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Peter mordió el cuello de Noah con sus dientes romos, lo suficientemente fuerte para arrancarle un gemido ronco, pero no demasiado para dejarle una marca visible, porque sabía muy bien lo que le haría el sheriff, si a la mañana siguiente encontraba un hematoma en su piel y a Peter le gustaba tener sus bolas justo en su lugar.

Y no es que no confiara en su habilidades de persuasión, es decir convencer al mayor de los Stilinski para tener sexo con él, era uno de sus mejores, pero también más arduos trabajos de convencimiento, especialmente porque no recurrió a la manipulación, ya que en el fondo deseaba que esto no fuera algo ocasional.

Pero mientras encontraba la forma de renegociar el acuerdo inicial de mantenerlo en secreto, dejar huellas de su encuentro estaba fuera de discusión.

—Peter... —dijo el sheriff en un tono impaciente, que bien podía significar tanto una amenaza cómo una súplica, que provocó que el hombre lobo aspirara complacido su aroma pegando su nariz al hueco en su cuello, con la plena intención de cumplir sus promesas.

Se acomodo entonces para poder empujar su miembro dentro del otro hombre y atrapo sus labios en un beso demandante mientras marcaba un ritmo constante en sus embestidas.

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