Capítulo 5
Jimin observaba todo a su alrededor sin poderse creer lo que estaba a punto de hacer. Una vez que cruzara aquella puerta, no había vuelta atrás, iba a quedar a merced de un atractivo desconocido. Se perdió en su reflejo y sonrió retomando el control de su cuerpo, acomodándose el cabello de forma un tanto sensual. No tenía nada que perder, estaba allí para encontrar la respuesta a su ya nada sensible cuerpo y mente.
Ató su bata una vez organizada sus ropas en el perchero que allí se situaba pero, cuando estaba listo para salir, sintió su teléfono vibrar. Había recibido un mensaje que le hizo sonreír tiernamente, esa era su luz en la oscuridad del mundo por el cual transitaba. Respondió rápidamente mirando la hora y apagó su teléfono complemente, ya había recibido y dado el único mensaje de buenas noches que esperaba, que necesitaba.
La imagen de aquel hombre parado a un costado de esa impoluta habitación como un maniquí inexpresivo, junto a un delicioso olor que llenaba el lugar, lo hicieron perderse en sus pensamientos. Abrió los ojos y lo vió observando el reloj que había en la pared con cara de desagrado.
— Acordamos cinco minutos, no siete. — Habló en un tono serio, indicándole con la mano que terminara de entrar y tomara asiento en esa butaca tapizada de blanco. — ¡Siéntate! — Demandó, ganándose una mirada sorpresiva por parte del rubio.
— Espera, — espetó serio mirando las esposas de cuero que tenía en sus manos. — Creo que necesitamos una palabra de seguridad. Ya sabes, para en caso de que... Para en caso de que desee parar con lo que sea que harás.
— ¿Palabra de seguridad? Has visto demasiadas películas o leído demasiado. Ya te dije que no ejerzo el sadomasoquismo, no haré nada que te inflija dolor en lo más mínimo. Todo lo que hago se puede aguantar perfectamente porque, me dedico únicamente a estimularte y complacerte.
¿Por qué cambiaba su tono brusco tan repentinamente? Jimin lo miró confundido pues ahora su voz sonaba más ronca, liviana y sensual. Cuando salió de su fugaz cavilación, ya sus muñecas estaban atadas detrás de su espalda y su bata en el suelo. Agitó un poco sus manos en aun intento de comprobar cuán firme eran esas esposas, era amigable con su piel, realmente no le molestaba o incomodaba. Quiso hablar pero se limitó a seguir sus elegantes movimientos con la vista.
— Necesito que te sientes para poder acomodarte, sino puede llegar a ser un poco incómodo. — Acarició levemente sus brazos y lo ayudó a tomar asiento.
Estaba totalmente desnudo frente a la enigmática mirada de aquel sujete que parecía estar mirando a un muñeco cualquiera. No es que él quisiera que se sintiera atraído hacia él pero notar su falta de interés hacia su cuerpo y persona lo hizo sentir algo cohibido. Estaba acostumbrado a sentirse deseado pero, en aquellos ojos neutros y oscuros, así como en aquel pantalón, no había reacción alguna. ¿Estaba decepcionado? No lo sabía con exactitud pero no se iba a detener a pensar en ello.
Sin embargo, su cuerpo no pasó desapercibido para Namjoon como él creía. El empresario con su vista de gavilán había recorrido detenidamente cada parte de su cuerpo desde el momento en que vio la puerta del baño abrirse. Desde sus tobillos ascendió por todas esas torneadas piernas, con esas pantorrillas y muslos marcados, la estrecha cintura que aún por debajo del albornoz se podía percibir. La impecable depilación por la que había pasado donde no podía percibir a simple vista el mínimo vello. Su rostro, sus carnosos labios y expresión angelical era un lindo contraste con el resto de su anatomía. Mas no provocaba a su organismo, lo hacía sentir algo extraño pero, ni siquiera ese chico lograba excitarlo.
Sus actividades nunca eran en busca de placer, de hecho, a los hombres los quería como un juguete entretenimiento con el que liberal el estrés y de los que tuviera absoluto control, pura diversión para su mente. Las mujeres, bueno, era el plan de vida que tenía trazado, tampoco se sentía atraído hacia ellas pero, de tener que formar familia, casarse y tener hijos, ellas eran su herramienta más efectiva. Por ahora no buscaba nada como eso, que fuera dentro de un tiempo específico no era algo que estuviera ya estipulado en su mente mas sí lo había considerado.
Mismo así, una parte muy minúscula de su interior, esa que sus pocos allegados se habían encargado de darle forma y crear por años, tenía siempre la vaporosa esperanza de encontrar un ser humano que despertara lo más mínimo en él. Cualquier sentimiento, emoción o instinto carnal, cualquier cosa que le demostrara que su interior no era un oscuro agujero que no tenía fin. No era algo que fuera recurrente en su mente o a lo que diera prioridad, menos aún algo que procurara en su día a día pero allí, al final de ese camino que él mismo no lograba ver, estaba.
Era extraño todo para Jimin, no habían provocaciones descaradas como las que él esperaba. No porque quisiera entrar en algún tipo de coqueteo con el sujeto pero al menos para destensar el ambiente y ayudarlo a relajarse. Todo por el contrario, se sentía en una de esas consultas extrañas a las que se iba hacer un chequeo general rezando porque todo estuviera bien con su salud. Se movía en un corto espacio ya que todo estaba preparado, con gestos concisos y certeros, sin dedicarle miradas o sonrisas, como si él fuera un paciente más en la larga lista que un doctor debía atender a diario.
No sabía que era el olor de la flor blanca más utilizada ene perfumería y aromaterapia, no sabía ni que era el olor de una manta en sí pero amaba el aroma de ese cuarto que, pese a su leve incomodidad, lo mantenía relajado y en un viaje de sensibilidades en el que sus fosas nasales se habían embarcado. Un dulce aroma que mientras más pasaban los minutos y anochecía, más intenso se hacía.
Su mirada se centró en un frasco que el desconocido tomó en su mano, dejando caer una gran cantidad de lo que sea que contenía en su interior. Inmovilizado como se encontraba, temió lo peor por varios segundos, le había repetido hasta el cansancio que no le haría nada que le causara daños pero no podía evitarlo.
— Es solamente un aceite que expandiré cuidadosamente por todo tu cuerpo en un sutil mensaje sensual, incluso erótico. — Habló Namjoon notando como se removía en su asiento — No es solamente un aceite afrodisíaco para estimulante, es de igual manera un relajante del sistema nervioso que alivianará la tensión de tus músculos y nos ayudará a llevar a cabo de forma exitosa nuestra tarea. Tiene incluso cualidades antidepresivas, antiinflamatorias y ayuda a otras dolencias, así que puedes estar tranquilo, te hará mucho bien.
Aceitó sus manos y dejó caer otro tanto directamente sobre los muslos del rubio que no portaba su vista de las acciones que iba realizando. Extendió lentamente el líquido por su piel haciendo únicamente la presión necesitada y se sintió satisfecho cuando lo sintió exhalar con cierto goce.
El menor no tenía ni idea de a cuántos hombres y qué tiempo llevaba ese hombre haciendo esas actividades pero, sabía muy bien lo que hacía. Era como una terapia a la que su piel instantáneamente respondió de forma positiva enviándole sutiles leves eléctricas a cada parte de su anatomía. Eran manos grandes, fuertes pero de textura suave que sentía recorrer sus muslos de forma descendente, recreándose en sus piernas y luego sus pies. Mordió sus labios para aguantar una risa cuando sintió sus pulgares hacer presión en la planta de sus pies donde él solía tener cosquillas.
Tenía sus ojos cerrados desde el momento que aquellas manos entraron en contacto con su piel, por eso no pude ver la penetrante mirada que le estaban dando. No se había percatado que mientras contenía su risa, dejó escapar en ronco gemido que bien podía pasar por el ronroneo de un gato.
Sentía los dígitos tintineando hacia arriba hasta su muslo para saltar al otro y repetir la misma operación. Su torso y abdomen fue el siguiente lugar que sintió ser masajeado. Namjoon se recreaba en esos seis cuadritos que adornaban sus abdominales, contrayéndose cada vez que dejaba sus manos ir hasta sus caderas para luego regresar por los costados de su torso. Como en la foto, aquel cuerpo que llegó escondido debajo de toda la ropa de invierno, era perfecto. Los de él no estaban tan marcados aunque su brazos si contaban con más musculatura que la del joven que estaba sentado allí, completamente a su merced.
Cada palma de su mano expandió el aceite que escurría sobre su pecho, entrando en contacto directo con sus pezones. Esa era una zona donde Jimin no tenía mucha sensibilidad pero en la que ahora, a cada movimiento que recibían, sentían un poquito más. El mayor notó esto y rápidamente sustituyó los pinzas para pezones por unas pequeñas ventosas de presión que simulaban la succión en esa área. Actualmente eran conocidas también como pinzas pero él conocía muy bien la diferencia entre ellas y para el diminuto e insensibilizado cuerpo que tenía delante, esa era la mejor opción.
Con sumo cuidado colocó cada una y, para cuando terminó con la última, ya el rubio parecía estar reaccionando. Sus ojos ahora estaban abiertos y llenos de interrogantes que esperaban que los suyos le descifraran. Así permanecieron varios segundos antes de que el empresario rompiera el contacto de sus miradas.
— ¿Te duelen o molestan? — Preguntó volviendo a mirarlo, acariciando suavemente con sus dedos el resto de su pecho. El rubio negó rápidamente ante aquello.
— No me duelen o molestan. Es decir, son algo extrañas e incómodas pero me gusta la sensación. — Tragó saliva al ver como las comisuras contrarias se alzaban porque no sabía cómo descifrar aquel leve gesto que erizó toda su piel.
Dos fugaces toques con su dedo índice para comprobar que estuvieran correctamente colocados y dejó de tocar aquellas ventosas adheridas en aquella tersa piel. Sus pupilas se perdieron en los labios que se perdían tras una linda y blanca dentadura, haciendo sonreír una vez más. Masajeó el resto de su cuerpo tomándose todo el tiempo necesarios y par cuando terminó, no necesitaba hacer ningún trabajo extra para que su cliente tuviera una erección.
Con destreza tomó aquel anillo de metal y lo colocó en la base de sus genitales, detrás del escroto una vez que sus caricias sobre este surtieron un mayor efecto. El uso de ese aro lo ayudaría a aumentar su flujo de sangre permitiéndole mantener una erección durante más tiempo, prevenir la eyaculación y provocarle un mayor estímulo sexual. Estaba ansioso por comenzar, por verlo retorcerse del placer y retirar aquellas palabras escritas donde negaba de sus destrezas. Deseaba verlo pidiendo o rogando para liberarse, deseaba controlar cada pequeño detalle de ese momento.
Todos los movimientos cesaron por un momento. Jimin no lograba escuchar nada y sentía como si su cuerpo hubiera sido abandonada a la intemperie. Alzó sus párpados muy lentamente y vio aquella silueta quitar de su lado lo que parecían ser utensilios innecesarios para luego remangarse sus mangas y acercarse a él junto con algo que parecía un dado gigante, en el que se sentó frente a él. Cerró sus ojos con prisa cuando sus miradas se volvieron a cruzar y se regañó mentalmente por actuar como un puerto adolescente que había sido cachado mirando a la persona que le gustaba en la escuela.
Su actitud era graciosa, por ello Nam no podía contener esas sonrisas leves que constantemente le robaba sin saberlo. Le parecía un poquito torpe, quizás por su nerviosismo, era notable que era su primera vez yendo hacer algo como lo que iba a experimentar en pocos segundos pero eso no dejaba de ser de cierta forma, tierno.
No estaba seguro si tierno era la palabra adecuada para describir la actitud de ese hombre pero fue la que por fracciones de segundos, apareció en su mente. No era el primero y tampoco iba a ser el último en actuar así pero, el contraste con las palabras que le había escrito, era amplia la diferencia.
Volvió a untar un poco de aceite en sus manos y lo miró. — ¿Recuerdas todas las reglas que hablamos? — Lo vio asentir — Entonces, voy a comenzar.
Todo el cuerpo de Jimin se tensó en el momento que aquellas calientes manos volvieron a tocar su miembro, ejerciendo esta vez movimientos con gran parsimonia.
¡Oh, eso se siente realmente bien! — Su cerebro dio un brinco de satisfacción.
Cada parte su ser estaba estimulada, no solo su cuerpo que con su masaje había tomado vida. Su cerebro también, su vista, su olfato, sus sentidos estaban agradecidos con ese sujeto que recién empezaba acariciarlo. No sabía si era esa actitud un tanto antipática que congeniaba con sus dulces y suaves mimos en su piel, su deseable presencia y atractivo rostro, ese que mostraba toda su masculinidad rebosante.
Incluso había dudado de que un hombre como él estuviera atraído por los hombres pero como aquello no era lago que lo incumbiese, lo ignoró rápidamente. No sabía a ciencia cierta qué era, pero todo él estaba reaccionando muy bien después de tanto tiempo donde no lograba siquiera tener una erección ya fuera con mujer u hombre.
Una contracción recorrió su interior cuando sintió aquellos dos dedos presionar ahí, donde su casi inexistente prepucio se juntaba con el revés de su glande y aquel lugar acariciar esta última parte tortuosamente para luego sentir toda aquella mano moverse por su extensión. Soltó el aire que no supo en que momento dejó retenido en su boca cuando una mano lo liberó pero volvió a contener la respiración cuando la otra cubrió su lugar.
Benditas y perversas manos, es un pecado que sean tan buenas... — Se relajó al sentir la mano libre acariciar el interior de sus muslos con delicadeza.
Ese sujeto no solamente jugaba con su cuerpo, jugaba con sus sentidos, con su mente. Sus premoniciones fallaban constantemente, pensaba que iba hacer algo y terminaba haciendo otra cosa totalmente distinta, tomándolo por sorpresa. El hombre funcionaba y dejaba llevar por sus bajos instintos, esos que le permitían intimar con cualquiera sin nada más que el deseo de auto complacerse y liberarse, ignorando muchas veces si su acompañante lo estaba disfrutando o no.
Pero en él era diferente, tenían que destrozarle la mente, su delectación y juguetear con su vista para dejarse llevar por el camino del goce lujurioso, desinhibirse con alborozo. Aquel que fuera capaz de lucir deseado frente a él y cautivarle mentalmente, era el único que podía hacerlo entregarse en la cama. Por esa cuestión, en ese momento, estaba totalmente ido, porque contaba con todo eso y más.
Ese hombre era atractivo físicamente y sus pupilas confirmaban ese veredicto. En cambio era su magnetismo en el tacto, su enigmático semblante, inescrutable mirada y elocuencia lo que parecía estarle destrozando la mente. No quería nada de él más que ese momento que no pensaba repetir pero, le intrigaba y eso era algo por lo que su intelecto sentía debilidad.
Bajo la luz, ese cuerpo que se tensaba y vibraba a cada instante bajo su mano, brillaba como si de la más resplandeciente estrella se tratara. Namjoon creía firmemente que de él se podía sacar la más majestuosa escultura moderna que remarcara todo sus atributos, aunque sabía que no le harían total justicia. Hasta aquel tatuaje que tenía a lo largo del lado izquierdo de su torso en caracteres chinos le parecía perfecto y eso que él aborrecía los tatuajes.
Para él las marcas en la piel que no fueran naturales y las cuales para su obtención el cuerpo debía pasar por algún proceso en el que hubiera dolor, eran tan brutales como aquellas hechas con hierro candente para marcar el ganado. Apartó la mirada del tatuaje del sujeto y se centró con más ahínco en su tarea.
La presión que ejercía en su perineo antes de tantear sus testículos mientras que con su otra mano seguía estimulando toda la extensión, mantenía a Jimin en un estado profundo de excitación, uno del que ya se había olvidado y no había podido experimentar desde meses atrás con aquel hombre que no volvió a ver jamás una noche donde no supo si realmente reaccionó a él o el alcohol hizo su parte.
Los gemidos que quiso controlar al comienzo se abrieron paso ignorando sus órdenes mentales. Su cuerpo respondía por si solo frente al Doctor Control. Verdaderamente sentía que controlaba cada una de sus acciones, como si ni un solo de sus gemidos o movimientos fueran dados sin su autorización. Cada desplazamiento de su mano, tamborileo o presión de sus dedos, cada caricia o mirada era una orden muda que su cuerpo acataba sin rechistar.
Era exquisitamente tortuoso como sometía su glande sin a penas rozar su tronco. Sus dedos lo abrazaban sin dejarlo ir, sobre-estimulándolo sin descanso.
— ¡Ah! — Sus pies se alzaron algunos centímetros del piso — Para, para, para...
Avisó desesperado para no correrse maldiciendo entre susurros. Buscaba calmar ese remolino que no le estaba avisando pero las palpitaciones que sentía en su pene no lo ayudaban mucho a concentrarse. Solamente cinco míseros minutos habían pasado y ya él había llegado a un punto donde parecía venirse. Ese inservible anillo no lo estaba ayudando mucho a controlar su eyaculación, como mínimo, solamente estaba impulsándolo a culminar con más ahínco.
Namjoon detuvo sus movimientos al instante en el que el segundo "para" abandonó aquella boca. Lo dejó descansar exactamente seis segundos que era su tiempo perfecto antes de volver a apropiarse de aquella erección que parecía tenerlo embrujado. Nunca había escuchado gemidos tan eróticos como los de ese chico. Cuando vio sus ojos vio un brillo de desespero diferente a otros anteriores.
Con fuerza Jimin se aferró al fino espaldar en donde sus manos estaban atadas cuando con toques nada organizados y muy suaves, su controlador golpeaba aquel plástico de color blanco con sus dedos, aumentando la sensación de succión, erizando toda su piel.
— D-Detente... — gimió — Detente.
Aquello era un ciclo que se repetía constantemente, donde el rubio gemía y jadeaba pidiendo que se detuviera para no eyacular y el doctor lo enloquecía con movimientos únicos, ávidos y excitantes que lo hacían descontrolar. Quince minutos habían pasado desde el comienzo de aquel adorado tormento y las veces donde Jimin se acercaba al abismo solamente aumentaban, cada vez con menos tiempo de por medio entre una y otra, con más intensidad. Como si de contracciones para el parto se trataran, con la única diferencia que estas no eran dolorosas, sino arrolladoras y deliciosas.
Una mano, otra, ambas juntas, se turnaban para martirizar a un chico que sollozaba casi sin poder aguantar tan abrumador placer.
— ¡Para! — Gritó con fuerza y lágrimas en los ojos.
Sorprendido por su reacción, Namjoon retiró sus manos y apoyando sus antebrazos en sus oscuros pantalones, se quedó mirándolo agitado y confundido. Estaba consciente de que lo estaba disfrutando y que sus lágrimas eran de placer, que su grito era de desesperación pero el tono de este fue lo que le causó preocupación. Vio aquellas pestañas brillar por las lágrimas cuando abrió sus ojos para mirarlo.
— L-Lo siento, si no parabas yo... Disculpa por gritar.
— ¿Deseas un poco de agua? — Asintió con resequedad en la garganta y acompañó con la mirada como se alejaba hasta un refrigerador blanco que no había notado, tomando de este una botella sellada que abrió para él. Falló al pensar que lo iban a desatar, el doctor sostuvo su mentón con cuidado y lo ayudó a beber exactamente tres pequeños sorbos. Retiró el frasco y con su pulgar limpió la gota que escurría de su boca. — G-Gracias.
— Si bebes mucho líquido podría afectarnos la sesión. — El rubio agitó afirmativamente su cabeza dejándole saber que comprendía la situación, respirando ya un poco más calmado.
Se giró para dejar la botella a un costado y tras secarse cuidadosamente las manos en una pequeña toalla, reanudó lo que estaba haciendo. Solo pocos roces y el menor maldijo removiendo sus sujetados pies y manos sobre aquella silla. El meneo de sus caderas iban de acorde con los de la mano que lo transportaba a esa nuca de éxtasis pero tras decir una vez más que se detuviera y que necesitaba agua, Namjoon detuvo todos sus movimiento.
Era como un polluelo que recién intentaba volar y caía sin poder agitar sus alas en cada intento. La sensibilidad en aquel cuerpo que en un principio le pareció experimentado y algo carente de contacto, era simple y llanamente extrema. Lo miró seriamente haciendo que Jimin se sintiera molesto consigo mismo por su actitud y volvió a tomar la botella de agua, permitiéndole esta vez tomar un único sorbo.
Su mano fue hasta su base y para no agitarlo tan rápidamente, amasó lentamente de forma ascendente su miembro, recreándose siempre un poco más en el glande. En ocasiones en la base donde solamente hacía presión y movía circularmente los dedos pulgar e índice en una perfecta mancuerna. Agitó una de las vaporosas, se centró en sus enrojecidos y hermosos testículos.
— Eres jodidamente genial, doctor. — Musitó el rubio olvidándose del pudor y orgullo, ya no le quedaba ninguno frente a ese hombre.
Nam sonrió complacido. No era nada nuevo y estaba consciente de sus habilidades, pero siempre era gratificante cuando se lo dejaban saber, sometidos ante él. Acarició una vez más sus pequeñas bolas con una mano y su abdomen con la otra, para volver a desplazar su palma arriba y abajo por aquel falo. Friccionó su frenillo, presionando su tronco en una dirección y en otra, coordinándolo con nuevos golpecitos en sus vaporosas.
Ya no podía soportarlo, sus manos le estaban brindando un placer brutal que nunca antes había experimentado, un placer que le hacía perder la razón.
— Mierda, estoy demasiado cerca. — Jadeó buscando auxiliarse en esa mirada tranquila que lo escaneaba. — Estoy cerca, estoy cerca, estoy... ¡Ah! — Gimió sintiendo el remolino que se había formado en su parte baja que no quería mermar.
Namjoon dejó de tocarlo, mirando como aquel pene mostraba aquellas venas que parecían querer explotar, dándole la idea de que posiblemente, su cliente no lograría controlarse. Un segundo pasó y los fuertes gemidos que seguía dando Jimin pese a no ser tocado le decían que su pensamiento era correcto y esto se confirmó cuando de aquel lindo miembro comenzó a brotar su liberación. Siguió la primera gota que recorrió toda su extensión hasta llegar al asiento, seguida de otras más que caían a gran velocidad.
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