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Capítulo 29


El hombre en el centro de la habitación, se había puesto de pie, y los miraba con severidad. Sus manos estaban en ambos bolsillos del pantalón de vestir, muy fino o de diseñador, completamente negro. El saco era también muy elegante y al tono, y se destacaba una rosa muy roja en un bolsillo de la izquierda. Y una corbata, del mismo tono que la flor, contrastando con una camisa negra. Tenía unos zapatos negros muy bien lustrados. Su rostro era de un hombre común. Estaba muy peinado a la gomina y tenía un bigote y barba con forma de candado, muy prolijo. El perfume que usaba llegaba como una suave aroma de flores silvestres. Su aspecto general era el de un hombre adinerado, muy bien entrazado, educado, y amante de los detalles. Algo había en su presencia, que hacía que no pudieras apartar la mirada de él.

Una bruma espectral había comenzado a surgir desde las paredes de toda la habitación, hacia el centro. Entonces, aparecieron unos inmensos tubos de contención al fondo de la habitación. Allí flotando en un viscoso liquido verde y burbujeante, se hallaban las figuras de unos seres amorfos, difíciles de distinguir entre el humo y la distancia. Detrás de los siete intrusos que miraban atónitos toda la escena surrealista, las puertas y escaleras, desaparecieron por completo.

- "Hola, sean bienvenidos..." - repitió el extraño.

Dante percibió que la voz de aquel misterioso sujeto de negro, parado en medio de aquella estancia, era como si proviniera de todas partes. Entonces, Edityr le respondió en voz alta, a lo que acababa de pensar.

- No, Dante. Viene de nuestra mente...

Confirmó, entonces, que sus habilidades para leer mentes, había regresado.

- Me presento - dijo el sujeto del traje negro, sin mover los labios. - Ustedes me conocen como SATANÁS... Sí. Siempre supe que ustedes vendrían. Vengan. Acompáñenme...

El diablo en persona, tenía ahora sus manos agarradas en la espalda, mientras caminaba junto con sus siete invitados, con un gesto de un anfitrión amable, que les mostraría las instalaciones a sus huéspedes.

Se acercaron a los gigantescos contenedores. Adentro permanecían flotando unos monstruos gigantescos. Eran más grandes que elefantes, y permanecían en completa oscuridad. Antes de empezar a hablar de nuevo, en un gesto calmo y romanticón, SATANÁS olió la rosa que ahora sostenía en su mano.

- Estos seis demonios son traidores... Y se volvieron muy fuertes, gracias a los sacrificios y pactos que ustedes hicieron, durante tanto tiempo, para ellos... ¡Ahora se los voy a presentar...! - Había vuelto a guardar la flor en su único bolsillo del saco.

Se encendió una luz sobre uno de los espantosos seres, como si fuera la escena de aquellos viejos shows de televisión. Sólo que lo que SATANÁS mostraba, no tenía nada de entretenido.

- ¡Aquí les presento a... BELETH! ¡Él es el traidor que solía hacer pactos con el hombre, a hurtadillas, beneficiándose personalmente con esto! ¡Se guardaba almas para él y para su séquito!

El ser que había aparecido en el tubo, ahora iluminado, tenía el cuerpo de una oruga, con algunas patas traseras, similares a las de los saltamontes. Del torso, le salían dos brazos muy largos que ayudaban a mantenerse erguido. Su cabeza parecía una pinza de cangrejo acorazado, pero con pequeñas barbas flotantes, que le salían de abajo. Los ojos, si los tenía, eran imposibles de ver.

Dante había aprendido que este espantoso ser, al igual que todos los del bajo astral, se adherían a las personas, y se alimentaban absorbiendo su energía vital.

- ¡El segundo que les presento ahora es...! ¡AZAZEL! Él era uno de los mayores demonios; tanto, que quiso ser más importante que yo, ¡el mismísimo SATANÁS en persona!... ¡¡Que YO!! - reía mirando hacia arriba, con la mandíbula desencajada de una forma inhumana.

El ser que ahora había aparecido en el siguiente tubo, ahora iluminado, tenía grandes alas como de pájaro gigante, plegadas en su espalda. Este hecho impactó a Dante, pues él lo asociaba más a un ángel que a un demonio infernal. Su figura en general, era muy similar a la humana, excepto por su descomunal tamaño. Este ser tenía el torso desnudo y una especie de arnés protector en uno de sus brazos. Tenía puesta una capucha muy oscura, que impedía ver cualquier detalle de su rostro, aunque aun así se destacaban sus ojos luminosos rojo sangre, dentro del verde líquido del tubo contenedor gigantesco.

- ¡El tercero en esta lista es...EURINOME! ¡El príncipe de la muerte! Me traicionó cuando le otorgó la inmortalidad a Aleister Crowley, apodado "La Bestia", sin mi consentimiento. ¡Se robaba todas las almas de los sacrificios en su nombre, sin pagarme tributo!

El ser que había aparecido en el siguiente tubo, ahora iluminado, tenía enormes brazos, con garras; y más pequeños cuartos traseros, con pezuñas. Era muy peludo y sus facciones tenían un aire similar a las de un carnero, y a la vez a un murciélago. Tenía dos grandes cuernos enroscados sobre sí mismos, a los costados de su cabeza gigantesca y orejas puntiagudas.

- ¡El cuarto de la lista es... BELIAL! ¡Él adora los sodomitas. Se alió con Beleth porque le encantaban las perversiones de Crowley, y quiso sacar su tajada de ello, sin mi permiso.

El ser que ahora había aparecido, tenía toda la piel como desgarrada y putrefacta. No tenía cadera ni piernas, sólo cabeza con cuernos y muchos ojos, un desfigurado torso con unas manos pequeñas. Pero, de la espalda, desde los hombros, y debajo de las axilas, le salían unas enormes patas como de araña, que se elevaban hacia arriba. Y después terminaban hacia abajo, en puntas filosas. Era tan grande de tamaño como los otros, y los extremos de estas patas habían comenzado a golpear el cristal del tubo, al encenderse las luces. ¡Era espeluznante!

- ¡El quinto de la lista es... BAEL! ¡Él es adorado en los Sabbath. Se apropió para sí y su ejército, de huestes insubordinadas, un sinnúmero de almas, para ser más poderoso, y así usurpar EL TRONO. ¡Estaba aliado con Azazel! ¡Todos son traidores!

El ser que ahora había aparecido en el siguiente tubo, tenía un rostro regordete y desagradable, con varias hileras de dientes afilados. Su cuerpo era obeso y deformado, aunque sus brazos tenían cierta apariencia normal. Sus piernas habían sido amputadas desde su columna, y estaba apoyado sobre una plataforma. De su cabeza, por la parte de atrás, caía una especie de tentáculo, hacia la parte baja de la espalda. Por todas partes, detrás de su torso desnudo y lleno de quemaduras, salían patas de escorpión, y algunas terminaban en peligrosas puntas. En su parte abdominal tenía otra cabeza con cuernos largos y afilados.

- ¡Y el último de la lista es... HABONDIA! Ella fue protectora de Juana de Arco, y de esta familia de brujas de Beatriz, que por eso no pueden quemarse en la hoguera... ¡Imperdonable!

El ser que ahora había aparecido, tenía un hermoso cuerpo curvilíneo, muy femenino, portaba algo de ropa, muy pequeña, para evitar mostrar por completo su cuerpo desnudo. Su rostro presentaba una belleza sin igual. Hipnotizaba con su mirada. De su frente salían unos enormes cuernos que se fusionaban con otro por detrás, y se retorcían a los lados. Alrededor de la cuenca de sus ojos tenía unas costras negras que resaltaban sus pupilas rojas encendidas, y la forma un tanto rasgada de sus ojos. Tenía unas enormes alas de murciélago plegadas por detrás de su espalda. Se notaba un ser de sensualidad exacerbada.

- ¡Como veis, todos están aquí, bajo mi supervisión y castigo!

Se reía aquel sujeto muy bien entrazado, que decía ser Satanás. No tenía alas, ni cuernos, ni patas de araña, ni tampoco un cuerpo extraordinariamente gigante como aquellos otros en los tubos. Más bien tenía una apariencia bastante insignificante, en realidad. Solamente había mostrado el truco de hablarles dentro de sus cabezas. Y del juego de luces. Por lo demás, era una persona normal, que se podría haber apoderado del infierno... aunque esa idea era bastante absurda. Era cuestión de esperar, y ver cuáles eran sus verdaderas intenciones.

Pero entonces, el diablo, comenzó a mostrar ciertas cosas extrañas, como si hubiera adivinado los pensamientos de desconfianza de Dante, o tal vez, los de algunos más del grupo de los siete intrusos. Todos vieron perfectamente que en el salón, en la esquina superior derecha iluminada, no había nada.

- Por allí, verán una jaulita vacía - que se materializó en el mismo instante que Satanás había señalado detrás de su hombro. - Solo puede abrirse desde afuera.

Entonces, mientras reía, frente a todos, su rostro cambió. Continuaba sonriendo, sí, pero ahora era una señora mayor, con un rodete y canas.

Su traje negro con la corbata roja, e incluso su rosa roja, no habían sufrido ninguna metamorfosis.

- Bueno, ¡Muy pronto voy a tener allí un nuevo trofeo...! - reía.

Ahora Satanás tenía el tamaño de los otros demonios gigantescos, y se había agazapado para poder verlos más de cerca. Su rostro, que se había mudado al de un niño, sonreía.

- Verán... después de toda una eternidad de castigarlos... nunca es suficiente... ¡Nunca!... pero he terminado por aburrirme. ¡Hasta yo me aburro! - Todos sus invitados habían quedado mudos, y nadie se animaba a decir nada.

- La cuestión es que decidí hacer una apuesta. Iba a traerlos a ustedes, directamente ante mí. Pero me pareció mucho más interesante, y educativo, que vierais por vosotros mismos, todos los aspectos de este reino peculiar, que a los humanos les gusta llamar "infierno". Confieso que hice varias intervenciones para que pudieran llegar los siete hasta aquí.

Satán, olía la rosa que sostenía en una de sus manos. Ahora era un hombre rubión y musculoso, del estilo de los vikingos, aunque había adoptado la altura de una persona común, vistiendo siempre su traje de fina tela negra y corbata roja.

Era como si los hubiera hipnotizado a los siete, pues solo lo seguían con la mirada, mientras se paseaba por el cuarto luminoso continuando con su soliloquio; mientras los tanques gigantes, con los demonios, permanecían en la completa oscuridad.

- Bueno, la cosa en concreto es la siguiente. Voy a liberar a estos seis demonios traidores, que me ayudaron a tenderles la trampa para traerlos a ustedes aquí. Ellos van a parasitar o poseer a seis de ustedes siete. Los van a elegir por afinidad.

Ahora, como una niña japonesa, guardó la flor en el bolsillo en su saco negro.

- La idea es que regresen a su mundo, y entonces, junten muchas almas para mí. Y hagan una buena labor, colonizando las mentes y las almas, para el infierno – decía todas estas cosas sin dejar de reír. - ! ...Ah, ¿no entendieron? - Entonces, siendo otra niñita de cabellos colorados y ojos marrones, aún con el traje negro y la flor de color sangre, le hizo un gesto a Crowley.

- Ya puedes traducirles a tus compañeros, del latín.

Ante su gesto, fue como si levantara un hechizo que había hecho sobre todos ellos para que se mantuvieran todo el rato en silencio. Estaba claro que esto último lo hizo para mostrar su poder. No había dudas ya. Era El Diablo en persona.

-"Qui autem expers delicti, eiice primum lapis", significa "Quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra..." Maestro Satanás, le prometemos que nosotros... - y algo ahogó las palabras de Crowley.

Era un rostro rojo y con cuernos, que ahora mostraba enfado, y solo se mostró un momento, cuando levantó de nuevo el hechizo de silencio para todos. Ahora, volvía a tener la misma apariencia que al principio, cuando los recibió en aquel salón iluminado.

- ¡Chist! ¡A callar! Déjenme terminar... ¡Si alguno de ustedes me vuelve a traicionar... ¡Yo mismo en persona traeré de los pelos a los seis demonios y sus seis recipientes! ...¿Qué me dicen?

Los seis, aún mudos, se arrodillaron e hicieron una reverencia, con las cabezas gachas, excepto Dante, claro está. Satanás, el demonio asociado a Saturno, hizo un gesto con su mano, para permitir que sus intrusos pudieran pronunciarse.

- ¡Ofrecemos nuestros cuerpos y nuestras almas, oh, Maestro! - Dijo Crowley.

- ¡Sí, Maestro! - asintieron los demás.

- Bueno... - El Diablo, miraba a Dante, mientras reía. - Creo que está claro quién es el "ético y moral" que no va a doblegarse ni agacharse - al pronunciar estas palabras su sonrisa era espeluznante.

Satanás, que ahora era un hombre negro, con una gran mota de cabello, se había aproximado y había tomado del hombro a Dante, que era el único que continuaba de pie. Con voz resonante y fuerte, dijo:

- No te aflijas, querido Dante. Es por esto que te trajeron contra tu voluntad acá, en primer lugar. Tenían planeado dejarte aquí, como pago. ¡Y después me dicen desalmado a mí! - se carcajeó.

En un momento, el hombre de negro, ya había metido a Dante dentro de la jaula, y le hablaba mientras le cerraba la puerta mágica.

- Ellos sabían que liberarían a seis demonios... ¡Y ustedes eran siete! - Ahora su rostro era de un señor mayor, arrugado y con feas cicatrices.

Dante se sintió mal, por haber sido tan confiado. Se arrepentía de no haberles arruinado el plan a estos malditos. Pero, tuvo miedo. Y temor de que las consecuencias fueran muy malas. Pero ahora, ya nada podía ser peor. Él quedaría en el infierno, encerrado para siempre, y esos perversos serían libres para hacer toda clase de maldades por el mundo.

En medio de la aflicción, algo le dijo que estaba equivocado en su pensamiento, pues las cosas siempre son, como deben ser. Y si él estaba allí, ahora, viendo esto, era por algo. Algún plan oculto, había para que le estuviera sucediendo aquello. ¡Debía confiar, aun cuando pensara que no había más esperanzas!

Dante vio desde dentro de la jaula, que Satanás le dio la espalda. A la altura de la nuca roja, le habían salido unos inmensos cuernos enroscados. Levantaba los brazos y miraba al techo del recinto, que ahora había desaparecido y mostraba un cielo nocturno estrellado.

- ¡Desde ahí, vas a poder observarlo todo! ¿Te dije ya, que esa jaula sólo se abre desde afuera? - se burló el diablo. - ¡Y ahora, son libres! ¡Ahora, escojan sus huéspedes! - Seguía profiriendo su risa macabra.

Entonces, ante otro gesto de sus manos, con garras, desaparecieron las tapas metálicas de los seis gigantescos tubos de contención.

A medida que los seis demonios entraban dentro de los seis miembros de la Orden de Sabbath, se iban incorporando y sus ojos brillaban con refulgentes colores, mientas sonreían diabólicamente, por su nueva simbiosis. ¡Al fin obtenían de nuevo, su ansiada libertad!

La primera fue Habionda, que entró dentro de Beatriz.

Después Azazel entró en Crowley.

Beleth, entró en Edityr, que exclamó sonriendo diabólicamente:

- ¡¡Sii!! ¡Puedo ver! ¡Puedo ver!

Bael entró en Grandier.

Eurinome entró en Virgilio.

...Y por último... Belial poseyó a Teodora.

Los gigantescos demonios ahora estaban dentro de los cuerpos habituales de los seis hombres y mujeres. Les habló Crowley, con una expresión inhumana, costras negras alrededor de sus ojos, y sus dientes muy afilados, cuando sonreía. Al hablar, podían oírse como dos voces en simultáneo, pues aún no se acostumbraba al cambio.

- ¡Ahora, vayan de vuelta a La Tierra, Demonios...! ¡Y hagamos lo que Satanás, nuestro señor, ha ordenado!

Entonces, algunos extendieron sus alas de pájaro y otros sus alas de murciélago, en sus espaldas aparentemente humanas. Emprendían el vuelo, mientras otros agitaban las alas y reían.

- ¡Puedo ver! ¡Puedo ver! ¡Puedo ver! - seguía gritando el eufórico Edityr, con el demonio Beleth en su interior, mientras batía sus alas vampíricas y comenzaba a levantar vuelo.

El Diablo, había extendido sus brazos al firmamento estrellado, mientras veía cómo los seis se alejaban hacia el cielo nocturno. Les habló mientras realizaba unos pentagramas luminosos en el aire:

- ¡Ahora vuelen y colonicen todo para mí! ¡Quiero miles de millones de almas!

Invocó un enorme portal, que era como un vórtice luminoso, de colores azules, morados, rojos y amarillos, que giraban como en un torbellino, mientras uno a uno, los seis demonios voladores, desaparecían en su interior. Hasta el último momento, pudo oírse los gritos de alegría de Edityr, antes de desaparecer.

Y así fue como fueron liberados los seis demonios, por el mismo Satanás.

Como una doncella de piel suave y cabello dorado hasta la cintura, contorneaba la cadera enfundada en su pantalón negro, y la flor colorada en una de sus manos delicadas. El Diablo se había parado, con su fino traje oscuro y zapatos lustrados, delante de la jaula donde tendría a Dante encerrado, por toda la eternidad. Olía su rosa roja, de intenso perfume, con una placentera y larga inspiración, mientras reía.

-Bueno, querido Dante, tengo que atender unos asuntos y en seguida regreso acá con vos. No te impacientes, de todas maneras... - había tirado la flor al piso. - Tenemos una eternidad...

Dio un paso, destrozando la flor, y diseminando los pétalos carmesíes, por el suelo a su alrededor. A medida que Satanás se alejaba, riendo a carcajadas, todo detrás de él, iba quedando en completa oscuridad.

Y Dante sintió un estremecimiento en todo el cuerpo. En parte porque ahora hacia mucho frio. Pero más que nada fue porque sintió esa espantosa risotada diabólica, en la eterna oscuridad de su encierro.

¿FIN?

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