Para ti, JungWoo es como un caramelo. Su dulzura innata y desmesurada, con la que impregna cada acción y palabra que va dirigida hacia ti, te hacían pensar de manera constante que, si no tenías el cuidado suficiente, pronto terminarías hospitalizada por una subida de azúcar. En más de una ocasión le habías expresado el hecho de que creías, seriamente, que él debía usar un letrero en el cuello que advirtiera al resto de la humanidad acerca de lo peligro que podía llegar a ser, logrando de esta manera que sus mejillas acumularan la sangre necesaria como para hacerlo lucir condenadamente adorable mientras dejaba escapar una risa que denotaba nervios.

Kim también se puede definir como un roba corazones. Con su carisma es capaz de derretir corazones cual chocolate bajo el incandescente sol de verano y lo sabes muy bien porque has sido testigo de ello, además, de ser víctima de sus encantos. No estás segura si es su tono, expresiones, lenguaje corporal, manera de ver el mundo... Pero algo en él se siente igual que ser golpeado con una almohada de algodón rosa que te manda directo a otro universo lleno de calma.

Caer por JungWoo es sencillo. Tan fácil como la tabla del uno, razón por la que poco te extrañaste cuando te encontraste a ti misma saboreando esos tentadores labios con el sonido de la lluvia torrencial — esa misma que los empapó de pies a cabeza en cosa de segundos y los obligó a huir en busca de un lugar donde refugiarse —, de fondo. La sensación de sus dedos fríos acariciando tu mejilla, sumada a su lengua que se abría paso por tu cavidad bocal con determinación pero sin abandonar esa fragilidad que lo caracteriza, son la mezcla perfecta para hacerte sentir en el cielo.

Te encanta. Desde la manera en que su mano libre se aferra con algo de inseguridad a tu cintura — como si estar correspondiendo aquel beso con la intensidad perfecta que refleja de manera maravillosa tus sentimientos hacia a él no fuera suficiente consentimiento —, hasta la forma en que no solo sus mejillas, sino que también sus orejas, se sonrojan tras separarse.

Lo obligas a mantenerse cerca con ayuda de tus manos, porque sabes que, de otra manera, huirá lejos de tu calor por la vergüenza que lo ha invadido ahora que ese aire de repentina valentía se ha desvanecido.

— ¿No... te molestó que te besara? — susurra de forma torpe, sin saber si aquella es la pregunta correcta. Su cerebro no está funcionando a toda su capacidad. Los nervios en conjunto con el corazón extasiado que parece retumbar dentro de su cuerpo, impiden pensamientos coherentes. Su cabeza ya no tiene conexión con su boca y, para este punto, está actuando más que nada por instinto que otra cosa.

— Me molesta que no me vuelvas a besar — declaras con una sonrisa cómplice, de emoción pura porque al fin, el chico que te gusta, ha decidido dar ese paso que a ti te aterraba dar.

No lo dejas pensar. Simplemente, te lanzas por ese otro beso que tus labios parecen ansiar.

Su estado de aturdimiento no dura mucho, en realidad, le toma menos de lo que te esperabas en corresponderte como es debido, cediéndote el control total para que marques el ritmo que desees en este segundo beso que pronto se volverá parte de una sesión larga y dulce. 

La verdad es que no pensaba seguir actualizando este libro (razón por la que figura como terminado) pero en medio de este bloqueo que tengo salió esto, y decidí que dejaré que esto fluya solo. Si en algún momento llego a tener en mente otro escenario y tal, lo subiré.

De igual forma, gracias a los que siguen aquí  por leer 💙