Aceptación parte 3
Mientras los chicos discutían, Malena, incómoda, se encontraba a sus espaldas fingiendo leer algunos documentos. Deseaba salir de la habitación, pero no podía porque el lugar continuaba con el poder de Alem activado.
—¡No! No quise decir eso —replicó el joven.
—¿Cuándo decidiste que querías venir conmigo? Pareciera que todo aquel que se me cruza toma decisiones en mi nombre sin consultarme lo que pienso. No quiero ese documento.
—¡Escúchame! Entiendo por qué estás molesta, tienes razón, pero sé razonable, ese documento se puede anular. Cuando regreses a casa será como si nunca me hubieras conocido. Así no me lleves contigo solo quiero ayudarte, protegerte. Olvida que tengo un interés.
Iris le dio la espalda y se dirigió hacia la puerta para salir, pero al tocar la perilla sintió un zumbido de oídos que casi la aturde.
—¿¡Qué es esto?!
—Las negociaciones siguen en proceso. Nadie puede salir o entrar de esta habitación hasta que se terminen —respondió Malena.
—Alem, termina con esto... —ordenó la joven.
—No, necesitamos calma. Dentro de las condiciones con las que creé el escudo es que ella oiga nuestras peticiones y no hemos decidido nada.
—Deben tomar una decisión —respondió Malena.
Iris respiraba agitada, el enojo le tenía mal. No era en sí el hecho de obtener un documento u otro. La decepción constante y la duda le habían minado el estado de ánimo incluso desde antes de que fuera traída a este mundo, y en ninguna circunstancia había tenido voz ni voto. Estaba harta de soportar las consecuencias de las decisiones de otros. Alem no le había escuchado y eso le hizo reventar.
—No voy a firmar nada y si me tengo que quedar aquí por horas, lo haré. Estoy furiosa. ¿¡Alguna persona de las que conozco tiene la decencia de preguntarme qué diablos quiero?! Puede que no lo sepa todavía, pero ¡vamos! Siento que me tienen como su marioneta. ¿Soy una marioneta, Alem?
—¡Claro que no! —Alem la miraba con preocupación. Nunca la había visto tan enojada, ni siquiera en el enfrentamiento con los dragones serpiente.
—Entonces tómame en cuenta. Pediste el documento de matrimonio sin preguntarme y no me escuchaste... Tengo dudas, un mar de pensamientos constantes en mi cabeza. Diablos, ¡en estos momentos solo quiero salir corriendo de aquí! ¿Sabes lo que es tener que estar debatiéndote a ti mismo todos los días, todo el tiempo? Mi vida pende de un hilo, estoy sola y tengo pocas personas en quién confiar. No me vuelvas a hacer eso.
El joven permanecía en silencio, dejando que Iris se desahogara. Todo lo que ella expresaba lo entendía ya que conocía muy bien esa sensación y se avergonzaba de ello. Nunca había sentido que alguien se acercara tanto al sentimiento de frustración que lo embargaba desde que era un niño, uno cuyas esperanzas de ser una persona diferente le fueron arrebatadas debido a cómo fue criado.
—Lo siento... —respondió sin dirigirle la mirada—. Es tu decisión, me emocioné demasiado y me adelanté. Pero no tienes idea de lo que sucede cuando un juicio no se da a tu favor. Incluso si no supieran quién eres, terminarías en condición de esclavo si no pagas las multas.
Iris lo fulminó con la mirada y se quedó en silencio un instante muy pequeño para luego responder:
—Después hablaré contigo —dijo la joven. Su mirada severa se sentía tan pesada que después de ese momento, Alem se limitó a quedarse en el fondo de la habitación mientras Iris seguía caminando en círculos para calmarse.
El chico nunca se había sentido de esa forma antes. Se consideraba a sí mismo un cínico y hacía mucho tiempo que no le preocupaba que alguien se molestara con él. Hiciera lo que hiciera, siempre había sido una «decepción», por lo que los esfuerzos por mantener una buena relación con la gente que lo rodeaba se fueron atenuando con el tiempo. Para la época en la que conoció a Iris, solo mantenía cordialidad con los que le dieron un empleo, puesto que ellos le daban de comer de vez en vez. Aun así, seguía siendo el niño bastardo y ladrón con un padre alcohólico cuyo valor para todos en Dresve era menor que una piara.
¿Sería posible que tuviera miedo? Le preocupaba demasiado lo que Iris fuera a decirle, pues se había aferrado a ella en búsqueda de una respuesta a su vacía existencia.
Cuando era niño había soñado con unirse al ejército y ser un «héroe», pero con el pasar de los años se percató de la realidad. Dejó el entusiasmo entre los improperios que le dedicaba su padre todos los días. Aquel hombre escupía verdades hirientes al respecto, aunque nunca supo por qué se las decía y qué le llevó a pensar de esa forma. Aun así, pensó que era su única esperanza. Cuando mandó todo a la mierda e ingresó, confirmó dentro del sistema que su padre tenía razón, no obstante, se negaba a regresar como perro arrepentido a pesar de que no le quedaba nada.
Mientras tanto Iris continuaba dando vueltas alrededor del escritorio de Malena.
La escriba se limitaba a observar a un par de jóvenes con crisis y a hacer una negativa con la cabeza mientras suspiraba deseando tomar unas vacaciones en la costa del Mare Nort. No había nada más que agua fría y neblina, pero por lo menos estaría alejada de clientes de este tipo. Ella era la clase de persona que lidiaba a diario con gente con peculiaridades tales que podrían hacer desear a cualquiera sumergirse en un mar hostil.
—Bueno, no quiero presionar, pero esto se está alargando demasiado —dijo con molestia.
Iris frenó en seco y luego miró a Alem.
—Haga el maldito papel de matrimonio —replicó con severidad.
Iris odiaba tener que tomar esa decisión, pero, pese a su molestia, sí había escuchado las consecuencias que Alem le mencionó durante la discusión.
Malena suspiró aliviada. Tomó el libro de registros y comenzó a escribir. Tras varios minutos de silencio incómodo y varios movimientos de la mujer dentro del despacho, les presentó los documentos casi terminados.
—Iris Drego, ¿Qué nombre adoptas a partir de este día? —preguntó la mujer.
—Iris Zorex —respondió sin mirar a Alem.
—Alem Zorex, ¿a quién proteges bajo tu casa? —cuestionó mirando al chico, el cual aparentaba haberse encogido y regresado a ser un niño con su lenguaje corporal.
—A Iris Zorex —respondió.
La mujer con cara de alivio les entregó una pluma a cada uno para que firmaran en el papel. Ambos lo hicieron en silencio. Malena estaba tan feliz de haber concluido que exclamó:
—¡Doy por terminada esta reunión!
Las manos de Alem dejaron de resplandecer. El chico lucía demacrado por la debacle de emociones y el uso del anma por un lapso tan prolongado. Su respiración estaba agitada y por poco pensó en tropezar al intentar dar un paso.
Malena dio un apretón de manos a cada uno.
—Bueno, un placer haberlos conocido. Ahora, si me disculpan, tengo cosas que hacer...
—¡Espere! —interrumpió Iris —, antes de que concluya, sé que tiene relación con mi padre y aunque el pacto se lo impide, ¿tendrá pistas de dónde puedo encontrarlo?
La mujer le miró como si hubiera presenciado una tragedia. Con frustración regresó al escritorio, tomó un papel y comenzó a escribir con premura. Después se lo entregó a Iris con una angustia notable y comenzó a llevarlos a la puerta.
—Si no quieren que la gente sospeche, salgan pronto de aquí. Nunca me había tardado tanto en expedir un documento. Aquí hay ojos todavía, aunque la mayoría de los Damer se han marchado. Tengan cuidado.
Los jóvenes se miraron entre sí al salir de la polvorienta casa. Iris desdobló el papel y juntos lo leyeron en silencio.
El búho ululaba por el bosque
Las cartas volando están
Los dragones regresando vienen
La muerte acechando está
Recuerda lirio tu enfoque;
las sangres mantienen
la alarma del bratno manifiesta.
Salieron corriendo del lugar, tomaron a Fideag y volvieron al bosque. Esta vez tenían un mapa, provisiones y un acertijo que resolver.
Iris continuaba molesta, por lo que estuvo tan callada como un panteón por todo el camino. El joven estaba tenso, sentía que había entrado en terrenos peligrosos con la chica y no quería discutir más.
Al caer la noche Iris encendió el fuego con una de sus piedras guarda-anma. Mientras consumía un poco de pan que Birger les había dado, analizaba en su cabeza aquel texto una y otra vez mientras miraba las llamas arder.
Alem en un intento por re entablar conversación decidió preguntar:
—¿Qué representa un búho?
—No voy a decirte, sigo molesta, déjame pensarlo a solas.
—Iris...
—Iris, ¡nada!, señor Zorex. La señora Zorex necesita pensar.
—Está bien, solo contéstame algo... ¿Aún confías en mí?
Iris lo miró con seriedad y se acomodó quedando frente a frente con el chico.
—Bien, hablemos. La confianza que has estado construyendo pende de un hilo, pero claro, ya tengo un papel que me respalda y ¿quién me respalda? Tú... —La chica dio un suspiro largo y con un dejo de frustración continuó—: Ya lo había dicho, no me gusta que hablen por mí. Espero que en próximas ocasiones no se repita esta situación. Te di el voto de confianza, no me falles. Y con respecto al tema de llevarte..., lo pensaré.
Alem sonrió para sus adentros.
—Eres la única persona que conozco que hubiera permitido que su compañía fuera un ex ladrón y desertor del ejército.
—No tientes a la suerte.
Por mucho que se hubiera enojado con Alem, Iris sabía que él era la única persona con la que contaba ahora que Viator no estaba.
Posterior a la conversación, ambos se dispusieron a analizar con detenimiento el escrito.
—Entonces, ¿qué piensas que representaría un búho? —preguntó Alem.
—A mi padre. Usa ese disfraz para ocultar su identidad como guardián de los portales.
—«...Ululaba por el bosque» suena a algo muy obvio. La palabra «ulular» es la forma de comunicación de un búho... —complementó.
—Mi padre se comunicaba por el bosque... ¡¿Y luego qué?! Eso no me dice mucho, este reino es casi tres cuartos de bosques.
—No creo que te haya dicho dónde está en esa oración, la siguiente línea es: «Las cartas volando están».
—¿A qué cartas se refiere? ¿Cómo se comunican entre pueblos y con el reino?
—Por cartas... enviadas por dragones —Alem observó a Iris con una mirada de duda, no obstante, sus ojos se iluminaron cuando algo en su mente conectó los puntos—. ¡Cartas que vuelan por medio de dragones quiméricos!
—¿Qué? —Iris enarcó una ceja, veía a Alem como si hubiera visto un marciano—. No he visto ese tipo de dragón.
—Dragones quiméricos; son una especie pequeña, ágil y tan escurridiza, que antiguamente se usaban para enviar mensajes, porque son difíciles de interceptar. Se les dice «quiméricos» porque antes del establecimiento del sistema postal se creía que solo existían en la imaginación de los niños.
»Tienen un camuflaje similar a los Fantasmas de las rocas, solo que menos peligroso. Nivel avanzado en la escala de domesticación, pues el conocimiento de su entrenamiento se perdió con la guerra. Ahora el reino utiliza dragones sombra, pero son detectables, más lentos y grandes a comparación.
—Pero eso no puede detener a un Vleyquanger sin limitador de volver a entrenar a esos pequeños —respondió la joven. Iris no dejaba de sorprenderse con el conocimiento de Alem sobre los dragones. Los reconocía bien y la información era muy útil para manejarlos—. ¿Sabes? No pensé que fueras un cerebrito dragonólogo —rio.
—Cuando era niño me pusieron a limpiar las jaulas de los dragones de los terratenientes por una temporada. Uno de ellos tenía un libro lleno de ilustraciones. Lo robé.
—Qué sorpresa —enarcó una ceja.
—¡Oye! Mi padre no me lo iba a comprar y fue por mucho tiempo mi libro favorito —replicó.
—Bueno, ¿y quién te enseñó a leer? —preguntó mientras se aguantaba la risa.
—Observando a mí padre y preguntando cosas al aire cuando estaba sobrio. Si tenía suerte me lo decía, pero tardé dos años en poder aprender lo suficiente para hacerlo por mi cuenta. Todos los días intentaba leer el libro a escondidas. Pero en fin... eso no es importante ahora —respondió suspirando con nostalgia y algo de tristeza—, regresemos al acertijo.
—Bien, señor Zorex —respondió sonriendo y encogiéndose de hombros.
Alem tomó el papel y pasando el dedo por encima del renglón, leyó en voz alta:
—«Los dragones regresando vienen». —Observaba el papel con una mirada analítica, concentrada—. Eso tampoco tiene mucho sentido... O van o regresan.
—¿Cómo pueden regresar o venir los dragones si todo el continente está lleno de ellos? Nunca se fueron.
—¿Se fueron?... ¡Se fueron! —exclamó Alem.
—¿Qué? ¿Quienes?
—¡Es que eso es! ¿¡Sabes lo que decían del clan perdido?!
—¿Que tenían habilidades superiores a las que poseen los clanes actuales?
—¡Sí! ¡Se decía que eran dragones!
—Espera, eso no tiene mucho sentido si lo piensas. De dónde vengo un lagarto y una persona son de familias muy diferentes.
—Pero eres diferente y entiendes a los dragones —respondió Alem con una sonrisa. La situación aparentaba como si la discusión que habían tenido nunca hubiera pasado y ellos fueran amigos de toda la vida.
Iris asintió en silencio, como si quisiera ignorar que el joven le había sonreído. Extrañamente se sentía cómoda analizando a la luz de la fogata un pedazo de papel.
—Tienes razón, este mundo tiene otras reglas. Nunca imaginé hablar con una serpiente gigante, ni levantar rocas, ni hacer todo lo que hago ahora.
«Debió ser una sorpresa al cumplir dieciocho», pensó Alem para sus adentros ya que sabía que Iris se ponía seria al tocar ese tema y tenía preferencia por un ambiente más animado.
—Ahora bien... ¿A quién se refiere cuando dice que «La muerte acechando está»? —continuó.
—No sé si es una advertencia para mí... o... —Iris se detuvo, su mirada reflejaba desconcierto, por lo que volvió a ver el papel que ya se encontraba arrugado y desgastado por la manipulación ansiosa de ella.
—¿Qué sospechas?
—Si juntas los versos que riman separándolos entre sí, el mensaje puede cambiar.
El búho ululaba por el bosque, recuerda lirio tu enfoque.
Las cartas volando están, la muerte acechando está, la alarma del bratno manifiesta.
Los dragones regresando vienen, las sangres mantienen.
—Creo que Malena dijo que mi padre está en el bosque anunciando algo y me indicó que recuerde mi enfoque.
—¿Cómo sabes que se dirige a ti?
—Mi nombre es el nombre de una flor que también se conoce como «lirio». Es lo que puedo concluir.
—Las cartas volando... El mensaje se expande, ¿es una amenaza? ¿Qué es bratno?
—Bratno... Si mal no recuerdo, en drego significa «Nuestro hermano»... Yo soy hija única, a menos que se refiera a un colectivo relacionado.
—Me recuerda la leyenda de los hermanos y la separación de los clanes. Los Damer más viejos se refieren a los Vleyquanger como «Los hermanos descarriados».
—¿Descarriados? Si están más sometidos que nunca —respondió con fastidio.
—Pues la versión que se cuenta es que el hijo menor hizo un intercambio aberrante de poder con los dragones para obtener vida eterna y disputar el liderazgo del clan perdido. Personalmente siento que modificaron muy a su modo la historia.
—Eso explicaría porqué se ponen tan locos con el control del clan, pienso lo mismo —comentó al aire—. En fin —continuó—: «La alarma de nuestro hermano manifiesta», ¿querría decir que preocupa a los Damer o a los Vleyquanger? No estoy segura si es a uno o a otro.
—La última: «los dragones regresando vienen, las sangres mantienen», pareciera que no está completa, como si faltara algo.
—Por lo poco que entiendo, parece un mensaje de advertencia. Se viene la guerra...
—Yo me preocuparía, no me gusta el que diga que los dragones regresan y que estarán en alarma. Es como si anunciara que el clan perdido resurgirá, el más grande temor del reino. Con más razón debemos ser cuidadosos.
—La única mestiza soy yo, lo más cercano al clan perdido son los Vleyquanger... Bosque... Quizá sí vamos a un pueblo de Vleyquanger obtengamos la respuesta —respondió Iris sacando el mapa. Levantó una plancha de piedra usando solo su dedo índice con la palma hacia arriba y extendió el papel sobre esta para observarlo con detenimiento. Aquel mapa mostraba de forma esquemática la ubicación de casi todos los puntos donde se encontraban los pueblos tanto de Vleyquanger como los pueblos mixtos y ciudades pequeñas.
Los chicos se encontraban al sur del reino, en los límites del bosque.
—Quizá si vamos a este pueblo, creo que se llama Adiridel, al suroeste. Es el más cercano —señaló Alem con el dedo —. El problema es que para llegar a él hay que cruzar una parte densa del bosque donde la luz solo pasa a través de los árboles a medio día y siempre está neblinoso.
—Creo que reconozco esa parte. ¿Hay alguna zona del bosque que sea tan densa como esa?
—No, ¿has estado ahí?
—No estoy segura. Cuando llegué estaba en un bosque que tenía pocas horas de luz y estuve caminando sin rumbo hasta que Viator me encontró. Solo sé que mientras más lejos iba, menos denso se volvía y el tiempo de luz aumentaba.
—Podría ser que te dejó en los límites del bosque profundo. Cerca de ahí está Adiridel.
Iris observaba con detenimiento el punto del pueblo que había señalado, de pronto una chispa de un recuerdo saltó a su mente abriendo los ojos como si hubiera visto la gran revelación.
—¡Adiridel! ahí quería llevarme Viator. —exclamó. —No recordaba el nombre del pueblo, podré buscarlo allá.
—Bien, entonces movámonos al amanecer.
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