella como «la princesa dragón» podía comprender la razón. Ella amaba los dragones y escribió sobre ellos y el mundo que veía a través de sus ojos.

Tanto fue el tiempo que invirtió en su lectura que cuando apartó la vista, Viator y Alem se habían quedado dormidos.

La fogata había pasado de tener llamas a sólo unas brazas calientes. Iris permanecía debajo de una gran piel que le proveía calor mientras leía. Cuando empezó a resentir el sueño cerró el libro, pero al querer guardarlo en el morral de Fideag, algo había caído de sus páginas, un papel con algo escrito.

Pensando que el texto estaba en damerio, se dispuso a leerlo, pero observó que las runas estaban escritas en drego. Era extraño puesto que no había nada en la lengua del clan perdido dentro del libro. El texto decía:

«Conditione, sangere, deseaire» o «Condición, sangre y deseo»

En el papel había un dibujo de dos símbolos. Uno era la runa que se usaba en las piedras guarda-anma y el otro era una runa parecida a un asterisco sin que se unieran sus líneas. Iris guardó el papel entre las páginas y dejando de lado el tema, se fue a dormir.

A la mañana siguiente Viator levantó a los chicos muy temprano. Muy a su pesar, Iris se incorporó con los ojos medio cerrados por el cansancio. El desvelo le estaba pasando factura y se sentía pesada en su andar.

Continuaron su camino hacia un pequeño pueblo para abastecerse y buscar nuevos trabajos. Pudiera ser que encontrarían respuestas a la pregunta sobre los limitadores. Los caminos eran cada día más peligrosos, por lo que el pago por llevar paquetes entre pueblos era mayor. Los Vleyquanger en su mayoría habían migrado al interior de los bosques y los Damer, en su mayoría, estaban yendo hacia el interior de la capital para evitar los conflictos.

Pese a que el padre de Iris continuaba desaparecido, las revueltas no habían parado, solo habían disminuido.

Debido al invierno y a los conflictos, los paisajes libres de bosques eran grises y solitarios. De vez en cuando por el camino cruzaban criaturas buscando un refugio del frío invierno. Todo era tan aburrido en ocasiones, que la chica solía tomar el libro de su madre y leer los apartados de plantas un par de minutos antes de cerrarlo, caminar y repetir en voz baja el nombre y la utilidad. Pese a que llevaba meses fuera del otro mundo, su impulso por estudiar no se había ido.

Estaba tan concentrada que había tirado la pequeña hoja que tenía la nota de la noche anterior. Esto no pasó desapercibido por Alem, quien acostumbrado ya a la peculiar forma de distraerse mientras caminaba llamó la atención de la chica tomándola del hombro.

—Iris, estás tirando cosas... Espera... —el joven observó las runas en disposición poco usual—. Esto no es damerio, es drego.

—¿Ah? Sí —dijo la joven tomando el papel, y usándolo de marcapáginas cerró el libro mientras seguía concentrada pensando en la planta de turno.

Alem la miró extrañado mientras llamaba su atención con la mano frente a sus ojos.

—¿Hola? Solicito tu atención —reclamó—. ¿No me escuchaste?

Iris paró su caminata a lado de Fideag. El caballo continuó la marcha con Viator dejando atrás a los jóvenes.

Mirando al Damer, como si no entendiera lo que le quería decir, preguntó:

—¿Qué me decías? Lo siento, estaba concentrada aprendiendo el nombre de una planta llamada «lentejilla»; se parece mucho a una planta que conocía en el otro mundo.

—Iris, céntrate, por favor. Te comenté del papel que acabas de usar como un separador.

—Ah, sí. Tiene la letra de mi madre, pero solo reconozco el símbolo de la piedra guarda-anma.

—El otro es de la Dranugestra. Lo ponen en las cajas que las transportan a manera de advertencia junto al dibujo de una calavera.

—¿La piedra drenadora? Qué curioso —respondió enarcando una ceja—. Pero no creo que sea importante, digo; la condición, la sangre y un deseo son lo mínimo necesario para hacer pactos.

—Precisamente. Tal vez se te hagan comunes hoy en día los pactos, pero no lo son. Pocas cosas requieren un pacto y tiene que ser importante, por eso son valorados.

—¿No le estarás dando mucha importancia?

—Podría ser, pero tu madre anotaba lo importante para no olvidar. Dame el libro, esto estaba entre otras páginas —El joven tomó el cuaderno y comenzó a buscar.

Por alguna razón tenía el presentimiento de que había una página que vio en otra ocasión con un boceto de un brazalete de piedras guarda-anma.

—¡Aquí! —dijo rompiendo el breve silencio que se había creado. Entre las páginas en blanco había una que llevaba el boceto de una mano. Las runas estaban en drego y damerio.

—Es sobre las piedras guarda-anma —respondió mirando el papel amarillento por el tiempo.

—Observa. Hay una anotación en la esquina que dice: «Dranugestra bid anmasapare».

—Anma... Sapare... Guarda anma —dijo Iris con un hilo de voz apenas audible.

—La piedra drenadora es guarda-anma.

—Imposible, no se parecen.

—Si lo piensas bien, sí lo es, solo que no puedes usar lo que guarda... ¿O sí?

—No lo creo...

—¿Van a seguir hablando o van a caminar? —interrumpió Viator con una expresión de molestia.

—¡Lo sentimos! —la joven colocó el libro en las manos de Viator y le mostró la página que estaban discutiendo—. Dice que la piedra drenadora es una guarda-anma.

Viator miró con incredulidad a ambos jóvenes.

—Son de la misma familia, solo que una es más peligrosa y valiosa.

—¿Lo sabías? —preguntó el joven.

—Claro, investigar y saber de ello es parte de mi trabajo, niño.

—Pero si es algo cotidiano ¿Por qué lo pondría mi madre como recordatorio? No necesitas sangre para hacer funcionar una guarda-anma, y la Dranugestra solita te debilita.

—¿Sangre? ¿Dónde viste eso? —preguntó Viator.

—Había una nota separando la página... —el joven pasó las páginas hasta encontrar la nota y se la mostró a Viator quien se quedó pensativo.

—Ahora que lo mencionas... Cuando conocí a tu madre ella llevaba una mano vendada y tu padre ya no llevaba el limitador.

—¿Podría ser que se haya cortado para romperlo? —se preguntó la joven.

Los tres se quedaron en silencio un breve instante.

—No lo sabremos, pero antes de que intentes locuras, hay que llegar al otro pueblo, tengo entregas que hacer, y tú pon atención al camino —respondió Viator guardando el libro—. Hay ladrones y traficantes, no te lo tengo que recordar.

Iris emitió sonidos a manera de queja, no obstante, sabía que el viejo tenía razón. Por el resto del camino estuvieron callados hasta que llegaron al pueblo para hacer las entregas. El hombre antes de entrar por la calle principal se estacionó cerca de un árbol. La joven le siguió y se colocó detrás de él, asomándose por el hombro.

—Si te muestro lo que estoy haciendo ¿Dejarías de respirarme en el cuello? —comentó el hombre con un tono de molestia.

La chica se encogió de hombros y se colocó a su lado.

—Lo siento...

Viator introdujo su mano dentro de su abrigo de punto y le hizo una seña para que se acercara. La mirada de la joven se iluminó al ver a un pequeño dragón, era tan diminuto, como del tamaño de un colibrí. Las escamas de ese pequeño brillaban tornasoladas cuando se exponían al sol y tenía algunas pequeñas plumas en la cabeza y alrededor del cuello.

—¡Un dragón quimérico! —exclamó Alem quien estaba detrás de Iris. Había sido tan sigiloso que tomó por sorpresa a la joven. Viator lo cubrió apurado, y llevándose el índice sobre la boca haciendo una seña de silencio, lo calló.

—¡Cierra el pico, niño! —reclamó en voz baja.

Alem se llevó las manos a la boca y asintiendo enérgico, retrocedió un par de pasos y se acomodó para poder ver mejor a la criatura.

Iris no despegaba su vista del animal que miraba al grupo inclinando su pequeña cabeza.

—Es tan pequeño... —comentó al aire.

—Lo es —Viator tomó un papel rojo sin nada escrito en él y lo amarró a una de las extremidades del dragón; luego alzó la mano y con un susurro ordenó la partida de la criatura, quien agitando las alas desapareció ante los ojos maravillados de los jóvenes.

—¡Por fin conozco uno! —exclamó el chico.

—Sí, sí, continuemos —respondió Viator encogiéndose de hombros.

El hombre era una persona seria y algo estricta de forma natural, algo gruñona, pero, después de la desaparición de Antreas se estaba comportando más hermético y con una actitud más parca.

El pueblo aparentaba estar abandonado, había muchas casas tapiadas en las ventanas con tablas y las puertas estaban bloqueadas con grandes tablones gruesos y pesados. Otras se encontraban con gente asomando por las ventanas entre los huecos de las tablas.

Las pocas personas fuera en las calles se encontraban armadas con trinches y otras herramientas de siembra, luciendo un semblante pálido y enfermizo. La mayor parte eran Vleyquanger, pero también se podían encontrar Damer con apariencia desaliñada. Aquellos con un poder adquisitivo limitado que no podían seguir a los de su clan hacia la capital o porque no comulgaban con los ideales del rey.

El grupo miraba con precaución a su alrededor y por donde pisaban. La situación iba de mal en peor, y debido a las revueltas, la financiación del ejército provocaba también una subida en los impuestos y la reducción de los derechos de los Vleyquanger. No se sabía quién apoyaba a quién, por lo que decir algo equivocado podría ponerlos al filo de un arma.

—¿Qué buscamos? —susurró Iris a Viator.

—La casa de un artesano.

—¿Sólo de un artesano? —cuestionó Alem con suspicacia acercándose a ambos.

—Ya lo conocerán... —Viator continuó caminando en silencio.

Iris le siguió de la misma forma, no sin antes dirigirle a Alem una mirada con resignación y encogiéndose de hombros.

Recorrieron las calles por algunos minutos, el pueblo era muy pequeño, por lo que llegaron en poco tiempo a la zona menos poblada del lugar. Al fondo había una casa grande con una gran chimenea humeante rodeada de grandes carretas y un par de guardias estacionados en cada esquina.

Iris tanteó sus bolsillos buscando sus papeles, y Viator, quien había estado algo encorvado y con mala cara, de pronto se enderezó. Les dirigió a los jóvenes una mirada más alegre y les dio una indicación.

—Traemos un paquete para Cerier Domenech.

Alem abrió los ojos de par en par.

—¿¡Domenech?! No puede ser... ¿Por qué no dijiste nada?

—Porque de haberlo hecho estarían haciendo muchas preguntas. Entreguemos esto y vámonos.

—Los Domenech son los artesanos reales, Viator —reclamó Alem.

—Exacto, si intentas acercarte de la nada, van a sospechar.

—Si es un artesano real, ¿entonces por qué está fuera de la capital? —Preguntó Iris en voz baja y de forma discreta.

—Son Vleyquanger, nada más que eso. Ahora silencio, hablaré solo yo —respondió.

La familia Domenech fue la única familia perteneciente al clan de los Vleyquanger que ha sido capaz de trabajar con la familia real desde hace mucho tiempo. Cerier era el único artesano de la familia que aún trabajaba para el rey realizando trabajos especializados, sin embargo, pese a tener cierto grado de confianza, el ser un Vleyquanger le condicionaba un límite en sus privilegios en comparación con los artesanos reales del clan Damer.

Cuando Viator se iba a acercar a los guardias para hablar, Alem lo detuvo con un toque en el hombro dándole a escondidas una piedra guarda-anma.

—Sé que es repentino, pero dado que ya eras un caza recompensas reconocido, pensé que esto te serviría —susurró por detrás del hombre.

Viator no respondió, avanzó hacia los guardias y comenzó a hablar con ellos. Iris miraba a Alem con extrañeza, pero por más que deseaba preguntarle al joven qué le había dado, no era prudente.

La chica miraba con nerviosismo a Viator. Cuando los guardias le pidieron que se retirara la pañoleta que le cubría el rostro e inspeccionaron lo que llevaba puesto, la joven contuvo la respiración. Cuando Viator se retiró los abrigos dejando al descubierto sus brazos, los guardias no parecían notar la presencia ni de la marca, ni del limitador.

Viator no pareció inmutarse, su actitud era calmada y cordial. Los guardias dejaron pasar al hombre dejando afuera a los dos jóvenes, por lo que Alem, en anticipación a la posibilidad de pasar una inspección igual, se acercó a Iris y le entregó una piedra muy similar a la que le había dado al viejo.

—Te pueden descubrir la marca de tu costado. Tardé mucho en lograr que una de estas cosas me diera el efecto deseado —susurró el joven a la chica que seguía viendo con preocupación la puerta por donde Viator había desaparecido.

La joven se colocó la piedra sin despegar la mirada de la entrada de la casa. Por veinte largos minutos Viator no salió de la vivienda.

—Solo era entregar un paquete —comentó en voz baja la chica.

Los guardias que custodiaban la puerta tenían una mirada que parecía estaba dirigida hacia el infinito, puesto que siempre estaban viendo al frente. Iris estaba impaciente y esto lo notó Alem, por lo que se puso delante de la joven y posando sus manos en sus hombros, le dirigió una sonrisa.

—Va a estar bien, ese viejo ha sobrevivido a tanto que comienzo a creer que es inmortal.

Iris se llevó la mano al pecho y asintió sonriendo en señal de agradecimiento.

Tras unos minutos más de espera, Viator salió de la casa con una expresión seria y acercándose a los jóvenes dijo:

—Tenemos una misión más. El paquete fue entregado, pero tendremos que entrar a la capital.

—¿¡Qué?¡ Es demasiado pronto, Viator, el lim...! —la joven paró de hablar de inmediato, pese a que estaba hablando en voz baja su sorpresa pudo ser notoria y ella debía mantener su papel. Alem y Viator la miraron con preocupación, puesto que estaban aún muy cerca de los guardias.

—Tenemos que ir, conseguimos la recomendación del señor Cerier especialmente para unos encargos en palacio —Viator miró de reojo a los guardias y continuó—. Sin contratiempos.

Iris bajó la mirada, se encogió de hombros ofreciendo la rienda de Fideag a Viator.

Ya por la noche, Iris tenía insomnio, miraba el libro de su madre pasando los ojos por las páginas como si estuviera buscando la respuesta que necesitaba.

—La respuesta no está ahí y lo sabes —dijo Alem interrumpiendo a la joven.

—Ya lo sé... es sólo que... —la joven hizo a un lado el libro y abrazando sus piernas ocultó el rostro—. Necesito un milagro.

—La piedra guarda-anma, que les di, oculta lo que no quieren que vean los Damer, la condición es flexible, pero limitada. Dura entre diez y veinte usos y luego deberé recargarla. Aún no llego al nivel de tu padre para hacer que sea de uso continuo como le hizo contigo y la piedra traductora que llevas dentro.

—Es por eso que me estoy presionando, servirá, pero no por mucho... ¿Crees que no tendrán algo que interfiera con sus funciones?

—Claro que no. Me preocupa que en la entrada tengan algo así.

Iris volvió a mirar el libro con frustración. Regresando a la página del dibujo de la mano, sacó la dranugestra y la comparó con las piedras de sus brazaletes.

—¿Cómo pueden estar relacionadas si una parece obsidiana y las otras parecen piedras volcánicas? —se preguntó.

La textura de las piedras guarda-anma era áspera y opaca, comparada con la dranugestra que era negra y brillante.

Para la chica esto no tenía mucho sentido hasta que recordó sus clases de ciencias naturales en la escuela básica. La obsidiana y las piedras volcánicas tenían el mismo origen, pero con diferentes condiciones de temperatura en su creación. Esto pareció iluminar los ojos de la chica quien corrió a despertar a Viator.

El hombre despertó confundido, Iris le preguntó sonriente:

—¿De dónde vienen las piedras guarda-anma?

Qué capítulo. ¿Creen que Iris encuentre la forma de retirar el limitador?

Pasen una linda semana, si les gustó no olviden votar y comentar. Me ayudarían muchísimo.

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