Capítulo 19
Todo era blanco. A lo lejos, a unos 100 metros, se divisaba una silla, con una mujer sentada. Y era lo único que los siete pudieron ver. Bueno, Edityr no. Lo llevaba del brazo Virgilio, pues seguía completamente ciego, como siempre.
Al acercarse, pudieron observar que la mujer estaba sentada frente a una mesa pequeña.
Dante pudo reconocerla de inmediato. Los demás, caminaron por allí como restándole importancia. ¿O él era el único que veía a aquella mujer?
Era Carmen, su paciente. Estaba vestida exactamente como aquel día de su encuentro casual. Tenía el mismo pañuelo en la cabeza, y sostenía en una de sus manos, una de las cartas del Tarot, que estaban sobre la mesa.
Entonces, de pronto, levantó la cabeza, muy seria y lo miró con severidad, como reprendiéndolo.
- ¡Te lo dije, Dante! ¡Y no me escuchaste!
Comenzó a pasar deliberadamente las cartas, mientras le hablaba rápidamente. Él la miraba atónito, pues no podía ser que recordara con tanto detalle su ropa, su rostro, las cartas, y, mucho menos, lo que ella le había relatado ese día...
- Aquí está tu madre terrenal invertida. Tu padre espiritual es tu abuelo, Arturo, que siempre está ahí, con vos. El Hierofante, aquel que te ayuda en tu viaje: tu hermano Juan Carlos y Abel - este nombre lo oía por primera vez, - el que te pedía fuego en tus sueños. - Mientras ella hablaba, se veían las cartas que pasaba, que eran las mismas de aquel día. La Suma Sacerdotisa, El Emperador y El Hierofante.
Entonces acomodó otras tres cartas. Algunos de sus compañeros habían visto a Dante detenerse, y estaban mirando a ver qué le sucedía.
- Luego fuiste de "Viaje", como te dije. Viste la sabiduría de un anciano que te mostró la verdad, y trataba de advertirte, pero no podías verlo... tu mundo de cabeza... cambios en tu vida...
Y las cartas que le enseñaba ahora eran El Carro, El Ermitaño y La Rueda de la Fortuna.
Entonces, mientras Beatriz y Virgilio, venían a buscarlo, ella le mostraba las últimas tres cartas.
- Y aquí estaban La Muerte, de todo aquello que conocías como única verdad, y personas de tu entorno ¡y la tuya propia!... y tu mundo que se derrumba... pero antes... conocerás... ¡¡Al Diablo!!... - Y su rostro se trasformó en una risa diabólica con dientes muy afilados y ojos muy inyectados en sangre.
Entonces se abrió una puerta detrás de ella, que dejaba ver un recinto oscuro en el cual se movían luces de colores.
Beatriz y Virgilio tomaron a Dante de los brazos y lo arrastraron haciéndolo entrar allí, cerrándose por detrás de ellos la puerta.
Caminaba a los tumbos, completamente a ciegas. Mientras ellos avanzaban, a su izquierda había una proyección que transmitía una programación de noticias, a medida que se acercaban a sus compañeros, ésta iba creciendo en tamaño y sonido, hasta alcanzar proporciones descomunales, inundando de luz el lugar y haciéndolos ver a ellos, como pequeñas hormigas en comparación a las imágenes transmitidas.
El comentario de Beatriz, le hizo saber que escuchaban y veían, perfectamente, lo mismo que él:
-Vamos, Dante. No te detengas por nada. Que no te distraigan.
En la pantalla, se podía ver a una periodista, rubia, muy bien peinada y maquillada, que tenía un saco rojizo muy elegante. En la pantalla flotante en un fondo oscuro, relataba lo que sucedía en un sitio que todos reconocieron, ya con un volumen ensordecedor.
Los siete eran apenas unas diminutas siluetas, caminando de perfil, recortadas por la inmensa luz de la pantalla cada vez más grande, con la periodista que relataba lo que sucedía.
- "...La historia cuenta que esta propiedad fue adquirida por Aleister Crowley en 1899, como lugar ideal para realizar el "Rito de Abramelín", un complicado proceso de invocación del Santo Ángel Guardián".
Entonces mostraban una vista exterior de la casa. Tenía como varias habitaciones, aunque se notaba que no tenían ni techos ni vidrios en sus aberturas.
- "...Crowley eligió la casa, por ciertas características especiales, como la orientación de la entrada, la seclusión, la terraza y un cuerpo acuático, como el mismísimo Lago Ness; proveían las condiciones mágicas para este ritual. La casa también fue elegida, por poseer un túnel subterráneo secreto, que la conectaba con el cementerio Boleskine, cercano a la propiedad. Se le atribuyen a estas manifestaciones demoníacas, la aparición del famoso monstruo del Lago Ness, a quien él ofrendaba ovejas para alimentarlo, como si fuera una mascota macabra".
La periodista enseñaba el estado desastroso de la casa.
- "...En 2015, y más recientemente en Julio de 2019, debido a unos incendios, la propiedad fue abandonada, pues estaba muy destruida. Los lugareños conocen parte de esta historia, de terror y de suicidios, de anteriores compradores de la mansión. No obstante, muchos de ellos, advierten que en este 2019, para esta misma víspera de Halloween, se han estado produciendo toda clase de manifestaciones. Puertas viejas y ventanas rotas que se sacuden, viento y humo por todas partes, sombras negras y carcajadas. Hay quienes aseguran haber visto un grupo de personas con vehículos particulares, ingresar sin autorización al lugar, pero eso forma parte de las historias y las especulaciones. Los mantendremos informados de esta, "La nota de Halloween... Soy Katherine Misdone, para el canal de noticias BTL, de USA." - Atrás de la periodista, se veían un grupo de personas, muy enojadas, con linternas, que señalaban las huellas de las camionetas y la casa.
Entonces la pantalla gigante se apagó, dejando por un segundo un solo punto encendido en el centro.
Mientras caminaban, y las voces televisivas se iban perdiendo tras ellos, pudieron observar que el suelo, bajo sus pies, ya no era uniforme y opaco. Un pasto seco y largo, se extendía por doquier. Al principio parecía que había piedras, entre los largos pastizales y los árboles resecos y retorcidos. Pero no eran sólo piedras. Eran lápidas.
Crowley señaló unas criptas y tumbas, que se extendían prácticamente hasta el infinito y por doquier.
- Es una especie de camposanto. Es mejor no detenerse y seguir caminando.
Entonces, nuevamente, una bruma y niebla había comenzado a avanzar sobre ellos.
- Este lugar... es escalofriante y tétrico... es terrorí... - la sensación de que algo tocaba sus piernas la sorprendió - ¿¡Qué?! - Gritó Beatriz, mientras caminaba a la par de Crowley.
Los siete visitantes de ropa ceremonial, habían formado un pequeño grupo entre las tumbas, observando horrorizados que muchas manos se asomaban escarbando la tierra de las tumbas hacia afuera.
Además vieron hombres, mujeres y niños, caminando lento y a los tumbos hacia ellos, desde todas partes. Los árboles retorcidos se confundían con estas apariciones, dando la sensación de multitud.
- ¿Qué son? ¿De dónde Vienen? - preguntó Dante con la mirada desorbitada de terror.
- Creo que salen de las criptas - respondió Crowley como minimizando la situación.
Se había hecho audible el silbido del viento, que les traía un siseo y una monótona letanía, de los lamentos ahogados de aquellas criaturas que caminaban, sin vida.
Una mano, huesuda y desprovista de carne, casi toma el zapato gastado de Dante. En todas las lápidas podía leerse "N.N."
- ¡Atacan! ¡Corran! - Virgilio y Grandier fueron los primeros en reaccionar tomando por los codos a Edityr, que no entendía nada de lo que ocurría, y del peligro al que se enfrentaban; pues no había visto ninguna de las cosas que el resto habían estado observando desde que cruzaron el umbral, con la advertencia.
Ahora sí veían de cerca a estos "Zombis". Eran seres deformados por su estado de descomposición, a algunos les faltaban los ojos, líquidos verdosos les chorreaban por lo que alguna vez pudo ser considerado su rostro. Las mandíbulas batientes hacían un extraño castañeo, mordiendo en algunos sitios, su propia carne chorreante.
Todos han visto alguna vez una de aquellas bizarras películas de terror, donde los protagonistas corren y se defienden con motosierras o espadas, y ese tipo de cosas. Bueno, pues Dante supo que esto no se veía para nada así.
Primero, el horror era tal, que el cuerpo no respondía para defenderse. Sólo sus piernas parecían funcionar, corriendo lo más deprisa posible, tratando de evitar que lo atraparan. Nunca pensó, ni siquiera fugazmente, en detenerse a tomar algún objeto, ni nada por el estilo. Lo más aterrorizante era el olor. Nauseabundo. Putrefacto. Por todas partes se sentía aquel hedor, al punto que daba sensación de ahogo y revoltijos en el estómago.
Y algo inaudito, que nunca vimos en estas películas de terror, es lo que los siete perseguidos, vieron a continuación.
Por todas partes, en multitudes, los horripilantes cadáveres reanimados que los intentaban agarrar, se elevaban por el aire como si fueran moscas o algún insecto de enjambre.
Sí, flotaban. Innumerables, incontables. Miles. Millones. Por todas partes.
- ¿Vuelan?...
- ...E... ¿Están flotando? ¿Es normal eso?
Pero no volaban, en sí. Se elevaban hacia el cielo, no para perseguirlos a ellos. Los zombies seguían corriendo frenéticamente, vaya uno a saber hacia dónde.
Se apelotonaban en cúmulos en algunos lugares, formando unos toroides aéreos. Gigantescos, tan arriba y lejanos, donde ya no se distinguía que estaban conformados por seres de forma humanoide.
Desde donde ellos estaban parecía que millones de costras se unían a estas formas circulares tipo embudos giratorios. Estas diminutas costras, eran cuerpos, de los zombis que seguían saliendo de debajo de las criptas; intentaban correr pero de inmediato eran succionados y elevados hacia aquel embudo, adhiriéndose al extraño pegoteo humano.
- ¿Alguien sabe lo que está pasando?... ¿Crowley?
Edityr había formulado la pregunta que se hacían todos, sacudiendo la cabeza para todos lados, preocupado y tratando de percibir algo de lo que pasaba.
Se escuchaban llantos y quejidos por todas partes.
Los siete, cansados, se habían detenido un momento en un claro, entre unos árboles retorcidos, cuando pensaron que habían dejado atrás a los zombis, para recuperar el aliento.
-Aún no lo sé... - Alcanzó a decir Crowley, pensativo.
Unas negras raíces se sacudieron como tentáculos y se enroscaron en las piernas de Dante, que estaba casi apoyado en uno de los troncos de los árboles. Y lo arrastraron de golpe, tirándolo al suelo y engulléndolo hacia un hueco, que acababa de abrirse en la tierra.
- ¡¡Noo!! ¡¡Socorro!!
-¡¡Dante!! - Beatriz le gritó a Virgilio, que estaba mirando la escena, sin poder reaccionar. - ¡Rápido, hay que ayudarlo!
- Yo no veo nada... todos gritan. ¿Qué sucede? ¿Dónde estamos? Y ¿Qué es este olor asqueroso? - Edityr estaba consternado, tomado del hombro de Crowley y de Grandier.
- ¡Adivina! ¡Es el olor de la carne podrida! ¡Estamos por entrar al mismísimo infierno! ¡Y Dante no está y lo necesitamos! - Crowley le contestó furioso, para que no continuara preguntando nada.
En el hueco en la tierra, apenas asomaba una raíz, de la que Virgilio tironeaba, arrodillado. A su lado estaban Beatriz y Teodora, dándole indicaciones, preocupadas.
-¡Si lo perdemos, todos estaremos perdidos, ¿me entiendes?!
- ¡Sí, lo entiendo! ¡No soy una especie de héroe ni nada de eso... pero haré lo que pueda, yo tampoco quiero quedarme en este lugar!
Virgilio saltó dentro del oscuro hueco, con lo cual, desapareció por completo de la vista de las mujeres y de los otros que miraban de más atrás lo que pasaba. Estaban muy preocupados y el tiempo apremiaba, pues muchos zombis se estaban acercando desde todas partes.
La ventaja que tenían era que los muertos vivientes avanzaban muy lento y de forma destartalada y torpe, aparte de que eran engullidos por los grandes embudos del cielo. El problema era que muy pronto tendrían que echarse a correr, y dejar allí a Virgilio y a Dante, a su suerte.
Dante estaba todo envuelto por una gran raíz, y por ese motivo ya no podía ni siquiera gritar, y casi tampoco ni respirar. El árbol, debajo de la tierra, tenía como una enorme boca oscura y llena de astillas que estaba por tragarse completo a Dante, como si fuera un aperitivo.
-¡¡Los insignificantes, que desperdiciaron su vida, son mi alimento!! - gritaba el extraño ser.
- ¡Noo! - Virgilio se acercó corriendo, en un momento de desesperación.
Con fuerza y determinación dadas por su miedo a quedar preso allí, más que por cualquier otra destreza especial, Virgilio había logrado sacar a Dante de su prisión de raíces hasta casi la cintura, y tironeaba de sus brazos, para evitar que la boca con astillas lo atrapara, pues sus pies estaban muy cerca.
- ¡Vamos, Dante! ¡Tenemos que salir de aquí! ¡O te perderás para siempre!
Dentro de sus ataduras, Dante había empezado a agitar las piernas, hasta que uno de sus pies había logrado apoyarse en una de las gruesas raíces, utilizándola de palanca.
De pronto, aquellas cosas negras y húmedas cedieron, y Dante giró sobre sí mismo en la tierra, escapando de la prisión del árbol. Entonces Virgilio lo jaló fuertemente, alejándolo de las nuevas raíces que buscaban volver a amarrarlo.
- ¡Rápido, es por allá! ¡Y no mires detrás!
Los dos corrieron frenéticamente hasta el hueco. Había unas lianas, separadas del árbol. Se tomaron de ellas, y fueron ayudados por Crowley y Grandier, a salir de allí dentro.
- ¡Por un pelo! ¡Rápido, tenemos que salir de acá!
- ¡Corran, ya tenemos encima a los zombis!
Los siete corrieron entre medio de numerosas manos huesudas que, una vez más, quisieron asirles la ropa, el cabello o lo que fuera.
- ¡¿Qué fue eso?! - Preguntó Crowley a Virgilio, que corría agazapado, arrastrando aún a Dante de la manga de su traje holgado, negro.
- ¡Querían a Dante! ¡Es la antesala al averno! ¡Este es el lugar, donde habitan aquellos que no hicieron nada de su vida!
Crowley hizo un alto, mirando el cielo. En su rostro había una chispa de locura. Elevó las manos hacia los embudos que seguían engullendo cuerpos inertes por el aire.
- ¡¡Cuando logremos nuestro objetivo, vamos a ser recordados por todo el mundo, y el mismísimo infierno! - Gritó lanzando una risotada diabólica que de pronto, sonó mucho más aterradora y nauseabunda que todo lo que Dante había experimentado hasta el momento.
Grandier, señaló hacia adelante, tratando de Sacar a Crowley de su trance.
Se había agrandado una grieta entre el pasto, y nuevamente unas raíces habían empezado a emerger de allí.
- ¡Rápido, tenemos que franquear el camposanto con las tumbas, y llegar al otro lado de la colina! ¡Miren! ¡Aquel gran portal es el que debemos atravesar, para ingresar al infierno!
Se refería a una colina con tumbas y pastizales crecidos, y a lo lejos se distinguía la silueta de una especie de portón muy grande, sin techo ni ninguna construcción aledaña. Desde la inmensidad, y por doquier, millones de cuerpos flotaban y eran engullidos por el gigantesco embudo succionador.
Los siete corrieron colina arriba, intentando no mirar más que donde pisaban para no tropezar.
- ¡Corramos, y cuidado con estas raíces! ¡Sólo logrando nuestro objetivo, podremos salir de éste laberinto infernal! - Beatriz los alentaba, pues la salida estaba cada vez más al alcance de ellos.
Por donde quiera que pasaran, intentando esquivar raíces y huecos en la tierra, manos huesudas y cadavéricas salían de tumbas desparramadas entre la vil maleza, que intentaban hacerse con algún trofeo; un zapato, cabellos, ropa o algún rasguño en cualquier parte de sus cuerpos.
En todas ellas, estaban escritas las palabras "N.N", o "Don Nadie"; o "Anónimo".
- ¡Cuidado, todos! ¡Quieren sorprendernos!
Finalmente, y sin grandes contratiempos, los siete llegaron hasta el portal. Era una arcada de piedra semiderruida con una enclenque reja retorcida por el tiempo, que apenas podía permanecer cerrada.
La imagen en sí era bastante absurda. No había paredes, podían pasar por los costados como si nada. Pero sabían que tenían que abrir la reja y pasar por allí dentro, si querían ingresar al siguiente nivel, antes de ser atrapados por los zombis que se les estaban por tirar encima.
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