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En tiempos de guerra... (especial 60 capítulos)

Pues bien, en aquellos momentos me la pasaba por Inazuma, todo estaría realmente tranquilo de no ser porque andaba más caliente que colcha de tigre. Paimon estaba dormida en la hacienda de Ayaka, pues ahí nos solemos quedar a dormir con eso de que ahora somos perseguidos por el ejército y prácticamente estamos prófugos, y más de uno me preguntará, "oye, Aether, ¿por qué no le haces una propuesta indecente a Ayaka si parece que le gustas" Oh, ho, noooo. No lo hago en primera, porque quizá eso pueda afectar nuestra amistad y segunda, si su hermano o Thoma se llegaran a dar cuenta...quizá me corten la cabeza y no la que tengo entre las orejas.

Por eso mismo es que, encapuchado, fui directamente al primer hotel de paso que encontré, iba de incognito así que nadie me reconocería, y bueno, era mejor para todos que así fuera, creo yo.

Claro que al ser un hotel de paso, donde suele ir gente adinerada, es más que claro que la confidencialidad es algo que se toma en cuenta, por esa misma razón a nadie de los empleados le importo que no se mostrara mi rostro.

-Mira amigo, por aquí viene gente de todas las clases sociales: jornaleros, artesanos, militares, políticos de alto rango, hasta los más cercanos a la Shogun han pisado este lugar, a nadie le sorprende ver a un cliente que quiere guardar su identidad, y mientras me paguen, ese detalle me da igual.

-Lo que quiero es que sea un encuentro a ciegas, usted ya ha de saber.

-Ahhh, cita a ciegas. -Rió el encargado con cierta diversión malévola. -Sé exactamente a lo que se refiere. Puede encontrarse con una chica...o chico, si es que también tira por ese lado.

-Solo mujeres. -Exclamé, aclarándome la garganta.

-Ok, puede encontrarse con cualquier clase de chica, así que si entra y no hay algún cuerpo de su agrado, el hotel se guarda las reservas de no regresarle su dinero, pues aquí todo es al azar.

-De acuerdo...me atendré a lo que me toque.

-Esa es la actitud, mi amigo. -El encargado me dio unas palmadas en el hombro que casi me lo rompen. -Su llave.

La habitación que me tocaba era la 57, me sentía nervioso por lo que me fuera a encontrar, había toda clase de personas en aquel hotel, mujeres sentadas en las piernas de los hombres, parejas de toda índole sexual besándose en los rincones, gente fumando y bebiendo...este tipo de lugares me dan cosa; las pendejadas que uno hace cuando la sangre se le va a la otra cabeza.

Llegué a la habitación, suspire pesado, ya había pagado, así que no quería perder un buen dinero, y bueno, la otra persona también había pagado ya, así que estaba amarrado a esa situación. En fin, abrí la puerta y noté que el cuarto estaba obscuro, era lindo, la cama se veía limpia, cómoda, las sábanas eran, seguramente, de algún material suave y sedoso.

Había toda clase de juguetes perversos en una de las mesas de noche, tanto así que incluso me asusté al pensar en qué uso se les daría. En fin, me senté en uno de los sillones a esperar a que la mujer que sería mi pareja de esa noche entrara por la puerta.

Y a los pocos segundos, así fue, una figura alta y encapuchada entró por la puerta, yo me puse más nervioso de lo que ya estaba, solo que cuando aquella mujer habló, su voz se me hizo muy familiar.

-Escucha, ni se te ocurra traer sentimientos a esto, solo será una noche y ya. Sé que me entiendes, tener ganas y no tener con quien desquitar tus deseos, aunque bueno, no debo darte explicaciones. Solo espero que cumplas mis expectativas, pues soy una mujer exigente y que no es fácil de saciar. -Rió ella, y al quitarse la capucha, me di cuenta de algo que me heló la sangre pero luego me la hizo hervir.

Era nada más y nada menos que Signora, por lo que al percatarme de eso, saqué un cuchillo que tenía en mi pantalón, apurándome para acercarme a ella y tratar de matarla.

-¡Tú! -Dijimos a la vez, notoriamente enojados.

-¡Perra suerte, de entre todas las personas de Inazuma, tenías que ser tú quien tuviera que entrar por esa puerta!

-¡Mira, idiota, ya quisieras tocarme así sea una mejilla, porque tengo a medio ejército fatui babeando por mí!

Al final de cuentas, miré a su escote y no puedo negar que tiene razón, me debatía en ese momento, no es lugar para una pelea entre ella y yo, no tengo mi espada, y ella sí que podría derrotarme en este momento.

-Muy bien, primero que nada, hay que hacer una tregua.

-Llamar la atención ahora no me conviene, así que acepto. -Nos soltamos de las manos, chistando con enojo. Ambos nos dábamos la espalda, aunque nos comenzamos a mirar de reojo.

-Y bueno...¿qué haces por aquí?

-No te interesa. Simple reconocimiento, te seguí y sabía que estabas aquí, así que decidí aprovechar el momento para atacarte.

-¿Y por qué me acabas de decir que no lo harás? -Hice un gesto de extrañeza, claro es que me miente.

-Listen here, you little shit. -Exclamó, enojada, tomándome del cuello.

-Ok, en esta situación diría algo como "más duro, mami" pero de verdad siento que me está faltando el aire. Recuerda la tregua.

-Son asuntos personales, así que no te metas en ellos. Y te regreso la pregunta, ¿qué hace un noble y pulcro héroe cómo tú aquí? ¿Eso no va contra tus normas?

-Para empezar, no soy un héroe, soy un viajero. Y segunda, como buen viajero, me gusta pasar por toda clase de experiencias, así que no negaré que estoy aquí por la anécdota que esto puede traerme, y vaya que ya es toda una experiencia.

-Jum, es estúpido, pero no te negaré que es una mentira que cuela.

-¿Cuándo dije que es mentira? -Signora me enchinó los ojos, soltándome del cuello, yo respiré hondo.

-Bien, bien...¿qué propones?

-Mira, muñeca, no sé tú, pero yo no pienso dejar que mi dinero se esfume, ¿de acuerdo? No creas que me gusta la idea de tener que...bueno, ya sabes, con una persona que no me agrada para nada y de hecho acabo de intentar asesinar por lo mismo. Al final de cuentas, estamos en tregua, ¿no es así? Así que...

-No, olvídalo. Prefiero la muerte a compartir cama contigo, ni pienses que me manosearás con tus sucias garras, aparte, soy mucho para ti, pequeño hombrecito.

-Oh, ¿así que es por mi tamaño? Hum, yo pienso que tienes miedo.

-¡¿Miedo?! -Exclamó enojada. -¡¿Miedo de ti?!

-Tú mismo me lo dijiste. No cualquiera puede satisfacerte, y si yo lo hago...un hombrecillo, alguien sin mucho chiste, y que aparte de todo te desagrada...ufff, sería un golpe al ego muy fuerte. Por eso pienso que tienes miedo de que pueda complacerte como nadie lo ha hecho. -Signora comenzó a reír. Yo simplemente me comencé a quitar la playera.

-¿Qué haces? Ja, ni sueñes que podrás tocarme ni un solo cabello.

-Solo intento hacer que mi reto te gane. ¿Funciona?

-¿Cómo va a...? No, no, mírame, ¿te parece que funciona? -Ahora comencé a desabrocharme el cinturón. -No, no fun... -Ella suspiró, enojada, aunque luego comenzó a reír con reto, como que queriéndome dar a entender que no caería en mis juegos. Sin embargo, se llevó las manos a la cara, tapándose la boca. -¡No, no lo hagas, no, no, no! ¡No lo dejes ganar! -Suspiró una vez más. -Ok, hombrecito, tú ganas. Pero todavía tendrás que hacer algo más por convencerme del todo, sino tomaré mis cosas y me iré de aquí, burlándome de ti.

Observé un poco todo lo que había en aquel cuarto, pues vaya que había un poco de todo...por lo mismo es que, y queriendo probar si es que eso ayudaba, tomé una botella de vino que se encontraba en una de las mesas de noche, sirviéndola en dos copas.

-Vino de diente de león...nada mal, con razón el precio.

Le tendí su copa, ella simplemente me la arrebató, acabándosela de un solo trago, lo que me sorprendió, bebiendo un poco más.

-Hiciste bien, debo estar fuera de mí si es que aceptaré está locura. -Suspiró pesadamente, aunque incluso debo decir que la veía nerviosa, ¿será que sí se tomó en serio lo que le dije? Vaya, no pensé que su ego fuera tan grande.

-Sí, hasta yo mismo lo digo, pero ya que estamos, es mejor aprovechar.

Para no hacer el cuento más largo, el vino es un estimulante de los deseos sexuales, al menos en las mujeres...o eso creo. Fue que, al pasar de los minutos, y conforme yo también comenzaba con las caricias, debo decir que Signora se resistía.

Si es que le acariciaba el hombro, la espalda o incluso pasaba mis manos a su trasero, ella me quitaba la mano, enojada. Cuando eso me fue permitido, intenté los besos. Odio con toda mi alma tener que admitir que sus labios se ven divinos para besar, por lo mismo es que hacía de todo para poder tenerlos.

Ella me lo impedía, ponía la mejilla, o alzaba el mentón, y de ahí yo me lanzaba a su cuello. Al final de cuentas, yo soy poco superficial y me manejo en la promiscuidad.

-Sé que quieres yo también, te pongo a sudar y lo finges bien, si quieres prudencia a nadie le diré que con elegancia yo te lo daré.

-Sé que me quieres tener y yo te prometo, prometo no hablarte de amor.

-Me quieres tener, tu cuerpo descomunal. Sin indumentaria, lo quiero, con todo respeto, palpar. Crees que solo te quiero para una vez, pero, ¿sabes qué? Dos estaría bien.

Fue ahí cuando nos comenzamos a besar sin indulgencia y sin tapujos, yo ya no tenía la playera, y el pantalón lo tenía solo desabrochado, así como si fuera un tigre que devora a su presa, tomé su top y lo bajé con mis dientes, dejando sus senos al descubierto, especialmente el hecho de que sus pezones estaban erectos por la excitación.

Comencé a manosearlos, eran tan blanditos, y se sentían maravillosos, ella comenzaba a gemir, yo empecé a mover mi cadera atrás y adelante, teniendo ya una erección con la que podía golpear el monte de Venus de Signora.

La llené de besos en todo su torso, comenzando incluso a hacerle chupetones en el cuello, pecho y senos, lo que a ella le causaba gemidos sueltos. Le lamía suavemente el cuello, jugando con ella, seguidamente para darle un beso en los labios que, como era esperarse por la enorme temperatura que adquirimos, fue de lengua, y vaya que eso me sorprendió mucho, pues quien tuvo la iniciativa fue ella.

-Necesitarás más que eso para terminar de convencerme, hombrecito.

Alcé una ceja, sonriendo con reto, pues lo que hice fue comenzar a quitarle toda la ropa, tarea sencilla ya que también cooperó para tal fin, lo que sí es que se cubrió con las sábanas, solo que yo fui un poco más inteligente y usé mi cinturón y una de las fundas de las almohadas para amarrar sus muñecas a la cabecera de la cama.

-Ah, eres un pequeño desgraciado. Así ya no será necesario convencerme, puedes tomarme a la fuerza si te place.

-Sí, podría hacerte lo que quisiera sin tu consentimiento...pero eso no va conmigo. -Suspiré. -Te odio e incluso te deseo la muerte, pero no me justa jugar sucio.

-Si estuvieras en mi situación...te ahogaría con la almohada. No lo haré hoy en base a que puedes hacerlo tú también.

-Hiciste bien. Pero basta de charlas. -Le lamí el pecho con lentitud, besándole el torso, el abdomen, el que de hecho era muy bello y suave, así que lo mordí con una leve fuerza, fui un poco más allá y antes de comenzar, tomé otra funda de la almohada y le vendé los ojos a Signora.

-Eres un pervertido.

-Te gustará. -Sonreí, siguiendo con mis besos, lamidas y mordidas. Cuando llegué lo suficientemente abajo, pasé de largo, tomando sus muslos para acariciarlos, besarlos de piquito, ella tragó saliva de forma pesada.

Cuando me bastaron esos juegos, fui directamente a (a su makina, justamente aquí llevo 250 mil palabras en el archivo de Word...poco no es :0), su oquedad femenina, la que se encontraba bastante húmeda, yo solo sonreí con egocentrismo, y sin pensármelo dos veces, usé mi lengua para estimular esa parte del cuerpo de Signora.

A los pocos segundos comenzó a brotar más de ese líquido, yo seguí lamiendo, tragando como podía la saliva, pues tenía los muslos de Signora entre mi cara, y la posición que tenía mi cuello...no era sencilla. En fin, seguí lamiendo, ya fuera arriba y abajo, o en círculo, el cuerpo entero de Signora temblaba, especialmente sus piernas y su espina, tenía un buen arco en la espalda, señal de que se está muriendo de placer.

Sentía que algunos chorros de su jugo que expulsaba salían disparados a mi cara, algunos casi me daban, otros me acertaban en el cuello o cerca del pecho, hasta yo mismo me sorprendí de eso, literalmente era como una fuente. Llegó uno que sí me dio en el mentón, cosa que fue de...eres grande, Aether.

Signora comenzó a gemir desesperadamente, sentía más de su liquido salir de su υagiηα indicando que había llegado al orgasmo.

-A-Aether... -No podía ni vocalizar por el orgasmo que le estaba obsequiando, yo seguí sin detenerme, el cuerpo de mi acompañante de esa noche se torcía y se convulsionaba de pies a cabeza, así que cuando se me cansó la lengua, fue que me detuve. Ella respiró de forma pesada, me parece complicado pensar que incluso le faltaba el aire.

Seguidamente de eso, comencé a jugar una vez más con sus senos, los que estaban notoriamente sensibles, me los metí en la boca, succionándolos con cuidado, dándoles pequeñas mordidas, vaya que este juego perverso es algo que me está gustando incluso.

Manosear el cuerpo de Signora me encantaba, pues vaya que tiene unas curvas que para qué decir, solo que faltaba que me divirtiera yo después del favor que le acabo de hacer, y vaya favor.

-Ya, déjate de juegos y métemela de una buena vez. -Ni siquiera tuve que pedírselo.

Quitándome el pantalón, ya estaba complemente preparado, así que sujetándola de la cintura, y sin importarme lo demás, se la metí de una, haciéndola gemir. Me fue completamente sencillo, pues ella estaba mojada como arena de mar, y con desesperación, comencé a metérsela una y otra vez, haciendo mover la cama, no rechinaba, pero vaya que estaba desgastada ya de la cabecera.

Le destapé los ojos, pues quería ver perfectamente su rostro, y así fue, sus gestos eran tiernamente hermosos, vaya, ella siempre suele tener el ceño fruncido, pero ahora lo tenía relajado, o sí que lo apretaba pero por el mismo placer que la estaba haciendo sentir. Al final de cuentas, lo que importa es cómo lo hago.

A veces tiraba el cuello para atrás, en otras trataba de mantenerme la mirada, sus gemidos me excitaban de sobremanera, pues su voz odiosa, en un gemido, es melodiosa y suave, tanto así que incluso coloqué mi oreja derecha a un lado de su boca con tal de escucharla, y eso solo me hacía querer continuar sin detenerme un segundo.

Ella se percató de esto, y me lamió el lóbulo de la oreja, sorprendiéndome, así que, como si fuera un llamado, atendí al mismo, haciendo que nos diéramos un beso de lengua mientras seguía tirándomela.

Cambiamos un poco de posición, pues yo me hinqué en la cama, tomándola de los muslos, usándolos como agarradera mientras comenzaba a moverme frenéticamente, como mi cuerpo y energía me lo permitieran. Ella, que seguía amarrada de las muñecas, solo podía gemir a la vez que sus grandes senos se movían como gelatina, lo que me fascinaba de ver.

El rostro que ponía me enloquecía, pues era algo muy sucio y pervertido, y el que pudiera verlo, así fuera en la obscuridad, era un privilegio para mí.

-Quítame estas cosas. -Me pidió, y así fue, la desamarré. Ella me tumbó boca arriba, me sorprende la fuerza que tiene, su rostro de deseo y lujuria me sorprendía.

Ahí, me tomó de las muñecas, hincándose sobre mi entrepierna para comenzar a moverse adelante y abajo, lo que me sorprendió mucho, pues vaya que se movía rápido y sin al parecer importarle si me dolía o no...que dicho sea de paso, sí me dolía un poquito.

Sus gemidos y sus expresiones eran oro puro, solo por eso me mantenía sumiso ante ella, me sorprende la fuerza que tiene, pues incluso yo me trataba de zafar de su agarre para también tocarla.

-Oh no, amiguito, tú de aquí no te escaparás tan fácilmente. -Apenas lo terminó de decir, dio un gemido que me caló en los tímpanos.

-Déjame tocarte.

-Jum, eres un pervertido. -Rió ella, soltándome de las muñecas para ahora enterrarme las uñas en el pecho cada vez que se empezaba a venir. Yo le acariciaba todo el cuerpo, sus muslos, su gran trasero, que jugar con él era mi cosa favorita esa noche.

-Ahórcame. -Sí, y el pervertido soy yo. Con una de mis manos le empecé a apretar el cuello, y con la otra, seguía recorriendo su cuerpo a mi gusto y placer.

Ella no podía gemir ya que no se lo permitía, incluso se detuvo, y fue ahí cuando, estando ella vulnerable, cambié la posición de poder, así que a ella la coloqué en 4 sobre la cama, sonriendo para mí mismo, agarrándola fuerte de la cadera, y como me lo permitió su enorme trasero, pues sí que me costaba un poco de trabajo, debo reconocer, la volví a hacer mía.

La tomaba de la espalda, arañándosela un poco, ella ponía de su propia cosecha al igualmente moverse de adelante a atrás, así que cuando nuestros movimientos se acomodaron al compás, sentí un placer que en mi jodida vida sentí en alguna ocasión, por lo mismo es que, no pasaron muchos minutos para cuando, apretándole el trasero y teniendo un escalofrío en todo mi cuerpo, me vine a la vez que daba un gemido que no podía controlar.

Caí en la cama, asombrado, había sido el mejor orgasmo que había tenido en mi santa vida, así que se darán una idea de que tenía los ojos abiertos como platos. Signora se fue acercando a mí, dándome un beso en la mejilla.

-No me agradezcas, al final de cuentas, tú también pusiste de tú parte. -Me dio otro beso.

-Es que eso fue de...wow.

-Sí, lo sé. ¿Quieres descansar un momento? No te preocupes, yo reanimaré la llama de ser necesario. -Se rió, dándome un beso en el cuello. -Mira nada más cómo me dejaste, desgraciado. Tendré que usar mi ropa de invierno, porque si me presentó así ante mis tropas, todos se preguntarán qué diablos me pasó.

Hablamos unos minutos, más que nada sobre qué era lo que queríamos hacer todavía, pues el tiempo sobraba, por lo mismo es que, cuando ella comenzó a jugar conmigo, no tardé mucho en reanimarme.

Signora se acostó boca abajo, levantando un poco el trasero, por lo mismo es que sonreí, bajando un pie de la cama para tener agarre, y tomando mi ρεηε entre mis manos, lo llevé a su ναgiηα donde solo tuve que acomodar mis brazos en la cama, comenzando a mover una vez más mi cadera de atrás para adelante, causándole gemidos a ella, los que ahogaba al tener la almohada en su rostro.

La vista que tenía era la de su espalda, ella se encorvaba un poco, razón por la cual me prendía el ver la línea de su espalda y los dos agujeros de su cadera, yo gemía de igual manera mientras respiraba como si fuera un caballo, pues el sonido de mi entrepierna golpeándose contra su trasero me excitaba mucho.

La jalé de los brazos para metérsela con más fuerza, y sí que funcionó, ella comenzaba a gemir más fuerte, yo le besé el cuello estando en esa posición, me gusta mucho lo flexible que es, pues nos permite posiciones muy curiosas, así que yo encantado de la vida.

-Vamos, así. Al final no me decepcionaste, hombrecito.

-Te dije que no tenías nada que perder. -Fue mi orgullosa respuesta.

Lo siguiente que hicimos fue levantarnos de la cama, ahí, nos dimos de besos y nos acariciamos ambos el cuerpo, tanto ella como yo, nos mordiamos los labios con cierto cuidado, el chiste era que la pasábamos muy bien.

Terminando esa sesión rápida de besos, lo que hicimos fue que yo me acomodé detrás de ella, tomándola de la cadera mientras ella recargaba sus manos en la cama, más precisamente al pie de la misma.

La tomé de la cadera con un poco de fuerza, pero entonces pensé en algo mejor, solo pude sonreír maquiavélicamente, pues al final de cuentas creo que será algo que nos gustará a ambos.

Salí de ella y dirigí mi miembro a su αηο, lo metí con cuidado ya que no me era una tarea sencilla debido a la falta de lubricación, aunque con lo que tenía era suficiente.

-No te andas con juegos. -Rió Signora.

-Tampoco digamos que tú sí. -Lo siguiente que hice fue llevar la sangradura de mi brazo a su cuello, comenzando a apretar hasta donde ella me dijera.

Apreté y apreté hasta que Signora me dio dos golpecitos en el brazo, señal de que era fuerza suficiente, aún así quité un poco de fuerza para evitar incidentes.

Diablos, si quisiera podría asfixiarla de una vez y acabar con esto...pero no es como que no me esté divirtiendo.

Fue cuando ya tuve buena movilidad ahí abajo que comencé a moverme con más facilidad, con mi otra mano ingresé dos dedos en la ναgiηα de Signora, ella también se acariciaba esa parte de su cuerpo, así como jugueteaba con uno de sus pezones, cosa que me excita mucho, pues vaya que quiere llevar su placer a los mayores niveles.

Sentí que ella apretó mis dedos, aparte de que tomó mi brazo para quitárselo del cuello, pensé que algo andaba mal, con solo ascentar su cabeza supe que todo iba bien, así que continúe sin detenerme, sus piernas se volvieron débiles, fue ahí cuando pase mis manos a su cadera, ya que estaba seguro de qué era lo que se venía.

Signora comenzó a gemir fuerte, yo hice cuánto pude, incluso arremetiendo más fuerte, acariciando su cadera y besándole el cuello, y fue que ahí ella se rindió, la sujeté con fuerza a la vez que una vez más se convulsionó por el placer, así que dejé que pasará por aquello, aunque bueno, apenas terminó, me volteó a ver.

-Er-Eres un...

-¿Qué pasó?

-¡Hijo de perra! ¿Cómo te atreviste a darme un orgasmo así?

-Pe-pero si yo no hice nada...

-Maldita sea, hacerlo con alguien a quien odio fue más interesante de lo que pensé...y más placentero. ¿O ya acabaste?

-Todavía no. -Reí.

-Te odio...Al final de cuentas no mentías, y sí que pudiste complacerme, eso no lo hace cualquiera.

-Te dije que no te arrepentirías. Y que también tengo mucho potencial.

-Eso ya me da igual...solo acabemos lo que empezamos.

Nos comenzamos a besar una vez más, mis manos tenían rienda suelta a todo el festín que representaba el cuerpo de Signora, con sus senos ella no me hace una rusa, ¡sino toda una Unión Sovietica!

Y así fue como terminé, Signora me tumbó en la cama, colocando sus senos entre mi miembro, y usando un poco de crema para manos, lo que ella hizo fue mover para arriba sus dos melones, lo que era una sensación de...wow.

Grandes, suaves y con aquella crema, nada podía ser mejor, ella hacía cara de que no le agradaba nada hacer eso, aunque bueno, favor se paga con favor.

Apretaba las sábanas, tardaría su tiempo para que yo pudiera llegar a mi límite, lo que si hice fue disfrutar todas las sensaciones que los suaves y blanditos senos de Signora me ofrecen.

-Creo que te falta...ya sabes.

-¿De qué hablas, hombrecito?

-Te hice un buen oral, querida. Creo que debes devolverme el favor.

-No sabes cuánto te odio... -Ella simplemente suspiró, rendida, tomando la sábana para limpiar mi miembro, y mirándome a los ojos, comenzó la faena.

Su mirada, desde mi perspectiva, la hacía ver sumamente bella, que de por sí ya lo es, ahora su mirada se tornaba de una manera que no la puedo describir por lo sensual y lasiva que era.

Los movimientos de su lengua, de sus labios carnosos, que era lo que mayormente usaba, así como el hecho de que se nota que sabe lo que hace, me causa un placer que, diablos, nunca había sentido antes, así que por lo mismo apenas y podía contener unos buenos gemidos y temblores que tenía en todo el cuerpo.

Escuchaba como succionaba mi miembro, por lo mismo es que me tapé la boca para resistirme, ahora sí rozaba mi límite.

-Como te vengas en mi boca, te lo arrancaré de una sola mordida, ¿de acuerdo? -Solo ascentí con la cabeza.

Cuando ya no pude más, tomé la mano de Signora para indicarle que ya era hora, ella lo entendió, sacando su boca a tiempo. No me había venido, así que ella se encargó de sonreír, tomando mi miembro para meterlo en su ναgiηα, de ahí que ella se sentará en el mismo, moviendo su cadera.

-Al menos dura 5 minutos más, ¿sí?

-Sí, solo dame un respiro. -No salí de ella, Signora se movía un poco y de ves en cuando para que mi erección se mantuviera, y así fue, cuando pude dar otra vez algo de pelea, lo hice, terminando a los 10 minutos, el doble de su expectativa.

Nos vestiamos cada uno por nuestra cuenta, el silencio era incómodo, sin duda. Habían terminado las 4 horas que teníamos reservadas, así que sin más, era hora de retirarnos.

Ella fue hasta la puerta por dónde había entrado, sujetando el picaporte.

-Esto no pasó. Si le dices a alguien, cuando nos enfrentemos, sabrás lo que es tener que pelear contra una bruja enojada.

-Un caballero no tiene memoria.

-Gracias de todos modos. Por tu silencio y por este rato. Tú y yo odiaremos admitirlo pero...fue divertido.

-Bastante. -Reí. -Creo que lo prohibido y lo impensable al final de cuentas sabe mejor.

-Quizá. Pero ahora somos enemigos, viajero.

-A muerte. -Ambos nos sonreímos, ella salió por la puerta y yo por la mía.

Vaya nochecita. Nunca olvidaré esto, sigo odiando con toda mi alma a Signora aunque...debo admitir que tener sexo con ella es más que delicioso.

Un platillo que solo es para una vez...aunque dos estaría bien.

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Wiii, y finalmente regresé...aunque no por mucho tiempo :'v

Ya me alargué bastante con el otro fic, aparte de que lo he hecho más largo de lo que tenía pensado, me he atrasado porque he salido mucho y no tengo donde escribir, así como la escuela me ha metido una madriza últimamente :'v

Lo que sí sé es que el próximo capítulo es de Lumine, seguramente querrán un cap relacionado con Ayato, aunque también puedo recibir sugerencias uwu

Vaya, espero les haya gustado mucho el ansiado y muy esperado lemmon de Aether y Signora, ojalá que la espera haya valido la pena por los meses que los hice esperar.

Nos vemos después, no me extrañen mucho porque no sé cuándo vuelva :'v

Adiós uwu

Siempre tuyo:

-Arturo Reyes.

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