—Papyrus, tenemos que hablar. —dijo el menor, viendo como el contrario soltaba un suspiro.

Se levantó (pues estaba acostado en el suelo) y lo miró.

—¿Sobre qué? —interrogó su hermano. Esperando lo que el pequeño diría.

—Sobre Dust. —Papyrus se dejó caer en el suave sofá, restándole importancia—. ¡Papyrus, escuchame!

—Lo hago, bro'.

—Pues parece que no. —mencionó—. Hay que hablar.

—No tenemos nada de qué hablar.

—Claro que sí. —se acercó al mayor—. Él no es malo.

—Pues lo parece.

—Ni siquiera lo conoces, ¿cómo puedes decir eso sobre él? —el amante de la miel se encogió de clavículas (¿hombros?)—. ¡Vamos! Dale aunque sea una oportunidad. Confía en mí.

Swap!Papyrus no estaba convencido, tenía sus ligeras sospechas y temía que algún día su hermano falleciera por culpa del homicida.

Es decir, Dust ha matado (sino es que sigue matando) a muchos monstruos y humanos, tampoco es de fiar.

Observó la carita suplicante del arándano y con eso basto para que le diera su preciado «sí».

Blueberry festejo un momento, para luego lanzarse hacia el fumador, con una sonrisa.

—¡Gracias, gracias, gracias, gracias! ¡Te quiero, Papy! —exclamó con entusiasmo.

Se dieron un gran abrazo, mientras que los agradecimientos por parte del pequeño se reducían.
Salió disparado a su cuarto, se cambió de ropa y le aviso a su hermano que iría a ver a Dust, él asintió.

A los pocos minutos escuchó una risa burlona. Ya sabía de quién se trataba.

—¿Pero qué carajo has hecho? ¡Él va a morir! Te arrepentirás por eso.

Papyrus se acostó nuevamente en el sofá, dejando una pierna colgando en este. Saco un cigarrillo y lo inhalo.

—Claro que no. —negó, confiado—. Sé que estará bien, confío en él.

Aquel ser soltó varios gruñidos, para después desaparecer por completo.

No fue buena idea fiarse de él.