Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Depresión

Los días pasaron, Alem e Iris se fueron conociendo mejor a través de conversaciones mientras atravesaban el bosque. Ambos aprendieron el uno del otro sus técnicas de supervivencia y desarrollaron cierto nivel de confianza.

Alem se sorprendía siempre que Iris le enseñaba algo de lo que aprendió de Viator en el pasado, sin embargo, cuando el nombre del viejo salía a tema, Iris permanecía en silencio. Podía hablarle de todas las cosas que pensaba y se guardaba, menos una; el día que se separó de Viator y el hecho de no haberlo topado por ningún lado.

Al llegar al río que habían estado buscando, se dispusieron a tomar agua y conseguir lo que necesitaban. Hubo un momento en que la joven miró el agua con una expresión de tristeza, pues pensaba que Viator le había salvado la vida más de una vez y ella no pudo devolverle el favor.

Esto no pasó desapercibido para Alem, sabía que algo había pasado con Viator. Dedujo que era probable que Iris pensara que el hombre quizá ya no aparecería. Aun así, no creyó pertinente tocar el tema.

En su recorrido por el bosque habían encontrado algunas presas grandes a medio comer dejadas por depredadores como dragones terrestres, osos y otros animales carnívoros. De su carne prepararon alimento, sacaron pieles y usaron los estómagos para hacer bolsos para guardar provisiones y agua.

Al principio resultaba desagradable hacer todo eso, pero, mediante los conocimientos adquiridos con Viator y durante las campañas del ejército, los jóvenes improvisaron herramientas, lo que les permitió adquirir mayor experiencia.

Ambos se metieron al agua con todo y ropa exceptuando su calzado para lavarse la sangre y la suciedad. Era una mañana fresca y el agua estaba tan fría que sintieron cómo se les metía hasta los huesos, no obstante, necesitaban con urgencia limpiarse un poco.

—Puede que haya un pueblo cerca. Ha disminuido la densidad del bosque, estamos saliendo —dijo Alem quien estaba quieto esperando adaptarse a la temperatura.

—Es cierto —respondió Iris mientras se limpiaba su rostro con las manos—. Con el aspecto que teníamos, seguramente nos tratarían como apestados, límpiate bien.

Alem se retiró de su indumentaria una casaca de color verde con botones plateados dejándose solo la camisa y su pantalón blancos. El chico miró por un instante su uniforme con cierta nostalgia, sin embargo y sin dudarlo, lo dejó ir con la corriente, justo como dejaba atrás otros aspectos de su vida.

El joven se sumergió de inmediato, para no pensar mucho en sus acciones y luego se dispuso a tallar las manchas de su ropa con ahínco. A pesar de que no dudó en manipular vísceras y carne cruda, la incomodidad de estar cubierto de sangre ya lo estaba poniendo ansioso después de unos días.

—Dudo mucho que vuelva a quedar blanca —expresó Iris al ver que el chico batallaba con las manchas de sangre.

—No es como si fuera un Damer de alta alcurnia... pero tampoco quiero parecer un carnicero. Los de mi clan odian tocar la sangre de animales con las manos, ¿sabías?

—Sí, noté que dudaste la primera vez, pero hacer eso nos ha mantenido vivos. Además, se trata todo con respeto, tuvieron una vida y su sangre es... como la nuestra —respondió de forma seca y contundente, dejando al joven sorprendido por su respuesta.

Una vez que ella se terminó de limpiar la suciedad, decidió nadar a la orilla ya que comenzaba a resentir el frío y el sonido del agua le estaba irritando.

Alem notó el silencio y la expresión de desasosiego en su compañera, por lo que decidió seguir con lo suyo.

A pesar del silencio que se había creado entre los dos, cuando quiso volver a la orilla cerca de Iris, algo en su campo visual lo hizo quedarse quieto: La blusa que la joven llevaba se ceñía a su cuerpo dejando ver a través de ella. Los ojos del chico se abrieron de par en par y sintió como un calor extraño subía por sus mejillas. Pese al ambiente en el que se había desarrollado, jamás había tenido la experiencia de ver lo que ocultaban las mujeres debajo de la ropa. Más aún, aunque ya conocía a Iris desde hace un tiempo, durante todo el viaje no la había visto de la forma en la que la estaba mirando.

Iris en cambio parecía no estar enterada de la vista que daba, pues observaba el río con esa ya acostumbrada actitud de desgano y preocupación.

Alem desvió su mirada, apenado, sin advertirle a ella que la ropa se le estaba transparentando, pues quería evitar incomodarla.

—¡Bien! —rompió el silencio nerviosamente—. Ha... hagamos una fogata para calentarnos y comer. Esperemos que para la noche hayamos podido encontrar un pueblo, pre... préstame tu daga para hacer una lanza y pescar.

Alem se estaba sintiendo extraño y avergonzado, por lo que evitó en todo momento el contacto visual con Iris cuando esta le entregó el arma en la mano, pero ella seguía tan ensimismada y ocupada encendiendo un montón de ramas secas, que no le dio importancia a su raro comportamiento.

El chico volvió al agua para cazar algunos peces con la daga amarrada a un palo largo por medio de algunas fibras de ligamentos, mientras Iris descansaba cerca del fuego. Cuando su ropa se secó, Alem regresó con una expresión de satisfacción y le devolvió el arma.

—Esa daga ha sido muy útil a pesar de que está hecha de piedra. Se ve algo burda pero no se rompe con nada, me pregunto cómo fue tallada.

—Me la dieron. Por su apariencia, creo que es del loco de mi padre —respondió con desgano—. Ni se te ocurra cortarte con ella, ya me pasó y por un pequeño corte tuve náuseas todo un día.

Al escuchar las declaraciones de la chica, Alem cambió su expresión de satisfacción por una de horror e incredulidad.

—¿¡Está hecha de piedra drenadora?! ¡Mater!

—Eso parece...

—Es un arma muy peligrosa. La roca es difícil de trabajar.

—¿De verdad? Ni enterada... Desconozco por qué mi padre tenía algo así ni por qué mi tío me lo confió —respondió con antipatía, estaba cansada de cuestionar el proceder de su familia.

Ambos continuaron conversando mientras tomaban sus alimentos. Al terminar, emprendieron el viaje siguiendo el cauce del río esperando encontrar un poblado, sin embargo, cuando salieron del bosque el terreno se fue tornando en campos de cultivo extensos y praderas que cubrían el paisaje hasta donde alcanzaba la vista.

Había que seguir caminando. El río dividía su cauce en dos partes y algunos tramos tenían subdivisiones que desembocaban en pequeños canales donde el agua corría a través de los campos con más quietud. La vista era hermosa y tranquila, sin embargo, la chica no veía con buenos ojos tanto silencio. Permaneció callada observando a su alrededor mientras dirigía al caballo cerca de Alem, quien se había adelantado.

—Alem, ¿no se te hace raro que no haya gente trabajando o ganado pastando en la pradera? Está muy silencioso —preguntó con cautela, dando cuenta que no había sonidos de aves o presencia de otros animales.

—¿De qué hablas? ¿Eso no es normal? —respondió el aludido.

—No, cuando algo no está bien, los animales se esconden —Iris bajó del caballo y desenvainó su espada volteando a ambos lados.

Alem la miró con dudas, pero hizo lo mismo. No había razón para subestimar su punto de vista, ya que ella le había enseñado bastante sobre cómo sobrevivir al bosque.

Continuaron avanzando hasta toparse con un camino con huellas de carretas y signos del paso de animales de carga. Ambos se incorporaron al camino que cruzaba el río con un puente y lo siguieron. Este camino pasaba entre dos terrenos que poseían plantas parecidas al trigo, pero de color rojizo, que alcanzaban una altura de metro y medio, usadas para la elaboración de harina y otros productos. El aire movía los cultivos de forma casi rítmica, casi hipnótica.

Alem observó a su alrededor, hasta que se percató de la presencia de una cola a la distancia, que desaparecía entre los cultivos. Entonces supo que, de seguir caminando sin cuidado, podrían estar en un grave peligro.

—Iris, creo que ya sé por qué no hay nadie aquí —dijo en voz baja mientras cubría los ojos de su dragón con su mano imbuida en brillo rojo para ordenar silencio y calma al animal.

—¿Qué viste? —respondió.

—Hay un dragón aquí, de los peligrosos.

—¿Es domesticable?

—No lo sé, solo vi una gran cola... No podemos correr.

Ambos guardaron silencio para escuchar.

Iris percibió unos chasquidos a su lado y volteando despacio a la izquierda confirmó lo que temía. Los estaban observando, un par de ojos rojizos brillantes se distinguían entre las plantas.

Así como la vio, la bestia desapareció entre el trigal. Aquello no podía ser una buena señal.

Iris en un acto reflejo levantó un muro de rocas en la orilla del terreno. Su instinto había acertado, un dragón había chocado haciendo retumbar y desmoronarse la pared recién hecha y emitió un sonido grave y gutural. Ambos jóvenes montaron a sus animales para huir aprovechando esa distracción.

Un rugido estruendoso se hizo escuchar y los campos de cultivo se vieron perturbados por movimientos en las plantas. El meneo errático de aquello que no se dejaba ver y que los seguía de cerca aterraba más a Iris, quien desconocía qué tipo de dragón era el que los estaba cazando.

Por ambos lados ese fenómeno se repetía por lo que confirmaron lo que temían; era más de uno.

—¿¡Qué hacemos?! —gritó Iris quien tenía al lado a Alem.

—¡Esas cosas nos están cazando, son rápidas, no creo que lo logremos si seguimos así!

Iris sentía el corazón en la garganta, con desesperación empezó a levantar muros a los lados por donde pasaba para frenar el paso de los dragones hacia el camino.

—¡Maldita sea! —exclamó Alem.

El chico se acercó a Iris y agarrándola de la ropa la jaló, haciendo que cayeran ambos de su montura.

El joven rodó un par de veces, sin perder la concentración, pues había extendido una ilusión sobre ambos animales, quienes seguían corriendo sin ellos. De ese modo, los dragones persiguieron las imágenes de Iris y Alem hasta que estas se desvanecieron en cuanto las atacaron, golpeándose de frente y revelando su apariencia. Mientras tanto, el caballo y el dragón de Alem se perdieron en uno de los terrenos, corriendo por sus vidas.

Iris, agitada y un poco aturdida por la caída, miró a Alem y lo tomó de la camisa para indicarle que debían esconderse.

Ambos se arrastraron dentro del trigal y comenzaron a correr uno cerca del otro hasta llegar a un punto donde se agacharon y permanecieron en silencio tratando de calmar su agitación.

Trataban de escuchar todo a su alrededor mientras se miraban con preocupación, porque sabían que los dragones pronto se darían cuenta de su error e irían a rastrearlos.

A lo lejos se oía como aquellas criaturas emitían rugidos graves y chasquidos. Su sonido era similar al gruñido de un oso combinado con el llamado de un león. El arrastre y roce de su cuerpo a través del follaje delataba la distancia a la que se encontraban, la respiración de esos animales y sus llamados se hacían más cercanos. Los habían olido y los estaban buscando.

Alem e Iris contuvieron la respiración cuando uno de ellos pasó cerca. La chica estaba al borde de las lágrimas y tomaba la empuñadura de su espada con tanta fuerza que se le estaban marcando los dedos. En su estancia en el bosque se había encontrado con algunos dragones, pero nunca alguno de ese tamaño.

Alem se llevaba una mano cerca de la boca con el puño, sus ojos se movían de un lado al otro como si analizara la posición de los dragones, luego se acercó a Iris y le susurró al oído:

—Necesito tus habilidades de Damer, quítate la piedra.

El muchacho estaba tan cerca de Iris, que casi podía abrazarla. Al sentir los movimientos enérgicos de su cabeza dando negativas y el cuerpo tenso de la joven, se acercó un poco más.

—Sé... que tienes miedo, pero es la única forma o no saldremos de esta... Yo iré por uno, tú vas por el otro.

Alem había visto a ese dragón antes en los libros: Eran grandes, de punta de la nariz a la cola podían llegar a medir veinte metros; de cuerpo alargado, sin extremidades y con los remanentes de unas alas. Al igual que los fantasmas de las rocas, este tipo de dragón no podía volar. Su hábitat se encontraba en zonas de agua y terrenos rocosos con cuevas, no era común verlo fuera de su entorno.

Desconocía si era domesticable, ya que era un dragón poco común de dónde venía. La criatura no escupía fuego, pero podía exhalar vapor de agua creando neblina para cazar.

—¿Y si... si no funciona? —susurró la muchacha con un hilo de voz casi imperceptible.

—Sé de lo que eres capaz... —respondió el joven separándose de Iris, y desapareció entre las plantas saludándola con una sonrisa.

La mirada de Iris cambió del terror a la sorpresa e intentó seguirlo de forma infructuosa, ya que sabía escabullirse muy bien. Sus palabras habían impactado en ella, pero no tenía tiempo para cuestionarse. Por mucho que odiara sus habilidades de Damer, la situación era de vida o muerte, por lo que se guardó la piedra e hizo brillar su mano.

Desconocía cómo acercarse al dragón que estaba merodeando, pero comenzó a avanzar agachada y tratando de hacer el menor ruido posible, pues sabía que podría aparecer en cualquier momento.

El corazón le latía tan rápido que podía escucharlo como si lo tuviera a lado de la cabeza, estaba sudando frío y sentía náuseas, sin embargo, el hecho de saber que no podía fallarle a Alem la hacía controlar su respiración para calmar su ansiedad.

En otras circunstancias podría haberse congelado, pero por la preparación de Viator, sentía que tenía oportunidad, debía de haberla.

Las plantas de su lado derecho se movieron e Iris de inmediato se tensó. Se hizo a un lado con lentitud y removió unas cuantas hasta dar con una parte del cuerpo de aquel raro animal que se arrastraba por los alrededores. Era tan largo que su cabeza seguía escondida y sus escamas parecían una joya tornasolada que daba gala de su belleza con la luz de la tarde.

Iris sabía que debía hacerla salir, por lo que sacó una piedra guarda-anma de la pulsera que llevaba puesta, la cual era el adorno central, diferente a las otras piedras para hacer fuego. La muchacha golpeó la roca y la lanzó a dos metros mientras emitía un pitido similar al sonido de una tetera.

Al caer la piedra al piso, apareció una enorme cabeza con un cuerno pequeño en la frente y una escarola de semiplumas de colores rojizos en el cuello. Aquel animal causó tal impresión en Iris, que por un momento se paralizó. No fue hasta que cayó en cuenta que, si no se movía, quizá ella sería la siguiente en conocer aquella cabeza más de cerca de lo que le gustaría.

Iris se abalanzó sobre la criatura, pero su cuello era tan ancho que apenas podía cerrar sus brazos, por lo que atrajo hacia sí un par de columnas que crecían desde el piso y las cerró como si de un collar se tratara.

La bestia comenzó a moverse de forma desesperada. Al no tener extremidades no podía hacerse para atrás tan fácil, así que movió su cuerpo de lado a lado intentando zafar el agarre de las rocas, creando arenilla y agrietando las formaciones.

Mientras tanto, la joven trató de llegar por encima de su cabeza para intentar usar sus habilidades, pero no era sencillo sostenerse y avanzar. La criatura luchaba con todas sus fuerzas, las columnas pronto iban a romperse. La bestia aprovechó esto para rodar sobre su propio eje, derribando a Iris y su prisión, y aplastando la hierba del terreno en un radio de varios metros.

Cuando la joven observó que había fallado, con desesperación levantó otro muro de roca entre ella y la criatura, y se arrastró lejos para encerrarse en un domo de paredes gruesas. Todo estaba oscuro, no podía ver nada más allá de lo que el brillo de sus manos emitía. Podía escuchar a la criatura golpeando el techo, haciendo que cayera polvo y rocas, por lo que se cubrió la nariz con una mano. La criatura estaba furiosa y no tardaría en perforar el muro usando el cuerno de su cabeza.

Iris intentaba respirar para calmarse. Sentía el corazón atorado en la garganta latiendo tan rápido que comenzaba a marearse.

Ya no sabía qué hacer, pronto su protección cedería y sería alimento para ese dragón, no obstante, voces comenzaron a escucharse a su alrededor mientras ella miraba con terror el polvo y las grietas. Por un momento creyó que su ansiedad había escalado a otro nivel, pero, cuando las escuchó con detenimiento, se percató que le estaban diciendo «ladrona».

Eso no venía de una persona...

Mientras tanto, Alem no la tenía fácil tampoco, se había abalanzado sobre el cuello aturdiendo al dragón con una onda sónica, sin embargo, llegar a su cabeza era otro trabajo difícil con el que tenía que lidiar. Se estaba agarrando a las plumas de la escarola con todas sus fuerzas y se vio forzado a soltarse cuando el dragón comenzó a rodar sobre sí mismo lanzando una parte de atrás de su cuerpo hacia otro lado.

Los dos estaban en problemas.

¿Que les pareció? ¿Cómo van a salir de este embrollo?

No olviden comentar y puntuar si les gustó, me ayudaría mucho.

Linda semana.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro