— ¡Yo te invoco! —grito la santa de la iglesia, su ojos plateados reflejaban la cantidad de Luz y divinidad en su cuerpo—

Al instante el suelo en el coliseo donde se estaba llevando la batalla de poder retumbó y un enorme sello abrazo todo el suelo adaptándose al tamaño, la entidad apareció con la luz del círculo de invocación.

Sus ojos no eran visibles sin embargo eran opacos, vendados con mana que imitaba la textura de una tela, su cabello largo que llegaba hasta sus pies y la piel blanca que hacia contraste con su oscura cabellera, la joyería en su cuello, manos y pies disimulaba de manera inteligente los grilletes mágicos que tenia colocados.

Un entidad suprema que había sido amarrada.

— ¿Que necesita que haga por usted maestra? —pregunto con suavidad todo en ella estaba modulado debido a las cadenas—

Un suave susurro apareció en su cabeza cuando comenzó a moverse, las palabras que decía la santa doncella no podían ser escuchadas por los comunes.

Sería un sacrilegio que una mujer tan buena dijera cosas tan aterradoras.

La otra invocación temblaba ante ella que simplemente se acercaba flotando.

— Necesito pedirte... que dejes de existir —pronunció cuando las marcas aparecieron en su boca—

Los bullicios se escucharon, supuso entonces que debido al sonido su oponente exploto.

Su recompensa está vez era un dulce caramelo.

Estaba cansada de ese dulce sabor.

Solo quería un poco de amargura para ese amor que sentía por las cadenas que envolvían a su corazón.

Ese amor que la condenó.