Embriagada por la pena y motivada por la paz que el chico desprendía de manera tan natural, te levantaste de tu cama y cruzaste la estancia hasta llegar a su cuarto, deseando que su inherente luz te alcanzara otra vez. No sabías qué era lo que tenía aquel muchacho de labios generosos, pero cada vez que te convertías en ese horroroso monstruo con hambre de destrucción, sentías la necesidad de arrastrarte a su lado para que te arrancara toda la negatividad a besos y caricias.

No debías crear lazos muy estrechos con él. Eso lo sabías bien, después de todo, Bambam solo era un simple aprendiz de paso. Sin embargo, se te era inevitable no correr en su búsqueda cada vez que comenzabas a hundirte en esa sofocante oscuridad que provocaba el pensar mucho y tener un corazón tan empático en un trabajo como el tuyo. Después de todo, juzgar almas no era una tarea fácil como algunos podían creer. Ver tantas historias y sumergirte en tantos sentimientos te parecía algo más adecuado para una máquina, alguien que se pudiera mantener imparcial frente a todo y que no se viera afectado al ver a otra persona destrozarse en lágrimas ante él tras darse cuenta de todas las cosas que dejó pendientes en su anterior vida.

"El cielo o el infierno. Que reencarne o desaparezca de manera definitiva".

Agotador en todo el sentido de la palabra.

Te mantuviste por unos segundos de pie en el marco de la puerta en un sepulcral silencio, oculta entre las penumbras con la sensación de vacío acompañándote con una fidelidad desagradable y engorrosa. Tras cada juicio, la incógnita de si hiciste lo correcto o no, te perseguía. Conciliar el sueño era una tarea complicada todas las noches, la cual terminabas logrando solo cuando el cansancio te superaba y, en pocas palabras, te desmayabas al no poder soportar más el mantener tus parpados abiertos.

Cuidando de no hacer mucho ruido para no perturbar su sueño, te deslizaste a su lado y te arrodillaste junto a la cama, en dónde poseías una visión perfecta de su rostro siendo iluminado por la luz lunar que ingresaba de las cortinas que él mismo dejó abiertas por quién sabe qué razón.

Conteniendo la respiración, tu mano derecha se dirigió hasta su cara sin que tú misma te dieras cuenta de tus propias acciones hasta que estas eran ejecutas. Tus dedos acariciaron su piel con suavidad, disfrutando de la tersidad de esta con cada toque hasta que sus parpados se abrieron con lentitud y sus ojos dieron con los tuyos.

En un inicio lució sorprendido de verte ahí, hasta algo asustado, pero pronto su expresión cambió a una más serena y amigable. Porque él ya sabía la razón por la que te encontrabas ahí.

No era la primera vez y él, en secreto, esperaba que no fuera la última.

— Ven aquí. Te helarás si te quedas ahí — murmuró con dulzura, haciéndote un lugar en su cama.

Hiciste caso sin decir palabra alguna, dejándote rodear por sus cálidos brazos y reposando tu cabeza sobre su pecho luego de haber cubierto tu cuerpo con las sábanas.

El silencio los cobijó por un rato hasta que decidiste hablar, sin ni siquiera asegurarte de si Bambam estaba o no despierto luego de tanto tiempo.

— No deberías hacerlo.

— ¿Qué cosa?

— Convertirte en árbitro — murmuraste, acomodándote para poder observar mejor su ceño ligeramente fruncido con notoria confusión debido a tus palabras. — Yo podría... Hacer que te trasladen a otro sector. Recolector de recuerdos o...

— ¿Por qué no debería?

Dejaste escapar una risa carente de gracia, pensando que hasta la pregunta era necia porque la respuesta te parecía más que obvia.

— Tan solo mírame, Kunpimook...

— Siempre lo hago, y eres preciosa — Te halagó, consiguiendo que tu corazón comenzará a latir con más fuerza dentro de tu caja torácica y que mentalmente te reprendieras por ello.

Negaste, propinándole un golpe que le sacó una pequeña risa que se te hizo como una dulce melodía de cuna.

— No seas tonto, Bambam. Estoy hablando en serio.

— Yo también.

Rodaste los ojos y suspiraste, rindiéndote con su increíble capacidad de tomarse las cosas como un juego cuando no debía.

"Es un idiota". Las palabras de JinYoung resonaron en tu cabeza y sí, también te lo parecía a veces, ya que en momentos su comportamiento podía llegar a ser muy cuestionable. Pero también sabías que el chico en sí, era más inteligente de lo que la mayoría imaginaba y que el lucir como un idiota para el resto era algo que él decidía hacer. Y tenías que admitir que pensar como idiota no era un movimiento tan absurdo de su parte como muchos creerían, debido a que mientras la mayoría se estresaba por todo y por nada, él parecía vivir relajado en su propio universo.

— Si te conviertes en un árbitro te volverás en un desastre, al igual que yo... Y no quiero que eso pase — farfullaste, aferrándote a su camisa de dormir. — No quiero que tu luz se apague como sucedió conmigo.

Una de sus manos atrapó tu mentón y su dedo pulgar acarició tu pómulo con lentitud.

— Eso no sucederá. Lo prometo.

— No es un buen trabajo, niño.

— Pero alguien tiene que hacerlo, ¿no? — Las comisuras de sus labios tiraron hacia arriba en una tierna sonrisa. — Siempre te he admirado por lo que haces y quiero llegar a ser igual de bueno que tú. Tienes que confiar en mí, ¿sí? No dejaré que mi verdadero yo se vea afectado con todo esto.

La determinación en su mirada te hizo suspirar con rendición, sabiendo que, digas lo que digas, no conseguirás hacerle cambiar de opinión. Después de todo, se trataba de Bambam, un terco de primera que tras tanto ruego y ruego consiguió hacer que lo aceptaras como aprendiz.

— Promételo — murmuraste sobre sus labios, ansiosa por sentirlos contra los tuyos y que se encarguen de desaparecer esa intranquilidad que vive dentro de ti.

— Lo prometo — susurró, rompiendo la escasa distancia entre ambos para besarte con el mismo afán de siempre, el cual tanto te enloquecía.  

Inspirado en el anime Death Parade que me ha encantado 💙