Dedicado a:  @multi_tata

Mientras caminabas en silencio, dos pasos detrás de él con tus ojos perdidos en su espalda y sin poder procesar todavía lo sucedido, te cuestionaste sin cesar si aquello era una broma o, solamente, una pésima decisión tomada por quien, ahora, al parecer sería tu mentor.

¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué Min YoonGi, un renombrado espadachín de la aldea de Llanka, te había elegido a ti como su discípula en vez de a cualquiera de tus compañeros?

No lo entendías.

Entre tus compañeros de clases existían chicas y chicos excepcionales; personas con un talento innato para convertirse en uno con su espada que, a diferencia de ti, eran capaces de cortar rocas gigantescas o derribar arboles hasta un kilómetro de distancia con una facilidad tan ridícula que te hacía dudar muchas veces si convertirte en espadachín fue una buena idea después de todo. Porque no era un camino sencillo el que habías elegido, y te diste cuenta de ello el primer día en que te entregaron una espada. Tenías que esforzarte el doble, hasta el triple, para poder ser capaz de alcanzar el nivel los demás y no quedarte atrás. Y eso era algo que tanto tus brazos como tus manos vendadas dejaban ver a todo el mundo.

Pero, aun así, teniendo a prometedores guerreros que podrían convertirse en notables sucesores como lo era JungKook, que poseía una fuerza formidable que compensaba su poca velocidad, o HyoJin, una mujer que mostraba indicios de terminar convirtiéndose en una gran estratega con un excelente manejo de su energía vital, Min te escogió. Ocasionando que tanto tus compañeros como tu profesor, y hasta tú misma, se quedaran estupefactos con su decisión apenas te señaló con su pálido dedo índice y te soltó un serio "vamos".

¿Qué tenías tú para captar su atención? ¿Qué habías logrado hacer para ganarte este honor tan grande como lo era el aprender de primera mano de uno de los héroes de la aldea? Querías saberlo y por ello, tomando una profunda bocanada de aire que te ayudó a reunir valor, rompiste el silencio que los bañaba.

— ¿Por qué?

— ¿Por qué... qué? — te preguntó de vuelta, sin dejar de caminar ni voltearte a ver. Manteniendo ese pacifico estado de humor con el que siempre lo habías visto.

Apresuraste el paso para llegar a su nivel y miraste su perfil, presionándolo con la mirada a que te diera la respuesta que saciara tu gran curiosidad.

— ¿Por qué me ha elegido? Entre todos mis compañeros con notables habilidades... ¿Por qué yo?

Te dio una mirada de reojo y, sin hacer el menor amago de detener su andar, te contestó.

— Los he observado.

— ¡¿Qué?! — cuestionaste sin poder creerlo, alzando la voz unos decibeles de más de forma inconsciente.

— A ti y a tus compañeros. Ellos claramente tienen mucho más talento que tú — aclaró, haciéndote apretar los dientes ante una dolorosa verdad. — Pero ninguno tiene el espíritu de lucha que tú posees. Las heridas de tus manos me hablan acerca de trabajo duro y perseverancia y eso, lo valoró más que nacer con buenas habilidades. Ellos no conocen tan bien lo que es el esfuerzo como tú. Y yo necesito a alguien dispuesto a derramar sangre, sudor y lágrimas para adquirir todos mis conocimientos. — Se detuvo y te volteó a ver con una mortal seriedad que te hizo erguir los hombros y tragar duro. — ¿Estás dispuesta a dar todo de ti para convertirte en mi legado?

No lo dudaste. Aquello era la oportunidad por la que siempre luchaste y que al fin veías ante ti, disfrazada de una mirada felina y cabello azulado.

— ¡Claro que sí! ¡No se arrepentirá de haberme elegido! ¡Conseguiré convertirme en su legado!

La sonrisa a medias que te regaló al ver tu energía y entusiasmo, consiguió hacer que tu corazón saltara de felicidad. Porque era una aprobación silenciosa que pudiste entender.

— Genial. Me aseguraré de continuar manteniendo mis ojos sobre ti hasta que suceda.

Asentiste, dispuesta a no decepcionarlo a él ni a ti misma. 

No estoy segura de si te guste, pero traté de agregar lo que me pediste y espero que haya sido de tu agrado, linda.