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Dragones

Los días posteriores se hicieron más cálidos y húmedos, la neblina comenzó a ser común en las mañanas dándole al paisaje un aspecto misterioso al amanecer.

Alem se despertó esa mañana encontrándose solo en la cama, por lo que se levantó para buscar a Iris por la habitación. Todavía era muy temprano para comenzar a trabajar y esto salía de la rutina que la joven tenía desde hacía una semana. 

La chica se había estado comportando como gato huraño, pues asistir a los desayunos, comidas y banquetes nocturnos de aquel individuo terminaba por ponerla irritable y estresada. Parecía que el papel de la sordera y por consiguiente la mudez se estaba apoderando de Iris y no hallaba forma de romper el ciclo si salía a tema lo que veía en esos eventos.

Alem se puso presentable y recorrió cada rincón del castillo buscando a la chica sin éxito, no obstante, cuando la preocupación ya le estaba carcomiendo la mente, logró divisar una figura familiar cerca de los establos.

—Aquí estás —dijo interrumpiendo el silencio que predominaba en el sitio.

Iris se encontraba apoyada observando la sección de las celdas con los dragones. El joven se percató que todos respiraban en calma y se encontraban dormidos mientras que ella acariciaba al único dragón celeste de la colección.

—Todos sufren en este sitio. No quería acercarme aquí porque los oigo... —expresó la joven.

—¿Qué te ha dicho? —preguntó intrigado mirando al dragón cuya apariencia indicaba que ya era un adulto con el estado de salud mermado.

—Deyna me ha dicho que se debe a su reina y sin ella no hay futuro.

—¿Deyna tiene reina? Ellos hace siglos dejaron de ser gregarios. Vivían en las montañas del Lago de los dragones, pero la guerra convirtió su hogar en un infierno que los obligó a dispersarse por el continente dificultando su reproducción. Su valor como vestigios de una antigua gloria los hizo blanco de coleccionistas y cazadores —comentó sorprendido.

—Creo que no tiene mucho tiempo en este lugar —replicó Iris señalando su cola, la cual se encontraba enrollada e inmóvil, como si quisiera ocultar algo—. Roger, el caballerango, me dijo que es particularmente agresiva cuando se le intenta limpiar la celda. Requieren de un Damer especializado en dragones nivel intermedio para poderla hacer a un lado, pero no deja que le toquen, apenas pueden manejarla.

—Tú no puedes conversar, ¿Cómo te dijo todo eso? A mí no me quiso responder mis preguntas.

Iris sonrió e hizo una negativa con la cabeza.

—Cuando eres sordo, no se preocupan porque reveles información. Me lo dijo antier que me acerqué a verlos en la madrugada. Roger se levantó temprano para prepararles su comida, pensó que me haría daño. 

—Quisiera haberlo visto. En fin, tenemos que ver a Viator hoy en la noche —cambió de tema—. Los resultados de la investigación son preocupantes, solo hemos averiguado el detonante, no el culpable. A este paso, se volverá una locura. 

—Fue una piedra guarda-anma con una condición, ¿no?

—Sí, una muy grande. Jamás se me hubiera ocurrido usar alguna como una bomba, son costosas. Romperlas por un solo uso solo puede significar que la persona tiene mucho dinero o está desesperada.

—Sea lo que sea, sus motivos no comulgan con los nuestros en específico. Es alguien ajeno a la rebelión —replicó Iris—. Su movida ha costado que ese chiflado me esté utilizando para evitar ser envenenado, me tiene harta. Temo mucho que pronto tendremos que salir de aquí, Viator ha estado preparándolo todo, mañana podría ser el día.

—Desearía que hubiera accedido a que lo hiciera yo. Noto que te está observando bastante cada que estás cerca, no puede ser bueno.

—Es otro motivo para salir de aquí, no quisiera pensar que sospecha quién soy.

—No tiene pruebas de nada.

Iris iba a responder, cuando a lo lejos vio al caballerango aparecer en el establo cargando una carretilla llena de huesos, pedazos de carne y sobras.

La joven desvió la mirada volviendo a acariciar al dragón.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó Roger.

—Oh, nada, mi esposa quería ver al dragón Celeste. ¿Cómo está Liam? —respondió Alem desviando el tema de conversación.

—Triste porque ya no duermes con nosotros.

—Después pasaré a jugar un rato con él —sonrió.

Iris ignoró la plática de aquellos dos. La joven se sentía intrigada por la criatura quien le hablaba desde su mente y le repetía lo mismo cada vez. 

«Flagaelquanger, daija ut est».

Ella en todo el tiempo que la visitó no podía hablarle en drego, pues la vigilancia estaba cada día más estricta. Daba gracias de no tener a un guardia detrás de ella todo el día, no obstante, no quería arriesgarse.

Ese dragón era diferente, hablaba la lengua perdida cuando había visto que otros dragones se podían comunicar en damerio. Los ojos de aquella criatura solían ser tan expresivos como los de los gatos. Una pregunta siempre rondaba su cabeza: ¿Por qué le decía la misma frase una y otra vez? Cuando antes le dijo en perfecto damerio sobre «su reina».

Flagael significaba «ala» y Quanger quería decir «cambiante». Era diferente a Vleyquanger que se traducía como «Vuelo cambiante». ¿Se habría equivocado de palabra?

Alem hablaba con Roger animadamente, de tal forma que le convenció de ayudarlo con sus tareas dejando a Iris sola por unos instantes.

La joven dudaba en hablarle, parecía que la paranoia se le estaba contagiando. Pronto tendría que presentarse en las cocinas para probar la comida del desayuno y eso le causaba náuseas. Odiaba estar cerca de su tío.

Miró a un lado, miró al otro, se recargó dudosa sobre los barrotes y estiró su mano para apoyarla en la cabeza del animal. Esa era su forma de despedirse, pero esta vez era diferente:

—Ye daija Vleyquanger, Damer est —dijo casi en un susurro antes de salir corriendo en dirección a las cocinas.

Pasada la hora del desayuno, Iris se retiró a su habitación, que se encontraba sola ya que Alem había comenzado su jornada. Miraba los libros que Elisia le había dado pensando si lo que le había confiado solo consistía en el libro de su madre o también las obras que le dio como tapadera contenían información importante.

Los cuentos que había en los libros consistían en títulos infantiles: «La fábula del dragón», «La aldea dragón» y «La bruja dragón y Los tres caminos». 

El primer cuento hablaba de un niño que tenía en su corazón ira y egoísmo y como castigo los espíritus lo convirtieron en un dragón que quemó su hogar; el segundo cuento hablaba de una niña Damer que escapó de su casa porque no quería hacer las tareas domésticas que le tocaban, encontró una aldea de «Alas cambiantes» dentro del bosque y estos le dieron todo lo que quería hasta que la nostalgia le hizo desear volver a casa, pero los «Ala cambiante» le dejaron volver a cambio de su anma.

Iris se detuvo un poco al leer, ¿Qué eran los «Ala cambiantes»? Podría inferir que era un tipo de dragón, pero se hablaba de ellos como si fueran personas. Continuó leyendo el tercer cuento que hablaba que en el bosque norte habitaba una mujer, un espectro del pasado que paseaba por los bosques por las noches y cual fantasma de las rocas se te aparecía si llegabas a los tres caminos para preguntarte cuál camino ibas a tomar. Si tomabas el equivocado, te crecerían garras y vagarías por el monte para siempre, o perderías tus fuerzas y te costaría regresar a casa ya que la bruja se transformaría en un dragón que te seguiría todo el camino. Si escogías el camino correcto obtendrías sabiduría y la bendición de la bruja.

Era confuso. Lejos de parecer cuentos, parecían leyendas o relatos de terror.

Iris tomó el libro que Elisia le había ocultado entre la pila. La noche del atentado había encontrado unas extrañas notas que había escrito para ella. Unas tenían números y dos de ellas además contenían dos frases:

«El pacto entre dos hermanos está oculto en papel y sangre». Decía la primera frase.

«La condenada a muerte asigna la misión del cambio a la rama perdida». Decía la segunda.

Iris miró los números y observó que ese libro tenía numeración de páginas, cosa que no era el caso del primer libro de su mamá. Como una corazonada pasó las páginas hasta llegar al número que se le indicó, ahí encontró un texto acompañado de una ilustración de un dragón con un collar negro y encadenado:

«Collares Dranugestra: Costumbre de Limnion para contener criaturas», decía debajo de la ilustración.

Siguió leyendo. El libro eran los apuntes de Lisanna, puesto que notó de inmediato su letra y sus trazos. Detrás de la página había un breve resumen de la gran guerra que a grandes rasgos había concluido con el pacto.

Los Vleyquanger al ver que los Damer tenían nuevas herramientas y los dragones estaban involucrados en la disputa, concluyeron que se ponía en serio peligro el equilibrio de la vida de Drechen por lo que aceptaron su rendición con un pacto.

Iris siguió pasando las páginas a donde los números le indicaban, veía las condiciones del tratado de paz, donde destacaba el ya conocido uso del limitador, la prohibición de uso innecesario de los collares traídos por Limnion, los censos, la prohibición de los matrimonios entre ambos clanes, el establecimiento de los duelos por honor para evitar futuros enfrentamientos y la instauración de un rey Damer para la administración del nuevo reino y protección de su autodeterminación ante los extranjeros.

«Pero qué gran mentira», pensó con molestia.

Por último, en la nota final había varias páginas escritas. En cada una había encerradas en un círculo algunas frases que conforme la joven fue leyendo, le resultaron familiares. Al interpretar el texto encontró que su madre había hecho una explicación del significado de cada frase. Elisia le estaba mostrando la información que necesitaba.

«Por la grandeza de los que tienen el poder sobre los señores del bosque, que los hermanos de los señores del bosque pierdan poder al no renunciar a su ser y que los hijos del clan original perezcan sin la chispa de la vida que sus madres les den. Nosotros Cassatore, hermanos jurados de Limnion, por el odio a nuestros hermanos descarriados cada veinte años ofrendamos sangre por sangre, anma por anma, vida por vida para mantener el orden y el poder».

Más adelante, el último número de página mostraba imágenes de los limitadores y finalmente la condición que tanto había buscado.

«Por la grandeza de los que tienen el poder sobre los señores del bosque, por medio de estas cadenas establezco las condiciones de su piedra original, sangre por sangre, anma por anma, vida por vida, Cassatore activa, Cassatore retira».

Iris tenía el rostro desencajado. Tomó el papel con uno de los textos que Elisia había escrito.

Ella lo sabía, sabía quién era ella. Viendo todo lo que había sufrido, el precio a pagar con su propia salud para continuar la trampa y la mentira de siglos, todo podía empeorar para ella.

Iris tomó los papeles en sus manos, se acercó al balcón y tras varios segundos de meditación, sus manos brillaron y el papel se desintegró en polvo que fue llevado por el viento a través de la ventana.

Después de desaparecer la evidencia, la muchacha vio a lo lejos grandes columnas de humo viniendo desde las montañas del oeste, por su curiosidad decidió salir a buscar a Viator. Ella ya no había asistido a las reuniones tácticas, no sabía nada respecto al ataque en esa región y era muy grande, no obstante, cuando intentó abrir, se encontró que estaba encerrada en su propia habitación.


Cada vez nos acercamos al final de esta aventura. ¿Qué piensan que va a suceder?

Tengo ya varios capítulos escritos que iré publicando, quizá dos veces a la semana para no hacerles tan larga la espera. Lo que se viene... Jeje ¡Hasta el Viernes 10 de marzo!

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