Al fin nos conocemos.
(Primero que nada, el capítulo lo debía desde hace muchooo tiempo, segunda, lo narraré en tercera persona ya que es necesaria la perspectiva de ambas partes, o al menos eso me parece a mí. Sin más, espero que disfruten de uno de los ships más canon que existen en el juego :v)
Serían, por aquellos entonces, cerca de las diez de la noche, en el banco del norte, al menos adentro, hacía un calor insoportable, el ambiente se notaba aburrido y a nadie de los presentes les agradaba la idea de estar ahí presente.
Suerte que dos de los guardias del banco, Vladimir y Nadia, se encontraban en turno de descanso por la buena nueva del festival de las linternas de la ciudad, así que el ambiente resultaba de lo más hermoso.
Vestían sus uniformes de manera impecable, especialmente Nadia, que tenía el peinado bien hecho y, sobre todo, le brillaba por lo limpio y cepillado que estaba.
Vlad, por su parte, tendría algunas arrugas en su uniforme, estaba medio peinado, y de todas formas resultaba pasable. Suerte suya que muchos de sus superiores no lo verían, y si lo hacían, no le darían la importancia que tendría, ya que después de todo era un festival.
Hacía calor en la calle superior de la ciudad, justamente al bajar las escaleras del banco, las luces de todos lados resultaban tan hermosas y brillaban con una intensidad como nunca antes las habían visto.
-Entonces...¿tendremos algunos días libres? –Preguntó Nadia para romper el hielo, tenía un poco de nerviosismo ya que no conocía a Vlad, no lo había visto antes, y ni siquiera sabía qué labor desempeñaba en el banco.
-Parece que sí. No me había dado cuenta de lo linda que es la ciudad, quizá sea por el festival solamente.
-Es bonita, sin duda alguna. –Intervino ella. –Ahora resulta más llamativa por el tema del festival, pero con o sin todo esto, igual resulta vistosa.
Ambos se dirigieron al puerto, donde les llegaba muchísimo aire, y el calor desaparecía para ser cambiado por una brisa impregnada de agua de mar que resultaba muy agradable para ambos, especialmente para Nadia.
Parándose frente a una de las vallas del puerto, ambos apreciaron el espectáculo que tenían frente a ellos, puesto que la luna hacía que todo el mar brillara, y ni hablar de la misma luna, esa noche se había llenado de forma hermosa, notándose un poco más grande.
-Me recuerda a la nieve de la madre patria. –Sonrió Vlad, contagiando a Nadia.
-Lo que más extraño de la madre patria es poder rodar en la nieve, o patinar en los lagos congelados, eso es de lo mejor.
-¿Sabes patinar? A mí no me lo permitieron nunca, aparte de que me daba un poco de inseguridad el caerme al lago congelado.
-Nunca he sabido que algo así pase.
-Donde vivo, el hielo no es tan grueso, es ideal para pescar.
Se habían dado cuenta que no sabían sus nombres, simplemente coincidieron fuera del banco, tras escuchar la noticia de que tendrían algunos días libres ya que el banco no necesitaba más guardia por ese momento.
-Nadia...es un lindo nombre. ¿Abreviación de Natasha?
-No, es un nombre aparte. En todo caso sería Nat. Supongo que Vlad viene de Vladimir.
-Sí, así es.
-Suena un poco imponente. También me gusta.
-Gracias...
Se contaron un poco de la experiencia que llevaban trabajando en el banco, omitiendo todo sobre qué labor desempeñaban. Ganaban bien y, suerte para ellos que no había sucedido ningún problema hasta ahora, así que muchas veces se sentían aburridos o nostálgicos de pensar en casa o en algo similar durante su jornada laboral.
Ganaban lo mismo, aparte de que era visto como una noble labor en pro del sueño de la Zarina, así que sentían que eran parte de algo importante, los dos por igual.
-Lo único anormal es que una vez dejé caer una carta que era para mi familia, y el guardia del turno de la mañana y la tarde pensó que era para él. Primeramente fue algo que no le di mucha importancia, me daba igual pero...ahora me parece algo genial, muchas veces tardo unos dos o tres días en responderle, pero lo hago porque quiero pensar muy bien en mi respuesta, que la conexión no se pierda.
Vlad, apenas escuchó eso, se sorprendió muchísimo. Ahora explicaba la cierta familiaridad que sentía al hablar con Nadia, la razón por la cual resultaron muy compatibles a pesar de la personalidad que tienen los habitantes de su pueblo (tengo entendido que los rusos son desconfiados con los desconocidos y que siempre mantienen una distancia, así por eso lo añado).
-Pensándolo un poco mejor...hablar con esa persona me resulta grato, alegre, y alguna ocasión que no he querido venir al trabajo fingiendo que estoy enferma, me lo replanteo ya que no quiero que la carta de esa persona sea recogida por alguien más o se la lleve el viento.
-Es amable de tu parte...toda carta debe ser al menos leída...algo me dice que a esa persona también le agrada escribirte, me hace pensar que tiene la misma opinión que tú.
Si es que a ambos se les preguntara por esa cuestión, estando ambos separados, responderían exactamente lo mismo de esa persona con quien compartían cartas de forma tan seguida. El autor omitirá poner la opinión de Vlad, ya que tendría que calcar la de Nadia. En una palabra: ambos pensaban completamente igual de esa persona.
-¿Cómo piensas que será él? El de la carta. Que, de hecho, también suelo intercambiar cartas con alguien del trabajo, así que puedo entender lo que dices.
Nadia captó de inmediato el mensaje de Vlad, en ese tono sutil y discreto, le dijo que su destinatario era él. Decidió hacerse la tonta con esa cuestión, le seguiría el juego, era lo más adecuado, si hay que precisar.
-Me parece que será alguien noble...un poco gruñón porque me dice que muchas cosas le molestan del trabajo, sin duda lo pienso como alguien muy humano y dispuesto a ayudar a los demás...después de enojarse, claro. Si lo viera, estoy segura de que me agradaría. ¿Y qué piensas tú de la persona con quién te escribes cartas?
-Oh, sin duda será una mujer. Su forma de escritura muy fina y elegante es impropia de un hombre. Mi letra es desordenada, un poco fea pero legible al final de todo. Y esa chica, seguramente tiene un buen carácter y un buen corazón, pienso que es despreocupada, paciente y amable, además de ser alguien que sonríe mucho.
-Hum...no lo había pensado, quizá con quien me carteo puede ser mujer, pero no lo creo...tiene letra desordenada y con suerte legible. Seguramente es o fue militar.
Ambos sentían cosas bellas en el corazón, pues jamás habían escuchado que alguien se expresara así de ellos, lo que resultaba impresionantemente lindo. Sin duda, eran más que halagos esas palabras, más que simples elogios, era lo más bello que les habían dicho.
Para el día siguiente, ambos acordaron de verse en la tarde, a eso de las cinco, en el mismo lugar donde estuvieron platicando.
Hablar en persona resultaba mejor que hacerlo a la carta, mucho mejor sin duda, por lo que apenas podían contener la emoción y los ánimos para verse nuevamente.
Decidieron llevarse un regalo por lo linda que había sido la velada anterior, que, a pesar de no ser muy larga, les pareció inolvidable. Apenas podían creerse que, tras tanto, finalmente conocieron a la persona con la que conectaban tan bien.
Vlad, muy a diferencia de ayer, estaba bien peinado, su uniforme presentable y limpio, al igual que su antifaz, al que incluso le había sacado brillo para que resaltara más.
Por su parte, Nadia llevaba puesto su mejor perfume, ese que solo guardaba para ocasiones exacerbadamente importantes, tanto así que la botella quedaba casi nueva, de hecho.
Al saludarse, lo hicieron de forma un poco tímida, y cuando Vlad sacó una pequeña cajita de su bolsillo, Nadia se sorprendió bastante.
-Son dulces tradicionales, los había probado una vez y son deliciosos, un sabor que no tiene nada que ver con los dulces de la madre patria.
-Gracias... -Ella aceptó la cajita para de inmediato sacar una que también tenía en su bolsillo. –Vaya coincidencia, también quería darte un pequeño obsequio.
El regalo para Vlad resultaba ser una pulsera con un muy pequeño trozo de cor lapis, que era más naranja que amarillo.
-Esto debió ser muy caro...no puedo aceptarlo, nuestros regalos no tienen comparación.
-No te fijes, no fue muy caro, lo regateé un poco con la promesa de que compraría más. A mi familia le puede gustar.
-Gracias entonces. –Sonrió él, tratando de ponerse la pulsera completamente en vano.
-Permíteme... -Ella le ayudó a ponerse la pulsera, la que, de hecho, resaltaba mucho y era muy linda por el contraste entre la correa negra, la piedra naranja y su uniforme negro con detalles en rojo.
Lo que ahora harían, sería divertirse un poco, distraerse del trabajo, pero primero que nada, charlar un poco más de lo que ya lo habían hecho antes.
Ahora se sentaron en el muelle, usando un parasol y quitándose las botas para mojar sus pies en el mar, al principio fue algo frío, y los sacaron de inmediato, aunque pasado un tiempo, fue haciéndose de su agrado.
-¿Entonces vives más al sur de la patria? Donde el hielo de los lagos no es tan grueso. –Preguntó Nadia, pataleando un poco el agua.
-Así es. La villa donde crecí está al sur, no hace mucho frío, pero me prohibían patinar ya que podría lastimar mis tobillos o mis pies, y eso podría hacerme no apto para el servicio militar, lo que sería una desgracia familiar al ser yo el único varón de la familia. Mi abuelo me obligó a ser militar, y al principio lo detestaba, pero al llegar a Liyue y tras conocer a la chica de las cartas, siento que todo ha valido la pena.
Ahora se sentaron en el muelle, usando un parasol y quitándose las botas para mojar sus pies en el mar, al principio fue algo frío, y los sacaron de inmediato, aunque pasado un tiempo, fue haciéndose de su agrado.
-¿Entonces vives más al sur de la patria? Donde el hielo de los lagos no es tan grueso. –Preguntó Nadia, pataleando un poco el agua.
-Así es. La villa donde crecí está al sur, no hace mucho frío, pero me prohibían patinar ya que podría lastimar mis tobillos o mis pies, y eso podría hacerme no apto para el servicio militar, lo que sería una desgracia familiar al ser yo el único varón de la familia. Mi abuelo me obligó a ser militar, y al principio lo detestaba, pero al llegar a Liyue y tras conocer a la chica de las cartas, siento que todo ha valido la pena.
-El que yo me uniera a los Fatui fue más bien casualidad. No sabía qué haría con mi vida, y escuché que los que se unían a los once tenían la vida segura. Por ahora no me quejó.
-¿Y desde cuándo patinas?
-Desde los once. Mis hermanas sabían patinar, así que les pedí que me enseñaran, se veía divertido pero...el patinaje artístico es de lo más bello, incluso pensé en ir a la capital para patinar frente a la Zarina.
-Hubiera sido el más grande de los honores...¿pero qué pasó?
-No tenía mucha liquidez. También soy de una aldea, y cuando hace frío, la leche no se compra por litros, sino por gramos. Suelo comprar un cubo congelado de leche, y lo pongo a calentar en la leña para que se derrita y se cuesa.
-Oh, algo así había escuchado en las partes más nórdicas de la madre patria, aunque nunca me lo creí. –Rió Vlad. –Por suerte, aquí hace un rico calor, el agua no está congelada y no tenemos que usar abrigos todo el día.
Ambos sonrieron, vaya que pensar en la madre patria les traía muchos recuerdos de su infancia y mayor juventud, aunque ahora se centrarían en crear mejores recuerdos entre ellos dos.
Lo que más le gustaba a Vlad de los Fatui era cuando desfilaba en las marchas militares en el cumpleaños de la Zarina o en alguna fecha muy especial para su pueblo, Nadia nunca había visto uno, y la verdad es que aquel hombre le contó con mucha emoción lo impresionante que era, por el hecho de la música, las filas de soldados bien organizados, la presentación de las armas, entre varias cosas más.
Al quedarse sin temas para hablar, que fueron más o menos dos horas de platica interrumpida que pudieron extenderse bastante más, decidieron jugar en el evento que se decía ser el principal del festival.
Era un juego de mesa, más que nada de estrategia, llamado "arena mecánica".
Cada partida podría durar aproximadamente 20 minutos, dependiendo de la habilidad de los jugadores. En el caso de Nadia, ella sería la atacante y Vlad el defensor. Se notaba que no había prestado mucha atención a la clase de estrategias en la academia militar, ya que fue derrotado en la segunda fase del juego, o sea cuando se llevaban no más de cinco minutos.
Volvieron a intentarlo algunas veces más, en las cuales, incluso siendo el atacante, Vlad siempre salía derrotado, y era una persona tan orgullosa que no se levantaría de ahí hasta que no ganara por lo menos una partida, y eso fue algo de lo que Nadia se dio cuenta prontamente.
Hasta la cuarta partida, y como atacante, Nadia cometió dos errores vitales a propósito, lo que hizo que ganara su contrario, y fue finalmente que ambos se retiraron de la mesa del juego. Otra hora se les había escapado en ese pequeño gran momento que pasaron juntos.
Como ya era hora de comer, los dos se sentaron en uno de los muchísimos puestos de comida que ofrecía el muelle durante esa época del festival, viendo la gran linterna que estaba a medio construir. (Aether: maldita sea, en ese evento fui hasta albañil, todos en Liyue son unos inútiles, empezando por su ex arconte >:c).
Los platillos se veían más deliciosos que de costumbre, lo que era mucho decirse, a pesar de ser todos los típicos platos que uno comería en la ciudad cualquier día de la semana. Claro que, por ser el festival el aura carnavalesca y algunos pequeños trucos de los chefs hacían que las cosas supieran mejor y, por ende, tuvieran más ganancias.
Estando satisfechos, y mirando al cielo, notaban algunas cuantas linternas que volaban en el cielo a pesar de no ser de noche todavía.
-Pensé que solo se lanzaban en la noche.
-Quizá será a cualquier hora, siempre y cuando se tenga una linterna.
-...Y sí...
-¿Hacemos una? –Dijeron al unísono, mirando hacia otro lado.
-Bien.
-De acuerdo.
Lo mejor fue que no batallaron mucho para conseguir los materiales necesarios para hacer una linterna, más que nada lo compraron todo en un puesto, y al aprender por parte de uno de los vendedores de linternas el cómo se hacía una, decidieron poner manos a la obra.
El intento, a pesar de ser primerizo, no fue precisamente humilde. Había quedado bien, con leves desperfectos, aunque lo suficientemente pasable para que pudiera volar sin romperse.
Acordaron que la soltarían cuando fuera el ocaso, justamente antes de que el sol desapareciera para que, cuando ya estuviera en la lejanía de los cielos, la pudieran ver hermosamente en la obscuridad de la noche.
Mientras, fueron al banco del norte, donde se extrañaba que estuvieran ahí, incluso el gerente lo cuestionó, yendo solamente por lápiz y papel para anotar su deseo.
<<Había escuchado que los dos guardias se escribían cartas desde hacía algunas semanas...¿sabrán que son ellos? Prefiero que lo descubran por sí mismos, será más linda la sorpresa>> Pensó el gerente, lo curioso es que no se imaginaba que ambos ya sabían quiénes eran, y los cumplidos que se habían dicho anteriormente de forma sutil e indirecta.
Llegada la hora de la hora, y mientras ambos sujetaban la linterna ya prendida, metieron los papelitos dentro de la misma.
-A las tres...una. -Empezó Nadia.
-Dos... -Siguió Vlad.
-Tres...
Al decir ese número, ambos soltaron la linterna, viendo cómo se escapaba al oeste de su dirección, justamente mientras el ocaso ya estaba por terminar, el sol se escondería dentro de nada en las montañas más allá del mar, y finalmente al ocurrir eso, su linterna se vio brillante en la misma dirección que seguía, sin tener un rumbo fijo.
Ambos se miraron tras dejar de observar la linterna, sonriéndose amablemente.
¿Qué habían pedido en deseo? Justamente lo que les pedía el corazón con la misma intensidad y la misma sabiduría: "Quiero tener el valor para poder decir que yo soy con quien se escribe cartas".
Caminando un poco más por la ciudad, Vlad se ofreció a llevar a Nadia hasta su departamento, y ella aceptó de forma completamente gustosa. Ella lo tomó del brazo, asombrándolo mucho, caminando de forma lenta y contenta, mirando las luces de todas las casas, las risas y los gritos de alegría, aparte de una nueva tanda de linternas que comenzaban a flotar en el cielo de esa noche, resultando en un espectáculo no menos que hermoso.
Al llegar a la casa de la joven mujer, Vlad hizo una pequeña reverencia además de acomodarse el cabello, Nadia imitó el gesto, limitándolo únicamente a lo primero.
-Mañana...¿tendrás algo que hacer?
-Son días libres, y la verdad prefiero mucho celebrar el rito contigo a hacerlo sola o estando en mi casa.
-Lo mismo te digo, Nadia. –Con una sonrisa, el muchacho se enderezó, haciendo golpear sus dos botas, aparte de hacer el saludo militar. –Misión cumplida: la señorita llegó sin contratiempos y sin problemas a su cuartel. –Al acabar de decir aquello, el muchacho sonrió graciosamente.
-Informaré al señor Nobile que todo salió a la perfección durante la misión. Vaya a descansar, soldado, es una orden porque mañana tendrá muchas cosas que hacer, empezando con reconocimiento del terreno.
No logrando soportar un segundo más, ambos se soltaron a reír, dándose un abrazo para después despedirse.
Nadia se recargó en la puerta de su casa, comenzando a quitarse el antifaz, no podía contener una sonrisa y mucho menos la enorme alegría en su corazón que comenzaba a brotar. Habría que precisar que eso se debía a los perfumes que emanaban de una flor que apenas comenzaba a abrirse dentro de su corazón: la flor del amor.
Llegando a su casa, Vlad se empezó a quitar el uniforme, sonriendo a boca cerrada, cansado pero feliz, y preguntándose si es que podría dormir por la impaciencia de que ya amaneciera. Eran más o menos las nueve de la noche, faltaba cenar, leer un poco para distraerse y aprovechar que le entraba el sueño, y de cualquier forma sentía que eso no bastaría esa noche.
Quería saber cómo era el rostro de Nadia, aunque la imaginaba como una mujer hermosa, y seguramente lo sería que, por las demás facciones de su rostro, exceptuando los ojos y la nariz, eran muy lindas y atractivas.
<<¿Qué pensará ella de mí? Ella sabe que yo soy a quién le escribe, ¿pero no lo dirá por algo en específico?>>
Ya mañana era el último día donde había descanso al ser el último día del festival, por supuesto, lo que era una lástima. Mañana le diría la verdad, que ya se conocía, aunque daba lo mismo, quería hacerlo.
Nadia no era ajena a ese tipo de pensamientos. Vlad era de cabello rubio, alto y de un cuerpo más o menos robusto, lo que denotaba una gran fuerza física, pero necesitaba conocer todo su rostro.
Aun así, ya estaba enamorada de él, fuera como fuera, si es que tras ese antifaz se ocultaba algún ojo tuerto, una cicatriz, no le importaba, lo aceptaría como fuera.
A la mañana siguiente, ambos despertaron muy temprano, todavía quedaba mucho tiempo para que se vieran una vez más, así que el día se les hizo eterno, e irónicamente, cuando llegaba la hora de arreglarse, se les pasaba el tiempo como agua a presión.
Vlad se había perfumado de igual forma con su mejor perfume, ya que había detectado el día anterior un delicioso olor en Nadia, así que quería oler tan bien como ella. No es como que ese perfume pasara desapercibido, claro que le había encantado, y deseaba olerlo otra vez.
Suerte que ella lo llevaba ese día también.
Caminando con prisa, ya casi era la hora en la que se habían acordado de ver, y ninguno de los dos quería llegar de manera impuntual, pero al ser el último día del rito, todo quedaba abarrotado de gente, incluso el mismo lugar donde quedaron de verse, que era frente al muelle.
Moviéndose como podían, ambos iban empujando respetuosamente a la gente, y cuando llegaron los dos, al mismo tiempo al lugar acordado, casi habían salido expulsados de la enorme masa humana que se encontraba en el lugar, topándose frente a frente en un pequeño espacio disponible, como si fuera exclusivo para ellos.
Sonriendo, ambos se acomodaron un poco las ropas.
-Hola... -Se dijeron a la vez.
-Vaya si no hay gente. –Mencionó Vlad.
-Mucha, quizá si vamos un poco más lejos, la cosa se relaje.
Dicho y hecho, conforme iban alejándose de la gran linterna especial, esa noche era realmente fresca, lo que sonaba a una enorme fortuna ya que, de lo contrario, eso sería un horno al aire libre.
Estando entre las rampas que conectaban el muelle con la calle principal, cercana al gremio, ambos veían todo en esa zona obscura de la ciudad, donde solamente la enorme luna, la que brillaba de forma muy coqueta esa noche, les alumbraba.
Nadia prendió un cigarro, lo que sorprendió un poco a Vlad ya que no se la había visto venir.
-No sabía que fumabas.
-Me estresé mucho hace rato, pensé que no llegaría a tiempo y había muchísima gente. Estoy ahora más tranquila, pero no me vendría nada mal. ¿Gustas de uno?
-Claro. –Sonrió él, Nadia buscó entre sus bolsillos, solamente para percatarse que su cajetilla estaba vacía, lo que la hizo reír del enojo.
-¿Te molesta si fumamos del mismo cigarro?
-Para nada.
Cada uno, tras darle un golpe más o menos profundo, le pasaba el cigarro a su contrario, lo que era una tarea simple, pero linda.
-Dejas bastante mojado la colilla del cigarro. –Rió Nadia, divertida. Solamente por cuestión del antifaz, no se pudo notar que Vlad se puso tan rojo como un tomatico, lo que le hubiera resultado doblemente tierno a la joven mujer.
Tras acabar el cigarro, lo que era una pequeña pausa de lo que en realidad querían hacer al ser ya el último día del festival, fueron a bailar, lo que podría resultar en catástrofe entera.
Eran solamente bailes tradicionales, ellos miraban a la gente común hacer pasos que ellos no conocían ni de lejos, pero claro que sabían bailar danzas típicas de su madre patria, las que eran, por mucho, las más complicadas de Teyvat.
Acabando uno de los bailes, Vlad se le acercó al que era el encargado de los bailes, pidiéndole que dejara unos minutos la pista sola, aunque claro que el público podría ver. Aquello era por algo muy en especial, la danza que harían requería de mucho espacio, y quizá la pista no sería suficiente.
-¿Sabes la danza tradicional del norte? –Preguntó Vlad.
-Jo, claro que sí. –Sonrió Nadia.
Cuando toda la pista estuvo despejada, ambos se hicieron una reverencia para después hacer la danza cosaca que conocían de memoria. Era un baile complicado y que, sin duda alguna, requería de una excelentísima condición física, algo que ambos tenían al estar en el ejército. (van a sacar los prohibidos al ritmo de Ra-Ra-Rasputin :v)
La gente que los miraba aplaudía de forma rítmica, como según sabían por algunas cosas similares que habían visto, y es que aquel baile era, sin duda, muy alegre y vistoso.
Ninguno de los dos dejó de reír durante gran parte del baile, mientras realizaban toda clase de movimientos, saltos y volteretas. De tener sables, la cosa sería completamente diferente.
Terminando, los dos se hicieron una reverencia, recibiendo una enorme cantidad de aplausos por parte del público, ambos exhalaban de cansancio, sudados, pero había valido toda la pena del mundo.
Comprándose algo frío para beber para así bajar el calor, ambos se echaban aire con su mano desocupada, recuperando el aliento.
-¿Dónde aprendiste a bailar? –Cuestionó Ella.
-En el ejército, solía ser lo que bailábamos en los ratos de ocio, y siempre era muy divertido, ¿qué hay de ti?
-En la academia de baile, pues para ser patinadora artística, también tenía que aprender a bailar.
-Tiene sentido...al final es bailar en patines mientras saltas y giras. Sabes, me gustaría verte patinar un día.
-Suena lejano, pero si es que un día tenemos vacaciones y regresamos a la madre patria, cuenta con que te mandaré una carta invitándote a verme patinar.
-La esperaré con ansias.
Se acercaban las doce de la noche tras un largo rato de pláticas, de alguna cena no muy pesada, muchas anécdotas y, sobre todo, de bastante diversión, no faltaría mucho para que la linterna fuera lanzada.
-Nadia...hay una cosa que debo decirte.
-Y-yo también, Vlad.
-Oh, adelante.
-No, no. Tú primero.
-Siendo así... -Vlad suspiró pesadamente, quitándose el antifaz de una forma que sorprendió a su contraria. Era un hombre de más o menos 28 años, de ojos azules y ahora su cabello resaltaba más por sus ojos de mar. Estaba sonrojado, miraba a otro lado, y de cualquier forma resultaba muy atractivo. –Yo soy el guardia de la mañana...
Ella sonrió, quitándose también el antifaz, siendo una hermosa cosaca de ojos de un bello color café avellano, que hacían juego con su cabello grisáceo, de cualquier forma, también se veía de la misma edad que su contrario, ambos se miraron a los ojos.
-Y yo soy la guardia de la noche...¿con que así luce la persona con la que me he mandado cartas durante un buen rato? Realmente no puedo decir que cumpliste mis expectativas...ya que las superaste todas. Sabía que me gustarías, fueras como fueras, ya que, a pesar de que eres un poco gruñón y orgulloso, eras muy linda persona.
-Me lo dijiste ese día...yo supe inmediatamente de que nos conocimos que tú eras la otra guardia.
-Lo mismo te digo. Guardamos muy bien las apariencias, sin duda.
-Creo que fue lo mejor, al final de todo.
Justamente en ese instante, la gran linterna cobró vida en los más bellos colores, intensos como solo la misma luna lo podía ser, comenzando a galopar por aires mientras movía su hocico y sus orejas, todas las linternas encendían la ciudad conforme aquel venado de fuego iba volando por la ciudad, danzando entre el mar de linternas que se soltaban a su paso.
La linterna del ciervo comenzó a subir y a subir mientras se alumbraba hasta el punto de parecer una bola de fuego, dejando atrás a las linternas más pequeñas, hasta que estalló en fuegos artificiales de todos los colores que se mezclaron en un blanco perfecto, alumbrando todo el cielo.
Mientras estallaban, Nadia tomó de la mano a Vlad, reposando su cabeza en su hombro, él apretó un poco el agarré, recargando su mejilla en la cabeza de la joven mujer.
-Me gustas... –Se dijeron al unísono mientras los fuegos artificiales comenzaban a extinguirse, dejando a la ciudad completamente asombrada mientras los aplausos y los gritos de emoción comenzaban a sonar en todo Liyue.
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Los únicos Fatui que nadie odia ya que son demasiado lindos que incluso se te olvida que forman parte de la más grande organización terrorista de Teyvat :v pero ahora por escribir cosas relacionadas con Rusia me dieron ganas de comprarme un cosaco de frambuesa, bailar Rasputin, montar un oso y restaurar la URSS :v
El capítulo lo debía ya que muchos lo pidieron, aunque creo a casi todos se les olvidó, pero bueno, aquí está uwu. Creo que es de los mejores capítulos de situaciones románticas que haya escrito, eso me lo confirmarán ustedes, pero a mí me encanta mucho esta pareja, tenía que darles un trato especial al ser un ship "oficial"
Ahora me voy, no sin antes recordarles que la siguiente semana, uffff, manito, la siguiente semana se viene el lemmon de Aether con Rosaria. Agárrense los pantalones o las faldas ya que, como dije, llevaba escrito poco menos de la mitad, y apenas iba calentando motores ya cuando la cosa ya estaba buena. Esperenlo con emoción, nos vemos hasta la próxima semana, voten, comenten y compartan, todo sea por los tortolitos de Vlad y Nadia, creo que no soy el único que quiere que estén juntos :3 !!
родина или смерть!!!
Всегда твоя:
-Артуро.
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