Realista novela de amor, acto 2. (Especial 100 k vistas parte final)
JAJAJAJA no negaré que esto es una total verdad, dije que me había quedado bonito, pero a muchos los hizo llorar la primera parte. Como me pidieron que continuara ese ship, y ya con lo del evento de la playa, ya tenía más material para trabajarlo, porque realmente lo iba a dejar así, por suerte para los que querían segunda parte, en el juego se le echo leña a esta pareja, si bien no es taaan popular, mi historia (dicho de manera humilde), fue una gran aportación al mismo.
Meme autoría de Elgil717 la verdad le quedó de perlas
Empecemos:
Al principio cuando ocurrió la despedida, de verdad pensé que no iba a regresar a Mondstandt en mucho tiempo, pero por suerte me equivoqué. De vez en cuando me daba mis vueltas por allá, pero no creí oportuno visitar a Jean, eran visitas rápidas, o solía estar solo uno o dos días, pero quizá ella jamás lo supo.
Después de todo, nunca sale de la oficina...
Sin embargo, cuando sí nos encontramos, fue en el festival de las flores de viento, que era una hermosa época en la ciudad, sino es que la más hermosa. Y fue que, tras tanto tiempo de no verla, al fin lo pude hacer.
-Debo de poner al tanto al caballero honorario acerca de lo que ha pasado últimamente, así que iremos a mi oficina. –Mencionó Jean.
-Claro, también debo hablar con él, así que podría...
-Lo siento, Kaeya. La información es privada. Podrás hablar con Aether después.
-Bien, no tengo problema. –Rió él.
Claramente lo primero que hicimos al ponerle seguro a la puerta fue estrellarnos contra una de las paredes de su oficina, empezándonos a besar con una intensidad de aquellas. Al final de todo, las ansias y deseos de besarnos que se acumularon durante meses de no vernos por fin estallaban.
Al fin podía tener ese sentimiento de nuevo en mi interior: la felicidad de estar al lado de la mujer que amo. Sin duda alguna, nos abrazamos con fuerza y desesperación a la vez que el poco sonido que hacían nuestros labios se incrementaba.
Estábamos tan desesperados que, sin tan siquiera pensarlo, nos bajamos las braguetas de nuestros pantalones para inmediatamente después empezar a hacer el amor, ahí mismo, solamente nos recostamos en el escritorio, yo tumbé todo, cerrando las cortinas a la vez que le tapaba la boca con mi mano a Jean para que sus gemidos no se escucharan del otro lado de la puerta.
Me sentía el hombre más feliz del mundo: podía hacerle el amor a la mujer de la que estoy locamente enamorado una vez más, algo que deseaba desde hace tanto tiempo que incluso perdí la cuenta de los días.
Ella se recompuso y dijo que eso no era correcto y que solo nos precipitábamos, y sí, tenía razón. Nos arreglamos las ropas, secándonos el sudor, abriendo las ventanas de nuevo y acomodando todo lo que tiré.
De todos modos, nos seguimos besando con desesperación, y sin tan siquiera contemplar la idea de separarlos, por unos buenos 20 minutos.
Para la noche, me escabullí hasta su casa donde finalmente hicimos el amor como los Arcontes mandan: desnudos, en una cama y tomados de la mano.
En fin, para no extrañarnos, decidimos compartir cartas, o al menos por mi parte, en las mismas le narraba a Jean todo lo que veía en mis viajes y todo lo que me gustaba hacer, ya que mi vida de trotamundos no es precisamente tranquila.
Eso no quita que siempre le mandaba cartas con uno tono romántico, diciéndole lo mucho que la amaba y que la extrañaba, y que si no recibía cartas de mi parte por más de un mes, era solo por la razón que habría muerto en los campos de batalla de otros territorios, pero jamás por olvidarme de ella.
Mientras investigaba junto con Dains el misterio de la estatua profanada, la encontramos en el reino de los lobos, lo que me sorprendió.
Ella y yo nos desviamos del camino, ocultándonos detrás de un árbol para, como era nuestra costumbre cada que nos vemos, unir nuestros labios con una pasión desesperada de meses, pero no, no podía ceder, algo muy importante ocurría y no podía dejarlo de lado.
-Te veré en la noche...de verdad perdóname, Jean, pero aquí está pasando algo muy raro y podría ser peor de lo que pienso.
-Está bien...te escucharé en la noche con una buena taza de té...
Al saber la verdad de mi hermana, no se les debe de hacer para nada raro que Jean fue la que me consoló por el trago tan amargo que tuve. Solamente ella y Paimon saben la verdad de mi hermana y que trabaja del lado equivocado...o eso pienso yo.
Tras un tiempo fuera de la ciudad, le envié una carta a Jean diciéndole que iría pronto y que, de hecho, estaba muy emocionado porque ya serían sus meses sin verla, lo que claro me es sumamente tortuoso.
Hemos aprendido a vivir así: como amantes secretos; sí, pero realmente el amor no se acaba y quizá nunca se acabe de seguir así, aunque no nos agradaba la idea de amarnos a cuentagotas, sino que lo mejor sería vivirlo plenamente. Un día será, no lo dudo para nada.
Llegando a la ciudad, Klee me contó que pasaron muchas cosas...curiosas, por decir lo menos (omitiré todo eso ya que se vio la semana pasada en el capítulo de Bárbara xd), así que lo primero que hicimos al pasar la noche ahí fue montar el campamento.
Yo sí que me dormí, pero desperté a eso de las tres de la mañana ya que me programé para ello, aunque suene muy curioso. Al despertar, vi para todos mis lados, levantándome con cuidado, Jean levantó su mano, moviéndose hacía mí con absoluto silencio.
Nos apartamos un poco de Bárbara, Paimon y Klee, recostándonos en el suelo para inmediatamente comenzar a besarnos, subiendo de tono rápidamente, y ocurrió el mismo circulo vicioso: comenzamos a hacer el amor con la ropa puesta, tapándonos la boca para no gemir y que nadie nos pudiera escuchar.
Nuestras miradas lo decían todo: nos amamos a más no poder, esos ojos derramaban cariño y amor, lo que es hermoso por cualquier lado en el que se le vea, también por eso no nos molesta mucho la distancia, ya que, al estar juntos, lo hacemos hasta que literalmente no quedé ni solo centímetro entre nosotros.
Volvimos a entrar en razón cuando escuchamos que Klee casi despierta, por lo que nos contentamos con besarnos hasta literalmente quedarnos dormidos, por lo que, por muchísima suerte, Jean se despertó antes que nadie al amanecer para separarse de mi lado y que nadie sospechara.
La sorpresa que me lleve al despertar es que vi a Jean vestida con un traje de baño que parecía no gustarle, pero joder, se ve muy hermosa vestida así. Esperamos un momento a solas en donde íbamos a "explorar" una cueva que se veía peligrosa, razón misma por la cual no nos acompañaron.
Vaya que si no nos dimos una de besos en ese rato, que fueron diez minutos de "exploración", nos abrazamos, tocamos y casi volvimos a hacer el amor pero sabíamos que no era el momento ni el lugar para hacerlo.
-Te ves hermosa con tu traje de baño.
-A-Aether...no sé, me parece anticuado que yo usé algo así, siento que no impongo lo suficiente.
-Boberías. Te diría que me he enamorado más de ti por verte así vestida, pero te mentiría; te amaré siempre en todas tus formas y expresiones. –Sonreí, dándole un beso en los labios.
Al acabar toda aquella movida, y ya celebrando al recostarme en una de las hamacas que la madre de Klee había dejado, tomaba el sol, bebía una buena copa de jugo de gancho de globo bien frío, teniendo unos lentes de sol, sonriendo para mí mismo.
-Que delicioso: papas fritas, un buen vino, nadie molesta; será la noche perfecta. –Sonreí...sentí que alguien me tapó el sol.
-¡Caballero honorario! –Mencionó la aniñada voz de Klee, la que reconocí al instante.
-Sí, ¿sucede algo? –Pregunté, un poco confuso.
-La maestra Jean te manda esto. Me dijo que es muy secreto y que por nada del mundo debo leerlo o podrían pasar cosas malas, como que ya no haya bombas en el mundo, ¡eso sería terrible!
Solo hice una expresión constante de sospecha, agradeciéndole a Klee tras acariciarle su cabeza, simplemente me dispuse a leer la carta.
"Te espero en la pequeña isla del suroeste, no lleves a nadie" Era todo lo que decía, no más, pero eso no quitaba que estuviera bien. Sonreí para mí mismo.
-Gracias, Klee. Sin duda salvaste muchas bombitas saltarinas el día de hoy.
-¡Yei! –Ella comenzó a bailar como acostumbra, lo que le derrite el corazón a cualquiera.
Justamente como indicaba la carta, y faltando muy poco para que dieran las ocho, calculé que llegaría ahí en quince minutos usando el rompe olas, al cual me monté de inmediato, comenzando el recorrido que llegaba hasta la isla, no tenía mucha prisa, pero no quería hacer esperar a mi dama, por lo que, al llegar, me llevé la sorpresa de verla vestida no con su uniforme ni con su traje de baño, sino que más bien vestía, y de qué manera, la manta que usamos para dormir la primera noche que llegamos aquí.
La usaba a modo de vestido, lo que no terminaba de comprender, aunque ese no era el sentido o la razón por la que me quejaba. Hacía un poco de viento, y desde lejos podía ver que la silueta de Jean se marcaba por la tela blanca casi traslucida que ella usaba, remarcándose sus pezones, además.
No les será extraño que me comenzara a excitar. Finalmente haríamos el amor una vez más, y sería igual de especial que la primea vez, pero mil veces mejor.
Me senté a su lado, mirando la noche estrellada. El mar nos mojaba los pies.
-Es lindo todo esto, ¿no? Tuvimos mucha suerte de poder ver este lugar en su mejor esplendor.
-Sin duda. Aunque también las noches aquí están mucho más despejadas que las de cualquier rincón que haya visitado...es tan especial.
-Como lo nuestro... -Jean me tomó de la mano, los dos sonreímos con felicidad, acercándonos un poco para irnos besando. –Te extrañé tanto.
-¿Crees que yo no te extrañé? No hay noche donde no sueñe contigo, con estar a tu lado...y finalmente estar juntos me hace la persona más feliz.
-No más que a mí, te lo apuesto.
El beso era una cosita más bien linda y pequeña, aunque inevitablemente la cosa fue siendo más y más seria, principalmente porque los dos sabíamos y deseábamos que esa situación desembocara en que ambos hiciéramos el amor, como no podía faltar la costumbre.
Jean, de un solo movimiento de manos, hizo que la manta se cayera de su cuerpo, dejándola completamente desnuda, por lo que prontamente la usamos para que la arena no se nos pegara al cuerpo, recostándonos sobre la misma.
Nos besábamos con muchísima vehemencia, entregándonos nuestro amor una vez más. En esta ocasión sería mucho más valioso que hace unos días, cuando tuvimos un rapidín, ya no solo por el hecho de que lo haremos sin pena alguna, sino porque podremos besarnos y decirnos cuantas palabras de amor deseamos y son necesarias para regar nuestro cariño.
Yo prontamente quedé sin ropa, y sin miramientos, y recordando la hermosura de la primera vez, comencé a hacer el amor con Jean de la forma más mágica posible: las estrellas nos miraban, la luna era nuestra confidente, las olas del mar se levantaron un poco, por lo que el agua tibia de la playa nos besaba las piernas hasta las rodillas, estando recostados en la tibia arena después de todo un día.
Escuchábamos las gaviotas, el sonido del viento que golpeaba mi espalda mientras me movía, el propio oleaje y la espuma que regaba la costa de esa pequeña isla hacía que el momento fuera el más mágico posible.
Cuando abrí los ojos, me di cuenta que había varias luciérnagas alrededor nuestro, los grillos cantaban sus melodías de amor y, más importante algún, el plancton brillaba de un hermoso color azul, pintando de ese color el mar que llegaba hasta nuestros cuerpos.
El olor del agua y la sal, de la propia arena y de un pequeño árbol que se encontraba en la mitad de la isla hacían un ambiente único para enamorarse, podría firmarlo en cualquier lugar, vaya que así es.
Como se lo había dicho a Jean antes, no hay nada que me pueda hacerme amarla más: ya la amo sin límites, en todas sus formas y expresiones. Ella se veía tan bien como los Arcontes la trajeron al mundo, y se vería bien con cualquier ropa que usara.
Regresando al tema principal, yo seguía moviendo mi cadera mientras ella gemía en un tono medio, lo suficiente para que pudiera excitarme. Yo no me quedaba atrás, de hecho, y la única razón por la cual no gemí era por morderle un poco uno de sus pezones, siendo delicado en la fuerza que ponía. Sus gemidos fueron al alza, ella me acariciaba la cabellera, jalando suavemente mis cabellos.
Soy el afortunado que la escucha gemir, sé que tengo una suerte de aquellas que ningún hombre más tiene.
Levanté mi rostro para verla a los ojos, cerrándolos para besarla. Como ya estábamos bien entrados en materia, no lo dudamos un segundo y nos dimos un beso de lengua, pero uno en el que apenas las mismas se tocaban, como si fuera una acción más bien tímida, pero no, nos frenábamos a propósito para que fuera más especial.
Tanto Jean como yo somos de la idea de que si hacemos esto de una forma demasiado lujuriosa no sería por amor, sino solo por deseo a la carne, y lo que deseamos es el amor del contrario, no menos y quizá un poco más.
-No sabes lo feliz que me haces cuando hacemos el amor... -Ella volteó a nuestro alrededor. –Y mira qué paisaje más hermoso nos han regalado para unirnos una vez más, tendré este momento para siempre en mi mente.
-Es como nuestro amor: una casualidad de las bonitas. –La volví a besar, sin dejar de moverme, salvo porque ahora Jean me envolvió entre sus piernas y yo la tomé de las mejillas, apoyando mis codos en la manta, sintiendo la arena a través de la misma.
La arena tenía una textura que en ninguna otra playa que yo hubiera visitado, no por el hecho de ser blanca, sino porque tenía la textura de ser parecida a la harina por lo fina que era, así que, más que molestar por ser granulosa, resultaba hasta suave.
-Te amo, Jean. Me cuesta trabajo pensar que no lo hice apenas te vi.
-No importa, en realidad. Todo ha sido por esa noche, por esa pequeña fiesta que me hiciste, me sentí tan feliz, casi como ahora, pero nada podrá compararse, lo que más me gusta de la vida es poder tener momentos como este a tu lado. –Gimió, realmente sus palabras se me hicieron muy hermosas, por lo que sentía mi corazón latir de una forma muy especial.
Ella me tomó de los hombros, haciendo que me sentara, y ella hizo lo mismo, salvo por el hecho de que se abrazó a mí por mi nuca, acomodándose para que su υαgiηα quedara justamente frente a mi miembro, de ahí que, de solo un movimiento suyo de cadera, reanudamos nuestra marcha. Sus muslos se apoyaban en los míos, yo la tenía abrazada igualmente por la cintura, aprovechando de igual manera que podía tocarle el trasero, pero me media muy bien en ese aspecto, no queriendo verme muy avorazado.
Nos besábamos de nuevo con un poco de intensidad, unidos a más no poder, el sudor nos cubría un poco el cuerpo, pero éste se mezclaba con la brisa del mar que viajaba junto al viento. Quizá por eso estamos destinados a reencontrarnos siempre: no hay dos corrientes de viento que no se vuelvan a encontrar.
-Jean, llévame muy cerca de tu corazón, por muy lejos que estés, no nos separes, después de todo, está escrito en las estrellas. –Le dije, haciendo alusión a la bóveda celeste llena de astros que nos cubría esa noche. -Jean, por favor, deja que me explique, nunca pretendí causarte tristeza o dolor, así que deja que te lo diga una y otra y otra vez: Te amo. Ahora y por siempre: te amo. (Qué genial es escuchar a John Lennon mientras escribo uwu)
-Yo lo sé, Aether. Sé qué está escrito en las estrellas, Mona me dijo que ve algo distorsionado en mi destino, que no puede descubrirlo, y no puede ver tu futuro, ¿Sabes qué quiere decir eso?
-Que estaré a tu lado...y compartiremos un destino juntos. –La volví a besar, vaya que eso me tomó por sorpresa, pero no es que me desagrade, sino todo lo contrario: me parece lo más bello de la vida.
Realmente se nos quedó por costumbre que ella fuera la dominante por esa primera vez donde estuve herido y ella se hizo cargo del trabajo, por lo que debido a la misma posición en la que nos encontrábamos, no me era posible moverme muy bien, pero ella sí, y era justo lo que hacía, causando que nuestras caderas se golpearan, embonando bellamente nuestras entrepiernas. (Ay wey, ahí quedó la cadera de Aether)
Tras dar una pequeña pausa, ya que a Jean le temblaron las piernas y gimió un poco fuerte, aferrándose a mí al tomarme con más fuerza, y uniendo su frente con la mía, me di cuenta que mi amada llegó a un punto de no retorno, y apenas se repuso, siguió moviéndose con la misma velocidad, que, dicho sea de paso, no es que fuera mucha, pero sí que causaba una buena sensación cada que entraba y salía de mí.
Le besé el cuello para que pudiera disfrutar más de esa ocasión, y lo pude notar ya que Jean comenzó a gemir directamente en mi oído, lo que es algo, maldita sea, me encanta y me enloquece, pues es el sonido más hermoso que puedo escuchar en mi vida.
Conforme pasaban los segundos, nos uníamos más en ese abrazo, nos sentíamos de una forma en la que antes no, quizá por todo el ambiente que corría, ha de ser por eso, pues es que no me cabe duda que lo mejor de ese momento era el ambiente hermosamente mágico que nos rodea.
Yo recosté mi espalda de nuevo en la arena, Jean se fue acaballando sobre mí, colocando sus pies al lado de mis muslos, comenzando a mover su cadera arriba y abajo.
Para que ella tuviera apoyo en algún lugar, le ofrecí mis manos, nos mirábamos a los ojos mientras gemíamos, me recordaba a nuestra primera vez, salvo que ahora era una posición un poco más elaborada por el hecho de que tenemos más práctica en hacer el amor, ya no somos tan inexpertos.
Nuestras palmas estaban sudadas, en general nuestros cuerpos ya se notaban cansados, pero no queríamos detenernos, todavía no, por eso es que no queríamos limitar nuestra primavera.
Quería tocarle el cuerpo, pero no podía por la posición en la que estábamos, ya cuando ella estuviera un poco más cansada, al igual que aquella vez, yo tomaría la batuta del asunto una vez más.
-Necesito tocarte. –Parece que me leyó la mente, ya que pasó sus manos de las mías a mi pecho, apretándolo con un poco de presión, pero era suficiente para que no me faltara el aire. Ahí, le acaricié las caderas con suavidad y mimo, especialmente por ser lo que deseaba, pero faltaba más, por supuesto que sí.
Acaricié sus piernas, pasando mis uñas y las yemas de mis dedos por las mismas, causando que Jean me enterrara un poco las uñas, eso debido a que no hay nada como una sensación así en plena situación en la que nos encontramos.
Como esas mismas caricias le estaban relajando las piernas, y por ello ella no podía más con esa posición, decidimos mejor cambiarla, y ahora yo tomaría las riendas de las situación, que es lo que hacemos por lo regular cuando vamos terminando.
Ahora ella se puso en la arena boca abajo, yo tomé su cadera, levantándola un poco para tener la movilidad que deseábamos y, poniendo mi otra mano en la arena, comencé a mover la cadera, haciendo bastante esfuerzo, por lo mismo es que sentía la cara caliente, sinónimo de que estoy sonrojado.
Jean ahora se mantenía pasiva por el hecho de que, en esa posición, no hay mucho que pudiera hacer, lo que sí es que buscó mis dedos, entrelazándonos con los míos, lo que me hizo sonreír sin duda alguna.
Mis gemidos fueron haciéndose más fuertes conforme pasaban los segundos, quizá ya no me quedaba mucho tiempo, nuestras rodillas quedaban juntas, una al lado de la otra, por lo que las mismas se rozaban un poco con cada movimiento que hacíamos, lo que le daba un poco de sensualidad a la ocasión.
Jean se fue rindiendo poco a poco, al igual que yo, pero los dos sabíamos cómo es que queríamos terminar la situación, así que ella se acostó boca arriba, colocando sus largas y hermosas piernas sobre mis hombros, juntándonos de las manos y acercando nuestros labios para darnos un beso.
Justamente, y mientras teníamos esa cercanía como solo se puede tener en este momento, finalmente me rendí, conteniendo un gemido para no dejar de besarla, pero eso sí, apretando sus manos. Sus piernas temblaron.
-Puedo sentirlo...puedo sentir que ya terminaste, y esta sensación me gusta mucho. –Me susurró, yo lo seguí teniendo dentro por unos segundos para finalmente salir de Jean, recostándome a su lado.
La imagen no podía ser más hermosa: los dos estábamos acostados uno al lado del otro, tomados de las manos, desnudos, en medio de la noche, mirando las estrellas, recostados en la arena de una pequeña isla, mientras las olas del mar nos golpean las piernas y el agua del mismo brilla de un hermoso color azul. Si eso no es la magia del amor, no sé qué pueda ser.
-Vaya nochecita. –Reí, abrazándola más fuerte.
-Todavía no acaba. Falta mucho para el amanecer.
-Lo lindo es que será uno junto a ti...eso es lo que más me gusta de pensar que así será el siguiente amanecer.
-A mí también, Aether. –Ella me dio un beso en la frente.
Decidimos dormir ahí mismo, si alguien preguntaba, yo podría decir que exploraba alguna isla, al final de todo, no es que sea precisamente mentira, ya que encontré unos murales que me llaman mucho la atención.
En fin, al despertar, lo primero que hicimos fue reafirmar el agarre de nuestras manos, sonriéndonos para darnos un beso en los labios. Nos dimos una ducha rápida en el mismo mar, y eso solo para quitarnos la arena que teníamos en el cuerpo tras la noche de ayer.
Jean se puso su ropa y regresamos en el rompe olas, aunque yo fui darme una vuelta para regresar más tarde y evitar sospechas. Se supone que no nos encontramos, y no podemos hacer oficial lo nuestro, así sea con nuestros más cercanos (Diluc al saber que Aether hizo el amor con Jean la noche de ayer: ¡HOY te mueres, pu-ti-to! >:v)
Llegando la hora de regresar a Mondstandt y, por ende, despedirnos, ya que debía partir a Inazuma lo antes posible para seguir con mi noble búsqueda, pasé por la oficina de Jean. Ella y yo nos encontrábamos solos y nos despedimos como solemos hacerlo: con un beso lleno de amor que dura, como mínimo, 10 minutos sin parar. Esa suerte que tenemos que nadie nos atrape a veces resulta un poquito inexplicable, pero no importa, siempre podremos contar con que no nos descubrirán.
-Sígueme escribiendo, sé que irás a Inazuma y allá todo está muy controlado, pero al menos un mensaje, una palabra que me diga que estás vivo.
-Jamás se me olvidaría. Cuando regrese te traeré un recuerdo, tenlo por seguro. Dicen que las máscaras allá son muy populares, puedo traerte una, así como un vestido, y podremos salir a pasear un día aquí, en la ciudad, sé que no podrás ir allá en donde nadie podría reconocerte por cuestiones del trabajo, aunque haré lo posible porque tengamos una cita.
-No es necesario ocultarlo...puedes ser mi guardia pretoriana, y eso significa acompañarme a todos lados: ir a bailar, comer, pasear...sin separarte de mi lado. –Nos dimos un fuerte abrazo, seguido de un beso para finalmente despedirnos.
Estaría esperando con ansias ese día...en donde finalmente pueda tener una cita, si bien secreta, con Jean. Ya no puedo esperar, y es una razón más para mantenerme vivo.
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Vaya, pues antes casi no había imágenes de AetherxJean...de hecho para la primera parte del capítulo no encontré ninguna, pero después del evento en la playa vaya que los de mihoyo le echaron leña al fuego en cuanto a ese ship...bueno, el canon es un imán de mujeres, también con Bárbara hubo momentos lindos, pero por fin tuve imágenes para poner de portada :v
Hablando de Barbara, ¿soy el único que ve un triángulo amoroso aquí? 😶
Regresando al asunto, se habrán dado cuenta que el capítulo es otra vez lemmon cuando se supone que no lo debería de ser...dudo que alguien se queje, pero sorpresivamente y como dije en el capítulo primero, todo con esta pareja me hace pensar en sexo por alguna razón :v
Oh, yo sé, sé que les gustó el capítulo y que no quedaron decepcionados, tal vez con ganas de más, eso sí, porque fui muy rápido con los sucesos, pero debía ahorrar espacio para el lemmon, y me ahorré la explicación del evento del archipiélago, así que bueno, nos vemos la próxima semana, ¿qué pareja quieren para Lumine? No recuerdo si hay alguna petición pendiente con ella...en todo caso, me tocará improvisar :'v
Nota: el miércoles actualizo el fic de Lisa, para los que no lo sepan, tengo un fic AetherxLisa que tengo abandonado :'v muchos de los primeros lectores del esta historia se vinieron de allá, así que ellos serán los más emocionados.
Nos vemos en una semana uwu
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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