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Jackson nunca había sentido ese llamado natural a formar parte de una manada. En Londres había conocido a varios alfas que le ofrecieron unirse a ellos a cambio de protección, pero, aunque estar por su cuenta lo convertía en un omega y por consiguiente en alguien vulnerable, nunca le había gustado depender de nadie y tampoco sintió que le hiciera falta, o al menos fue así hasta que volvió a Beacon Hills.

Antes de tomar ese vuelo sabía que Scott se había convertido en un alfa verdadero, pero no esperaba sentir esa fuerza casi gravitacional, cuando vio al que en otro tiempo fuera la razón por la que su vida cambiará radicalmente y aunque solo habían transcurrido un par de años desde la última vez que se vieron, parecía una persona totalmente distinta.

Scott siempre había sido el líder de su pequeño grupo de inadaptados, pero ahora Lydia e incluso Derek lo miraban con respeto y podía detectar de unas cuantas personas que no conocía su profunda admiración, mientras explicaba su plan para detener a Monroe.

—¿Volverás a Londres o podemos contar contigo? —pregunto Scott y aun cuando el resto se volvió para verlo le tomo un segundo darse cuenta que le hablaba a él. Su intención originalmente había sido dejarle el problema, pero eso había cambiado.

—Cuenta conmigo —respondió provocando una brillante sonrisa en el alfa, que de inmediato correspondió.

—Gracias Jackson y sé que no es tu estilo, pero quiero que sepas que siempre hay un lugar disponible para ti en mi manada.

—Creo que por ti puedo hacer una excepción McCall -¿—dijo guinañdole el ojo de forma coqueta y para ningún ser sobrenatural paso por alto como el corazón de su alfa comenzó a latir un poco más rápido.

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