Aceptación parte 1
Alem e Iris continuaron por el camino de los trigales hasta llegar a un pueblo cuya escasa población era, en su mayoría, Vleyquanger. Por donde pasaban veían a personas perdidas en el vicio del alcohol, mientras que otros permanecían viéndolos con desconfianza desde la seguridad de muros y ventanas, portando armas a la vista como forma de advertir que estaban preparados para defenderse.
Iris se mantuvo a lado de Alem utilizando a Fideag como una tapadera, pues a pesar de que eran miembros de su clan, algo no le daba muy buena espina; no se sentían bienvenidos. Ambos estaban de acuerdo en que el lugar no era seguro, pero seguir en la oscuridad los exponía a otros peligros y debían descansar.
Iris observó que las heridas de Alem estaban cicatrizando más lento, puesto que tenía una excoriación en la frente que aún sangraba, contrario a ella, que sus heridas estaban a punto de desaparecer.
Después de un tiempo caminando por la calle principal, divisaron un hostal, el cual era el único lugar animado del pueblo. El sitio estaba lleno y la gente conversaba. Todos eran Vleyquanger que, en su mayoría, eran hombres de mediana edad con barbas y apariencia desaliñada.
Cuando ambos cruzaron la puerta, el semblante de la gente cambió de relajado a serio. Parecía que los iban a matar con la mirada, y el cantinero no tardó en darles una advertencia en cuanto notó su presencia:
—Solo se atienden Vleyquanger.
—Disculpe —dijo Alem con un poco de timidez, pero tratando de sonar lo más seguro posible—, solo estamos de paso.
—¡Huyendo como siempre! Los dragones nos quitan el sustento del pueblo y ¿qué hacen? ¡Se largan siendo los únicos capaces de hacerse cargo de una situación de la que fueron responsables! —comentó un hombre al fondo. Todos confirmaron al unísono.
Alem supo que se referían a los dragones serpiente y pensó que quizá, si les explicaba, todo se arreglaría.
—Los dragones serpiente ya se han ido. Es por eso que estamos... eh... ¿heridos? —dijo Alem viendo con sorpresa la piel intacta de su compañera.
—¡Mentira! —respondió el cantinero—. Esos dragones solo los puede manejar un miembro de los Damer con una gran preparación.
Iris miró a Alem de reojo. La gente comenzó a hacer alboroto, algunos les gritaban con ira acercando botellas rotas o sacando armas blancas.
—¡Momento! —gritó Alem—. No tenemos por qué mentir, además agredir a un Damer es contra el pacto.
—¡El pacto ya no importa cuando la gente que se puso en sus manos está muriendo! ¡Nos tienen encerrados y pisoteados! ¡Todo por un maldito limitador que no es más que un grillete! —respondió el cantinero.
Los jóvenes retrocedieron con miedo de la gente que se acercaba amenazante. Al ver que también había personas armadas detrás de ellos, Iris se puso delante de Alem.
—¡Vleyquanger ut est, Vleyquanger brat ye! —gritó la chica, interrumpiendo los gritos de todos. Aún no sabía drego, pero Viator le confió esas palabras para usarlas si un día se encontraba en un aprieto muy grande. Draconia era pequeña, pero tenía sus redes.
El silencio inundó el salón. La mayoría de la gente desconocía lo que acababa de decir, así que continuaron acercándose, hasta que en el fondo una voz grave y con tono autoritario detuvo a la turba.
—¿¡Quién te ha enseñado esas palabras, Damer?!
—¡No soy un Damer! —respondió Iris dando un paso al frente con inseguridad.
—No portas el símbolo del lazo, mujer —respondió la voz refiriéndose al trenzado del cabello.
Unos pasos fuertes y pesados se acercaban. La puerta de la cocina se abrió, dejando ver a un hombre robusto, fuerte y con una cicatriz en el ojo izquierdo. Portaba una trenza pequeña, que crecía detrás de la oreja y el resto de su cabello estaba rapado.
—Halve sangere —respondió mostrando su costado mientras desviaba la mirada.
El hombre se acercó a Iris, le miró a los ojos y luego respondió:
—Demuéstralo.
La atmósfera se había tornado extraña. La multitud estaba confundida por la conversación, pero parecía respetar tanto a aquel hombre como para desistir su intento de linchamiento.
—Sin un pacto de silencio, no puedo demostrar nada a quienes no tienen el conocimiento que usted tiene —respondió Iris mirando al tipo hacia arriba, ya que era bastante alto.
El señor miró a su alrededor y luego respondió:
—Vamos a la cocina. ¡Salgan todos! Sin excepción. Yo mismo hablaré con esta gente —ordenó.
Las personas protestaron, sin embargo, obedecieron a regañadientes. El cantinero cerró las puertas y comenzó a recoger el desorden.
El hombre guió a Iris y a Alem dentro de la cocina. Hizo a un lado una mesa y levantó una puerta secreta. Ambos chicos observaron en silencio toda la escena. Mientras Iris sentía un poco de nerviosismo, Alem trataba de asimilar lo que su compañera acababa de hacer.
—Adelante —dijo con seriedad el hombre.
Con dudas Iris dio el primer paso y se adentró al sótano. Unas escaleras medio oscuras le daban la bienvenida, iluminadas por unas farolas con esferas luminosas similares a las de Draconia.
—Iris, no me gusta esto —murmuró Alem.
—No te preocupes, déjame hablar, lo que escucharás aquí es parte de «mi verdad».
—¡Bien! Tu nombre, extraña —interrumpió el hombre al llegar al fondo de las escaleras detrás de los jóvenes.
El sótano eran las barricas donde estaban almacenados los barriles con el licor y algunos alimentos. El olor a madera impregnaba el aire.
—Iris Drego —respondió.
—No es posible —expresó el hombre con incredulidad.
—Al parecer he tenido muchos problemas para llegar aquí, señor. Solo quisiéramos un cuarto para descansar. No quiero causar problemas ni que esto represente un obstáculo para sus actividades diarias.
El hombre observó a Alem y luego le dirigió a Iris una mirada como si se cuestionara quién era él.
—Tu marca, muchacho —ordenó.
Iris se puso entre el hombre y Alem y luego agregó:
—Es Damer... con un pacto de silencio conmigo.
—¿¡Sabe lo que es usted?! No puede ser bueno —expresó indignado.
Iris estaba a punto de replicar, cuando Alem interpuso su mano para hablar:
—Le debo la vida, señor... Y al parecer ya son dos veces... —respondió extendiendo la mano hacia el desconocido—. Si usted lo desea, puedo realizar otro pacto de silencio sobre el secreto que ustedes dos ocultan.
El hombre estaba sorprendido, pero aún desconfiaba, por lo que bajó la mano de Alem con sutileza para dirigirse a Iris:
—Mi nombre es Birger Colborn, ¿Qué relación tienes con...? —dijo el hombre, pero Alem observó que mientras sus labios se movían, no emitía ningún sonido. El joven volcó su mirada en Iris quien parecía entenderlo y presentaba el mismo fenómeno.
—Viator Berrycloth me mostró el camino —respondió.
—Disculpen —interrumpió el chico—. No escuché lo último.
Iris miró a Alem con extrañeza y luego comenzó a explicarle, sin embargo, pese a que movía los labios, no emitía sonido alguno para los oídos de Alem una vez más.
—No le escuchará —interrumpió Birger—. Tenemos activo el pacto de silencio, usted puede escuchar lo que decimos, pero él no va a oír nada. Por lo que veo no sabe sobre... eso.
—No, señor —respondió Iris.
Alem no tardó en comprender lo que estaba sucediendo.
—Ah... Ya veo, continúen —dijo con un tono de resignación, mientras se sentaba en las escaleras para contemplar cómo Iris entablaba una conversación con Birger sin escuchar ni una palabra.
Iris miraba a Alem a ratos, Birger hacía lo mismo. Para el chico era un poco incómodo el sentir que era parte del tema de conversación por lo que asumió que Iris estaba contando una historia respecto al secreto y por qué él no estaba enterado aún. Al cabo de un rato, Iris llamó la atención de Alem para que se acercara.
—Alem, ¿podrías ayudar con un pacto?
—¿De qué se trata? —preguntó sorprendido.
—Birger quiere hacer un pacto, ya le expliqué qué soy y algunas cosas que no pudiste escuchar, pero son importantes. Los que saben de mí deben hacerlo, es una obligación para los Vleyquanger de la comunidad.
—Ah, es verdad... —respondió serio. Estaba un poco molesto porque no entendía el contexto completo, pero comprendía las circunstancias de Iris, así que accedió.
Birger tomó un cuchillo de dentro de su delantal y se hizo un corte en la mano. Los pactos de silencio hechos a un tercero debían incluir la sangre del implicado para que funcionara, por lo que hizo el juramento de callar el secreto del origen de Iris, que culminó con una esfera de luz que se introdujo en la garganta del hombre.
Más tarde Birger les dio una sola habitación para los dos. Alem quería pedir una habitación aparte, pero era la única disponible. Las visitas de gente de fuera comenzaron a disminuir meses atrás cuando el ejército hizo un control más estricto en las entradas de los pueblos, por lo que Birger las tenía de almacén.
Después de la llegada de los dragones, las personas consideraron el pueblo peligroso. El ejército se había ido para atender revueltas en otro territorio, por lo que lo dejaron desprotegido.
Con el paso de las semanas los pobladores decidieron salir de ahí, siendo los Damer los primeros en irse. Algunos Vleyquanger huyeron al bosque rodeando el territorio de los campos, pero quienes lo hacían se arriesgaban a enfrentar los peligros de las criaturas que merodeaban las áreas sin caminos trazados. La mayoría de los Vleyquanger que quedaron no tenían mucha experiencia en los bosques, puesto que hicieron casi toda su vida en un ambiente rural más acercado al estilo de vida de los Damer.
Al entrar a la habitación, encontraron una cama grande donde podían dormir dos personas. No obstante, esto no fue del agrado de Alem, quien, en silencio tomó una almohada y una sábana, la echó al suelo polvoriento y ahí se sentó.
—Buenas noches —dijo de forma seca.
—No tienes por qué dormir en el piso —respondió Iris enarcando una ceja.
—No, gracias. A decir verdad, no me parece correcto dormir en la misma cama.
—A mí no me importa compartir. No es importante, ven —dijo tocando la cama.
—No...
Iris suspiró poniendo los ojos en blanco, rodeó la cama hasta llegar a la silla donde tenía sus cosas, tomó la bolsa hecha con el estómago de un venado y sentándose a lado del chico comenzó a hurgar el contenido.
—¿Qué haces? —preguntó el muchacho observando a la joven.
Iris sacó el mismo ungüento que le había aplicado a su dragón y se lo mostró. Luego se puso frente a él y comenzó a aplicarle la pomada en la herida de la frente.
—¡Ya basta, mujer! ¡Auch! ¡Arde! —pidió el chico tratando de alejarse al ver a Iris tan cerca de su rostro. Podía percibir un aroma tenue a tierra mojada y flores silvestres.
—No, y no te muevas —replicó tomando su cabeza y reteniéndolo con una mano mientras terminaba de untar el mejunje.
—No tenías por qué hacer eso —dijo resignándose a ser curado por la joven.
—No sanas tan rápido, se te puede infectar.
Alem siguió en silencio mientras la chica continuaba haciendo curaciones en manos, brazos y cuello. Hacía muecas de dolor cada vez que la mezcla le tocaba las heridas, ya que sentía un ardor bastante agudo seguido de una sensación de calor. Después de un rato de estar callado y evitando hacer contacto visual, decidió hablar.
—La verdad me gustaría saber más de lo que ocultas. Pensé que el hecho de ser una mestiza era todo, pero veo que estás cargando con algo mucho más serio.
Iris terminó de hacer la curación, se levantó sin dirigirle la mirada y devolvió sus cosas en la silla, luego se sentó en la cama emitiendo un largo suspiro. Su rostro reflejaba tristeza.
—Me gustaría poder hablarlo, pero el pacto que hice al respecto no me dejará. No es que no confíe en ti.
—Puedo hacer un pacto también, así es como se hace una inclusión dentro del contrato.
—No —respondió Iris haciendo una negativa con la cabeza.
—¿Por qué? ¿Porque soy un Damer? —preguntó. Se estaba molestando.
—No, claro que no, no es eso, es que...
—¿Qué? Estoy aquí, no me cuentas las cosas más relevantes. Siento que no estoy yendo a ningún lado. Quiero saber bien en qué me estoy metiendo. ¿Cuál es tu objetivo? —interrumpió la explicación de la joven.
Alem estaba confundido, preocupado por lo que acababa de presenciar. Aunque no le importaba mucho meterse en problemas, al menos deseaba saber los detalles sin ir a tientas y saber cómo actuar en caso de necesitarlo.
—¡Es que eso no lo sé! —respondió la chica con frustración.
Ambos se miraron en silencio. Iris se tocaba el entrecejo mientras contaba hasta diez para calmar su estado de ánimo, porque no quería que la conversación se tornara intensa. Luego continuó:
—No sé exactamente el objetivo de mi padre, me dejó aquí sin rumbo. Y lo del pacto... tiene que ser aprobado por los Vleyquanger implicados. Hay cosas que me sobrepasan.
—Bien, entiendo. No voy a replicar al respecto por ahora, pero siento que esto se está metiendo en terrenos peligrosos.
—Tú dijiste que tu lealtad no se debía a esta nación por sus ideales. Tus sospechas no son infundadas, llevo pensándolo todo este tiempo. Hay un Vleyquanger sin limitador; el guardián de los portales debe tener un gasto de energía increíble para haber podido traerme aquí. Con un limitador eso sería cometer un suicidio.
—¿Tratarás de acercarte al Vleyquanger que lidera las revueltas? ¿Se relaciona con el secreto que guardas?
—Aún no lo sé, parecían no relacionarse, pero... si resulta que el Vleyquanger causante de las revueltas es mi padre, entonces es probable.
—¿Los Vleyquanger de la comunidad que dices no te han dicho nada?
—Parecen ignorarlo o se hacen los locos. No hablan conmigo al respecto de ese tema. Si te soy sincera, Viator hizo mucho por mí, pero el muy cabrón me ocultó también varias cosas. Solo puedo decir que encontrarlo nunca fue una casualidad.
—Muy bien, eso lo decide. Tendremos que hacer nuestra propia cacería de información. Pero antes, necesitamos dinero.
—Puedo vender algunas hierbas y pieles, aunque no creo que sea suficiente.
—En efecto, y el robo tampoco es una opción si quieres pasar desapercibido... Pero... quizá sí sea suficiente si aplicaras los conocimientos que te enseñó Viator sobre el oficio de cazarrecompensas.
—Oh no... Nunca he hecho su trabajo, no podría —respondió nerviosa.
—Yo tampoco lo he hecho, pero se empieza usando la red de información para averiguar qué necesitan las personas, por lo que te pagarían muy bien.
—Eso puede hacer que se expandan rumores, no quiero que se sepa de mi existencia —dijo con incomodidad.
—Iris, iremos con un «escriba».
—¿Qué es eso? Suena a un secretario.
Alem enarcó una ceja pensando en la palabra «secretario», pero dejó de lado el tema para centrarse.
—No sé qué es un secretario exactamente, pero... un escriba es una persona que expide los documentos oficiales del reino.
—¿Hay gente capaz de hacer eso? ¿No nos metería en problemas si habla?
—Humm... Creo que no te han dicho que los pactos de silencio son ilegales, ¿cierto? Pues si encuentras al escriba correcto, él hace pactos con trabajos como esos.
—¿¡Ilegales?!
—Desde la guerra. Fue una medida para disuadir a las personas de hacerlo ya que se considera asunto de seguridad para el reino y un acto de alta traición el ocultar temas de interés. Pero eso no sirve de nada, de todas formas, quien hace un pacto de silencio da a entender que prefiere la muerte a revelar información al enemigo. Es una forma rápida de evitar los interrogatorios y pasar a la sentencia.
—Tiene sentido y de hecho acabo de caer en cuenta que cada vez más me hundo hasta el cuello con las leyes de este reino —respondió la chica, no obstante, ya le podía importar poco porque su mera existencia ya era motivo de que le persiguieran. A la vez le hizo pensar que el compromiso de Alem era mucho más serio de lo que pensaba.
Ambos se quedaron hablando hasta la madrugada. Debían conseguir un mapa y la información necesaria para encontrar a un escriba que fuera capaz de realizar una falsificación de identidades. Era probable que encontrando a la persona correcta podrían incluso llegar al Vleyquanger de las revueltas.
Iris no podía sentirse más feliz, estaba más cerca que nunca de encontrar a su padre. Ambos estuvieron de acuerdo que la única persona a la cual podrían preguntar lo que necesitaban era Birger.
Espero que les haya gustado este capítulo.
¿Qué creen que pasará? No olviden votar y comentar si les gustó.
Dato curioso: Birger es un nombre nórdico cuyo significado es "El que ayuda" o "Para ayudar/proteger".
Tengan una linda semana.
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