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El estrecho

Iris trató de forzar la cerradura, pero era imposible de abrir. La chica, en su desesperación, intentó golpear con fuerza, pero al hacer contacto con el objeto, éste se iluminó y un ardor insoportable le hizo retroceder. Observando sus temblorosas manos notó que sus nudillos estaban enrojecidos, necesitaba calmarse, por lo que respiró en calma llevándose las manos al pecho. 

Cuando pudo pensar con claridad, tomó el libro de Elisia y lo ocultó en un bolsillo debajo de la falda de su vestido, estaba claro que debían largarse. La joven iba a intentar un escape por la ventana cuando algo ingresó desde afuera cayendo cerca de sus pies soltando humo con un aroma floral característico que solo se podía conseguir en el bosque oscuro. La chica trató de no respirar, pero demasiado tarde se percató de sus efectos, mareándose sin poder mantenerse de pie, todo se oscureció. 

—¡Cuidado con esa carga! —gritó una voz.

El ambiente estaba sumido en completa oscuridad, solo un pequeño halo de luz entraba por una rendija. La joven amodorrada estaba aprisionada con los brazos a los lados, percatándose de que estaba atrapada dentro de lo que parecía una caja de madera.

La sensación de sopor y pesantez de sus párpados se convirtió en inquietud y miedo. Odiaba los lugares pequeños, si no salía de ahí pronto iba a enloquecer; forcejeaba pateando las paredes de su prisión como su posición le permitía, pues estaba amarrada.

Cuando la chica intentó usar su anma, sintió la sensación de náuseas y un dolor opresivo en el pecho de gran magnitud dejándola temporalmente inmóvil y sin aliento, notando así que algo rígido rodeaba sus muñecas. 

La caja donde se encontraba estaba en movimiento constante, alguien la estaba transportando, pero no pudo saber la ruta porque esta fue bajada de forma brusca abriendo la tapa y dejándola caer. Al abrir los ojos, se encontró en un lugar alumbrado por la luz de una chimenea, viendo sus muñecas confirmó que tenía limitadores. El sitio transpiraba humedad en sus muros y carecía de ventanas por donde mirara, no obstante, estaba dispuesto como si fuera un refugio con ciertas comodidades. 

—¡Iris! —llamó su atención Alem quien estaba a su lado arrodillado. Por su aspecto se podía inferir que había sido víctima de una golpiza; su ropa se encontraba sucia y manchada de sangre que provenía de su nariz y su labio inferior. El joven tenía un aspecto pálido y enfermizo, luchaba por contener las náuseas puesto que le habían puesto limitadores en sus muñecas. 

—Ya se divirtió su majestad, ¡¿Qué desea conseguir con este proceder?! —dijo una voz detrás de la chica; era Viator que se encontraba de la misma manera.

—Ah... nada en especial, me siento honrado de encontrarme con el mejor cazarrecompensas del bosque sur... señor Berrycloth —contestó el rey apareciendo detrás de un muro divisorio. Viator sintió como un gran escalofrío recorría su espina.

—¿Cómo?

El rey sacó una piedra guarda-anma y la mostró al hombre. 

—Que ingenioso artefacto programaste —miró a Alem—, las ilusiones son una rama del anma viento que no cualquiera puede desarrollar. No reconocí jamás el rostro del señor Berrycloth. Me resulta curioso cómo pudiste condicionar tan bien este artefacto, me recuerda por qué recientemente promulgué la venta controlada de estas piedras... Por cierto, Vleyquanger ¿No será que fue tu maestro? 

La chica escuchaba con detenimiento a su tío, en tanto miraba a Alem que se mantenía con su mirada fija y la respiración pesada. 

—Solo soy un humilde Damer curioso —respondió fingiendo una cínica sonrisa. 

El rey se encogió de hombros y lo miró con desdén. 

—Sabía que había gente de nuestro clan comulgando con esos curte-pieles. De tal palo tal astilla —miró a Iris—. ¿Me equivoco... Iris? —El hombre tomó de la barbilla a la chica y luego la observó con detenimiento. La chica lo miraba con ira y desprecio, apretando sus puños, comparado con el malestar del limitador, el rey le parecía más repulsivo. 

—¿De qué habla? —preguntó Viator en un intento por sacarle información.

—Debo admitir que la escondieron de mí muy bien, por poco no la reconocía, les aplaudo su osadía. De no ser porque llamaron mi atención, jamás me hubiera percatado de su presencia. Su apariencia, su porte, es miembro de los Cassatore.

—¿Cómo supo quién soy? ¿Qué le hace pensar que ella es pariente suyo? —dijo Viator forzando una sonrisa. Se encontraba diaforético y tembloroso, el esfuerzo por aguantar el malestar era tanto que jadeaba para articular las palabras.

—No me subestimen, es la viva imagen de mi hermana. Hubiera pasado por alto su apariencia, no tenía pruebas... pero...esos rumores... —El hombre soltó a la chica y observó a Alem—. No puede ser coincidencia que tenga técnicas de curación, esa costumbre de acercarse a los dragones, ese maldito hábito de leer y el interés por la botánica. Salvo ciertas diferencias, tus expresiones, ¡todo! Solo hizo falta investigar y valerme de algunas herramientas para buscar piedras de ocultamiento, pero... Hay algo que no pude averiguar... ¿Quién es su padre? Es claro que usted no lo es —concluyó el rey mirando a Viator.

Iris desconcertada volteó hacia Viator. El rey desconocía quién era su padre, estaba claro que pensaba que era imposible debido al pacto.

—Si tanto poder tiene, Lessian, averígüelo por su cuenta —replicó Viator. Su rostro cubierto de sudor y temblores daba inquietud en combinación con su mirada la cual imponía más incluso si no articulaba palabra alguna.

—Vamos, me agradaban más cuando fingían tenerme respeto —respondió con sarcasmo—. Pero ahora no puedo tratar con sus estupideces, tengo asuntos que atender. Gracias a ustedes, tengo que replantearme el plan para conquistar el estrecho montañoso oeste —dijo acercándose a la salida.

—¡¿A dónde vas?! —gritó Alem.

Lessian salió del lugar en silencio y mostrándose tranquilo, pero en estos momentos debía atender una batalla decisiva, la seguridad de la capital estaba en juego. Cuando se quedaron solos, todo se sumió en un silencio sepulcral mientras los tres lidiaban con el malestar físico y emocional. La joven se sentía una tonta, con pensamientos intrusivos martillando su orgullo. Tanto trabajo para nada...

—Debimos salir de aquí en cuanto Arden me descubrió, no habría tenido que estar en su radar, no habrían salido lastimados —rompió el silencio en voz alta— Alem casi muere por mi culpa, y ahora...

—¡No te atrevas a completar la frase, Iris Drego! Pues todo lo que hice fue por mí mismo —interrumpió molesto. Él también se encontraba luchando con sentimientos encontrados.

—Pero...

—Alem tiene... razón, niña. Pudiendo hacer su vida de otro modo te siguió sin que le obligaras. Del mismo modo que nosotros nos involucramos en esto, porque tomamos la decisión de ser una parte activa del movimiento —replicó Viator con una voz agotada. 

—¡Pero debí ser más cuidadosa! Me confié, ¡Ahora pretende salir de aquí antes de que se concrete el plan y ustedes están en un aprieto por mi culpa! —replicó bajando la mirada, la chica tenía deseos de llorar. 

—¡No todo lo que tu loca cabeza piensa son verdades absolutas! —alegó el joven con la respiración entrecortada—. Mis decisiones son mí responsabilidad, equivocarse es humano y de esos errores se aprenden más y mejores cosas. Y si de algo estoy seguro, seguirte nunca fue un error, no me arrepiento de estar a tu lado, en la vida y en la muerte, yo lo decidí en cuanto supe lo que eras. ¿Qué decisiones valieron la pena para ti?

—En todo caso la responsabilidad es mía por haberte colocado en un trabajo tan cercano al rey, se suponía que no debía saberse de tu existencia jamás, le fallé a tu padre... —complementó Viator.

La joven respiraba con agitación, cerró los ojos intentando contener las lágrimas, ya no quería llorar. ¿Qué decisiones valieron la pena? Escenas de su pasado desfilaban por su cabeza, errores, aciertos, momentos felices, momentos de paz, las cosas que había aprendido.

La joven recordaba la imagen de un puente, el vacío y la sensación helada del viento en su rostro empapado, seguida del recuerdo de su cuerpo retrocediendo para escogerse a sí misma y el abrazo de su padre. Luego con nostalgia rememoró las enseñanzas de Viator, el pacto de Draconia, el agradecimiento de Fideag junto con los paisajes y la sensación de felicidad por cada logro. Nunca podría anular todos esos recuerdos. 

Una lágrima brotó de uno de sus ojos, los abrió mirando con desconcierto a Alem, luego observó los brazaletes de los tres, lo tenía claro ahora.

Ella se sentía débil y con náuseas, pero podía tolerar los efectos mucho mejor. Alem estaba respirando de forma errática, Viator se encontraba apoyando la cabeza en el suelo tratando de respirar con calma para no aumentar su sufrimiento. La chica estuvo varios minutos con la mirada perdida observando los brazaletes, para luego, con dificultad, arrastrarse hacia Alem. 

—¿Qué haces? —peguntó confundido estando acostado de lado. 

—Levántate y ayúdame —La joven le dio la espalda y se apoyó en él—. Eres hábil con las manos, desata el nudo de mis cuerdas ¿Lo sientes?

Alem obedeció, pronto la chica percibió las cuerdas aflojarse y con mucho esfuerzo se levantó dejándolas caer. Miró con cautela a los alrededores, tenía a un guardia adormilado parado en un pasillo a diez metros de ellos custodiando la entrada a la sala.

En silencio se retiró la falda del vestido que llevaba, revelando que portaba un pantalón. Se miró a sí misma y sonrió; aún portaba la bolsa que ataba a su cintura y también sacó de un escondite en su bota la daga que sus padres habían guardado para ella.

—Esos idiotas no aprenden, me amarraron pero no me registraron. —Tomó la daga y cortó con ella las cuerdas de los otros.

—Con tener los limitadores ya nos acorralaron —dijo Alem mirando sus brazos—. No creo que podamos lograr salir de aquí ilesos, todo se nos complica.

—Mira ilusionista, aquí la de los problemas emocionales soy yo... —respondió Iris. El chico iba a responderle cuando observó que una mano brillante, temblorosa y cubierta de sangre le tomó del limitador. 

El joven estaba mudo y mirando con los ojos abiertos de par en par cómo su limitar de pronto comenzó a resquebrajarse cayendo en pequeños pedazos. 

—Por la paz de todos y de los señores del bosque, en estas cadenas anulo las condiciones de su piedra original, sangre por sangre, yo Iris Drego Cassatore te lo ordeno, ¡te retiro! —dijo la chica tomando el otro artefacto con el mismo resultado.

La joven repitió las mismas palabras para los limitadores de Viator, el hombre estaba atónito llevándose la mano a las muñecas con una expresión de nostalgia.

—Encontraste la condición...

—Fue Elisia —respondió Iris, dándole una planta deshidratada en la mano. Viator y Alem la miraron con desconcierto.

—¿Para qué es esto? —preguntó el joven.

—Después de exponerse a los efectos de los limitadores se han de sentir como la mierda, lo sé bien, cómanlas, de parte de mi madre y sus jardines.

Mientras tanto en otro lado del castillo había gritos desgarradores haciendo eco por los pasillos. Los guardias se llevaban a Elisia en una camilla mientras la reina era retenida.

—¡Esto es una total falta a mi persona! ¿¡Qué pretenden hacer con mi hija?!

—Por orden del rey la llevaremos al fuerte —respondió un guardia.

—¡Ella no debe ir a ningún lado!

—Al contrario, querida... —Interrumpió el rey.

—Lessian —la mujer miró detrás con miedo e indignación—. ¿¡Has enloquecido?! ¡No se ha recuperado! —reclamó.

—¿Crees que me interesa? Tú... me has traicionado, ¿¡Creíste que no me daría cuenta?! —dijo el hombre entregando a la señora un costal pesado.

—¿De qué... hablas? —la reina le miraba con terror, su voz era como un hilo fino y casi inaudible. Cuando observó el costal con detenimiento, sangre goteaba del mismo. Sus manos temblorosas abrieron el contenido para descubrir la cabeza de su prima junto a una piedra guarda-anma de gran tamaño. La mujer soltó el costal retrocediendo y gritando se pánico. 

—Tu prima no era muy lista y tú me has estado haciendo perder el tiempo Tengo a los Vleyquanger pasando por el estrecho del oeste en este instante y yo necesito salir de inmediato para establecer un punto estratégico para frenarlos y que no lleguen aquí, me estorbas...

 Una ráfaga de vientos a gran velocidad hizo volar los cabellos de la mujer y los objetos de alrededor. La reina miraba descolocada como su vestido se iba tiñendo de un carmesí oscuro, cayendo en silencio al piso de tal forma que los soldados que la sostenían se agacharon para evitar que el cuerpo azotara en el suelo.

El rey abandonó el castillo con una comitiva para trasladarse a un nuevo lugar fuera de la ciudad; tendría que llevar a Elisia a un fuerte para tenerla como su plan principal, lista para su último pacto.

—Padre... —llamó la princesa con una voz débil y con los ojos entrecerrados.

El rey observó a la joven, lo que tenía ante sus ojos era una imagen grotesca. No era ni la sombra de la joven que alguna vez paseaba por los pasillos del castillo despreocupada por sus deberes.

—¿Dónde estamos? ¿Dónde está mi madre? —cuestionó recorriendo la carroza con la vista.

—Se queda en el castillo, tenemos que movernos a un lugar donde podamos estar cerca de la mina —respondió.

—Faltan dos semanas...

—Es suficiente para hacer los preparativos.

—¿Qué es... todo ese humo? —preguntó la joven quien recostada podía divisar el cielo opacado por la humareda proveniente de la montaña.

—Solo se está haciendo una limpieza general —respondió con frialdad.

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Hola, escribir todo esto me ha emocionado tanto y espero que la lectura del mismo haya sido de su agrado.
¿Qué planea hacer Iris? Pareciera que ya tenían algo preparado. Pasen buena semana.
Próximo capítulo para el 13 de marzo.

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