Jennie Kim, ese era su nombre de soltera antes de comprometerse con el emperador y convertirse en su consorte reinante.

Jennie recuerda con certeza cómo su marido no respeto su lugar y constantemente cayó antes las dulces palabras de las concubinas en el palacio rubí.

Las muchas concubinas ahí y ella nunca pudieron darle un hijo, pero su terco marido solo la incrimino de estar maldita y haber saboteado a todas las demás.

Miro a sus padres en el público siendo retenidos por guardias porque no dejaban de gritar por ella, los famosos duques de Orse habían perdido la compostura, no por primera vez, pero si en público.

Sus ropas gastadas no decían demasiado de ella misma en ese momento, su cabello fue cortado con una daga y ahora sólo estaba sucio y feo, su cara tenía un gran hematoma en la mejilla fruto del golpe del emperador.

— ¡Y el nombre de la pecadora es Kim Jennie! —

Se anunció frente al emperador en su trono, su cuerpo se inclino hacia delante y fue colocado en la posición óptima.

Abrió la boca por última vez mientras sonreía.

Debió de haberlo usado, a ese hombre infertil y maldito, debió de hacer caso a su maestra la bruja y no simplemente querer ser buena.

— Surge —susurro—

El enorme circulo en el piso se hizo presente, los símbolos entrelazados asustaron a la gente que no pudo salir de ahí.

El reloj apareció justo frente a los ojos de todos mientras las manecillas retrocedian rápidamente.

— Les dije que no vinieran —murmuró a sus padres que parecieron entenderla— Te dije que me olvidarás, tonta —gruñó con dolo a su caballero más fiel, Lalisa Manoban— perdón —

— ¡Maten a la bruja! —grito el emperador, las manecillas se detuvieron de golpe en esa fecha que Jennie recordaba bien, la cuchilla fría de la guillotina corto su cabeza mientras sonreía—

Entonces todos se quemaron en las llamas negras y ella abrió los ojos de nuevo.