Dust odiaba cuando sus colegas le hacían burla por una estupidez: volverse blando.

¡Claro que no lo era! ¡Y nunca lo será!

Su arándano le hacia comportarse de una manera tierna, y eso le frustraba. Aunque no podía decirle o reclamarle nada, pues sería ridículo. Ir con él y preguntarle: "¡Hey, bebé! ¿Por qué me haces sentir una sensación tan cálida dentro de mí, que haces que quiera cambiar lo que soy? ¿Por qué siento que tengo que mejorar algo idiota de mí para merecerte?"

No mames, que pendeja cometería si lo hiciese.

Cada vez que uno de sus "amigos" se lo recuerdan, trata de matarlos. Trata, ya que Blue siempre se lo impide con tiernos pucheros y adorable quejas. Sin mencionar sus encantadores y largos sermones.

-¿Me estas escuchando, Dust? -interrogó el menor, aparentemente molesto-. ¡No puedes matarlos!

El nombrado lo miró con un rostro flojo, para luego bostezar, haciendo enojar aún más al pequeño. Mostrando desinterés en el tema. Aunque nada más lo hacia para fastidiarlo. Le resultaba un amor verlo así.

-¡Dust! -gritó.

-Sí, bebé, sí.

«Adorable. »