11. Baile de mascaras
¿Qué hacía ahí? La tenue luz de los anuncios neón inspiraba melancolía y jazz se colaban por la entrada de ese lugar; la tempestuosa noche hizo que su halo de aliento se tornara plateado en el aire. Se acaricio un poco sus brazos para transmitirse calor.
¿Dónde diablos estaba Alya? Negó resoplando, seguro se había quedado dormida o había ido con Nino a celebrar año nuevo. No le molestaba, en lo absoluto, sólo desearía que le hubiese avisado antes para no haber abandonado el calor de su casa.
Sin poder aguantar más a seguirla esperando como aquel antifaz dorado que ella misma había diseñado con detalles de encaje del mismo color; hacía juego perfecto con su vestido negro cual noche sin mangas semi-holgado con un pequeño cinturón del mismo color del antifaz. Sus piernas quedaban en su mayor parte al descubierto y aquel par de zapatillas que su madre le había prestado terminaban de completar el juego.
Pasara lo que pasara hoy, se divertiría. Su vida social no podía tornar sólo alrededor de la Cesaire.
Caminó intentando no lucir tan insegura, pero es que un bar con aquella pinta jamás había sido lo suyo.
Respira, Marinette, respira.
Y antes de lo esperado un hombre le puso una mano en su cintura y la jaló con fuerza hacia la multitud que estaba danzando esperando ansiosos a que empezara la cuenta regresiva. Marinette se sintió asfixiada; Alya le había advertido que en ese lugar la gente se ponía como loca en aquellas fechas, pero esto era algo que simplemente no se vio venir.
Como pudo se zafó del agarre de aquel sujeto y escapó hacia una orilla donde sólo había personas que admiraban a quienes estaban en la pista mientras tomaban algunas copas. Ella vio de reojo al sujeto que la había tomado, ni siquiera parecía haberse percatado que se alejado, estaba bastante alcoholizado.
Descansó un poco buscando una mesa pensando en cómo le haría para que esta fecha no fuera tan mala.
Debía hacer de esto aparentemente mal año nuevo el mejor de su vida; después de todo este era su último año ahí antes de mudarse a Irlanda por cuestiones referente a su carrera.
Extrañaría Francia, no lo negaría, precisamente por eso le hubiera gustado pasar este día con su mejor amiga. Suspiró con pesar.
—¿Desearía ordenar algo, señorita? — una suave voz acarició su nuca, regresó su vista. Tragó saliva.
Era un mesero, eso lo sabía a leguas por su vestimenta, sin embargo, aquel antifaz oscuro que traía hacía resaltar aún más ese par de ojos verde esmeralda que tenía, los cuales brillaban aún más con el reflejo de las luces del bar. Adem.as, aquellas orejas de gato negro que traía le daban un toque divertido y más jovial. No supo por qué, pero en seguida la tensión se le bajó.
—Tráigame champagne como a todos, por favor. — soltó con una ligera sonrisa, él le respondió con un gesto igual.
Y una vez más quedo sola; se dedicó a contemplar a todos a su alrededor. Jamás pensaría que todos los de ahí eran malas personas sólo por la desagradable experiencia que acababa de pasar, al contrario, sabía que ellos celebraban de esta manera para escapar de lo agotadora que podía ser la monotonía de su día a día. Elevó una pequeña sonrisa. Sólo eran parisinos con sueños, con esperanzas, con...
—Espero que no sea molestia que te pregunte, pero ¿Vas a estar sola en año nuevo? — la voz de aquel chico de nuevo. Regresó su mirada nuevamente hacia él; traía en una bandeja su copa. Ella sonrió y la tomó.
—Así parece, pero no está tan mal. Puedo observar más cosas así. — dijo recargándose en la mesa mientras el chico le daba su bandeja a uno de sus compañeros.
—¿Observar? Creo que deberías ir ahí a conseguir a alguien con quien pasar esta noche. — la escuchó reír un poco, aún tras aquella mascara podía imaginar lo hermoso de sus gestos, el tan solo ver sus celestes ojos ya lo traía cautivado.
—Veras, no soy muy buena para eso; y, además, te repito, me gusta observar. — él se quedó pensativo un momento mientras mantenía la vista en el mismo lugar que ella. Una idea se le vino a la cabeza.
—Yo te puedo enseñar, puedo ser tu sujeto de prueba. Vamos, sólo inténtalo, trata de seducirme. Te advierto que no soy un hombre fácil. — ella empezó a reír de manera más sonorosa, parecía que realmente le divertía sus comentarios.
—No seas tonto. No voy hacer eso. — decía sin poder esconder esa sonrisa de su rostro.
—¿Acaso me tienes miedo, princesa? — tiró con una sonrisita coqueta que, no negaba, era realmente encantadora. No se pudo resistir a su propuesta.
—Bueno, muéstrame como se hace, galán. — tiró un poco picara mientras se acerba a él, su aroma femenino en seguida se impregnó en sus fosas nasales haciendo que sus hormonas se alborotaran más de lo que hubiese disfrutado. Era toda una experta en el arte de la conquista y ni siquiera tenía que hablar.
—Dame tu mano, preciosa. — la azabache obedeció a sus órdenes sin chistar, confiando en él por completo. La colocó por encima de su hombro y de inmediato ella hizo lo mismo con su otra mano. —¿Puedo? — pregunto con suavidad mientras ambos veían como las manos de él se empezaban a acercar con cautela a su cintura. Ella asintió.
Era preciosa.
—¿Qué más? — preguntó un poco inocente. Él sonrió.
—Sígueme el paso, de acuerdo. Ya después, cuando hayas bajado todas mis defensas, podrás ser tú quien me dirija. — ella se mordió los labios divertida.
—Aquí es cuando debería hacer algunos comentarios para parecer una chica interesante ¿no? — cuestionó sin perder la mirada en el compás de sus pies. Él negó.
—No es necesario. — no identifico bien su tono de voz, pero sin duda erizó sus vellos. Alzó su mirada chocando contra la de él, trataba de descifrarla, de ver que había más allá de aquel antifaz, pero parecía simplemente imposible.
—¿No deberías estar trabajando? — preguntó ladeando la mirada evitando ya el contacto visual, al notarlo él no pudo ocultar un poco la ligera desdicha que sintió. Se encogió de hombros.
—¿Trabajar? Preciosa, yo ni siquiera debería estar trabajando. — mencionó divertido. Claro que no lo necesitaba, él era dueño de ese lugar, de ese y todos los de su franquicia en esa ciudad. Sin embargo, el hecho de no tener nada mejor que hacer ese día lo hizo terminar optando por encargarse de esa sede en año nuevo. La vio sonreír.
—Sólo espero que tus compañeros no se enojen.
—Descuida, sé que no lo harán. — y permanecieron un rato más ahí, en silencio, sin saber realmente como proceder en este intercambio eléctrico de emociones que ahora surgía entre los dos, sólo moviéndose al compás de las melodías.
Ella respiró.
Debía hacer de este el mejor año nuevo de su vida.
—Creo que ahora es el momento en donde me toca moverme un poco ¿No lo crees? — tiró con coquetería sorprendiendo al chico. Empezó a sentir como sus manos se deslizaban con delicadeza por su cuello, acariciaban con su fina textura hasta subir por sus mejillas y deslizar con sus pulgares detrás de su oreja.
No sabía que era exactamente lo que estaba haciendo, pero realmente lo disfrutaba en demasía, sólo que no sabía cómo reaccionar.
—Ya me aburrí de que dirijas la pieza, ahora quiero hacerlo yo. — y sin dar lugar a crédito lo besó. Sus hermosos, cálidos, tiernos y sublimes labios chocando contra los suyos en movimientos cubiertos de sensualidad y deseo que quebrantaban todos sus principios, que lo dejaban al borde de la locura. Dejó caer su respiración y apegar el vientre de la chica contra su abdomen para tenerla más pegada a él, para poder disfrutar aún más de su cercanía.
No se imaginaba porqué diablos la chica se dejaba llevar así de bien, porque se permitía dar tanto de sí con él, pero no podía reclamarle, al contrario, su entrega le provocaba querer también dar de él para que ella disfrutara, para que...
Ese año había sido una patada en el trasero para él, podía cerrarlo con broche de oro.
Mordió un poco sus labios con atrevimiento, ella soltó un ligero gemido en señal de aprobación. Diablos.
Sumergió su nariz en su cuello y ahí, empezó a aventurar un poco sus labios sintiendo como su cálida piel se ponía de punta ante su tacto brusco. Sentía a la chica deslizar con ternura sus manos por su cabellera y de vez en cuando dar pequeños tirones cuando lo sentía depositar un beso.
Maldita sea, como la deseaba.
Vio su clavícula marcada con dulzura provocándolo, llegar ahí sería demasiado atrevido en un lugar como este ¿No? Alzó su mirada y contempló desde ahí su rostro aún cubierto con aquel antifaz que la hacía lucir simplemente más seductora.
¿Se sentirá abandonada? ¿Querrá algo nuevo en su vida? ¿Por qué una chica como ella se presta a esto?
—¿Quieres que vayamos a otro lugar más privado para celebrar? — lo más cuerdo hubiera sido negar, pero ese chico era exquisito y su calor reconfortante. No quería otra cosa en esta noche más que aventurarse con él.
Esta era una de esas estúpidas corazonadas que a veces dan y te hacen cometer tonterías; algo en los ojos de ese chico le decía que debía ir con él, podía confiar en ese gato negro para hacer esta la mejor noche de su vida.
Día 11: Baile de Mascaras; Palabras: 1609
Explicare un poco este AU ya que veo que algunas personas disfrutan que hable sobre mis AUs. Marinette aquí estudia repostería e ira a una cadena hotelera importante a Irlanda gracias a que es recomendada. Adrien es hijo de un diseñador, como en la serie, pero aquí se hace de una cadena de bares con buena fama en París que lo ayudan a deslindarse de su padre.
Ellos sí pasan esa noche juntos; pero ella no amanece en la cama con él. Él se queda enviciado a su recuerdo y trata de buscarla puesto que aquella noche el dio parte de su corazón (ya sé, super cursi la yo) pero entre más tiempo pasa buscándola, más poco tiempo queda para que ella se vaya de París.
¿Qué les pareció?
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