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El plan

Los días y los meses pasaron, la experiencia sucedió al cansancio y ambos aprendieron lo necesario para que pudieran poner en marcha el plan. El otoño pasó y la nieve pronto cubrió los bosques haciendo que la gente de todo el reino se refugiara en sus casas.

Iris comenzaba a comunicarse en drego a la vez que en secreto le enseñaba a Alem lo aprendido. El patriarca receloso de aquel conocimiento solo había accedido a enseñarle a su sobrina, pese a que se había ganado la suficiente confianza como para dejarlo vagar por el pueblo sin supervisión.

Alem se había integrado muy bien a la dinámica del pueblo, había aprendido muchas más cosas que las que habría podido conocer dentro de una sociedad más urbanizada y adaptada a las leyes de los damer.

Algunos dragones de pequeño tamaño de respiración ignífuga eran bienvenidos a las casas de Draconia. Este año en particular los nuevos miembros del pueblo habían traído consigo criaturas que únicamente podían encontrarse en los fríos bosques del norte del reino. Les llamaban dragones de mecha debido a que poseían una cresta de cabeza a cola, la cual se encendía emitiendo calor como si de un calefactor se tratara. En años anteriores las personas de Draconia habían usado carbones encendidos y gente con manejo de anma ocultaba la humareda de las fogatas con diferentes recursos.

Aquellos dragones tenían la libertad de salir y entrar a las casas cuando ellos quisieran, eran de temperamento apacible y en invierno solían dormir casi todo el día, por lo que su presencia no incomodaba a los residentes ni a los dragones originarios.

Por más que Iris hubiera deseado quedarse, no podía. Esperaba que al término del invierno se iniciaría el plan, sin embargo, una mañana se levantó y al bajar a la vereda y escuchar las conversaciones de las personas se llevó una terrible sorpresa; estaban hablando una lengua desconocida.

La chica asustada intentó hablarles en drego, pero no todos hablaban la lengua con fluidez por lo que debía buscar a Viator o a su tío.

Alem había salido y estaba ayudando con algunas actividades, por lo que, cuando se le convocó con una reunión con el consejo, supo que algo no estaba bien.

Al llegar encontró a muchas personas murmurando y señalando hacia el sitio donde Iris se encontraba. La joven estaba de espaldas a lado de Viator cuya expresión de preocupación y enojo le hicieron pensar que era algo muy grave.

—¿Qué sucede? —interrumpió Alem acercándose a la chica. El silencio inundaba la habitación. Elías hizo una seña para que la gente se retirara..

Iris le estaba dando la espalda, tenía la mirada baja y se notaba que estaba temblando, pero trataba de contenerse. El sonido de su respiración delataba que había estado llorando. Alem apoyó su mano en el hombro para hablarle. Cuál fue su sorpresa cuando notó que no entendía lo que estaba diciendo. La chica hizo una seña con las manos y luego se aclaró la garganta para luego comenzar a comunicarse en drego:

—Lo que dijo Viator se cumplió, mi padre no se ha comunicado en dos semanas, la gente que llegó a refugiarse estos días informó que hubo un problema con la última revuelta y mi padre se encuentra desaparecido desde ese entonces.

El semblante de Viator palideció y mirando con indignación a Iris reclamó:

—¿¡Le has enseñado drego a un Damer!? ¿Qué has hecho?

—Lo necesario. El drego es y ha sido la lengua original del clan perdido del que todos descendemos, también tiene derecho. Es la cultura que se nos fue negada —respondió con determinación.

—¡Es una imprudencia! —respondió Elías.

—Imprudencia es que repitan lo que los Damer nos están haciendo a nosotros, y, a todo esto, no fueron los Damer actuales, fueron los antepasados. Si ustedes no están de acuerdo, me importa un bledo, no voy a estar repitiendo los errores de otros.

—El «daño» está hecho, además tengo un preciado pacto de silencio, no puedo decir cómo ni dónde lo he aprendido —agregó Alem—. Y es lo de menos considerando que Iris ha perdido su capacidad de comunicarse en damerio.

Elías y Viator se miraron el uno al otro, muy a su pesar y posterior a un suspiro largo como expresión de frustración, asintieron.

—Eres tan terca como tu padre —comentó Viator al aire.

—No lo hurto, lo heredo —respondió Iris mientras se limpiaba las lágrimas—. No creo que esté muerto.

—Ese hombre te puso una piedra guarda-anma especial, si está inactiva es porque algo le ha pasado —respondió.

—Me sorprende todo lo que ha logrado hacer mi hermano, esa clase de cosas son demasiado avanzadas. Impuso una condición muy rebuscada al recargar esa piedra.

—Podría ser la señal que esperábamos para movernos. No hay forma de comunicarnos —dijo Viator con el semblante serio y preocupado.

Todos asintieron.

La joven durante el día estuvo preguntando respecto a la nueva lengua que estaba escuchándolos hablar. El damerio, aunque poseía algunas palabras comunes con el drego, tenía la fonética y la gramática diferente. Como había mencionado Viator alguna vez, fue la lengua que se impuso pasada la gran guerra.

Por la noche Iris se encontraba en la habitación en la que había pasado días y noches, rodeada de todos los objetos y muebles que originalmente tenía desde que se le asignó, además de otros tantos que le fueron dados o fueron adquiridos a lo largo de su estancia. Miraba a la cama con algunas cosas encima como si estuviera descifrando un código secreto entre todo lo que tenía ahí. La espada con empuñadura de dragón, la daga de piedra drenadora, los brazaletes de piedras guarda-anma y equipamiento. Con convicción tomó las cosas y una a una se las fue colocando.

Alem de igual manera se vistió y agarró armamento. Ambos se pusieron de último los abrigos y llevando consigo un costal, bajaron del árbol por las escaleras encontrando a Viator con Fideag listo para partir. Era medianoche y la nieve caía silenciosa, pasando de poco en poco entre los huecos del grueso follaje de los árboles. Los tres se alejaron de Draconia tristes, con la esperanza de un día regresar.

Iris miró atrás como si hubiera una fuerza invisible que le hacía desear volver y quedarse. Así fue como la vio una última vez antes de partir; apacible, silenciosa y cubierta por el blanco de la nieve. Ella sentía que estaba dejando su hogar pese a que había vivido ahí solo unos meses; el lugar donde aprendió a hablar, convivir y tener una familia otra vez.

Todos sentían un vacío en el pecho, pese a que Alem no era como tal un Vleyquanger, se había integrado muy bien. El breve sueño en el que estaban metidos estaba llegando a su fin y le daban cara a la realidad; la verdadera razón por la que habían llegado a Draconia esa primera vez.

Viajando disfrazados de Damer, los tres convivieron por días. Alem puso al tanto a Iris de algunas costumbres de su clan mientras caminaban y en los momentos de descanso. Para Iris significaba mucho ya que, al ser una mestiza, conocer el punto de vista de ambos clanes le hacía ilusión y le permitía hacerse de una opinión propia respecto a su cosmovisión.

Los tres se desempeñaron como cazarrecompensas todos esos días que le siguieron a su partida, llegando a obtener algunos trabajos por los cuales ganaron una buena paga; trabajos que consistían en ser guardaespaldas, trabajos de investigación, recolección o entrega de paquetes especiales para los Damer de la región.

Para Viator era normal hacer esas cosas, puesto que a eso se dedicaba para subsistir desde hacía muchos años; por eso disfrutaba de enseñarle su oficio a ambos chicos. Pese a que miraba con recelo a Alem, sabía que solo eran las preocupaciones de un padre y no solamente el que el joven fuera un Damer. No, eso realmente no le importaba demasiado, la propia guerra lo había hecho tomar partido como Iris le había hecho la observación.

Con el paso de las semanas los tres se fueron haciendo de renombre y fueron conocidos como «La familia».

Iris no hablaba en absoluto frente a los damer y se hacía pasar por muda comunicándose por señas mientras le era enseñado el damerio, la lengua oficial del reino, para poder comunicarse. El hablar en drego le había conferido la fluidez que necesitaba y para el caso de Alem no fue la excepción.

El hecho de que Viator ahora no poseyera una pierna le había dado una ventaja. Él ya era un cazarrecompensas conocido, sin embargo, ahora el hombre debía ocultar la mitad de la cara con una pañoleta, y aunado a la característica prótesis, había conseguido no ser reconocido mientras se iban moviendo por las regiones hasta llegar a los alrededores del reino.

Solo una cosa les impedía acercarse al rey y era una ciudad fortaleza cuya entrada estaba condicionada y bien vigilada, por lo que el limitador de Viator era el mayor obstáculo para poder pasar el control.

Iris sabía que podría intentar retirarlo, puesto que ella era una Cassatore, no obstante, no deseaba arriesgarse debido a que era peligroso. Cualquier error, y ella no podría con la carga sobre sus hombros de saber que causó dolor o daño.

—Vamos, mujer, debes intentarlo —comentó Alem frente al fuego que los protegía del frío—. No querrás que se repita el evento que los separó a Viator y a ti, o peor, que no pueda mantener su papel.

—Ya lo sé, pero recuerdo las palabras de Malena, no sé qué se necesita y no sé aún el damerio suficiente para leer los escritos en las bibliotecas de las ciudades por las que hemos pasado.

La joven permanecía cubierta por frazadas mirando la piedra drenadora que siempre llevaba.

—Niña, no vas a encontrar información así en un libro.

—¿Cómo no? Los libros tienen conocimiento de varios siglos, siempre fue así en mi mundo antes del internet. Quiero encontrar la información primero, aunque sea una pista sobre los brazaletes limitadores. Son objetos comunes, no es un secreto. Debe de haber algo sobre cómo son fabricados.

—No se sabe con exactitud, tiznada —respondió Viator, acostumbrado a no entender la «jerga» de su protegida—. Los hacen los Damer. El moldeo de las piedras drenadoras es complicado, sobre todo para los Vleyquanger porque no tenemos plena capacidad para usar anma.

—Es una piedra muy dura... Pero los brazaletes no son de piedra, son de metal —observó la joven.

—Aleaciones —complementó Alem.

—Entonces no es un material puro como este —miró a Viator.

—La piedra que cargas es pura, peligrosa, pequeña.

—¿¡Me diste algo más potente que un limitador?! —preguntó indignada.

—No, te di algo potencialmente más potente que un limitador —corrigió mientras sonreía—. Los brazaletes tienen condiciones, la piedra pura no las tiene por lo que no te va a dañar como un brazalete lo haría. Sabía que irías aumentando poco a poco tu destreza en el manejo del anma, así que te retaría de forma progresiva y además no permitiría que mostraras tus marcas frente a los Damer.

—Estás demente —respondió la chica.

—Mira quien fue a hablar.

—Bueno, bueno, ya. Está hecho —interrumpió Alem.

Iris tomó el brazo de Viator para examinar el limitador. El objeto era metálico por entero, sin cerraduras ni indicios de tener una abertura para ser colocado.

—Me pregunto cómo mi madre se lo retiró a mí padre sin matarlo. ¿Cómo colocan estas cosas?

Viator, que torció la boca con desagrado respondió:

—Al principio están abiertos, pero cuando se introduce el brazo, se cierran y se sueldan de inmediato sin más intervención. Ha habido personas que han sufrido quemaduras cuando se lo han puesto.

—Bah, no sabremos cómo quitar eso hasta encontrar una información más técnica —respondió Alem sacando el libro que Viator le había dado semanas atrás.

—¿Trajiste ese viejo libro? —preguntó Iris quien se acercó para mirarlo. Nunca le había interesado leerlo hasta ahora que estaba aprendiendo damerio—. Tú le diste ese libro, ¿No,Viator?

—Ah, sí. Me comentaste que Alem gustaba de leer. Tenía ese libro conmigo en Adiridel, era de tu padre, por alguna razón lo dejó.

Iris miraba las hojas con detenimiento. La escritura no era impresa sino escrita a mano en damerio y poseía ilustraciones bastante esquemáticas sobre dragones, dibujos hechos a tinta y temas variados.

—Esta letra no es de mi padre —comentó la joven quitándole el libro a Alem.

—¡Oye! Lo estaba leyendo. Solo pídelo —reclamó.

—Lo siento... —respondió la joven hojeando el libro hasta llegar a la última página donde encontró un nombre escrito en una esquina a la vez que notaba que tenía un sello. La chica miró su palma con premura, comparando la imagen con el anillo. De inmediato supo a quién pertenecía ese libro—. ¡Esto es de mi madre!

Bueno, he regresado. Fue un buen descanso. Espero estén disfrutando de la historia.
No olviden votar y comentar si les gustó, me ayudaría mucho a mejorar.
¡Pasen una bonita semana!

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