El sonido de las cadenas sonaba haciendo ruido con estruendo y el cuerpo de Jennie cayó rendido al suelo después de recibir un azote de uno de los soldados.

Ella había sido una mujer de la realeza del reino enemigo, mismo reino que había perdido la guerra y ahora era tramitada como esclava, los habían matado debido a la cantidad de mana que poseían en su familia al ser una descendiente de los primeros dioses.

Sus ojos rojos con toques anaranjados y amarillos brillaban en la noche de luna, su cabello de tonalidad rojiza y piel algo bronceada eran símbolo de pureza entre su familia.

Al frente pudo escuchar a uno de los soldados gritar y lo vio tomar de las mejillas a una mujer del mismo tamaño que el hombre si no es que más alta, de cabello tan negro como la noche misma y ojos de color verde con una pupila vertical.

— ¿¡Te sientes especial maldito dragon!? —gritaba el hombre apretando las mejillas de la mujer, la dragona expresaba su odio con la mirada y los puños apretados— ¡Ahora no eres más una protectora, eres una esclava! —

Tragando saliva Jennie cerró los ojos con fuerza cuando recibió otro azote para que se levantará, sin ganas de recibir otro golpe lo hizo.

El ambiente se había sumido lúgubre ante las palabras que el soldado había dicho.

— Te voy a matar... voy a despedazar tu cuerpo, arrancar la piel de tu cara y cuando eso suceda mataré a toda tu gente, me encargaré de atormentar a tus niños y darle las peores maldiciones a todo aquel que este ligado a ti —comenzó diciendo la mujer dragón, una marca de dragon negra apareció en la mejilla del hombre que la tenía agarrada e inmediatamente muchos soldados se quejaron debido a un ardor en su mejilla, el mismo dragon apareció, los estaba maldiciendo—

Se decía que cuando un dragon te prometía algo era seguro que se cumpliría hicieras lo que hicieras, era una maldición que te marcaba de por vida.

Y se decía que cuando caía una lagrima de dragon al suelo la tragedia inminente se aproximaba.