Un pequeño pajarito me contó que la cueva del hypnos yace en el eterno crepúsculo, te recibe con un beso con aroma a amapola entre el día y la noche; no hay ningún gallo o sabueso alrededor que perturbe tu sueño, ningún sonido además del leve parpadeo de la corriente de Lethe, inmediatamente olvidado. Te llevaría allí, te besaría por encima de tus mejillas llenas de flores.

Lavaría tus suaves manos con agua de río para que se olviden de sus cicatrices, peinaría tu cabello con amapolas para que tu mente descanse, reiría contigo en silencio, cuidando de tus preciosas alas, decirte que seguiré así para siempre, el mundo estaría dormido y el crepúsculo brillante, miraría el cielo lila aperlado, y luego, cuando nos vayamos, olvidaría todo una vez más, el recuerdo se deslizaría de mi mente con cuidado, los pétalos de amapola caerían poco a poco de tus ojos, de modo que cuando te encuentro en sueños una vez más, la emoción del amor que siento por ti sería tan fresco como siempre.