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Draconia

La vida es como el aire, nos rodea, estamos en él, pero solo un viento fuerte y ruidoso o una caricia suave y tibia nos recuerda su existencia y su valor.

Viator, Iris y Alem continuaron su camino. La joven permanecía más callada de lo habitual, emitía sonidos solo para confirmar o negar lo que Viator conversaba y esto fue notado por Alem.

Viator por su parte, ya había sanado el muñón de su pierna, por lo que en el camino estuvo tallando con una navaja un trozo de tronco que halló en el bosque para hacerse su primera prótesis. Parecía no darle importancia al comportamiento de la chica y no cambiaba su actitud habitual pese a que días atrás les había quitado la vida a unos cuantos Damer moribundos. El hombre pensaba que dejarlos morir lentamente era algo cruel por lo que consideraba que sus acciones eran un acto de piedad.

Iris no lo ponía en duda, no era el hecho de haber dado el último golpe lo que la tenía tan sumida en sus pensamientos. Todo lo que había pasado en tan poco tiempo le estaba dando una bofetada en la cara y no tenía ganas de hablarlo con nadie.

Una noche en medio del bosque camino a Draconia, los tres se detuvieron a descansar al calor del fuego.

Iris miraba las llamas con tanto detenimiento que parecía hipnotizada. Durante todo el viaje apretujaba de más las cosas que llegaban a sus manos, y si no tenía nada que agarrar cubría sus pulgares con su puño.

Alem decidido a averiguar qué era lo que su amiga estaba pensando, llamó su atención.

—Iris, ¿estás? —dijo Alem agitando su mano frente a los ojos de la chica.

La joven sacudió su cabeza confundida.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—Has estado más extraña de lo habitual... ¿En qué estás pensando?

—Ah... Bueno... —La joven sentada en un viejo tocón apoyó su rostro en su mano y sin mirar a Alem respondió— Creo que nunca voy a regresar.

—¿Al mundo de dónde viniste?

—Sí... —la joven comenzó a alimentar las llamas con ramas secas al notar que las brasas estaban disminuyendo—. Mi padre está muriendo y es por haber estado en ese mundo por muchos años... Es peligroso y además..., allá tampoco tengo nada ni nadie que me espere.

—Pero es un lugar tranquilo, aquí hay guerras.

La joven se quedó pensativa, si bien era cierto que su antiguo mundo era «pacífico», en realidad siempre estaba en guerra con sus pensamientos cuando estaba en soledad. Si regresaba encontraría el mismo escenario, nada que le hiciera sentir que era su hogar.

—No es del todo cierto. La vida puede ser tan sencilla y a la vez tan ajetreada que te da tiempo de pensar cosas que harían temerte a ti mismo —dijo con temblor en las manos.

—No se puede huir de uno mismo, ¿sabes? Tal vez me esté adelantando, pero si acabas de hablar de lo que creo que estás hablando, quiere decir que no estabas en paz con tu yo interior.

—¿Nunca has sentido que no perteneces a ningún lugar?

—Desde pequeño —respondió Alem con una expresión seria mirando al fuego, recordando todas las veces que nada le salía bien y era reprendido por ello—. Pero algo que he aprendido es que no puedes huir de tus pensamientos.

—Aun así, no estaría sola, además no podría regresar, aunque lo deseara. Ese mundo enfermó a mi padre y me puede suceder lo mismo, de hecho, ya me estaba enfermando.

—Entonces no le pedirás a tu padre que te regrese... —Alem miraba las llamas pensativo, sonaba decepcionado.

—¡Hey! Sé que querías acompañarme, la situación ya no está en mis manos —suspiró exasperada—. Hay algo que me asusta de todo esto y no solo es el hecho de que ese viejo terminó por ganar y cumplir su plan.

—No estoy molesto —respondió—. Perdóname por ser egoísta.

—¿De qué? —lo miró confundida.

El joven se percató que ambos compartían similitudes, estaban por su cuenta, buscando un objetivo, algo que le diera significado a su existencia.

—Desde que salí de Dresve, casi todo el tiempo he estado viendo por mí. Al ayudarte también estaba viendo por mí. Eres la única razón por la que tengo un objetivo y eso no me agrada.

—Ya lo sabía y sinceramente no me importa —respondió la chica encogiéndose de hombros, su tono de voz no reflejaba ni sorpresa ni indignación.

—¿Cómo? —Alem le dirigió una mirada de extrañeza extrema. Esperaba obtener una reacción diferente.

—Que ya lo sabía. Eres un cínico a veces, Alem, pero creo que todos necesitamos algo a lo que aferrarnos para continuar en lo que encontramos lo que necesitamos. Yo tengo lo mío a lo que aferrarme —dijo apoyando su mano en el hombro del joven—, y más me aterra regresar al otro mundo que enfrentar a la muerte.

»Es decir, ¡mírame! —dijo señalándose a sí misma con las palmas abiertas—. Estoy viviendo una guerra metida hasta el cuello y mi vida se ha visto en peligro varias veces. La vida es hermosa y tuve que venir a este lugar para poder valorarme. Sí regreso a ese lugar, estaré huyendo de mi misma. Ahora comprendo que mi padre siempre me estuvo protegiendo.

Ambos habían estado por mucho tiempo lidiando con ellos mismos. Iris se sentía asustada por haber pensado en hacerse daño por no afrontar sus propios demonios. Muchas veces notó que estaba acostumbrada a tener la mente y el ánimo hecho pedazos.

Alem rebuscó entre sus bolsillos y llamando la atención de la chica, le entregó la piedra drenadora en la mano.

La joven miraba con nostalgia aquel objeto.

—Había olvidado que tú la tenías.

—¿Entonces no estás molesta?

—Te digo que no, tú y yo somos muy parecidos. Me gusta este mundo con todo y sus criaturas tan mortalmente maravillosas.

—Te acostumbraste muy rápido a correr por tu vida —rio.

—Puede ser —sonrió.

Un silencio se hizo presente entre los dos, únicamente escuchando el sonido de la madera siendo tallada, Viator permanecía serio y apartado de la conversación haciendo figuras en la madera para su prótesis y su bastón. El chasquido de las brasas se hacía notar de forma casi rítmica y ambos jóvenes las miraban fijamente.

De pronto Iris rompió la atmósfera callada haciendo una reflexión:

—¿Sabes? Siempre me sentí fuera de lugar. No soy una Vleyquanger, tampoco una Damer, soy una mestiza y me cansé de buscar mi lugar en el mundo. No tenía ningún objetivo en la vida cuando llegué aquí. Si de todas formas estoy en peligro, haré por lo menos valga la pena. Quiero afrontar mis problemas en vez de huir de ellos, por eso, reclamaré mi lugar.

Alem movía las brasas con una rama procurando conservarlas encendidas.

—¿Pero cuál lugar? —preguntó mirándola a los ojos.

—El lugar del clan perdido. Quiero un hogar y lucharé por ello.

Alem emitió un largo suspiro y bajando la rama que estaba utilizando respondió:

—No suena mal tener una casa en el bosque lejos de todo, al estilo clásico de los Vleyquanger; con una escalera plegable, jardines verticales con algunas plantas comestibles y criando dragones. Si para eso me tengo que partir la cara, lo haré.

—Es una gran idea —La chica se levantó y cerrando los ojos sonrió—. Mi casa tendrá muchas farolas y una tirolesa para bajar rápido. Me agrada tu idea. Imaginarlo me hace sentir mucha paz y felicidad —completó abriendo los ojos y cruzándose de brazos.

—Se vale soñar, aspirar a algo tranquilo.

Ambos continuaron conversando hasta tarde hasta que Viator les reclamó y tuvieron que dormir.

Iris continuó la marcha con mayor ánimo, sabía que estaban cerca del lugar. Las raíces se estaban haciendo más sinuosas y el bosque más denso.

—Si mal no me equivoco, estamos cerca de la frontera este, ¿cierto? —preguntó Alem.

—Niño, cuando lleguemos a aquel lugar, vas a cerrar la boca y permitir que aboguemos por ti, porque de rechazar tu estancia, te van a tener que cortar el cuello —respondió el hombre con un tono cortante. Había ignorado la pregunta del chico; estaba preocupado por la situación que podría venirse una vez llegaran.

—Que amables, una gran hospitalidad —respondió con sarcasmo.

Iris desvió la mirada ocultando su risa y luego se dirigió a Alem con ánimo.

—Alem, si juraste proteger mi secreto y apoyarme, no tendrás problemas con esto. De hecho...

—Iris, llegamos, te doy los honores para que nos abras paso —interrumpió Viator.

Iris sin despegar los ojos de Alem tocó el tronco con una expresión de satisfacción y continuó:

—De hecho, pienso que encajarías bien aquí, si te comportas, claro...

Una luz surgió del tronco pronunciando las mismas palabras que la última vez con una voz femenina y un eco que le daban un tono enigmático:

Quat pet passerd est?

Ye Damer bratnos daffendere —respondió Iris.

La luz salió volando dentro del bosque. Iris y Viator continuaron sin hablar hasta que llegaron a un muro de raíces.

Alem miraba con extrañeza el comportamiento de ambos y de la esfera parlante, ya que, eso era el poder de un manipulador de anma, alguien que controlaba la luz como la manifestación pura del mismo.

Wilcoben ut est —se hizo escuchar un eco antes de que las raíces se abrieran.

La boca de Alem permanecía abierta y con los ojos fijos en el interior del lugar.

—Cierra esa boca niño, iremos directo con el patriarca. Disfruta la vista, quizá sea la última —dijo Viator de forma hosca.

—Vamos, Viator, si no es por él no podríamos haber pasado sin problemas las inspecciones del ejército —comentó Iris.

—Yo no tengo problemas con él, es él el que tiene problemas con ellos, niña. No puedo garantizar su seguridad. ¿Ya viste a tu alrededor?

Iris miró de reojo lo que le rodeaba. Draconia estaba repleta de personas armando campamentos y haciendo construcciones. Ya no parecía un pueblo sino un albergue de refugiados. Varias personas estaban malheridas, sucias y con miradas que delataban que habían presenciado a la muerte misma.

—¿Qué está pasando?

—El rey, eso es lo que está pasando. No todos saben de este lugar, pero los que sí, han estado trayendo a su gente. Draconia está en crisis, pero no podemos cerrar las puertas...

—Eso iría en contra del objetivo de este lugar —completó Iris.

—Así es.

Alem miraba con preocupación a su alrededor. Pese a que el lugar tenía muchas personas y dragones rondando por todos lados, conservaba su efecto sorpresa.

—Esto parece sacado de un libro —respondió mirándolo todo como si fuera un niño en un museo lleno de cosas que le apasionan—. Ni la ciudad capital tiene a los dragones en este estado de libertad.

Dragones arbóreos planeaban y se posaban en ramas y en algunas ocasiones en los hombros de los Vleyquanger. Había dragones de montura estacionados frente a algunos edificios. Era extraño para Iris verlos ahí. Probablemente en los enfrentamientos habrían robado algunos ejemplares, las reglas estaban cambiando.

Ye Viator, Us paterpovlere seer quant. —dijo Viator interrumpiendo el momento de asombro de Alem. Se estaba dirigiendo a unos guardias cuidando las escaleras del edificio.

Paterpovlere bezed, Pet Wien ut presentare? —respondió el hombre.

—Iris —Alem llamó la atención de la chica quien escuchaba con detenimiento la conversación.

—¿Qué?

—¿Qué dicen? —preguntó mirando de reojo a los implicados en la conversación.

—No lo sé bien. Hablan en drego. Por las caras de aquellos guardias, diría que está pidiendo hablar con mi tío.

—Tu... ¿Tío?

—¿No te lo dije? Es el patriarca de este lugar.

Alem tragó saliva. Pensaba que el tío de Iris no era más que un familiar. Para su sorpresa, ahora comprendía que Viator no decía en broma todos los comentarios.

Viator miró a los chicos e hizo una seña para que se acercaran. Los guardias abrieron paso y los tres subieron por las escaleras.

Al llegar a la entrada del edificio, Elías los esperaba recibiendo a Iris con una sonrisa y los brazos abiertos.

—¡Iris!, florecilla, tardaron en llegar. Viator envió un dragón quimérico esta mañana. Me preocupa un poco... el contenido de la carta.

Iris miró a Viator de reojo, le parecían extrañas las palabras de su tío.

—Sí, quisiera saber qué cosas dijo en esa carta —comentó sin dejar de mirar al hombre con una nueva pata de palo por pierna.

—Entremos, hay mucho que discutir...

Al entrar una gran cantidad de personas se encontraban en la habitación hablando, todas estaban con expresiones serias y preocupadas. Algunos señalando un mapa de forma enérgica mientras que otros estaban atentos leyendo pergaminos.

—Todos fuera, quisiera hablar con mi sobrina, Viator... —el hombre miró de reojo a Alem reflejando seriedad en su expresión—, y su... acompañante —complementó con un tono de molestia en su voz.

Todos fueron acercándose a la puerta y desapareciendo uno a uno hasta que pronto quedaron solos.

—Niño, un escudo de silencio, por favor —ordenó Viator.

—¿Tan importante es que tienes que extender un escudo? —cuestionó la joven.

—¿Cuál es la condición? —preguntó Alem haciendo un gesto de juntar las manos y comenzando a imbuir poder en ellas.

—Que el silencio se haga en esta sala hasta obtener una decisión respecto a tu destino.


¿Qué decisión tomarán?

Espero les haya gustado este capítulo. No olviden comentar y votar si es que les gustó. ¡Tengan una linda semana!

Glosario.

Seer - ver
Quant - Querer
Bezed - Ocupado
Wien - Quién

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