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El clan perdido

Tras la toma de la capital, la familia Drego se encontraba dentro de la comisaría de la ciudad, pues la toma de ésta representaba una clave estratégica para mantener a raya a la guardia del orden que coordinaba sus actividades ahí mismo.

La energía de Iris se vio comprometida tras el escape y la toma de la ciudad, por lo que tomó un descanso de varias horas para recuperarse y después bajó al primer piso para celebrar. Todos tenían una copa en mano y brindaban con lo encontrado en las bodegas del edificio, mientras su padre y Viator conversaban con los líderes de cada división revisando los mapas que tenían a su disposición.

La joven observó que su progenitor cargaba todo su apoyo en el bastón, pues, aunque aparentaba tener un buen semblante, podía percibir que las manos del mismo estaban temblorosas debajo de la capa que llevaba. El maestro de las ilusiones ya no podía engañarla.

Cuando terminó la reunión, la chica solicitó hablar con su padre a solas en la planta alta, no lo había visto en meses y deseaba resolver algunas dudas. El hombre aparentaba caminar muy bien frente a las personas, pero cuando cerró la puerta, por poco pierde el equilibrio y su apariencia empeoró tras desactivar su anma.

—Sigo sin estar de acuerdo con tus métodos, papá —declaró Iris de improviso apoyando el brazo del hombre en su hombro para sentarlo en una silla. 

—Ser el líder significa que no pueden verte débil, hija.

—Pero no puedes ocultar por siempre tu enfermedad, queda poco tiempo... 

—Mientras esté vivo, las cosas serán de este modo —replicó serio, para él su imagen era importante pues era el rostro de la revolución. 

Elmovimiento le había costado a Antreas meses de preparación, pues abrir portalesy transportar a Vleyquanger del norte, el oeste y el este hasta las tierras delsur requería una cantidad de anma queera imposible para una persona en un solo viaje, por lo que estuvo guardandosus fuerzas incluso si eso significaba bajar su energía vital al mínimohaciendo que las piedras guarda-anma cargadas por él sedesactivaran.

Cuando la fecha se acercaba, fue introduciendo a la resistencia de forma gradual a la ciudad gracias a los planos y a la información que enviaban Iris y compañía.

—Ni me lo recuerdes, con tus planes me doy con la pared casi siempre. Agradezco que ya no me ocultes las cosas, me metiste un maldito susto cuando dejé entender a los demás. —La joven suspiró con frustación—. En fin, ahora tenemos problemas, Lessian está libre, tenemos el tiempo encima y nos va a costar defender este nuevo punto.

—¿Cómo te descubrieron?

—La reina cometió un atentado para retrasar los planes de ese maldito, pero le salió mal, se puso mucho más paranoico. Sabe que soy su sobrina.  

—¿¡Qué?! ¿Sabe que eres mi hija? —se levantó sobresaltado. 

—Aún no sabe que soy tu hija, pero es cuestión de tiempo, ya que monté un gran numerito —rio—. Pero ya no importa, a estas alturas todo el reino se enterará en menos de una semana. —La chica se acercó a la ventana para observar a los dragones que montaban guardia, las personas se acercaban a admirarlos con un poco de temor. 

—Veo que conociste al dragón de tu madre... —dijo el padre mientras observaba con nostalgia la escena del exterior.

—¿Cómo llegó aquí? Han pasado años desde que ustedes escaparon de Lessian —cuestionó la joven.

—Ah, escuchaste el cuento de los niños... —rio, pero antes de poder hacerlo a gusto comenzó a tener un ataque de tos y a escupir sangre en la palma de su mano.

Iris intentó darle palmadas en la espalda para ayudar a aliviar el ataque, para luego llevarse la mano al entrecejo. Había aceptado que se iba a quedar sin él, pero dolía verlo deteriorarse, ya que había deseado convivir y conocer mejor esta faceta que le desconocía. 

—Supongo que es hora de que me presentes formalmente ante la gente —añadió con seriedad.

Mientras tanto, Alem descansaba en otra habitación. A diferencia de Iris y el clan de su padre, él tenía dificultades para recuperarse después de haber portado dos limitadores y peleado en un mismo día. Estaba agotado y adolorido, aunque, debido a las plantas que Iris le dio, el malestar era menor. 

El joven permaneció en cama por un largo rato, hasta que llamó su atención un gran alboroto proveniente de la planta baja. Con las piernas temblorosas, cual venado recién nacido, se levantó para ver la ventana y observar una multitud dirigiéndose al edificio. 

La celebración dentro del recinto estaba transcurriendo animada, silenciándose en cuanto una comitiva ingresó para solicitar la presencia del guardián, pues tenían a varios prisioneros atados y con una dranugestra colgada en su cuello para bloquear sus poderes. 

—¿Qué desean? Se dijo que únicamente soldados iban a ser capturados —exclamó uno de los líderes al ver que los prisioneros eran civiles.

—Se atrincheraron en la zona de lavandería, señor —respondió el captor.

—¿Qué hacen? ¡Libérenlos! —ordenó Alem apoyándose en los muros haciendo muecas de dolor con cada paso para bajar las escaleras. El joven se había percatado de la presencia de Liam y Roger entre los cautivos, todos eran parte del personal del castillo. 

—¿Traicionas a tu propio clan? Caíste muy bajo, Alem Zorex —reclamó Roger haciendo un esfuerzo por ponerse al frente. Ver a Alem entre los sublevados le hacía sentir enojo y decepción. 

Alem sintió un vacío en el estómago al escuchar sus palabras, no sabía cómo manejar la situación. ¿Cómo podría convencer a su propia gente de la causa, cuando por mucho tiempo habían tenido ideas erradas como algo correcto? Eso no era fácil de borrar.

—No ha traicionado a nadie —interrumpió Iris bajando hasta la sala. Se había cambiado la vestimenta llevando las ropas de los Vleyquanger además de una armadura hecha de cuero y aplicaciones de metal. Su cabello se lo había peinado en una media cola con un par de trenzas a los lados.

—¿Iris Zorex? ¿Tú también? —el hombre miraba a la chica de pies a cabeza y luego de recordar que la chica no hablaba, su rostro cambió para llevarse las manos a la frente y retroceder—. ¿Todo este tiempo nos mintieron?

—Alem no mintió, es un Damer, yo en cambio sí lo hice. Soy Iris Drego del clan Vleyquanger, pero también soy Cassatore, del clan Damer, señor Roger.

—¡No mientas!, no sobreviven los mestizos de nuestros clanes, todos lo saben. —El hombre observaba a la chica con un rostro que reflejaba más enojo que sorpresa, muchos cuchicheaban en la sala y otros gritaban respaldando la afirmación.

—En eso se equivocan. Los Cassatore y los antepasados encargados del pacto de paz fueron los asesinos —respondió la chica—. Yo soy hija de la sanadora Lisanna Cassatore, única y verdadera heredera al trono, hermana del actual rey Lessian. Ella rompió el pacto impuesto en el limitador de mi padre que tenía la condición asesina, ella dio su vida para que el pacto no me matara.

—¿¡Vamos a creerte?! ¡Por favor! ¿Con qué fin someterían a alguien a eso? ¡Es como matarse a sí mismos!

—Por Limnion, el país vecino —respondió Alem—. Porque le temen al clan perdido.

Todos guardaron silencio un momento para luego romperlo en murmullos. Los dirigentes miraban a Iris con cierto orgullo.

—¿¡El clan perdido!? Esto es un timo, ¡ese cuentito de niños no puede ser verdad! Somos dos clanes y ya —exclamó un Damer al fondo. Todos secundaron la afirmación.

Liam miraba confundido la discusión, se alejó del lado de Roger para ir con Alem, era el único que tenía las manos atadas en un nudo simple y sin piedra para limitarlo por su edad.

Irisdio un paso al centro de la sala retirándose el peto para alzar su blusa ymostrar su marca. La chica fijó su mirada en los embrollados espectadores queretrocedieron en cuanto sus marcas la envolvieron, haciéndola ver como situviera un maquillaje de guerra.

—Roger, tus dragones siempre agradecieron tus cuidados, aunque se fueron volando al cumplir la única necesidad que nunca les cubriste: la libertad —dijo Iris señalando al hombre que le miraba con terror.

—¿Esperas que crea que tú los entiendes? —reclamó dudoso.

—Pruébame... —respondió con expresión seria—. No tengo intenciones de hacerlos prisioneros. Váyanse de aquí si no están dispuestos a apoyarnos, pero tengan en mente esto: A Lessian le importó tanto su gente, que ahora está desaparecido usando a su princesa como sacrificio para así poder quitar a los Vleyquanger del camino. Somos una amenaza para sus intereses.

—Piénsenlo bien —complementó Alem, quien señalándolos a todos comenzó a numerarles todas las inconsistencias del gobierno y cómo, aunque eran del mismo clan, eran tratados igual que un Vleyquanger en el fondo.

—El clan perdido somos todos —dijo Alem liberando a Liam—. El poder del clan perdido estaba con los dragones. Nadie fuera del clan podía acercarse a los dragones como ellos y eso les provocaba temor, porque los dragones son y serán de las criaturas más poderosas e indomables que han pisado este continente. La única forma de acabar con el clan era separándolo, hacerlos avergonzarse de su propia cultura y creencias, y aquí estamos: Damer viviendo la mentira del privilegio mirando con malos ojos a los Vleyquanger que sólo intentan defender lo poco que queda de todo eso.

—La guerra no fue solo por el poder, lograron borrar de los recuerdos de la gente sometida y así la identidad del clan se perdió y se diluyó con los años. Mientras unos aún conectan con los dragones, otros solo supieron someter, pero ninguno puede volver a su identidad a menos que todos trabajemos —completó Viator quien entró al recinto con un bonche de papeles rojos en mano.

Iris agarró a un Vleyquanger al azar para pronunciar la nueva condición. Al tocar el limitador con su sangre, éste se quebró cayendo frente a la gente que la observaba con el rostro desencajado. 

—Traigan a los esclavos de los campos —ordenó.

Los dirigentes tras procesar lo que había sucedido, chasquearon los dedos. La gente comenzó a moverse, los dragones quiméricos aparecían y desaparecían haciendo lucir la escena como si tuvieran luces navideñas en las ventanas. Tal era la prisa y la emoción, que pronto se corrió la voz por toda la ciudad.

Mientras tanto la chica se puso al tanto de los movimientos en representación de su padre. Los prisioneros fueron liberados en medio de toda la bulla, descubriendo con sorpresa cómo sus malestares se disiparon en cuanto les quitaron la piedra del tamaño de un guijarro.

—Ahora saben qué se siente portar un limitador —comentó Alem al liberarlos. Algunos salieron y no volvieron, otros, sobre todo los de las cocinas y Roger, se quedaron para ayudar.

Todo se estaba poniendo en orden cuando un grito en drego provocó que los Vleyquanger miraran en silencio la nueva eventualidad e Iris se congelara en cuanto reconoció la maldita voz que lo originó.

Alem hizo a un lado al resto de los prisioneros que estaban a la espera de su liberación, sacando con brusquedad al hombre que casi le asesinó, para conducirlo y tratar con él en privado. El tipo parecía un loco hablando en drego, ellos podían entenderle los reclamos, pero el hombre estaba desesperado por lo que su pronunciación se deformaba.

Alem estaba tan enojado con su presencia, que, al sentarlo en la silla, sin dudarlo le pegó un puñetazo en el costado. 

—Condición terminada —dijo con seriedad.

—¡Carajo! ¡La delicadeza no es tu virtud! —reclamó el hombre. Cuando se pudo escuchar, los ojos se le ampliaron y miró confundido a Alem.

—Que puedas hablar ahora no significa que quiero oír tus reclamos. Lárgate de una vez, Arden —dijo Iris cerrando la puerta de la bodega.

—Esperen, esperen. Ustedes par de...

—¡Ni se te ocurra completar esa frase! Por mí podrías haber explotado con el castillo —reclamó tajante el joven acercándose y señalándolo con un dedo.

Arden retrocedió mirando el dedo de su rival, tras una breve pausa se aclaró la garganta. Aún permanecía atado con una dranugestra en el cuello, por lo que se sentía ridículo moviéndose con torpeza ya que las cuerdas le rodeaban desde los hombros hasta la cintura aprisionando sus manos.

—Me disculpo. Tenía razón en que Iris era interesante, pero esto... —dijo señalándola con la cabeza—. Es otro nivel.

—Te liberé para que te fueras e hicieras tu vida. Lo último que quiero es ver tu cara —respondió la joven mirándolo con desagrado.

—Claro, claro. Solo una cosilla pequeñita: ustedes arruinaron mi vida.

—Pequeño precio a pagar por querer propasarte y abusar de tu posición, ¿No crees? —respondió la chica imitando el tono sarcástico del teniente.

—Y casi matarme —añadió el chico cruzándose de brazos.

—¿Saben?, esto me resulta bastante incómodo, lo sé, los entiendo —respondió tratando de calmar los ánimos—. Pero tienen que tomar en cuenta que estoy condenado por traición; que por cierto no anularon mi juicio, aunque los hayan capturado, lo cual me demuestra que mi valor como teniente para ellos es un cero a la izquierda y que, aunque quiera ser libre, no tengo ya donde caerme muerto.

—¿Bueno y qué quieres ahora? —preguntó la joven exasperada. Lo había perdonado, por eso lo liberó en la huida, pero para ella el perdón no significaba que lo quería cerca de ella ni del movimiento—. No puedo confiar en ti, además te resististe en la toma del castillo.

—¿Qué querían que hiciera en todo ese caos? Por favor, yo veo por mí, y justo ahora tengo algo que nos conviene a ti y a mí. 

—¿A mí? Por favor, eres un narcisista, ¿Qué beneficios tengo y que quieres a cambio?

Arden miró a los dos con seriedad como si estuviera reflexionando su respuesta, pero no tardó en soltarles algo que no esperaban obtener, y menos de él.

—La veta del pacto se encuentra en una mina cerca del lago que sirve de frontera con Limnion.

—No me tomes el pelo... —Iris miró con desconcierto a Arden. 

—¡Deja de estar haciendo bromas, Arden! —exigió Alem tomando por el cuello a Arden, levantándolo de la silla con Ira. 

—¡Para! —suplicó con voz ahogada mientras veía con ojos desorbitados a su agresor.

Iris se acercó al joven posando su mano sobre su brazo, ella sentía lo mismo, estaba molesta, pero en alguien debía caber la prudencia. Alem observó la mirada de su compañera, por lo que soltó a Arden suspirando exasperado. 

—¿¡De todos los lugares tenía que ser ese?! ¿¡Ha estado en nuestras narices todo este tiempo!?

—Tiene que estar mintiendo, es una zona poco concurrida. Hacen muchos limitadores cada año —respondió la chica.

—No tengo por qué mentirles cuando me tienen amarrado y con esta maldita cosa en el cuello. Con razón los cargamentos de las minas estaban siendo saqueados.

—¡Ya cállate, Arden! Te podría cortar con una para que te quejes de verdad —respondió el joven.

Arden retrocedió un momento, dirigió su mirada a Iris para tratar de adivinar lo que pensaba con base en sus expresiones.

—¿Dónde? —preguntó la joven.

—No lo sé, alguna vez lo mencionaron en las reuniones previas a tu contratación, pero nunca lo especificaron. 

—¿Qué me garantiza que dices la verdad? —cuestionó la chica. Alem la tomó del hombro para llamar su atención y tomó una piedra guarda-anma de su brazalete.

—Dame media hora —respondió el chico saliendo de la habitación.

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