03.
Cuando Seamus estuvo afuera, luego de la oleada de personas, salió junto a Ginny. Seamus la tomó de la mano y caminó junto a Ginny, empezando a quejarse. -No puedo creer que haya hecho eso. Quiero decir, a nadie le agrada Malfoy.
Ginny se burló en voz baja. —Es un castigo para Larissa, por llegar tarde. —supuso.
Larissa puso los ojos en blanco con diversión. —Pues creo que es bueno en pociones y podría aprobar la materia. — murmuró sin tener nada que decir, no es como si pudiera defender a un mortifago, asesino y además grosero Slytherin.
Seamus se burló sin gracia. —Por Merlín, creo que prefiero lavar baños que trabajar con esa cosa llamada Malfoy.
Ginny tapó su boca, ahogando la risa. Larissa sonrió por un breve segundo. —Espero no me cause inconvenientes trabajar con él.
—Y yo espero que no trabajes fuera con él, deberían hacerlo solo en horario de clases. —murmuró con un toque de gracia, pero su seriedad era más que notoria para Larissa.
La castaña no dijo nada, solo miró al frente sin decir una palabra. Entonces Ginny habló. -¿Realmente crees que ella desea pasar tiempo extra con él? - se burló incrédula.
Larissa solo sonrió apretando sus labios, fingiendo que le causaba gracia, sabiendo dentro de su cabeza, que ella le había propuesto a Draco trabajar juntos. En su habitación. Eso no era algo que sería bien visto a los ojos de absolutamente nadie. Las mentes pecaminosas comenzarían a dar falsos testimonios, falsas verdades, las cuales saldrían de sus bocas con facilidad, porque siempre había sido más fácil hablar de otros que de ellos mismos. Siempre fue más fácil así. Era más fácil reír de la desgracia del otro, que reír de la de uno mismo.
¿Acaso no tenía más sentido reír de las cosas que probablemente harían llorar a alguien por la noche que reír de las nuestras?
¿No era más fácil fingir ser alguien correcto que serlo?
¿No era más fácil?
Era muy fácil hablar de los defectos de otras personas, nunca de los de uno mismo; nunca fue fácil ir a un espejo y decir cosas hirientes a nosotros mismos, nunca había sido fácil reír de como sabíamos que más tarde nos iríamos a acostar para llorar toda la noche y despertar con un dolor en el pecho, sabiendo que un día más habíamos despertado con vida, un día más tendríamos que arrastrar los pies al sufrimiento. Al sufrimiento interminable de las risas, criticas y habladurías. Pero fingir ser alguien más siempre fue fácil ¿O no?
Decir hacer las cosas bien, era más fácil que realmente hacerlas. Riéndonos de las cosas que a otros les pasaban, porque siempre fue más fácil reír por un momento de nuestra miserable vida que ayudar a los demás. Siempre había sido más fácil fingir ser alguien que no eramos. Fingir pertenecer que abrir la boca ¿O no?
Larissa lo creía así.
Siempre vio como todos preferían reír, criticar y mentir de los demás ¿Y ella? Ella no era un ejemplo a seguir, estando con un montón de gente que lastimaba casi tanto como los mortifagos, viendo nada más.
Viendo como las burlas a los menos afortunados escapaban de sus bocas, viendo como otros estudiantes eran empujados y lastimados por sus amigos, por aquellos dos y otros más que la estaban acompañando por los pasillos del castillo de Hogwarts.
¿Por qué lo hacía? ¿Por qué no hacia más que mirar? ¡Oh! Porque siempre fue más fácil mirar que actuar.
Siendo ella la misma hipócrita que todos. Observando como todo lo que ella detestaba lo hacían realidad sus amigos. Era más fácil mirar. Siempre lo fue. Siempre lo había sido. Y siempre lo será. Los buenos tiempos se habían acabado, ahora solo se dedicaban a molestar ex mortifagos y alumnos Slytherin.
¿Pero ella que podría hacer? Nada.
Absolutamente nada, porque era una Gryffindor, se caracterizaban por la valentía, pero ella no era más que un chiste, porque nunca detuvo a sus amigos, incluyendo a su novio. Nunca los cuestiono y dejo que aquellas personas se acostaran con lágrimas en sus ojos, odiándose a si mismas más de lo que sus amigos ya los odiaban.
Porque las personas no eran más que habladuría y dolor.
Cada cosa que hicieras siempre sería reprendida y castigada. Nunca más.
A ella le dolía pensar en cuantas personas se fueron a acostar odiando a si mismas, con lágrimas en sus ojos y sollozos en la madrugada, quizás hablando con sus padres sobre cuanto y como se odiaban. Consideraba valientes a aquellos que se atrevían a hablar, pero ella simplemente se congelaba cuando lo hacían.
Nunca actuaba y odiaba eso de si misma.
Entonces Seamus comenzó con su voz, esta vez le molestó en sus oídos escuchar las quejas. —Ahí está Malfoy. — soltó la mano de Larissa y corrió hasta el final del pasillo.
Larissa sintió un balde de agua fría sobre su cabeza. Ella observó como un grupo de Slytherin y Gryffindor corrían y empujaban a Draco Malfoy. Mientras él pasaba con la cabeza gacha, todos lo empujaban, se burlaban de él e incluso lo hacían tropezar. Su corazón se estrujo al no poder hacer nada.
Pero ella si podía. Simplemente no tenía el valor de ir a hacerlo, aun temía del mortifago ahí. Pero el mortifago se veía tan débil, ella pudo notar como las manchas rojizas brillantes manchaban su camisa. Sangre.
Lo habían golpeado. Los golpes lo habían dejado tan mal, que apenas se mantenía de pie, se estaba tambaleando por los pasillos, sosteniendo su mano mallugada en la pared, con las piedras enterradas en sus palmas.
Larissa pudo ver como Seamus se acercaba a él de forma rápida y lo tiraba al piso. Las carcajadas no tardaron en escucharse. Seamus pateó una, dos, tres, cuatro, cinco... cinco veces el estomago de Draco.
¿Cómo sabía con exactitud? Porque Larissa solo estaba mirando, sintiendo que la cobardía la estaba llenando, pero por una vez en su vida se sintió util, cuando corrió por el extenso pasillo y antes de que Seamus pudiese hacer algo más, aprovechándose de la vulnerabilidad del chico rubio de Slytherin, ella lo tomó del brazo y lo jaló. Su corazón estaba doliendo al ver como estaba ese chico, gimiendo en el piso, cerrando los ojos, intentando ponerse de pie. Pero no podía hacerlo.
Todos salieron corriendo de repente. —¡Señores, a sus clases! — gritó McGonagall. Entonces ella jadeó horrorizada al ver el estado de Draco, lo puso de pie mientras corría a los alumnos curiosos y sonrientes de forma malvada.
Y nada más supo Larissa del joven Malfoy. Teniendo como una última imagen, la cara llena de sangre y moretones, el chico jadeante y gimiendo de dolor.
El estomago se le revolvió y miró al chico Gryffindor molesto a su lado. —¡Le daría una paliza! — se quejó Seamus cuando ambos entraron a la vacía sala común de la Torre de Gryffindor.
Larissa lo miró incrédula. —Lo golpearon ya. Lo han lastimado demasiado.
Seamus se burló sin gracia. —¿Qué? ¿Acaso te gusta? Por Merlín, no puedo creer que lo estas defendiendo.
Larissa frunció el ceño y apretó sus labios. —No lo defiendo, solo digo que... no debiste- sus compañeros de casa lo hicieron antes. — dijo, bajando el tono repentinamente.
Seamus miró a la ventana unos segundos y resopló. —Tienes razón, lo siento. — murmuró.
Larissa asintió, restando importancia a lo que decía. Realmente las peleas con Seamus no eran sus favoritas. Para nada.
-
¿Actualizando diario yo? Si, así es.
Aprovechen que la siguientes dos semanas son exámenes en la prepa *cry.
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