Los celos del homicida eran cada vez más constantes, debido a los muchos mimos que recibía su novio.

Odiaba cuando lo miraban demasiado, cuando lo tocaban o le regalaban algo.

Discretamente los mataba uno por uno, claro, que eso no duro mucho. Blue lo noto, le regaño y le dio un sermón sobre no matar.

¿Cuántas veces lo había escuchado ya? Bastantes, incluso puede jurar habérselo aprendido ya.

Otro monstruo se acercó al pequeño, otra vez. No soportaría más eso, invocó un hueso y sin dificultad lo mató.

Otro sermón por parte del de pañuelo celeste ganó. Y de nuevo lo ignoro.

Odiaba cuando hacía eso.

¿Qué no entendía que temía perderlo?

—¿Me estás escuchando, Dust? —no respondió—. Sabes que no me gusta ser así contigo, ¿Verdad?  —le abraza—. ¿Qué tienes, polvito?

—No te quiero perder. —susurra, aunque el arándano lo entendió.

Soltó un “aww ” y le dio un beso en el pómulo.

—Te amo, polvito.

—... Yo también, bebé.