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Aceptación parte 2

A la mañana siguiente un rayo de sol entró a través de la ventana y se posó en el rostro de Alem. El joven, aún con los ojos medio cerrados, se terminó de despertar al notar que durmió abrazando a Iris, pero, la notó tan tranquila, que se contuvo de quitarse de forma precipitada.

Con precaución salió de la cama y procedió a revisar sus heridas y quitarse los restos del ungüento. El chico no dio crédito a lo que veía, pues sus lesiones estaban casi cicatrizadas y ya no tenía dolor. Minutos más tarde abrió la puerta de la habitación y salió a buscar a Birger para hablar.

Al bajar las escaleras, encontró la cantina sin gente y repleta de botellas vacías o a medio terminar. El ambiente le resultaba familiar, y aunque no le traía tan buenos recuerdos, por la fuerza de la costumbre, comenzó a tomar las botellas y dejarlas en la barra, subir las sillas a la mesa y a hacer a un lado las escupideras para pasar sin problemas. Así permaneció haciendo esa labor por unos minutos hasta que Birger salió de la cocina con un cuchillo en mano.

Su mirada lo decía todo, la expresión de furia pasó por varias fases hasta llegar a la sorpresa absoluta; en su cabeza seguramente se formularon varias preguntas. Bajó el arma y se sentó en la barra emitiendo un suspiro de alivio, luego se dirigió al muchacho que permanecía quieto frente a él con botellas en cada mano.

—Lo siento, chico, pensé que habían entrado a robar. Este pueblo se ha vuelto algo inseguro. ¿Qué hace un Damer limpiando? No suelen hacer esa clase de trabajos.

—No, no, yo soy quien debe disculparse. Antes trabajaba en un lugar como este, sólo es la fuerza de la costumbre. Tenía muchas carencias, así que desde pequeño tuve que encargarme de buscar mi sustento.

—Ya veo...

El hombre parecía cansado, como si no hubiera dormido mucho esa noche. Se quedó observando las botellas y luego se levantó llevándose un par a medio llenar.

—¿Qué desean de desayuno? —preguntó asomando en la puerta.

—Oh... —Alem lo miró desconcertado, pues no esperaba que se le brindara esa clase de atenciones—. Lo que usted guste darnos será bienvenido. La verdad hemos sobrevivido en el bosque comiendo lo que cazamos y recolectamos así que...

—¡Ah! Entiendo, les daré algo diferente para darle variedad —respondió metiéndose a la cocina.

Mientras tanto Iris despertó sintiéndose muy bien después de haber dormido como hace mucho tiempo no lo hacía. Cuando iba a bajar a buscar a Alem, escuchó que algo se acercaba desde afuera.

El muchacho también percibió el sonido, por lo que se quedó expectante mirando la entrada, mientras que Iris, al percatarse desde la ventana de lo que pasaba, bajó lo más rápido que pudo y ahí, viendo a Alem sentado en una mesa, lo llamó:

—¡Alem! Hay mucha gente afuera —dijo, pero antes de que pudiera acercarse, alguien tocó la puerta con insistencia.

—¡Yo abriré! —interrumpió Birger saliendo de la cocina.

Los golpes en la puerta eran cada vez más intensos, por lo que los jóvenes pensaron que estaban en problemas. Ambos miraban la entrada con tensión y preocupación en sus rostros, sin embargo, cuando el hombre se asomó, la gente guardó silencio y solo un señor se dirigió a Birger.

—¡Oh, Birger! ¿Están los muchachos que vinieron anoche?

—¿Qué desean de ellos? —preguntó serio.

—Solo queremos hablar. Esta mañana han revisado los campos y verificaron que no hay ni rastro de los dragones serpiente.

Birger miró de reojo a los jóvenes y luego abrió la puerta por completo. El hombre que había hablado era el jefe del pueblo, el cual lucía cabello cano, vestía con un chaleco de piel, botas de cuero cortas y una pequeña trenza le recogía el cabello hacia atrás.

—¡Muchachos! El pueblo está agradecido, realmente dijeron la verdad respecto a los dragones. Sobre todo, a ti. —dijo señalando a Alem.

—¿Yo, señor? —Alem miró a Iris y luego de vuelta al hombre.

—Claro, tengo entendido que la jovencita es una Vleyquanger, nadie más podría haber logrado el control de esas criaturas. Esperando que esto sea de su agrado... —El hombre sacó un pequeño costal con monedas de plata y se lo extendió al joven—. El pueblo en agradecimiento le hace entrega de la recompensa que se había concertado. Hasta la fecha nadie se había presentado a hacerse cargo.

Alem tomó el pago y se lo entregó a Iris, estaba serio.

—Muchas gracias por su amabilidad —respondió.

Todo el pueblo hizo una reverencia y uno a uno se fue retirando del lugar con herramientas de agricultura en mano. Estaban por retomar sus actividades.

Iris vació el costal en su mano con intriga, puesto que nunca había tenido tantas monedas de plata en su poder. Sin embargo, le resultó curioso que la gente asumiera que Alem había sido el responsable.

—Lo siento, me hubiera gustado decir que el crédito fue y será completamente tuyo.

—Oh, no te preocupes, así es mejor. Tener que explicar cómo pude controlar a un dragón clase intermedia me habría metido en problemas.

—Bueno, el desayuno estará listo en unos momentos... —interrumpió Birger quien había salido corriendo hacia la cocina al recordar que tenía la estufa encendida.

—Golpe de suerte —rio Iris refiriéndose a la recompensa—. No había tenido tanta suerte en mi vida.

—Dímelo a mí.

Birger apareció con un par de platos y una hogaza de pan. Les había preparado un platillo hecho con huevos, verduras de colores variados y carne deshebrada.

—Justo a tiempo quitaron a los dragones serpiente de los terrenos, se me estaban acabando las conservas. Buen provecho —comentó el hombre sentándose en la mesa de al lado.

Alem e Iris miraron con nostalgia el plato y tomando un poco de pan comenzaron a comer.

Cada bocado sabía a gloria. Iris cerraba los ojos con cada cucharada y movía la cabeza de lado a lado con una expresión de felicidad.

Alem por su parte sonreía cada vez que la veía contenta comiendo. Era seguro que había estado sin probar alimentos así en mucho tiempo.

Hacía mucho que Birger no veía a una persona disfrutar tanto una comida, que se quedó observándolos unos minutos. Luego comenzó a conversar con ellos.

—Bueno, ¿Qué harán ahora? ¿Regresarán a la comunidad? —preguntó.

Iris miró a Birger aún con un bocado, por lo que se apresuró a masticar y tragar para poder contestar.

—Lo siento, eh... No, no por ahora, señor. Lo que sucede es que estoy buscando a... —Dudó en preguntar sobre su padre, así que prefirió redirigir la pregunta—. Viator.

—Ah, Viator, ese viejo loco. No estuve en la última reunión del consejo. De haber podido, nos habríamos conocido antes y habría podido cobrarle un préstamo que le hice para una de sus misiones.

—Sí, es un loco... —respondió con un tono un poco triste, no obstante, para intentar dejar de lado el tema le hizo una pregunta mucho más seria—: Disculpe las molestias, queríamos saber si conoce a algún escriba por estos lugares.

Birger iba a responder, sin embargo, el ambiente se vio interrumpido por sonidos de Alem carraspeando por haber tragado mal. El joven tosía tanto que los ojos le lloraban. Tomó una de las botellas a medio terminar, se la llevó a la boca y bebió el último trago de licor en busca de alivio.

—¡Su mater! ¡Perdón! —dijo el chico con la voz afectada por tanto toser.

Birger le hizo una seña con la mano para que tuviera calma.

—Sí, hay uno. No suele salir del pueblo, dudo que se haya ido pese a la situación —respondió con discreción.

—¿Es de confianza? —preguntó Iris.

—Es un escriba, todo lo que tenga que ver con el gobierno tiene sus detalles. Es un Vleyquanger que se colocó doble limitador, por tanto, no puede hacer uso del anma.

—¿¡Esa cosa salida del infierno?! ¿Por qué?

—Es el requisito para los Vleyquanger que quieran ser escribas —respondió encogiéndose de hombros—. Es a lo más alto que puedes aspirar siendo de este clan, sin embargo, tendrían que conocerlo para decidir si confían o no. Es un verdadero escriba oficial por lo que los documentos que expide son auténticos. Solo les advierto: tendrán que ser convincentes. Se rumorea que hace pactos, si sabes a lo que me refiero, pero por obvias razones no se puede confirmar.

—¿Conoce algo referente a la «comunidad»? No confío mucho si tiene que ver con este gobierno —preguntó Iris.

—No lo sé, pero un Vleyquanger con dos limitadores no puede ser una persona muy contenta con esta administración.

Alem miró a Iris encogiéndose de hombros.

—Bueno, habrá que verlo. Tengo que ponerlo en contra del rey, qué maravilla —expresó la joven con sarcasmo.

Iris y Alem prepararon sus cosas para irse ese día. Al mediodía la cantina se estaba llenando por lo que Birger no pudo acompañarlos con el escriba, pero les dio las indicaciones y así salieron hacia el centro del pueblo donde se encontraba su despacho.

El edificio lucía descuidado, la madera con la que estaba construido tenía signos de humedad. Un letrero maltrecho daba indicio de que ese era el lugar.

Estaban tan nerviosos cuando tocaron a la puerta polvorienta, que pensaron que el silencio de la espera se los tragaría. Luego de un rato Iris volvió a llamar; esta vez en el interior se escuchaba muchísimo ruido, cosas cayendo y rechinidos acompañados del sonido de pasos. Ambos se sorprendieron cuando un ojo se asomó a través de una pequeña compuerta.

—¿Diga? —preguntó la persona moviendo el ojo de lado a lado observando a su alrededor.

—Perdón la intromisión. Buscamos al escriba.

—¿Asunto? —preguntó con premura.

Iris miró de reojo a Alem, este verificó los alrededores y luego respondió:

—Una identificación —dijo haciendo una seña con la cabeza en dirección a Iris.

—¿Reposición? —cuestionó la persona.

Ambos jóvenes no estaban seguros de hablar, por lo que Iris, dudosa, mostró la mano extendida donde se encontraba escondido el sello del anillo de su madre.

La puerta se cerró de inmediato, los sonidos de los mecanismos de las cerraduras precedieron a la apertura del recinto y apareció una mujer de apariencia desaliñada entre unos treinta a cuarenta años.

—Síganme —dijo con seriedad abriéndose paso hacia un largo pasillo oscuro y polvoriento lleno de pilas de papeles, cuero y rollos de pergaminos.

—¿Qué le mostraste? —preguntó Alem en voz baja.

Iris le extendió la palma de su mano revelando el escudo de los Cassatore.

Alem se sorprendió tanto que se llevó la palma a la boca mientras seguían a la misteriosa mujer. Al llegar al fondo del pasillo los esperaba en la puerta indicando con una mano que pasaran.

Ambos entraron a una habitación fría y oscura debido a que tenía las ventanas bloqueadas, estaba llena de papeles y se iluminaba solo por unas cuantas velas y farolas. Esperaban encontrar a alguien detrás del escritorio, pero no había nadie, por lo que se miraron con extrañeza.

—Bien... ¿Por qué una Cassatore que no conozco desea una identificación nueva?

Ambos sintieron como un escalofrío recorría su espina y les erizaba los pelos. Voltearon y vieron que aquella mujer era a quien estaban buscando.

—Lo siento, es una larga historia. Yo no... —respondió Iris.

Alem interpuso su mano y continuó:

—Bajo el pacto de silencio todo, sin el pacto nada —dijo de forma contundente.

La mujer se irguió con la cabeza en alto y se dirigió al escritorio sin despegarles la mirada.

—¿Alguno tiene anma tipo viento? Me facilitaría las cosas, las piedras guarda-anma son muy caras.

—Yo, señora. Escuche nuestras peticiones —respondió Alem. Este juntó sus manos emitiendo un brillo color azul y luego las extendió envolviendo el lugar en una especie de protección. Las paredes del edificio brillaban tanto que el despacho se iluminó como si las ventanas estuvieran abiertas.

—Bien, le escucho, señorita —dijo sentándose en la silla del escritorio.

—No estoy registrada.

—Eso es imposible —respondió—. Damer y Vleyquanger deben tener papeles, la ley lo estipula desde el fin de la guerra. Si no los tiene es porque...

—¿No existía? Escuche, le voy a ser honesta, mi identidad no puede ser de dominio público por el momento. ¿Podría tomarme como un nuevo ciudadano?

—¿Dónde consiguió el sello real?

—Era de mi madre —respondió Iris.

—Conozco a todos los miembros de la familia real y puedo asegurar que usted no es uno de ellos.

—Porque he vivido oculta de ellos. Quisiera preguntarle una cosa... —Iris dirigió su mirada a los dos limitadores que portaba en las muñecas que estaban visibles sobre el escritorio—. ¿De verdad deseó renunciar al anma y tener su vida pendiendo de un hilo todos los días?

La mujer ocultó sus manos con seriedad. Se quedó en un incómodo silencio hasta que Iris le extendió su mano.

—Si me dice qué se necesita, podría intentar retirarlas para probar que digo la verdad.

—¿¡Cómo dice!? No —objetó retrocediendo—. Intentarlo me mataría, se requiere algo más que solo ser de la familia real.

Iris dudó por un momento, pues desconocía la naturaleza de los objetos de este mundo. Todo lo había aprendido por observación y pruebas. Si lo que argumentaba la mujer era verdad, tendría mucho que investigar si alguna vez quisiera retirar un limitador. Sus opciones de negociar se acababan, por lo que decidió poner las cartas sobre la mesa.

—Señora, la necesito a usted para poderme mover por el reino. Asumo que ya ha hecho pactos de silencio antes, por lo que aceptar la muerte tampoco es un problema —argumentó—. ¿Por qué tendría que pactar algo así sabiendo que es ilegal?

La mujer desvió la mirada, lo pensó un poco y luego respondió:

—Mi familia deseaba tanto que alguien fuera un escriba para tener una vida con «comodidades» —dijo con sarcasmo mientras veía el desorden y la miseria a su alrededor—. ¿Puedo preguntarle su nombre?

—Solo puedo decir que mi nombre es Iris.

—Si lo que dice es verdad, entonces es Iris Cassatore. ¿Alguna razón para ocultar el apellido de su padre? O es que es hija natural.

—Soy hija legítima, pero prefiero reservarme su identidad.

La mujer hizo una seña de alto con la mano. Se quedó en silencio, tomó una pluma y un libro de registros, lo abrió y comenzó a hojearlo hasta llegar a una página en blanco.

Alem e Iris estaban nerviosos a la espera de la respuesta de la mujer.

—De todas formas, esos malditos me pagan una miseria comparada con los escribas Damer —rezongó—. Debo advertirle que yo no hago simples falsificaciones, soy un escriba oficial. Los ojos expertos pueden dar fe de su autenticidad y dada la calidad no es algo barato ya que me estoy jugando el pellejo.

Iris extendió la mitad del costal de monedas de plata sobre el escritorio.

—¿Será suficiente? —respondió Alem.

La mujer fijó la mirada en las monedas y luego en los chicos de forma repetida, como si no pudiera creer que le estuvieran pagando tal cantidad de dinero.

—¿Qué nombre quiere ponerse? —preguntó contando las monedas y dejándolas caer en uno de los cajones del escritorio—. Los Damer tienen un aproximado de cuarenta familias en total. Le sugiero que tome los apellidos de familias con las que pueda confirmar la identidad si tuviera un problema o en caso contrario, tomar apellidos con numerosos registros.

Los jóvenes sonrieron entre sí, luego Alem tomó la palabra:

—Primero que nada; el pacto de silencio o no continuaremos.

—Por supuesto —respondió la mujer de forma seria levantándose de la silla. Tomó un abrecartas y se hizo un corte con suma rapidez y cierta rudeza.

—Iris, tu mano —agregó Alem haciendo un gesto con la mirada para que le siguiera.

La mujer se manchó la otra palma de la mano con la sangre de la cortada invitando a Iris a hacer lo mismo. La joven observaba la mano de la mujer notando varias cicatrices en la palma producto de otros pactos y debido a que su débil anma no le permitía acceder a las cualidades regenerativas de su clan.

Luego de aquello, los tres se tomaron de las manos formando un círculo y Alem comenzó el proceso.

—Por medio de este pacto, juramos que lo que se hable en esta sala, y nuestras identidades, quedará sellado en nuestras mentes y nuestras bocas. Que todo aquel ajeno a este pacto solo obtenga el silencio.

—Yo, Iris Drego Cassatore juro silencio.

—Yo, Alem Zorex juro silencio.

—Yo, Malena Arnet Dimas juro silencio.

El fenómeno de la luz introduciéndose en la garganta se presentó en los tres participantes finalizando el pacto. Malena miraba a Iris con suspicacia. Se sentó limpiando su herida con un pañuelo y comentó:

—Si mal no recuerdo, Drego es de los apellidos más antiguos de los Vleyquanger, me inquieta. Le voy a preguntar una cosa: ¿Le suena el nombre de Antreas Drego?

El rostro de Iris se iluminó.

—¡Es mi padre! ¡¿Lo conoce?! —exclamó.

Malena calló por breves instantes, mientras miraba al papel del libro de registros como si hubiera algo en él, pero no había nada en la realidad.

—Antreas Drego fue... —la mujer hablaba, pero sus palabras estaban silenciadas.

Iris no pudo ocultar su decepción, su silencio lo decía todo. Desviando la mirada comenzó a caminar en círculos por toda la habitación.

—Lo lamento, no puedo hablar al respecto, pero necesito preguntarles: ¿El uso de esta nueva identidad tiene que ver con los planes de su padre?

—¿Qué planes? Me trajo aquí sin decirme nada —respondió con desgano—. Yo solo... yo solo quiero poder moverme por este maldito territorio en paz para buscarlo.

La mujer tomó la pluma, remojó la punta en el tintero y luego prosiguió a escribir en la hoja en blanco del libro de registros.

—Muy bien, decida su nuevo nombre. Le advierto que esto será válido para las autoridades, así que tiene dos opciones para encajar en la ley: la primera opción es tomar un solo apellido y hacerse pasar por un hijo natural, con la desventaja de que no habrá nadie que responda por usted ante un juicio. O podría elegir el apellido de algún Damer conocido. La segunda opción es más segura para usted porque queda respaldada —dijo mirando a Alem.

—¿Si adoptara el apellido de Alem qué implicaciones tendría? —preguntó Iris.

—¿Cuál era su nombre completo? Se me olvidó —preguntó la mujer con suspicacia.

—Alem Zorex...

—Zorex... ¿Qué?

—A secas... Mi padre me crió solo.

—¿Solo?... ¿Ninguna mujer lo reconoció como hijo?

Alem se quedó mirando a la mujer con desagrado y poniendo los ojos en blanco se cruzó de brazos y respondió con frustración:

—No, señora.

Iris estaba consternada respecto a ese dato. Ya que ambos evitaban hablar sobre sus padres de forma detallada, nunca lo imaginó.

—Si tomara el apellido del señor Alem los pondría en calidad de matrimonio... —respondió.

A Iris se le descompuso el rostro, Alem por su parte lucía pensativo, no parecía sorprenderle.

—¿No se puede pedir que se me reconozca como otro familiar? —cuestionó la chica.

Malena hizo una negativa.

—Si llegara a tener un proceso legal, las personas solteras deben tener el reconocimiento de los miembros de su familia para validar la identidad, en cambio, si la persona ya está casada, sólo requiere el reconocimiento de su cónyuge.

Iris iba a replicar cuando Alem la interrumpió sin ninguna entonación de duda.

—Adelante, que tome mi apellido. No tiene relevancia. De todas formas, no es algo real para nosotros.

—Espera un momento, Alem. ¿Nos permite un segundito?, tengo que hablar con mi amigo —respondió Iris jalando a Alem para hablar entre ellos—. ¿En qué estás pensando? Es demasiado serio un documento de matrimonio, pidamos una falsificación con un nombre al azar y vámonos.

—Lo que dice es verdad, Iris. Ella es un escriba oficial y la fe de identidad tendrá sellos oficiales, no imitaciones como la que usé para el ejército. Necesitas un Damer que te respalde. Te lo dije, yo tengo papeles.

—Pero tu falsificación sirvió, no les importó. ¡Además cuando dijiste que tú tenías papeles no pensé que te ibas a referir a esto! ¡Una falsificación tiene un peso muy diferente a una auténtica! Y además aseguro que tu historial legal no es muy alentador.

—Iris, entré al ejército como soldado. Mis compañeros fueron carne para los dragones y aseguro que al rey eso le tiene sin cuidado. Pero tú eres otro asunto muy diferente. Si estás en los libros de registros de verdad, al investigarte podrán descartarte. Y por mis antecedentes no te preocupes, faltas menores. Muchas nunca se pudieron probar y la gran mayoría las cometí antes de los dieciocho —guiñó un ojo.

—Momento, es que...

—Señora, ¿de qué documentos estaríamos hablando? —preguntó Alem sin escuchar a Iris.

—Con tener un documento de identidad y un documento que lo respalde. Puede ser la fe de matrimonio o la fe de su primer registro como nuevo ciudadano. Con la fe de matrimonio sólo se requiere el apellido del cónyuge para ser reconocida.

Las tradiciones dictaban que la mujer tomaba el apellido del cónyuge como identidad legal ante el estado, renunciando a los apellidos de ambos padres. Sin embargo, podía seguirlos usando dentro de su núcleo social y esto sólo se revertía por medio de una anulación o la viudez si así lo quería.

El matrimonio era un tema serio para el reino, cualquier compromiso debía ser investigado para prevenir la unión entre miembros de ambos clanes. Una ceremonia de matrimonio era tema relevante por su naturaleza; la vinculación de ambos anmas.

—¿Lo ves? La situación es la siguiente; no tienes el amparo de una familia Damer, no te convendría hacerte pasar por un hijo natural y además tú ni siquiera quieres vivir aquí, ¿o sí? ¿Quieres regresar a casa? Porque una vez que arregles tus asuntos podrás irte sin ningún problema.

Alem había preguntado algo que a Iris le había costado responderse durante todo el tiempo que había estado en el reino. No sabía si era el deseo de su corazón regresar, ya que sentía que primero debía saldar cuentas con su padre.

—Alem, es que no es sencillo. ¿Qué tal si no puedo regresar? ¿Y si no quiero regresar? Legalmente seguiría casada contigo.

—¿Por qué no lo harías? Tenías una vida tranquila allá. Y por el matrimonio no te preocupes, sin ceremonia sería solo una cosa de papel, la anulación es posible.

—No hables de lo que no sabes... ¡Ja! tranquilidad —respondió con molestia.

—¡Ah! ¡Por supuesto que lo sé! Yo no querría quedarme aquí si fuera tú, es más, me gustaría ir contigo si pudiera. Déjame ayudarte.

—¿¡Qué?!... —Iris retrocedió y observó a Alem con molestia e incredulidad—. No puedo creerlo... ¿Ese es tu interés?

Dato curioso del capítulo: Antreas significa "Hombre con poder increíble".

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