16. Fantasmas
El látex de su traje de minino empezaba a incomodarle bastante ¿Por qué se dejó convencer por Lila de usar este disfraz más ridículo de la historia de Halloween? Soltó un suspiro mientras veía aquella vela en medio de todos los jugadores, quienes estaban en círculo.
—La botella te eligió, Adrien.— enunció Nino llamando de pronto la atención del distraído muchacho. Alzó ligeramente su mirada hacia donde la botella, viendo como su boca efectivamente lo había seleccionado.— ¿Verdad o reto?
Volteó a su alrededor, principalmente hacia Lila. Hacia no mucho había terminado su relación con ella por todas las mentiras que siempre le lanzaba, sobre como siempre lo espiaba y como constantemente trataba mal a otras chicas que se le intentaban acercar. Desde entonces la morena buscaba cualquier medio para hacerle ver que ella no había sido la única disfuncional en la relación y utilizarlo como excusa para volver.
Si elegía verdad, la morena le cuestionaría si le dejo por falta de interés de su parte también ¡Y claro que lo había hecho! Se lo había dicho miles de veces, su actitud haría que cualquiera perdiera el interés; pero ella haría una escena con el comentario para ínter a los otros en su contra y eso era algo que se quería evitar. Mejor reto.
—Reto.— respondió mientras jugueteaba un poco con la cola de su disfraz. El moreno se talló las manos malévolamente mientras pensaba en su reto. Simultáneamente la morena se abrazó del brazo del rubio y susurró:
—Bien jugado, gatito.— rodó los ojos.— Aunque no me rendiré tan fácil. Pronto regresarás a mí.— ¡Por favor, Nino! Aléjalo de ella lo más pronto posible. Después de un buen rato murmurando con Alya, ambos regresaron su vista hacia el de ojos verdes con una gran satisfacción por su decisión.
—Entra a la mansión Dupain y apaga el candelero del cuarto a lado del gran árbol.— y un eco resonó después de eso, los otros jugadores empezaron a susurrar, muchos pensando que aquel resto era una exageración, algo con lo que no se debía jugar; pero era bien sabido que Nino podía llegar a ser muy imprudente en los juegos.
La mansión Dupain era esa típica abandonada de las películas de terror donde todos decían, estaba embrujada. Y el efecto cliché no le quitaba lo aterrador; sus maderas viejas y ventanas que sólo daban asomo a la inmensa oscuridad que existía dentro de ella, junto con aquel árbol seco que hacía siglos no procreaba vida lo hacían lucir de lo más aterrador. Habían tantas cosas que se murmuraban de aquel lugar: muchos decían que había pertenecido a una familia de burgueses por negocios con pasteles durante la época de Maria Antonieta y que en cuanto ella fue decapitada, toda esta familia fue linchada; otro rumor insistía en que fue una familia de procedencia asiática que se asentó durante la época victoriana e intentó hacer prácticas con demonios de sus creencias para poder resaltar y todo resultó mal, condenando a todo lo que intentara vivir ahí, incluyendo flora
Pero aún con todo eso, lo que hacía famoso aquel lugar y más aterrador era lo único que parecía funcionar ahí. En uno de los cuartos, se alcanzaba a divisar un candelero siempre encendido. Un chico con un dron logró tomarle una foto y eso era lo único que circulaba en las redes sobre él, lo único que se necesitaba para enloquecer de teorías.
Todos los años jóvenes se divertían con intentar entrar ahí. Nadie lograba pasar del primer piso y los que quizá lo lograron, no salieron jamás. Todos los que entraron y salieron quedaron traumatizados y con pesadillas por varios días, a pesar de que muchos entraron en grupo. Se había pedido que bloquearan el acceso ahí pero por alguna razón seguía sin lograrse aquello.
—¿Entonces?— cuestionó con una ligera sonrisa el moreno.— ¿Aceptas el reto o prefieres la verdad?— cualquier persona cuerda hubiese decidido pedir la verdad tras aquel reto pero su orgullo se lo impedía, no sería partícipe de la escena de Lila. Quizás las personas eran demasiado supersticiosas.
—Nino, no seas estúpido. Cámbiale el reto. Sabes que con eso no se juega.— exigió Lila viéndolo con claro enojo, el moreno se encogió de hombros despreocupado.
—Acepto.— declaró el joven dejando a todos pasmados, más de uno teniendo por la vida del joven, y a pesar de que pudo escuchar como algunos le suplicaron que no fuera o que cambiaran esto; ni Nino ni él se veían dispuestos a cambiar el reto.
Todo el grupo se dirigió sin más a la dirección de la Mansión Dupain pero entre más se acercaban, se fueron haciendo cada vez menos; era obvio que el lugar y su mala esencia los asustaba. Adrien iba viendo el cielo nocturno, rogándole que no le sucediera nada e intentando calmar sus nervios. Maldito y asqueroso traje, le impedía respirar tan bien como a él le hubiera gustado.
Una vez frente al patio de la mansión todos se detuvieron, observaron algunas ramas del árbol bañadas por la tenue luz del candelero que se hallaba en la habitación. Tragó saliva, de repente hacía demasiado frío.
—¿Vas a salir corriendo como princesa, Agreste?— preguntó divertido Nino al ver a su amigo cubierto de nervios intentando hacerse el valiente. Él negó.
—Cuando sea tu turno, te haré sufrir.— dijo mientras recibía una lámpara que otro de sus amigos le estaba dando por seguridad.— Te veo en menos de 10 minutos.— el moreno rió y él prosiguió a avanzar hasta el umbral. Se detuvo un poco y tomó aire.
Pasó.
La puerta rechinó al abrirse y al entrar el pollo se sumergió en sus fosas nasales, algo olía a podrido. La poca luz que ingresaba por las ventanas permitía divisar un montón de muebles viejos con estampado antiguo, así como un montón de vasijas y muebles que almacenaban arañas y polillas. Sintió su corazón latir fuerte.
Con la lámpara empezó a cruzar por todo el recibidor sintiendo como su piel cosquilleaba y un gran escalofrío recorría su espalda. Tenía que encontrar las escaleras para subir hasta el segundo piso y encontrar la habitación del candelero.
Tantos accesorios, ornamentos y fotografías que no tenía el atrevimiento de observar con detenimiento. Tenía que seguir y encontrar esas malditas escaleras, pero por cada paso que daba sentía como sus píes se adherían más al suelo, seguramente el miedo. La lámpara no iluminaba tanto como hubiese querido. El silencio lo estaba matando, pero era preferible que de repente empezaran a sonar risas de niños o algo por el estilo.
¡¿Dónde mierdas estaban las escaleras?!
Sin querer sintió como patio algo. Miró, había sido un frasco con monedas. Tragó saliva y las esquivó, lo más estúpido que podía hacer era quedarse a recogerlo.
—¿Estás buscando algo?— ¡Maldita sea! El susto lo hizo soltar la lámpara. El chico se agachó rápido a tomarla y en seguida a punto hacia donde escuchó provenir esa voz. Sintió alguien tocarle su hombro.— Estoy aquí.
El rubio volteó con miedo. Su corazón se detuvo.
Una azabache con una sonrisa simpática lo estaba viendo con una dulce mirada celeste. Probablemente pensaría que es una chica linda sino fuera porque la estaba viendo en aquel lugar en medio de la penumbra y bastante tranquila.
Se quedó gélido, no emitía ningún movimiento. Ella sonrió y tomó la mano del muchacho.
Esa chica estaba helada.
—Me llamó Marinette, mucho gusto ¿Necesitas que te ayude?— el rubio aún seguía tratando de formular palabras, la veía con sus pupilas contraídas por el terror que ahora mismo estaba sintiendo.
—¿Q-qué h-haces aquí?— le cuestionó con tartamudeo. Ella rió.
—No me digas. Eres de los que se creen todas las boberias que dicen de este lugar ¿no? Te apuesto a que tus amigos también te retaron a ir al cuarto del candelero ¿No?— el rubio asintió, pero aún con desconfianza.
—¿Po-por qué estás tan helada?— preguntó con sus labios temblando. Ella sonrió y subió una de sus manos para acariciar una de las orejas gatunas de su disfraz.
—Está haciendo frío allá afuera, al menos para mí ¿Vamos? Hay que acabar con esto lo antes posible.— la vio avanzar buscando las escaleras. Adrien se le quedó observando, confundido, sintiendo imposible no creer en sus palabras pero a su vestido sintiendo una pequeña mala espina.
—¿Me acompañas, gatito?— y él asintió y corrió hacia ella. No tardó en posicionarse a su lado; al menos ella le hacía sentir un poco de tranquilidad en ese lugar de espanto.— ¿Y? ¿No tienes más preguntas sobre mí?— le preguntó viéndolo de reojo mientras continuaba la búsqueda de aquellas endemoniadas escaleras.
—N-No, bueno, no lo sé. No esperaba encontrarme con alguien por aquí, lamento como te traté hace un rato.— dijo mientras iluminaba con la lampara distintas partes de la casa para ver si las encontraba. La escuchó decir algo entre dientes.
—Al parecer ambos fuimos el objeto del reto pesado de nuestros amigos ¿No es así? No era tan difícil que te encontraras con alguien si lo piensas bien.— le respondió con tranquilidad. La escuchó respirar.— Te queda lindo ese traje.— él no pudo evitar sonreír al escuchar aquel comentario de la enigmática chica, de repente usar látex ya no le parecía tan molesto.
—Bueno, tú tampoco luces tan mal en ese disfraz de...— calló un instante intentando adivinar de qué era su atuendo. Ella volteó nerviosa al verlo analizándola y contestó rápidamente.
—Vampiresa, es un disfraz de vampiresa.— y a decir verdad aquel atuendo que se ajustaba bien a su cintura de colores oscuros y suave encaje que adornaba sus brazos le lucía fantástico, su maquillaje apenas perceptible entre la oscuridad decorando sus suaves rasgos la hacían aún más deseable.
—Vampiresa, claro. Luces tan perfecta como una.— ella alzó su mirada y le sonrió, sintió su corazón latir con velocidad al verle ese gesto.
—Gracias.— pronunció con una suavidad seductora. Se le secó la garganta.
—No hay que agradecer.— el cuerpo de ella parecía llamarle, sus manos se movían involuntariamente hacia donde ella estaba y en menos de un segundo él ya sostenía sus mejillas con ternura sin perder de vista sus preciosos ojos. Al parecer el,a también disfrutaba de su tacto, porque sus párpados se cerraron al sentirlo.
—Busquemos el candelero ya, quiero terminar con esto.— dijo acariciando uno de sus brazos mientras depositaba un etéreo beso en una de las palmas del chico. Vaya, esa chica era por demás exquisita.
No sabía qué diablos le pasaba o porqué estaba actuando tan acelerado con ella, normalmente no era así y prefería el paso lento; sin embargo algo tenía esta chica que lo provocaba, una esencia que le exigía centrar toda su atención en su preciosa existencia.
Intentó seguir buscando las escaleras sin distraerse con aquella azabache y sus comentarios divertidos y sumamente elocuentes. Sin duda ya quería acabar con este reto para poder salir con esa chica a un lugar donde pudiera apreciar mejor su belleza.
Después de un buen rato caminando por todo el piso de abajo, encontraron las únicas escaleras aún funcionales en lo que parecía ser vestigios de una cocina enorme. Aquellas escaleras probablemente eran las que el servicio utilizaba, ya que eran metálicas y no con una estructura más sólida como el resto del suelo de la casa.
Ambos sujetaron sus manos para darse valor y empezaron a ascender en compañía del otro. Al subir no se encintaron con un lugar mejor que el piso de abajo, también era un sitio completamente deteriorado pero la verdad es que se sentía afortunado, era uno de los pocos que había logrado llegar al segundo piso (al menos eso decían). Tan siquiera eso podía echarle en la cara a Nino.
—Ahora sólo es cuestión de orientarnos, no creo que tardemos mucho en encontrar la habitación del candelero.— pronunció sujetándose de su brazo.— ¿Te molesta si me pongo así contigo? Realmente nunca había llegado tan lejos.— él negó con una pequeña sonrisa.
—Siempre y cuando me concedas una cita después de esto, no hay problema.—al azabache rió ruborizada por el comentario y le tiró un pequeño codazo divertida.
—No sé si lo valga.— le respondió todavía riendo.
—Es como esto que estamos haciendo ahorita pero sin la casa escalofriante. Deberías considerarlo.— le contesto pícaro. Ella negó.
—¿Sabes? Me gusta este lugar para estar contigo.— y sintió como ella le depositó un suave beso en su mejilla. Él casi salta de la alegría al sentirlo.
—Te gustará más estar conmigo fuera de este lugar, te lo prometo.
Ambos jóvenes siguieron avanzando por aquellos pasillos sumergidos completamente en la conversación del otro. Sí, Adrien se sentía deleitado por completo por la magia que brotaba de aquella chica, por sus risas y todo lo que emanaba de su boca. Su comportamiento sublime y adorable que simplemente lo consumía. Ella en apenas unos minutos se había logrado incrustar bien en su cabeza y ¿saben? eso no le molestaba en lo absoluto.
—Creo que está, mira.— mencionó la azabache apuntando la pequeña línea de luz horizontal que se dibujaba bajo una de las puertas. Él sonrió complacido, ese viaje no había sido tan difícil como todos decían, aquella chica se había encargado de hacerlo maravilloso.
—Bien hecho, princesa. Terminemos ya con esto.— abrió la puerta y se encontró con el afamado candelero posicionado en un escritorio, ahora por todo lo vivido no dudaba que hubiese quien lo encendiera en las noches para asustar a otros. Respiró profundo, por fin apagaría esa cosa y cumpliría el reto.
—Hey, gatito.— la escuchó llamar. Volteó, vio como el traje de la azabache se deslizaba suavemente por su piel hasta caerse en el suelo. Su columna estaba bien delineada, su cabello azabache contrastaba contra esa piel cremosa y tersa totalmente desnuda, su cuerpo era por demás irresistible, su cintura seducía a sus manos con apresarla entre ellas. Mierda. Caminó hacia ella sintiéndose totalmente encandilado por su belleza.— Bésame.
El candelero no se apagó. Jamás se volvió a saber de Adrien.
Día 16: Fantasmas; Palabras: 2333
Por fin termine esto y realmente lo adoré. Al principio lo pensé inverso y que Chat Noir fuera el fantasma, el relato era más cómico porque era un fantasma encandilado con la belleza de una humana que intentaba seducirla fantasmagóricamente y la terminaba asustando. Amabas ideas se me hacen buenas, pero quería practicar un poco con esto.
Y la verdad es que ninguna de las teorías de "La mansión Dupain" es cierta, así que el origen de Marinette es desconocido; pero si gustan hacer teorías ustedes, quiero que sepan que en candelero y ese cuarto tienen una fuerte relación con ella.
¿Qué les pareció?
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