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En la guerra y en el amor.

La guerra ha ido relativamente bien, la cosa con los muchachos con Visiones ha ido viento en popa, pero hemos llegado a su fin. Oficialmente hay una reunión para llegar a una tregua en unos días, donde habrá escoltas de ambos ejércitos para llegar a un acuerdo.

Sin embargo, sabiendo que será necesario un balance previo, decidí enviarle una carta a la general Kojou para que tuviéramos una pequeña reunión, sin escoltas y en secreto. Seguramente ella pensará que es una trampa para poder secuestrarla y así mover la balanza a favor de la resistencia, pero conociendo su fuerza y su capacidad de combate, es algo dudoso que ella no podría sola.

Aparte, le cociné un buen estratagema impresionante como muestra de amistad y de buena voluntad, por lo que esperaba que lo disfrutara. Veamos qué es lo que me responde.

____

Me había llegado un paquete a nombre del general del Ejército Rebelde, yo revisaba varias cartas que me mandó la Shogun y otros altos mandos de mi clan. Cuando yo y mis hombres revisamos el contenido del paquete, había una carta y unos pastelillos, lo que se me hizo raro.

-¿Y este desgraciado quién se cree para mandarle cosas a nuestra general?

-Seguro está envenenado, recomiendo tirarlo o dárselo de comer a una paloma para ver si muere.

-Nunca se debe de despreciar el regalo que te ha mandado el enemigo. Dudo que esté envenado, así que fuera de aquí. -Mis soldados se fueron, dejándome sola. La carta era una propuesta donde el general de los Rebeldes me pedía que nos viéramos a escondidas para platicar acerca de la tregua. Ciertamente es una idea absurda.

Esa sí puede ser una trampa, y por otra parte, aunque lo fuera, dudo que cualquiera de esos campesinos sin entrenamiento pueda hacerme frente a mí, que he dedicado mi vida por completo a la carrera de las armas y a buscar la eternidad de la Shogun. Probé los pastelillos que me habían hecho, están tan bien cuidados los detalles, sus listones y sus perlas...es algo muy femenino.

Estaba muy rico, honestamente. La verdad es que nunca me detengo a saborear la comida, siempre lo hago solamente para darle fuerzas a mi cuerpo. Al salir de mi tienda, me dispuse a preparar yo misma unos rollitos de huevo, dando mi contestación, la que era un sí. Es una buena opción para agilizar las negociaciones de paz.

Envié a mis hombres para hacer la entrega del paquete, me ahorré todo elogio de la comida, a excepción de que agradecí, naturalmente, la misma. Solo quedaba a esperar a que cayera la noche para entrevistarnos. Me dice que sea en alguno de los islotes de taranatsuna y es una zona donde cualquier emboscada seria fácilmente detectada, por lo que no tendría problema.

Caída la noche, esperé a que llegara la hora, prefiriendo llegar antes de lo acordado para asegurarme de que no fuera una trama, inclusive bien al pendiente del campamento, cuyas luces podía ver a la lejanía. No había nadie, evidentemente, así que me escondí para asegurarme de estar a salvo.

A los pocos minutos llegó una mujer, lo que se me hizo raro, y cuando la luz de la luna alumbró su rostro, quedé estupefacta. Era una muy bella chica, y la ropa que usaba la hacía ver lo más parecido a una arconte, o incluso a un rango superior, pues no me cabían las palabras para describirla.

Sus cabellos rosados estaban bien trenzados, y aunque no podía verlos en su totalidad por el hecho de que el mismo se encuentra tras su espalda, noté incluso unos guantes de seda que cubrían sus delicadas manos.

No...¿por qué mi corazón me traiciona de esta manera? Yo solo puedo amar a la eternidad de mi shogun...y sin embargo.

Ella caminó por el resto del lugar, pues nos encontraríamos en una cueva, tal cual, por lo que trataba de encontrarme con la mirada.

-¿Llegué muy temprano? -Cuando ella me dio la espalda, salí de mi escondite.

-¿Quién eres tú? -Se sobresaltó al escuchar mi voz.

-Por los arcontes, menos por la shogun. Qué susto me dio, general.

-No has respondido mi pregunta, y a mi amada Shogun no le faltarás al respeto. -Trataría de imponerme, quizá así pueda aplacar mi asombro ante su belleza, no debo mostrar debilidad.

-Vaya, pensé que ya te habías dado cuenta. Soy la general de Watatsumi, y a su vez soy la sacerdotisa, Sangonomiya Kokomi.

-¿Eres la sacerdotisa? No me lo creo, ¿por qué una sacerdotisa sería general? (Lel, me acabó de dar cuenta que Kokomi comparte ese atributo con Hidalgo y Morelos :v)

-Digamos que...algunas cosas no son lo que parecen. Lo mismo diría de ti, general. Una mujer tan fría como dicen que eres, y sin embargo no puedes ocultar tu rubor del enojo que te causa que hable mal de tu Shogun. -Se rió, yo me sonrojé más de escuchar eso. Lo bueno es que pensó que era por eso y no por ella.

-¡Mira, no te metas conmigo! ¿Qué me impide tomarte y llevarte a mi cuartel si estás sola?

-Ciertamente eres una luchadora extraordinaria. Solo que la fuerza bruta o es todo, general. Pero no empecemos con el pie izquierdo. Hoy la luna está muy linda, ¿por qué no la vemos juntas?

-Hum...está bien.

Ambas salimos de la cueva, yo mantenía mis ojos bien abiertos en caso de ataque, pero no notaba nada. Parece que decía la verdad. Ella se comenzó a quitar las medias, lo que casi me hace sangrar la nariz, pues...ay por la Shogun, de solo pensarlo se me eleva la temperatura. Su cuerpo es divino, no tendrá una anatomía como la shogun, pero su estética es...es diferente, pero no mala por eso.

Posteriormente, metió sus pies en el agua, sonriendo, casi como si fuera una niña frente al mar. Me invitó a sentarme a un lado de ella, mirábamos con dirección a Watatsumi...donde se encuentra el centro de poder rebelde.

-¿Es hermosa no? Watatsumi siempre ha sido mi hogar...y aunque tenemos culturas diferentes en la misma Inazuma...se puede decir que ya somos un mismo pueblo. Nunca hemos buscado la independencia del Shogunato...pero a veces nos sentimos como súbditos de segunda. Esta vez fue el colmo con la Shogun, de ahí que...me gustaría hablar con ella personalmente.

-Ella busca lo mejor para su pueblo, para ustedes incluidos. No debes dudarlo, general.

-Más bien lo hace para ella. Deberías visitar Watatsumi...la situación es muy mala, y me da pena, honestamente. Dejemos esos temas de lado, solo quería desahogar mi enojo, más bien mejor conozcámonos.

-¿Qué quieres decir con eso?

-Vamos, general. He escuchado de usted...una mujer bella, pero que infunde terror en sus adversarios debido a su técnica con el arco. Portadora de una visión electro, la que no dudará en entregar a su Shogun cuando sea necesario, inflexible, incansable, que no teme dar la vida por la eternidad de la Shogun...¿pero eso es lo que tú deseas?

-Claro que sí. Mi objetivo es cumplir el deseo de la shogun, servirle fielmente hasta que mi cuerpo no pueda más. Ser siempre su general...

-¿O sea que tu sueño es cumplir el sueño de la Shogun? Y si lo logras...¿qué sigue?

-¿Eh? Yo...n-no lo sé. No me lo había puesto a pensar.

-Mi sueño es que toda la gente de Watatsumi ya no conozca el hambre ni la enfermedad. Que la isla siempre sea un lugar hermoso para vivir, pues sus paisajes son impresionantes, ¿has ido alguna vez?

-No he tenido oportunidad.

-¿Quieres ir a ver? Conozco la isla como la palma de mi mano, y puedo asegurarte que no te verán. Nadie de mis soldados sabe que estoy aquí. ¿O qué? ¿La shogun te regañaría si lo haces?

-No metas a mi Shogun en esta discusión. -Dije, molesta mientras me levantaba. -Y no me interesa ir...si las negociaciones fracasan, podré ver esas vistas que mencionas con mis propios ojos, entrando victoriosa alzada en hombros por mis tenientes, poniendo el estandarte de la Shogun en alto.

-Uy, te piqué donde te duele. -Se rió. -No seas tan agresiva, Sara. Todavía no hemos sentado a hablar de paz y ya mencionas algo así de horrible. Vuélvete a sentar, pues hay algo que no te he dicho.

-¿Qué es?

-Quiero escuchar tu sueño...pero tuyo. No vivir el sueño de otra persona. Así que...¿cuál es tu sueño? ¿Qué es lo que anhela tu corazón?

-No tengo otro sueño como no sea cumplir la voluntad de la shogun.

-Ay, Sara. ¿Cuántos años tienes? ¿18? Eres tan joven, a tu edad todo es una ilusión.

-¿Ah sí? ¿Pues cuántos años tienes tú?

-19.

-Ah...gran diferencia.

A petición de Kokomi, me volví a sentar en la arena, quitándome también las calcetas y los sancos (Han visto los sancos de Sara? Imagínense que les pisa con fuerza el dedo chiquito del pie...Auch...), disfrutando de las vistas de la noche, la noche no era precisamente estrellada, pero eso sí, la luna era de lo más hermoso, seguramente por eso Kokomi escogió este día para vernos, pues la luz de la misma nos alumbraba bellamente.

Ella me contó que siempre fue predilecta para ser la suma sacerdotisa de la Isla, por lo que jamás tuvo tiempo de enamorarse, ni tampoco es de muchos amigos, pero que ama a todo su pueblo, y yo le dije algo parecido.

Mi fascinación por la Shogun es porque ella creyó en mí, lo di todo por ella para jamás decepcionarla, y al darme esa visión, supe que había ganado su absoluta confianza. (Momento...de hecho Sara simpea a la Shogun, pero si conociera a Ei, ¿seguiría simpeandola?)

Cuando ella me pida ese instrumento, se lo daré, pues ya habré cumplido mi misión. Y después...seguiré siendo fiel a sus órdenes, o quizá busque un ascenso a capitán general, la verdad es que no lo sé con seguridad todavía.

Lo que era Kokomi, me decía que una vez firmada la paz, se pondría a trabajar de inmediato para poner en orden la isla y así traer el progreso a la misma. Es una mujer de fuertes convicciones, eso sin duda. Ahora ya me creo más que sea una general, pues tener una voluntad así es clave para la carrera militar.

-¿No creíste que era yo quien dirigiera las tropas?

-No, debo serte honesta. Pensé que era el mismo Gorou, o quizá alguno de los militares que protegían la isla. Una sacerdotisa...lo que eres tú y esa zorra se guardan muchos ases bajo la manga, seguro son secretos del oficio.

-Las situaciones difíciles forjan voluntades de hierro. Así que no te preocupes, seguramente Yae también pasó por sus momentos complicados. Aunque también eres una necia, eh. Seguro no la tuviste fácil.

-Sí...solo prefiero no hablar de eso.

Al final de cuentas, seguimos hablando de nuestras vidas, compartiendo impresiones de la misma, y cuando pensamos que fue suficiente, ambas nos despedimos. No es que faltara mucho para amanecer, serían cosa de las 2 de la mañana, claramente el cansancio había mermado. Las conversaciones de paz serían en una semana, y aunque me llegué a molestar con ella por varias cosas, ya me ha hecho entrar en una duda en algunas cosas.

-Cuídate, general. No te dije que el rollito de huevo me pareció bien, ese símbolo electro que pusiste fue la cereza del pastel.

-Dime Sara. Digo lo mismo de tus pastelillos, la verdad es que los detalles muy bien. Así que...supongo que nos veremos mañana, ¿no?

-No lo había pensado...aunque supones bien, de todos modos. Nos veremos mañana, general.

Cada una tomó su rumbo, regresando a sus respectivos cuarteles, lo que fue normalmente visto por mis hombres, pues no les extraña que salga a dar rondines en los terrenos, pues si encuentro a alguien, así sea un simple campesino o minero, claramente no lo dejo pasar por alto.

Al llegar a mi cama, simplemente me llevé una almohada a la cara, sintiéndome apenada, ¿por qué carajo le pedí que nos viéramos mañana? Me ganó el subconsciente, y naturalmente quería ver una vez más su extraordinaria belleza.

Simplemente suspiré, debía tranquilizar mi corazón, seguramente mañana que la vea se me habrá pasado la sorpresa y el "amor" que siento por ella, segura. Mi corazón solo le pertenece a la Shogun, así como mi cuerpo y mi alma. Lucharé por ella hasta que no tenga fuerzas.

+++

La verdad es que la pasé bien. Me sorprendió el que Sara quisiera que nos veamos otra vez. La general es más tierna de lo que pensé, no puedo decir nada de la Shogun porque ella se sale de sus casillas.

Pobre chica...prácticamente es un títere de la Shogun, una especie de máquina hecha solo para la guerra, y por lo mismo es que sigue de manera ciega a esa...a esa respetable mujer que no me agrada para nada.

Finalmente llegué a mi campamento, Gorou estaba en guardia, así que se dio cuenta de mi llegada, de ahí que se extrañara. Le expliqué que había ido simplemente a dar un paseo para refrescar mi mente, pero que estaba perfectamente.

Me fui a dormir, aunque no negaré que fui a mi diario de campaña, anoté lo hecho y solamente puse...+10, mientras sonreía.

El día siguiente fue de notable tensión, pues aunque los muchachos no se sentían convencidos de que la paz sería la mejor opción, yo mencioné que así se evitaría un derramamiento de sangre. Aparte, la derrota de la Resistencia no es un hecho seguro, la cosa está pareja, incluso me atrevo a decir que a nuestro favor, pues ya logramos invadir la ciudad de Inazuma, que no es poca cosa. Un desembarco efectivo en la Isla principal pondría en jaque a las fuerzas imperiales, así como también estarían los soldados de elite listos para enfrentar a la shogun si no acepta la rendición.

En fin, no vale la pena pensar en esos temas sabiendo que las conversaciones de paz están en puerta. Sería necesario que tuviéramos más charlas, quizá por eso, y para no tratarnos como extrañas, Sara sugirió que nos viéramos en más ocasiones, lo que me sigue pareciendo extraño.

+++

No sé por qué, pero dio la mala casualidad de que había soñado con la Shogun, fallé en una misión y ella se dijo decepcionada de mí, que no lo podía creer.

<<Sara...niña mía, pronto comenzará la transición a la eternidad. Pero cuando comience, el peso de tu error será un lastre para tus pies...y te quedarás atrás.

Apenas me dio la espalda para irse mientras yo estaba arrodillada, me desperté, de golpe, sudando. Si llegara a fallar en mi objetivo...¿qué sería de mí? Toda mi vida carecería de sentido, aquello por lo que luché se vería arruinado.

Sin embargo, decidí despejarme practicando con mi arco, pues no debía rendirme, debía ser más fuerte todavía, lograr alcanzar la eternidad, pues no cualquiera puede llegar a tal rango.

Mi mente me traicionaba, pues al fallar una flecha, uno de mis tenientes se percató de mi estado.

-¿General? ¿Se encuentra bien?

-No me puedo concentrar adecuadamente. No dormí bien anoche, y estoy muy estresada por las conversaciones de paz. Lo último que quiero es fallarle a nuestra amada Shogun.

-Recomiendo que descanse, general. Se ha exigido demasiado últimamente, el descanso es bueno para dar todo de sí en el campo de batalla.

-No. debo seguir luchando por alcanzar la eternidad, y descansando no podré hacerlo en lo absoluto.

-Bien...entiendo. -Seguí con mi práctica, tratando de serenarme, incluso poniéndome una venda en los ojos para los objetivos móviles, guiándome exclusivamente por el oído.

Al destaparme la vista, noté que había fallado más de la mitad, cuando por lo regular solo erro en una o dos ocasiones. Me retiré, molesta conmigo misma.

Llegué a mi tienda, frustrada y arrojando lo primero que tuve a la vista. Cerré las ventanas de golpe, por lo que claramente mis hombres se retiraron al saber que estoy enojada, porque siempre que es así, me desquito con el primero que tiene la mala suerte de aparecer en mi campo de visión.

Me acosté, mirando el techo y poniéndome una almohada en la cara. Tenía mi mano golpeándome la frente. Sin embargo...sabiendo qué es lo que puede relajarme, y una vieja conocida por mí, es que me llevé una de mis manos a los senos, mordiéndome la comisura de un labio.

Comencé a masajear el mismo, así como posteriormente llevarme mi otra mano hasta la entrepierna, acariciando la misma por encima de mi ropa. Naturalmente que cuando estuve bien entrada, metí dos de mis dedos en mi ... mientras me tapaba la boca con la mano, así como cubrirme los ojos con la venda que había usado en el entrenamiento.

-A-amada Shogun. -Susurré para mí misma, pensando en las veces que he visto que se agacha o cuando hace calor y se abre un poco más el yukata.

Sin embargo, y una vez más mi subconsciente traicionándome a mí misma, me llegó el recuerdo de cuando Kokomi se empezó a quitar las medias, le veía los muslos, me sudaba todo el cuerpo de solo acordarme, me comencé a perder en mi fantasía.

Imaginé que la besaba en los labios, en el cuello, que sus manos se paseaba por mi cuerpo, ah, me estoy enloqueciendo.

Cuando me vine, mi cuerpo se sacudió, mi mente regresó a su lugar, me levanté de cama, arreglándome la ropa, sintiéndome apenada, vi mi mano mojada, me limpié rápidamente. Profané a una persona que acabo de conocer, y no solo eso...traicioné con mi pensamiento a la Shogun.

Ya no podré mirar a ninguna de las dos a los ojos sin sentirme una pervertida y una sucia...

Lo malo es que bueno...la cita de la noche quizá no se podría aplazar, y si no voy, seguramente será una falta de respeto. Yo y mis tontas ideas.

Estuve el resto del día bastante inquieta, sin saber bien qué hacer, solamente rondaba sin tener nada por hacer, pues no quería practicar mi puntería, veía el progreso de mis hombres mientras tanto, solamente con la intención de distraerme, nada más. Teniendo eso en mente, decidí mandarle una carta a la shogun, quizá eso me ayudaría a despejarme y quitarme un peso de encima.

Le mencionaba que haría lo posible por alcanzar la paz sin hacer concesiones muy extremas, pues después de todo, lo que acaba de pasar es muy serio, y en caso de que no ser fructíferas las conversaciones, guiaría a su ejército a la victoria, así como ella me lo pidió en su momento.

Al caer la noche, solamente me quedé mirando el mar, mientras que la luna se reflejaba en el mismo, meditaba profundamente lo que diría, pues no sé si Kokomi tendrá algo más que decirme que seguramente me haga dudar la fe en mi amada Shogun.

Fui al punto de reunión, Kokomi había llegado ahora antes que yo, encontrándose acostada en la arena, parece que le gusta mucho hacer lo mismo, de ahí que yo simplemente llegara y me sentara a su lado.

-Buenas noches, Sara.

-Hola, Kokomi. -No la volteaba a ver.

-Acuéstate, hoy las estrellas alumbran de una manera muy especial.

Hice lo pedido, y la verdad es que ella tiene razón, todo de aquí se veía espectacular. Quien pensaría que las dos generales de ejércitos enemigos están haciendo esto ahora mismo.

-Oye...estuve pensando mucho en lo que me dijiste ayer. Quizá no te interese, pero en realidad te compadezco en muchos aspectos.

-¿Compadecerme?

-Sí. Eres una soldado...tu vida se ha dedicado a las armas y solamente a eso. No es que yo haya sido igual, pero pasé por algo parecido al ser sacerdotisa, y comprendí muchas cosas por eso. Es algo que siempre les digo a mis chicos, los soldados no son máquinas de trabajo, somos personas. No eres el instrumento de nadie, debes de tener sentimientos, Sara.

-Los tengo, claro que sí. Es solo que no sé hacer otra cosa después de tantos años en el ejército imperial. Y respeto a ser instrumento...soy general, es lo que debo hacer, al igual que tú, solo busco la victoria para beneficio de los míos.

-Tienes un punto ahí, ciertamente. Solo que hay que diferenciar entre lo que es vivir siempre siguiendo y dando órdenes a vivir una vida de manera libre. Yo me involucré en esto por voluntad propia, no porque me hayan mandado a la guerra. O dime, Sara, ¿viniste hasta acá voluntariamente?

-Sí y no. Como tú dices, soy la segunda al mando de todo el ejército, así que sí me enviaron para la guerra. Y a su vez, aunque no me lo hubieran pedido, hubiera venido por cuenta propia, y todo para defender el ideal de la shogun, que es mío a su vez.

-Supuse que la cosa iba por ahí...eres tan necia como una cabra, para bien o mal.  

-Supuse que la cosa iba por ahí...eres tan necia como una cabra, para bien o mal. Te lo digo, no somos máquinas, somos personas, ¿alguna vez has sentido la necesidad de descansar? ¿Despejarte y hacer algo más aparte de esto? A mí...me gusta mucho nadar, ¿qué hay de ti, chica tegu? ¿A la pajarita no se le mojan sus alitas? –Se rió.

-Hum, no me gusta nadar, pero no tiene que ver con eso. Me gusta entrenar, practicar deporte, tú sabes. De ahí que...bueno. –Apreté el brazo para que se me marcara el brazo, que no será mucho, pero es un trabajo honesto.

-Vaya, así que de ahí es tu fortaleza física. –Mencionó Kokomi, impresionada, acercándose a mí mientras llevaba sus manos a mi bíceps. -¿Puedo?

-Si quieres... -Desvié la mirada, sonrojándome. En efecto, ella tocó mi musculo, sorprendiéndose de que era fuerte a pesar de no ser muy desarrollado.

-Wow, eres muy fuerte. –Ella se fue acercando a mí. –Tanto que incluso...me admito sorprendida. Si decidieras tomarme como tu prisionera, podrías llevarme sin problema alguno cargándome en tu hombro, ¿y por qué no lo has hecho?

-Eso no va parte con mi código de honor.

-Yo...y ahora más que nunca, sí quisiera raptarte y llevarte conmigo. Pero no se puede, no podría hacer que cedieras con tu gran fuerza. Y voluntariamente, ¿nunca vendrías conmigo, verdad?

-De-depende de para qué fuera. –Ella se me acercó más, yo trataba de desviar la mirada, pero no me daba para más, simplemente no podía. –Si es para firmar la paz...

-Oh, claro que sí. Hay que hacer la paz...¿y el amor?

-¡¿Eh?!

-Sarita... -Kokomi se me acercó, pensé que me daría un beso en los labios, siendo sorpresivamente en la comisura de los mismos, mi corazón estaba como loco, no podía con tal, no soportaba ser tratada como un juguete, así que me zafé del agarré de Kokomi. –Espera.

-Es tarde, tengo que irme. –Para nuevamente mi sorpresa, Kokomi, con una fuerza que no aparenta, me volteó para que la viera, y yo simplemente me quedé pasmada, recibiendo un fuerte abrazo de ella, de ahí mismo que tardara en reaccionar al mismo, pero lo terminé haciendo.

Como soy un poco más alta que ella, simple y llanamente al mirarnos a los ojos, su rostro era tan hermoso y tan inocente, dando un aura de divinidad debido a que casi es una. Aparte de eso, sus ojos brillaban con la luna, así como también sus labios, los que parecían tener un brillo especial.

Ella no me dijo nada, simplemente se levantó de puntillas, cerrando sus ojos. De mí dependía todo, podía echarme para atrás, literalmente, o mover mi cabeza dos centímetros para que nuestros labios entraran en contacto. Simplemente decidí que dejaría de engañarme a mí misma, por lo mismo es que hice lo que mi corazón me pidió, dándole mi primer beso a Kokomi, ella fue quien me guio casi que de la mano en ese acto que era desconocido para mí.

A la inmediatez, empezaron a caer truenos y rayos a la lejanía, justamente donde estaría el palacio de la Shogun, así que al escucharlos, me separé de Kokomi, nerviosa, tragando saliva pesadamente. Ella se enteró...no sé cómo, pero se enteró.

-Sara...no tengas miedo. Estamos juntas en esto, ¿de acuerdo? Imagínate que eres mi último sueño, mi más roja flama. Imagínate que somos nosotras, tú yo para siempre, que ella no importa ya.

-Es que...no puedo. No sé qué hacer, prefiero irme ya, quizá estoy en problemas.

-Lo estarás regreses ahora o en cinco minutos. Dame cinco minutos, no te pido más.

-Sigh...está bien, solo eso.

Ambas nos sentamos en la arena, ella recostando su cabeza en mi hombro, de ahí mismo que sintiera su respiración, así como pudiera olerla, siendo un olor delicado a lavanda y a bayas dulces, el que puede ser el olor de su champú, o quizá de su perfume, no lo sé.

Lo que sí sé es que ella me dio un beso en la mejilla, tratando de escalar a mis labios, y sabiendo que prefería sufrir las consecuencias por una fuerte falta a la disciplina, no dejaría escapar mi problema ahora, es decir, si me van a quitar mi cargo, que sea por una buena razón.

Tomé de las mejillas a Kokomi, sintiendo sus manos recorrer mi espalda, pegándome fuertemente a ella, y yo solamente acariciaba con mis dedos su rostro, el que era el de una mujer que podía ser casi una diosa, pero...pero su sombra, la de ella, la opaca aunque quiero que no sea así.

Cuando le dimos fin a esa acción, solamente sonreí al verla a los ojos.

-¿Cómo te enamoraste de mí? –Fue lo primero que le pregunté.

-Al principio te odiaba. Eras un dolor de cabeza para los rebeldes, nunca dejaba de pensarte, siempre era igual, día y noche, pensaba en una forma de vencerte, de lograr adivinar tu estrategia, y de igual forma, te admiraba enormemente. De tanto pensarte, cuando quise, ya no pude sacarte de mi cabeza.

-Wow...ok, eso fue. Ah, no lo sé, creí que sería más románticamente.

-Ups. –Se rió ella, yo besé su nariz.

-En mi caso fue amor a primera vista...me sorprendió tu forma de ser, tus palabras, aunque particularmente tu rostro. Eres más que bella, y eso me atrapó.

-Comparado conmigo, creo que tú eres más romántica aunque no lo quieras creer.

-Hora de irme. Si algo me pasa...no me arrepiento, me alegra vivir sin pensar en "qué habría sido si...". Me siento bien, de eso no hay duda.

-Yo sé que nos volveremos a ver. Tarde que temprano, pero así será, Sara. –Ella me dio un beso rápido y corto. –Trataré de que la espera no me impaciente demasiado.

-Opino lo mismo.

Fui de regreso a mi campamento, en donde no era de extrañarse que varios de mis hombres estaban despiertos, yo solo puse de pretexto que había estado dando rondines para que no nos atacaran por sorpresa ahora que teníamos la guardia baja, y ellos me lo creyeron, claro.

No podía dormir, el solo pensar que la Shogun sabe que la traicioné...espero no quiera mi cuello, porque si no todo por lo que luche terminará matándome, irónicamente.

A la mañana siguiente, y bastante temprano, llegó un mensaje que tenía un mensaje directo de la Shogun, y apenas me di cuenta de eso, se me bajó la sangre a los pies, de ahí que uno de mis tenientes me cuestionara, yo le dije que había recordado algo importante, pero que ya no tenía caso.

Al recibir el mensaje, lo leí para mí misma, y claro...la Shogun mencionaba que, tras actos de insubordinación, me sacaba del cargo de general y otro del Shogunato tendría que negociar la paz, así como que yo debía partir a la inmediatez a la ciudad. Inventé, para que no hubiera rumores, que dejaría a mi suplente al mando, y que yo debía partir a Inazuma por cuestiones de secreto de Estado.

Fui en mi caballo al que quizá sería mi destino final, y todos los soldados que me veían pasar me saludaban, claramente a modo de respeto. Sigo pensando que no me arrepiento de nada, hice lo que hice porque me nació del corazón, así que asumiré las consecuencias sean cuales sean. Así pierda la vida...me fui sabiendo cómo se siente amar y dar un beso, así fuera uno solo, pero lo hice.

A mi llegada, los guardias se retiraron, pues parece que ya tienen instrucciones. La cosa se pondrá fea...

Ahí vi a la Shogun, caminando de forma impaciente, así que cuando me vio, solamente me afiló la mirada, dirigiéndose hacía mí. Yo hice una reverencia. Tenía nerviosismo, pero no miedo. Jamás temeré de la persona a la que admiro.

-Amada Shogun, vine apenas me llegó el... -Sin dejarme terminar, recibí una bofetada de su parte, lo que me dejó impactada, tanto así que no me llevé ni siquiera una mano a la mejilla, solamente me derrumbé, teniendo una lágrima bajándome de la misma.

-¿Creíste que no me iba a dar cuenta? Primero dejé pasar tu conducta pensando que tenías planeado tomar prisionera a Kokomi, ¡¿pero esto?! ¡Esto es inadmisible! ¡Pronto comenzará la transición a la eternidad! ¡Pero cuando comience, el peso de tu error será un lastre para tus pies...y te quedarás atrás!

-¡Su eternidad, dirá! ¡Kokomi me dijo muchas cosas, y aunque no quise creerlas, son verdad! ¡Yo le he sido fiel toda mi vida, le entregaría mi visión y mi vida, a cambio de qué! ¡¿Quién me reemplazaría cuando cayera en combate?! ¡¿Soy una simple peón para usted, Shogun?!

-No me vuelvas a alzar la voz de esa manera, insolente y malagradecida tengu. Debí dejarte morir en ese bosque a sabiendas de que me cambiarías por esa maldita. No me traicionarás otra vez... -La shogun comenzó a invocar su espada, yo solamente me levanté, pues quería morir de pie. Cerré mis ojos, sabiendo qué pasaría.

Cuando sentí que mi cabeza sería cortada, algo la detuvo.

-¡Basta, Shogun! –Al abrir los ojos, dos Shogun Raiden estaban frente a mí, una tomando la espada de la otra...estoy confundida.

-¡Quítate, déjame matar a esta traidora, no merece piedad, se metió con nuestra búsqueda en la eternidad!

-No. Ella es la sirviente más fiel que conozco. Su problema es fácil de arreglar. Ahora vete, déjame hablar con ella.

-Tch. Estás cometiendo un grave error, Ei.

-¿Ei? –Pregunté, la Shogun que quería matarme se convirtió en un rayo y desapareció.

-Sara, tranquila. Ve cómo te dejó...que horrible es la shogun.

-Pe-pero si eres tú...

-Ah, detalles. Ignora eso. No eres una traidora, y tus preguntas son válidas.

-Tengo una más...

-Dime, Sara. Soy toda oídos.

-¿Soy una máquina o soy una humana? –Me rompí a llorar apenas lo pregunté.

-Tus lágrimas responden tu pregunta. Eres una humana muy bella, y capaz de sentir amor. También vi lo que pasó, y no negaré que cometiste una imprudencia enorme. No está mal enamorarte, pero...de tu peor enemigo, y más cuando hay un evento tan importante a la vuelta de la esquina.

-No pude evitarlo.

-El amor no se evita, llega sin avisar. Así que tranquila, Sara. No podrás estar en las negociaciones, no quiero que...esa respetable persona se aproveche de ti, ¿entiendes? No pongo en duda si te ama, soy escéptica, tú siente lo que quieras, eso es asunto tuyo y de nadie más. Puedes verla cuando todo esto acabe, pero no antes.

-Sí, amada Shogun...

-Shogun Ei para ti, Sara. –Sonrió.

-Sigo confundida, honestamente.

No sé cómo ni por qué...pero sigo viva, aunque estuve a nada de palmarla, literalmente. Solamente preferí irme a beber un poco para quitarme todos estos problemas de la cabeza, pensando en Kokomi y en todo lo que acababa de pasar. No podré verla en un tiempo...pero la veré, eso es lo que importa. La espera será de tal vez una semana o dos. Y cuando la paz haya llegado y la guerra acabe...supongo que podré estar con ella sin temor a que me partan a la mitad.

Sea lo que sea...cuando pueda salir de la ciudad, lo primero que haré será ir a verla. 

______________________________________

A su madre, ¿pensaron que Sara iba a palmarla? Pues yo sí JAJAJA hasta que decidí no hacerlo :u

Diablos, he estado desaparecido un mes, pero bueno, entre trabajos finales, falta de inspiración y pocas ideas de qué escribir, finalmente retomé el hilo con un capítulo bastante largo que espero compense la falta de capítulos. Aparte, sentí la historia bien, me tomó trabajo agarrar el ship para buscar una manera de abarcarlo, y ya cuando di en el clavo, supe cómo llevar a cabo mi plan.

Así que aquí me despido, el próximo capítulo será (ahora sí xd), la continuación y el limoncio de Yun Jin y Shenhe...ahora que lo pienso, no las tengo en un mismo equipo y estaba pensando en que, si me sale Yelan, a ellas sí las pondría en un mismo equipo...bueno, cosas de gameplay, no voy a poner a Shenhe en un equipo donde mi dps es Yoimiya :v

Nos vemos en espero dos semanas, quizá más ya que tendré que ir a cmdx y eso puede interferir en mi agenda xd

Hasta la proximaaaa –se va en una tabla voladora-

Siempre tuyo:

-Arturo Reyes.

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