El duelo
Alem se acercó a Iris quien estaba estirándose, tratando de zafarse de Viator de forma infructuosa.
—Deja que esto lo arregle yo —dijo mientras le hizo una reverencia y se alejó.
«¡Ya me has ayudado suficiente, olvídalo!» pensó desesperada. Quería alzar su voz, detenerlo, pero le dominaba la sensación de impotencia por mantenerse apegada a un papel.
Para Alem el plan que improvisó era un «todo o nada», debía quitar al teniente del camino para evitar que abriera la boca, ese era su verdadero objetivo. El joven fue directo con un guardia y le sustrajo su espada con agilidad.
Aún continuaba reflexivo viendo las piedras de su brazalete, pensaba que solo él podía arreglar todo sin causar un gran revuelo debido a que, para la corte él no era alguien relevante, y, aun si muriera, el honor del guardia quedaría en entredicho y por tanto su credibilidad.
«Todo lo que puedo darte es tiempo», pensó mirando a Iris a lo lejos, luchando por acercarse.
Arden desenvainó una espada e imbuyó sus manos en anma de color rojo y turquesa. Dominaba los elementos fuego y agua respectivamente.
—Te vas a arrepentir de esto, aunque te doy crédito, me facilitas el quitarte del camino —comentó el teniente.
—Incluso si me matas, ella te matará a ti por intentarlo, se llama «libertad de decisión», Arden... —respondió divertido el muchacho, ya que sabía a lo que se estaba refiriendo.
—Las reglas son simples. No hay reglas. Solo el ganador conseguirá cumplir sus peticiones —proclamó el rey.
—Vas a morir aquí —dijo Arden.
—Tengo muchas sorpresas, Arden. Esta es una de ellas —dijo el muchacho.
El chico imbuyó sus manos en un resplandor, pero esta vez todo era diferente. La mano izquierda del joven tenía un brillo color turquesa que se negaba a usar porque le traía malos recuerdos, se trataba de la herencia de su padre. Durante años careció de motivos para utilizar ese poder, en su lugar había entrenado con maestría el viento tratando de ignorar sus raíces.
Tomando aquello como una provocación, Arden no dudó en comenzar el ataque lanzando una llama de forma violenta, a lo que el joven respondió levantando un muro de agua que había obtenido del aire, la nieve y las plantas de alrededor dejando el suelo gris a su paso. Aquella técnica la había aprendido observando a los soldados cuya combinación de anma era similar. Pero esto no iba a detener al soldado, quien salió detrás de una llamarada para asestarle una estocada.
Alem sin dudarlo, bloqueó su ataque con la espada, quedando los dos mirándose con ira
—Que buen transmutador eres —comentó mientras intentaba herirlo.
Alem, a la vez que bloqueaba las llamaradas y las navajas de agua a presión, creaba ilusiones de sí mismo de forma continua para distraer al soldado, transportándose con rapidez detrás de él para aturdirlo con ondas de choque. Arden respondía con disparos de vapor ardiente para mantener las distancias cuando eso ocurría. Le sorprendía el estilo de pelea de Alem, pues se adaptaba bien a las circunstancias.
El ex ladrón disipaba los ataques de vapor con ondas de sonido formando una niebla que cubría todo el campo. La gente vitoreaba y gritaba emocionada, mientras Iris miraba con preocupación el desarrollo de la batalla. La niebla apenas podía permitirle verlos a ambos chocando espadas una y otra vez, pero cada choque iluminaba las siluetas como si fuera una tormenta.
El teniente, cuando tuvo la oportunidad, lanzó un cañonazo de agua a presión hacia Alem. La neblina tenía cierta densidad, por lo que cuando se percató del ataque, en vez de esquivarlo lo detuvo con una mano al no tener tiempo para evadirlo. Con esfuerzo logró devolverlo añadiendo esquirlas de hielo al enfriar el agua con su anma, pagando el precio de herir sus manos y sus brazos con las punzantes agujas por la fuerza centrífuga con la que impulsó el agua. Era evidente que, por negarse a entrenar su elemento heredado, las cosas le estaban resultando poco favorecedoras, aunque lograra contener a Arden en la batalla.
El contraataque de Alem pasó rozando el hombro del teniente, arrojándolo varios metros. Ambos estaban lesionados de los brazos, pero Alem sangraba profusamente y se le notaba mucho más agotado
—¿Ya te cansaste? —comentó provocando al teniente. Aunque él sufriera dolor con los ataques debido al frío, no podía evitarlo.
—Ni un poco, Zorex —respondió levantándose con dificultad. Tenía el hombro inhabilitado y sangrando.
El joven intentó tomar aire y creó varias ilusiones de sí mismo desapareciendo entre la niebla. Tenía heridas graves, lo sabía, debía terminar esto pronto.
Iris al percatarse del estado del joven detuvo su lucha. Un vacío en el estómago y un escalofrío terrible le erizaba el cabello de la nuca; sabía que el chico estaba arriesgándolo todo, y que los ataques previos no sólo habían lastimado a Arden, sino a él mismo.
Arden al percatarse de las intenciones de Alem, corrió tomando una lanza de un guardia que estaba cerca controlando a la multitud emocionada. Todas las ilusiones estaban con las manos extendidas al frente preparando un disparo a presión de agua y hielo. El hombre, sin contratiempos, arrojó la lanza a una de las imágenes dando en el blanco y aventando a Alem varios metros.
El joven se agarró el cuello por instinto, la lanza le había rozado y herido. Al evaluar el daño, se percató que la lanza no perforó un vaso grande como para causar la muerte de inmediato, no obstante, estaba perdiendo mucha sangre.
Las ilusiones de Alem continuaron el ataque antes de esfumarse. Arden trató de esquivarlo todo con dificultad, pero los cañonazos de agua habían sido de los más poderosos que pudo haberle arrojado, por lo que, como último recurso, alzó un muro de agua para frenar lo que no pudo evadir logrando disminuir el golpe de los ataques, pero la fuerza lo azotó en el muro del castillo
Iris, desde su punto de vista, observaba como ambos se estaban tirando a matar llegando a clavarle las uñas a Viator tras ver que Alem seguía en el piso, pero el hombre no le soltó.
Cuando Arden se levantó, fue hasta Alem quien yacía aturdido mirando al cielo. El joven notaba que cada intento por respirar se hacía doloroso y muy extenuante. Intentó ponerse de pie de forma infructuosa varias veces, pero la fuerza en sus piernas le fallaba cada vez.
Arden, aprovechando esto, le pateó en el abdomen, costillas y cabeza como si de un juego se tratara. Ya estaba debilitado, pero la fuerza de los golpes en el cuerpo herido y desangrándose de Alem hacía que fueran tan dañinos como los hechos por una persona al cien por ciento de sus capacidades.
Iris miraba la escena con lágrimas en los ojos, cada golpe y patada lo sentía como una puñalada en su pecho.
«¡Esto es mi culpa! ¡Debería haberme llevado a Arden conmigo al infierno! ¡Cometí un error!». Pensaba mientras seguía forcejeando con Viator.
—¡Ten respeto, niña! ¡Mira hasta el final! —dijo el hombre tratando de detener a Iris.
El joven seguía retorciéndose mientras Arden se ensañaba más con cada golpe, disfrutando al escuchar los quejidos del herido chico cuando le pateaba. Iris estaba tentada a no mirar, pero sus ojos no dejaban de estar fijos en la escena.
—¡Tu peor error fue creer que podías vencer a un guardia de élite! —reía mientras continuaba torturando al chico, presionando su pie contra el cuello.
—Sabes... —contestó el joven con la voz apagada. Cada inspiración venía acompañada de un sonido silbante y agudo producto del propio esfuerzo y la dificultad al paso del aire por su vía aérea—. Tu peor error fue creer que no puedo hacer tangibles... mis propias imágenes.
El teniente frenó la golpiza creyendo que Alem estaba delirando, sin embargo, el joven le sonrió mostrando los dientes cubiertos de sangre.
Cuando el teniente se percató del plan del chico, con premura intentó bloquear el golpe de una ilusión que se materializó a sus espaldas. El hombre sonreía de nerviosismo, sin embargo, su expresión de alivio se borró cuando la figura se volvió un clon de agua transparente que envolvió su espada acercándose para apuñalarle en el costado, esparciéndose en el piso cuando logró su cometido.
Arden no podía articular palabras por el dolor. La herida se había congelado y los cristales de hielo y la temperatura hacían del sufrimiento algo insoportable. En un intento por frenar su sufrimiento se cauterizó su propia herida con fuego, gruñendo y temblando en el proceso.
El chico no dejaba de sonreír mientras se levantaba con dificultad. Debía estar de pie.
—Ríndete —ordenó el joven.
—¡Ye nuere rindere! —dijo Arden a gran voz, el volumen había sido tal, que un eco se escuchó por todo el lugar. El guardia miró con horror a Alem tras escuchar sus propias palabras.
—¿Qué? No te escucho —jadeó el joven sonriente.
Toda palabra que el guardia decía resultaba en una lengua desconocida para los oídos del público, la situación era inexplicable. Todo lo que pronunciaba era amplificado a la vez por el anma de Alem, provocando que el teniente perdiera la calma y corriera para agarrar a Alem del cuello, no obstante, el joven, con lo que quedaba de sus fuerzas, le golpeó en los laterales de la cabeza creando una onda sonora que terminó por sangrarle los oídos y dejarlo noqueado.
El silencio inundaba el campo de batalla, el rey disipó la niebla con su anma tipo viento y se acercó acompañado de sus guardias y sus generales. Viator soltó a Iris en ese instante por lo que la chica casi se tropezaba al correr para socorrer a Alem.
—¡Qué espectáculo! —comentó aplaudiendo. El hombre miraba complacido a su alrededor la sangre de los contrincantes esparcida en gotas por la nieve.
Alem cayó de rodillas por la debilidad y el mareo debido a la pérdida de sangre. Iris casi le tacleó para revisarlo, le miraba con terror. Tanteaba desesperadamente cada extremidad y desgarraba su ropa para descubrir las heridas y verlas mejor.
Ignoraba que el rey había quedado frío tras percatarse de la presencia de la joven. Su sonrisa cambió a una expresión de duda y preocupación. Algo en ella le resultaba familiar, por su rostro y su mirada. De no ser porque escuchó que provenía del sur, creería haber visto a alguien que hace años desapareció.
—¿Tú... eres la dama de mi hija? ¿Iris Zorex?
Iris ignoró al rey ya que estaba más preocupada por Alem, y aunque lo hubiera escuchado, no le podía responder.
—Ella es mi hija, es sorda, le pido disculpas, su majestad —intervino Viator al percatarse de la situación.
El rey miró a Viator y tras escuchar esas palabras sintió cierto alivio esbozando una sonrisa, no obstante, continuaba con una sensación de inquietud.
Alem, quien se esforzaba por respirar, llamó la atención del rey para terminar su misión.
—Acuso al... Te... teniente Arden de traición, todo fue p... para desenmascararlo y... cobrarme por... propasarse con mi esposa... —Mintió.
—Hace años no había algo tan emocionante, escuchar una lengua que no es el damerio lo evidencía. Me complace saber que sus servicios han valido cada moneda de plata que se les ha pagado.
Viator observaba en silencio a Iris, quien lloraba desconsolada presionando en las heridas más graves. La situación era peligrosa, pero al monarca no le parecía importante, por lo que continuó su veredicto.
—No creo que sobreviva, pero si lo hace, le espera una gratificación; fue muy inteligente su estrategia de desenmascaramiento. Espero verlos en tres días para discutir su petición. —El hombre hizo una seña a los guardias—: Llévense a ese traidor y enciérrenlo —dijo señalando a Arden y retirándose sin decir nada más.
Viator miraba con incredulidad como el rey se alejaba sin importarle que Alem estuviera muriendo en el suelo. Ser cazarrecompensas era una labor un tanto peligrosa si se tomaban los trabajos de esta naturaleza, gajes del oficio, pero al ver que él no tenía ni un poco de piedad se sintió indignado y frustrado.
Todo mundo sabía que el joven no tenía esperanzas, la gente se retiró del lugar dejándolos solos, solo algunos de los trabajadores de la cocina observaban la escena, pero tampoco intervenían. Pese a todo, la joven continuó su labor, hasta que escuchó a Viator decir lo que tanto temía:
—Está muy mal, niña. El sangrado no solo es por fuera —dijo Viator mientras observaba la piel marmórea del joven que mostraba hematomas y equimosis en varias partes de su cuerpo.
«No... ¡No, no, no!». Pensaba. Su boca cerrada nunca la había sentido como una maldición hasta ese momento en donde deseaba tanto gritar, decirle a Alem todo lo que pensaba, pero no podía. De hacerlo, todo por lo que Alem había peleado se iría pronto al carajo y eso no podía consentirlo.
Al joven le pesaban los ojos y tenía tanto dolor en todo el cuerpo que llegó un momento que todo lo empezó a percibir ajeno, como si fuera lento y con eco.
—Sí que me arriesgué... —sonrió tomando la mano de Iris.
La joven advirtió cómo el agarre de Alem era débil, deseaba hablarle, gritarle que era un tonto por hacer ese duelo. Podía soportar la idea de tener a Arden rondando hasta que Viator o él consiguieran información suficiente, pero no perderlo y menos de esta forma. Le dedicó una mirada de preocupación y tristeza. Con todo el dolor de su corazón soltó el agarre del joven y continuó haciendo torniquetes.
Liam se acercó a Alem corriendo desde las cocinas, lo primero que hizo fue presionar sus heridas con un pedazo de su ropa sin importar que sus rodillas desnudas estuvieran en contacto con la nieve.
—¡Hay que hacer algo! —exclamó con angustia, tratando de ayudar a frenar el sangrado.
El chico tenía varios cortes profundos en los brazos, el cuello y en el pecho. Iris temblaba de impotencia, cerca del hombro tenía un hielo clavado que estaba segura de que le había perforado un pulmón, si esa herida no lo mataba, la pérdida de sangre lo haría.
«¡Esto no vale la pena si no estás!», pensó. La joven sacó yerbas de sus bolsillos con sus manos heladas y cubiertas de sangre, estaba dispuesta a hacer un último intento.
—No hay remedio niña, no servirá. No tienes el anma de Lisanna —susurró Viator al ver que la joven iba a utilizar las yerbas.
«¡No me importa!», pensó para sí mientras ignoraba al hombre. Colocó en la boca de Alem una de las plantas haciendo que éste la tragara con dificultad y luego puso sus manos en su pecho.
«Que el sangrado pare, que la vida se preserve», rogaba para sí.
Alem comenzó a toser y a respirar de forma errática. El chico tomó el brazo de Iris apretando su ropa como si se tratara de aferrar a ella.
—No... permitas jamás que... alguien intente... pasar por encima... de ti, perdóname por... haber dudado... —decía entre sus intentos por tomar aire. Para él, hablar representaba un esfuerzo titánico.
Iris tras escuchar sus palabras asintió enérgicamente entre sollozos.
«¡Que el sangrado pare!, no empieces a sonar como que te estás despidiendo, por lo que más quieras», pensó. Lloraba sin despegar sus manos, flexionaba sus dedos como queriendo aferrarse a la ropa del joven.
El viejo miraba de forma desesperanzada a Alem que agonizaba en el piso. La nieve a su alrededor se estaba pintando de color carmesí y no podían hacer nada al respecto. El joven sentía como la vida lo abandonaba poco a poco teniendo menos fuerza para hablar. El frío se intensificaba en sus extremidades, sudaba helado y temblaba demasiado.
Entre sus infructuosos esfuerzos por jalar aire, llamó la atención de la chica y pronunció algo que nunca hubiera salido de su boca, puesto que se negaba rotundamente a aceptarlo, pero... era lo último, ya nada importaba. Colocó su mano en la mejilla de la chica y pronunció sus últimas palabras.
—Iris... te quiero... —declaró, antes de espirar por última vez. Su corazón se detuvo y con ello Alem dejó caer su mano.
La joven dejó de repetir sus deseos en su cabeza casi como una plegaria para pasar a los pensamientos de desesperación y culpa. Al escuchar lo último, se quedó mirando al vacío. Sus palabras las sintió en su corazón como una puñalada, la última y la más dolorosa.
Tras percatarse que el joven había entrado en paro, reaccionó de una manera que Viator no había visto jamás. Desgarró la camisa de Alem descubriendo su pecho, no sabía de dónde sacó el arranque de fuerzas, pero procedió a hacer reanimación cardiopulmonar. Ella nunca había intentado hacer algo así, pero ahora rogaba a quien fuera el ser superior de este mundo que le ayudara.
Nadie había visto algo parecido, por lo que pensaban que era algo que la chica en su negación estaba intentando inútilmente.
«Respira, uno, dos, tres...», repetía la cuenta en su cabeza. La chica presionaba el pecho del joven con ritmo apretando sus nudillos con fuerza por el estrés. Cuando sus labios se juntaban, percibía el sabor herrumbroso de su sangre, pero no podía importarle menos, no estaba dispuesta a dejarle ir.
El corazón de Iris estaba agitado no solo por el esfuerzo, también por la ansiedad que estaba pasando. Esta era la gota que derramó el vaso, estaba harta de tener que hacer de la respiración un ritual para mantenerse en calma y evitar perder el control de su propio cuerpo. Nunca más se iba a permitir cometer un error de esta naturaleza.
Pasaron los minutos, siguió haciendo compresiones y respiraciones. Era tanto el esfuerzo físico, que hacer impulso con los brazos para suplir las funciones del corazón de Alem era doloroso con cada intento.
La culpa estaba carcomiendo a la chica. Pese al cansancio continuaba esforzándose, deseando que las heridas se cerraran y que su corazón volviera a latir, que le perdonara. Se repetía esto una y otra vez.
Viator se disponía a levantar a Iris y solicitar que se llevaran el cadáver para preparar un funeral, pensando que aquello no era más que un penoso espectáculo producto del duelo de la chica. Pero antes de que pudiera tomar el brazo de la joven, las manos de Iris comenzaron a resplandecer, parpadeando con cada compresión, envolviendo a Alem en un aura blanca.
La joven sintió un calor inexplicable en las palmas de sus manos y cómo la energía recorría sus brazos para pasarse a Alem. Esto lo tomó como una señal para no detenerse, puesto que las heridas comenzaron a cerrarse de forma acelerada dejando cicatrices.
La muchacha miró con incredulidad la escena y Viator se alejó un par de pasos por la impresión. Los testigos se acercaron en cuanto observaron que la piel del chico volvía a tener color, no podían creer lo que sus ojos presenciaban.
El chico despertó tomando una gran bocanada de aire y mirando confundido a todos los que lo rodeaban que lo veían con caras de terror.
—¿¡Qué demonios?! —preguntó agitado.
Iris se abalanzó sobre él y ocultó su rostro en su pecho. Alem miró a la joven que se le aferraba, sentía el frío de su rostro sobre su piel desnuda y la humedad de las lágrimas que ella había derramado.
Viator se acercó incrédulo al joven para confirmar lo que estaba viendo. Al ver al chico con los ojos abiertos no pudo evitar reclamarle.
—¡Eres un imprudente! — exclamó propinándole un zape—. ¡Nos asustaste a todos!
Alem, confundido, se sobó la nuca, luego observó sus brazos y notó que en su lugar había cicatrices. Se dio cuenta que estaba respirando sin hacer esfuerzo alguno.
—¿Quien...? —le preguntó a Viator.
Viator señaló a la joven quien permanecía en silencio sin soltarle. Alem la trató de apartar para agradecerle, pero la chica en realidad se había quedado dormida.
—No puedo creerlo —comentó Liam interrumpiendo el momento—. ¡Anma puro! Hasta ahora nadie lo ha utilizado de esa manera...
—Puedo ver que Iris posee el don de la curación —interrumpió la princesa acercándose a revisar a Alem.
—¿Usted lo posee no es así? —preguntó Viator.
—El anma puro toma muchos usos. Pero la curación no es mi fuerte... —replicó haciendo una expresión de decepción y frustración.
Elisia miró asombrada cómo todas las heridas del joven estaban cerradas. Nunca había visto un uso de anma de sanación tan efectivo, había escuchado solo sobre una persona capaz de ello, pero su padre prohibía que se le mencionara.
Al terminar su labor ordenó llevarlos a ambos a la habitación de Iris y dejarlos descansar. El chico estaba curado, pero seguía agotado y adolorido por el esfuerzo físico que implicó que Iris usara esa técnica.
Aunque Alem les había conseguido tiempo, todavía podían ser descubiertos, por lo que debían apresurar el plan para salir de ahí de inmediato. Solo faltaba averiguar un par de cosas más.
En cuanto a Alem y a Iris, ambos durmieron por tres días seguidos. Cuando despertaron, se encontraron las miradas de ambos en la misma cama y a Viator durmiendo en una silla. Les vigilaba día y noche sin importarle descuidar sus deberes e ignorando el agotamiento, pero ese día el sueño le venció.
Iris se levantó preocupada.
—Dime que fue una pesadilla —suplicó a Alem quien, aún sin poderse mover bien, negó con la cabeza, sonriente.
—Me salvaste la vida otra vez...
—No es cierto... Fuiste tú...
—Tu anma es puro, como el de tu mamá.
Este ha sido uno de los capítulos más largos que he hecho. ¿Qué les pareció? Parece que el rey nunca notó a Iris en todo este tiempo.
Espero que les haya gustado. Bonito fin de semana.
No olviden votar si les gustó. Recuerden que sus comentarios son muy útiles y los aprecio mucho.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro