Escrito por Veattrix — 375 palabras

—Matt, ya despierta, Matt—movió al chico una y otra vez, recibiendo sólo ronquidos. Suspiró y subió sobre él para después morderle la oreja. El ronquido quedó interrumpido por una risa y luego dos brazos delgaduchos lo rodearon.

—Pero oficial River, tengo prescripción médica para fumar yerba cerca de una primaria—después esa risa tan contagiosa que puso una ligera sonrisa en ese serio rostro.

—Muy gracioso, ve a alistarte, recuerda que hoy entras temprano—se bajó de su pareja y tomó camino a la cocina.

—Bien lo dicen, el que gana más es el que lleva los pantalones en la casa y hablando de pantalones ¡dónde quedó mi uniforme!

Nate se acercó con un enorme bostezo a la máquina expendedora de café, no tenía ningún disgusto por los lunes, sólo por la afición de su novio de tenerlo despierto hasta altas horas de la noche escuchándolo jugar y luego querer hacer la guerra en la cama en la madrugada.

—Dile a Matt que ya te deje dormir.

—Buenos días, Beyond y ya les he dicho que Matt y yo sólo somos buenos amigos—miró como el lunático ex novio de Matt vaciaba tres sobres de mermelada dentro de su café, verlo con esa enorme sonrisa indescifrable con sus manías extrañas se hacía preguntarse todas las mañanas ¿qué era lo que Matt vio para estar juntos ahora? Claro, su vida era mucho más hogareña, cena en casa con una película, domingos sin levantarse hasta las once de la mañana, hacer la limpieza en el departamento, separar la ropa de color y la blanca para lavarla. ¿qué de especial había en todo eso para preferirlo sobre el Mustang de Beyond y sus fiestas interminables de fin de semana?

Escuchó como el de pelo azabache se reía.

—Claro claro, puede que para todos aquí sea así, pero…—lo vio poner su brazo junto al suyo, los colores no eran iguales, su camisa blanca inmaculada ahora pintaba un rosa muy ligero casi imperceptible, seguramente de un calcetín rojo o uno de esos escandalosos boxers rojos que a Matt tanto le gustaban; cerró los ojos escuchando a su espalda como Matt salía de su junta sabiendo que ese tonto tendría el mismo color de uniforme—el rosa los delata.