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Depresión parte 2

El tiempo estaba en contra de Alem. Debía distraer a la bestia con ilusiones, pero estas requerían concentración y mucha energía.

El joven deseaba evitar usar la espada contra la criatura, por lo que esquivaba y distraía al animal para evitar los ataques furiosos que lanzaba con una gran velocidad.

En una arremetida, el dragón tomó impulso decidido a atrapar con sus fauces a Alem, no obstante, el chico vio esto como una oportunidad. Dejando un espejismo de sí mismo, se impulsó a un lado, chocando sus palmas, con lo que emitió una pequeña onda sónica que aturdió a la criatura y se subió sobre su cabeza.

—¡Detente! —ordenó el joven.

La criatura se sacudía la cabeza y sus ojos parpadeaban constantemente como si tuviera una molestia.

—¡Ahora! —exigió el joven para complementar la orden con un tono más molesto, ya que los movimientos del dragón lo estaban mareando.

La bestia se detuvo de inmediato, y gruñendo, posó su cabeza en el suelo. El joven sonrió satisfecho, no obstante, cuando volteó a ver a dónde se encontraba Iris, vio que el dragón que ella debía frenar se encontraba golpeando una gran masa de roca.

—Ay no... Vamos... ¡Por los antepasados! ¡Tú puedes! —dijo el chico.

El muchacho trató de pensar en una forma de intervenir, no obstante, carecía del conocimiento sobre la especie y el equipo necesario para maniobrar con seguridad al dragón. Se sentía impotente y preocupado, pero cuando el dragón logró perforar el domo de rocas, sintió que su corazón casi se detuvo.

—¡Iris! —gritó tan fuerte que pareció que el grito se acompañó de un eco.

El momento le pareció eterno. De pronto dejó de importarle todo lo demás y estaba a punto de cargar contra el otro dragón, cuando notó que a la criatura se le había atorado la cabeza en el agujero del domo.

Unas columnas comenzaron a levantarse a los lados del cuerpo del animal y se deformaron inmovilizándolo como si de cinturones se tratara. La tierra al lado del domo se abrió e Iris surgió con el rostro enfurecido y el cuerpo cubierto de polvo.

—¡Me tienes harta, serpiente con esteroides! —exclamó.

Caminó encolerizada hacia el domo mientras afianzaba con su anma las rocas al cuello del dragón. Con una mano y un sutil giro de muñeca, hizo que el domo se deshiciera en fino polvo revelando a una iracunda criatura que movía enérgicamente la cabeza.

La joven tenía las marcas por todo su cuerpo incluyendo su rostro, y su expresión facial la hacía ver como un depredador. Sin dudar hizo crecer una columna de rocas debajo de sus pies para impulsarse y saltó sobre la cabeza. En cuanto sus manos tocaron el cráneo del animal, dijo con voz firme y fuerte:

—¡Ya basta! ¡Detente de una vez!

Para sorpresa de la joven, el dragón frenó su lucha de inmediato y se quedó quieto como en un trance.

—Voy a bajar de tu cabeza y dejarás de causar problemas. Suficiente tengo con la maldita situación política de este maldito reino —dijo con un tono de reproche.

Iris separó su mano de la cabeza del dragón y descendió ligera y ágil.

—Vaya... —dijo Alem con cautela acercándose a Iris aún sobre la criatura.

—¿Qué? —preguntó con el ceño fruncido.

—Pensé que estabas en problemas, pero eres drástica con tus estrategias.

—¡No, odio usar estas habilidades!, me la puso difícil este animal. Además, me irrita mucho, estoy escuchando constantemente la voz de esta criatura.

—¿Voz? —Alem la miró de forma extraña—. Nosotros no escuchamos la voz de ningún dragón.

—¿Qué?... No me jodas... —respondió con fastidio—. Este dragón de aquí nos dice «ladrones».

Alem se asomó a ver al dragón inmovilizado y luego respondió:

—Te juro que no es una característica de los Damer, los Vleyquanger en cambio se dice que, al dejarlos sin limitador, pueden relacionarse con los dragones de formas que nosotros no podemos.

—Viator nunca me dijo que...

La joven estaba a punto de replicar como ya lo tenía acostumbrado. Desconocerlo todo le tenía al borde de los nervios, pero en ese instante recordó la vez que Viator le mostró cómo logró tomar a una lagartija en el bosque. Cerró sus ojos y comenzó a controlar su respiración. El enojo se le estaba pasando por lo que volteó a ver a la criatura y le habló de la manera más amable y calmada que pudo.

—Te respeto, te escucho. ¿Por qué somos ladrones?

El dragón permaneció en silencio. La chica se quedó expectante a la respuesta cuando otra voz diferente le habló, lo que provocó que volteara hacia donde estaba Alem.

—Minaron nuestras tierras, la comida escasea, buscamos alimento.

Iris miró al dragón cuyos ojos rojos estaban fijos en ella, a la vez que se acercaba de a poco.

Alem observaba la escena con cierto asombro, ya que él sólo podía escuchar gruñidos. Su control sobre su dragón no era absoluto, no como el que Iris había logrado.

—¿Qué te están diciendo? —preguntó, sin embargo, sentía como si estuviera hablando a la nada, como si fuera una locura.

—Dice que están buscando alimento. Invadieron su hogar.

—¿¡Qué?! Viven a millas de aquí —respondió incrédulo.

El dragón volteó a donde Iris y respondió:

—Seguimos el cauce del río.

Iris volcó la mirada sobre la bestia que ella había atrapado y apoyó su frente en la cabeza de la criatura.

—Te liberaré con una condición —expresó con un poco de inseguridad. Inhaló aire y se separó para observar al otro dragón—. Sigan el río en dirección contraria de donde vinieron. No ataquen a las personas, los ríos desembocan en cuerpos de agua más grandes. El bosque proveerá en su camino con presas para alimentarse.

—¿Qué garantía tenemos de que no volverán a molestarnos? —interrumpió el dragón de Alem.

—Ninguna... aún.

—Vleyquanger, tu gente se alejó de nosotros. Cumple con el pacto de tus antepasados.

—Se está cumpliendo, se avecina una guerra contra los Damer —respondió Iris.

Suprimió el brillo de sus manos, haciendo que el dragón que había atrapado cambiara su patrón de respiración y se moviera incómodo en su prisión. La joven relajó la mano e hizo que las columnas lo liberaran.

El dragón levantó la cabeza y miró a Iris a los ojos. El tiempo pareció detenerse en ese instante, como si viera algo en su persona. La joven se sintió extraña.

—Las alas cambian el rumbo. En el tiempo los vientos lo sabrán —comentó la criatura, y luego con un gesto de reverencia se marchó hacia el río para seguir su camino.

Alem no podía creer lo que acababa de hacer la chica. Bajó del dragón y también suprimió su poder despidiéndose de la bestia.

—Parecías un conejo espantado y de la nada te volviste como un cazador —comentó sorprendido.

Iris estaba callada, agitada y mirando a la nada. En sus mejillas empolvadas se marcaba el paso de las lágrimas y temblaba como si tuviera demasiado frío. Cuando los dragones desaparecieron del lugar y sus marcas retrocedieron, ella cayó de rodillas abrazándose a sí misma. Todo este tiempo había lidiado con su ansiedad y el haberse encerrado le había provocado mucho estrés, por lo cual respondió de forma agresiva para terminar con su tarea de atrapar al dragón.

Alem se acercó y posó su mano en su hombro para llamar su atención. La chica volteó a verlo con una mirada de miedo y tristeza. Estaba pálida.

—Tenemos que avanzar...

Iris asintió, se levantó y se llevó la mano al bolsillo donde había guardado la piedra drenadora.

Alem la alentó a caminar, pero cuando dio el primer paso, la chica gritó de dolor interrumpiendo el silencio que había entre los dos.

—¿¡Qué te pasa?! —preguntó preocupado.

Iris soltó la piedra cayendo debilitada al suelo, pero sin perder la consciencia.

—Esa cosa... es un problema... usé demasiado anma —comentó haciendo denotar el cansancio en su voz.

—No la uses por ahora entonces, hay que descansar —Alem tomó la piedra usando la manga de su ropa y la guardó en un bolsillo, luego agarró el brazo de Iris y se lo colocó rodeando sus hombros para ayudarla a caminar.

Regresaron al camino y continuaron avanzando. No muy lejos del lugar se sentaron recargados en un árbol. El sol estaba por ocultarse en pocos minutos, por lo que se quedaron uno a lado del otro contemplando los últimos momentos del atardecer.

Alem dudaba si debía hacerle preguntas respecto a su forma de actuar, así que trató de ser cauteloso para no incomodar.

—Iris, no puedo decir mucho por lo poco que te conozco, pero ese comportamiento agresivo de hace rato...

—¿De qué hablas? —respondió enarcando una ceja.

—Me refiero a que sueles ser más calmada y algo... con todo respeto; miedosa. Pero cuando se trata de sobrevivir... es como si te volvieras otra persona.

Era verdad, al convivir con ella, se había dado cuenta que se ponía nerviosa o se estresaba mucho cuando se trataba de pensar en lo que debía hacer en el próximo pueblo y esconderse de los controles del ejército, sin embargo, en situaciones de peligro inminente aparentaba ser una persona que no dudaba de sus acciones, actuaba firme y con una mirada decidida.

—El miedo puede hacer que una persona se congele o la haga actuar para defenderse —respondió mirando las heridas que ya estaban cicatrizando—. Viator me enseñó muchas cosas útiles, entre ellas a manejar mejor mi ansiedad frente a un peligro real.

Alem miró a la chica cuyos ojos cristalinos denotaban su inmensa necesidad de llorar al recordar a Viator, por lo que, anticipándose a esto, decidió preguntarle:

—¿Quieres hablar de Viator?

La chica se tapó el rostro con las manos, hizo una negativa y dejó que sus lágrimas rodaran y cayeran sobre la tela de sus pantalones.

—A veces pienso que lo que hago aquí no tiene sentido, no lo tiene. ¡No puedo! Mientras más avanzo más pierdo, Alem. Me estoy hundiendo y no puedo salir. No puedo encontrar a mí padre, no puedo salir de este lugar. ¡No puedo comprender lo que quieren de mí! Ni siquiera puedo caminar y ser yo misma en este maldito reino, porque mi existencia aquí es un peligro... Estoy cansada...

—Pero has podido muchas cosas, sobrevivir en el bosque no es una tarea fácil. Me has enseñado tanto, que no puedo imaginar las cosas que tuviste que hacer para aprenderlas. Además, acabas de hablar con dragones y sometiste a un dragón de nivel intermedio en la clasificación de domesticación de dragones.

—Esa es otra, yo no quiero someter a nadie. ¡Odio estas habilidades! No quiero ser como... —Iris calló, dándose cuenta de lo que iba a decir.

Alem se levantó y permaneció mirando hacia el bosque de donde habían salido. Observó sus heridas en las manos y se tocó una cortada que se había hecho en la frente durante la caída del caballo. Pese al dolor y el cansancio, sólo podía pensar en la situación en la que estaba metido y las políticas del reino.

—El problema no somos nosotros, el problema fueron los Damer del pasado que pusieron de líderes a una familia que hizo de nuestros dones una herramienta para su beneficio. Ganamos una guerra, pero la batalla sigue desde hace siglos. Tampoco me gusta el mundo que han construido.

»Nuestras habilidades pueden ser de bien si se usan correctamente, por ejemplo: cuando el animal que montas está nervioso, la vida o la muerte pueden depender del comando que le des. No todos los animales van a razonar como lo hiciste tú con los dragones de hace rato, ellos actúan por sus vidas.

La chica al escuchar las palabras del Damer, se sintió avergonzada. Estaba rechazando una parte de sí misma, además de que también estaba metiendo en la ecuación de sus prejuicios a la única persona con la que podía contar.

—Bueno... eso es verdad. Perdóname... no lo había visto de esa manera —respondió apenada—. ¿Por eso no usaste la espada cuando enfrentamos a los dragones?

Alem al escuchar ese cuestionamiento, se giró y sonrió.

—Valoro a los animales igual que tú. No son simples herramientas. Cuando veía el trato respetuoso que los Vleyquanger les daban, observé que respondían mejor a ellos que a los Damer. Siempre me vi proyectado en ellos; harían cualquier cosa para salir de una situación amenazante y lo hice... casi.

—Podrías ser más un Vleyquanger —bromeó.

—Puede ser —respondió riendo.

Iris se llevó los dedos a la boca y emitió un silbido.

—¿Qué haces?

—Ya lo verás —contestó con una mirada de complicidad.

Al cabo de un par de minutos de espera y un par de silbidos más, el caballo de Viator se veía a lo lejos regresando a trote.

—Ah, Fideag. No recordaba que Viator lo había entrenado para venir de esa forma.

—¡Así que ese es su nombre! —exclamó sonriendo—. Solo falta el dragón.

—Déjalo, prefiero que esté libre... Espera... —Alem miró a Iris enarcando una ceja—. ¿No conocías el nombre del caballo?

—Viator no me lo quiso decir, dijo que tenía que averiguarlo por mi cuenta —respondió riendo—. ¿Estás seguro de que quieres dejar al dragón libre?

—Esta región es de donde provienen. Ya casi no hay en estado salvaje, la mayoría ya fue domesticada. Además, hay que irse, ya está oscuro.

Iris se subió en Fideag y le tendió la mano a Alem. Ambos regresaron al camino esperando encontrar un pueblo.

La chica se limpió las lágrimas que aún permanecían frescas en su rostro. Aún sentía tristeza e impotencia, pero esperaba que las cosas mejoraran, por lo que continuaría el viaje para buscar a su padre y tal vez podría detenerse a preguntar sobre Viator.

¿Qué pasará con esos dos?
No olviden comentar y votar si les gustó el capítulo. Me ayudaría muchísimo.

Dato curioso: Fideag significa "silbido" en Gaélico Escocés.

Por cierto, estoy agregando ilustraciones sobre los dragones hechas por mí, comenten qué opinan.
Tengan dulces sueños y pasen una bonita semana.

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