CAPITULO DOCE
Kun
«¿Una persona es capaz de hacerte mierda?»
Todo se sentía como un mal sabor de boca.
Como si una navaja hubiese cortado su cuello, pero este seguía vivo. Intacto ante el intento de asesinato, siendo consiente de la tragedia que acababa de suceder.
Había pasado mucho tiempo desde que termino con Theon y dejó el apartamento para pagar alquiler en una parte muy alejada de la zona. O mejor dicho, alejada de Theon y todo lo relacionado con él. Las llamas se intensificaron cada día más, ocasionando que no pudiese pegar un ojo en todas esas noches.
No importaba cuantas veces lo bloqueará, siempre recibía una llamada de un número distinto. Un mensaje, una llamada, incluso correos. Cambio su numero de teléfono solo para que esté días después se dañará. Kun nunca fue fan de los teléfonos modernos. Se adaptaba a lo que ya conocía por eso su teléfono siempre sería un pequeño vejestorio con teclas.
El miedo que sentía en casa parte de su cuerpo a salir se intensificaba cada vez más hasta el punto de hacerlo temer de su propio apartamento. Se sumergió a gran profundidad en sus pensamientos hasta el punto de cuestionarse si de verdad seguiría con vida a la mañana siguiente.
«Cada día estoy más cerca de mi muerte.»
Y cuando tenia aquel tipo de pensamientos, era inevitable no pensar en su abuelo en Texas, y todo lo que pudo hacer si no hubiese sido por sus vecinos.
Se daba cuenta de que tenía razón. Su abuelo junto con Theon. Ambos tenían razón en cuanto a su vida. Era un desastre.
Kun Lee no podía dejar de pensar en si mismo en que era un desastre. Un simple error mal formado que no merecía estar gastando aire, con cada paso que daba. Todos los días, a cada segundo se debilitaba más y más. Pronto termino quieto en el suelo sin hacer ningún movimiento.
Así se mantenía por horas y horas hasta quedarse dormido.
Muy rara vez comía, había perdido los ánimos de comer, y con eso, las mismas ganas de vivir.
Para él era muy claro; era cuestión de tiempo antes de que pasara algo y muriese silenciosamente en su departamento. Aquellos pensamientos desataron los ataques de pánico, fue allí donde comenzó su verdadero infierno.
El silencio dominaba todo el departamento, las luces apenas se reflejaban por las grandes y gruesas cortinas, no había desorden, pues estaba todo el tiempo en el suelo agotado hasta el punto de sentirse harto de eso. Era en las noches cuando todo empeoraba, sus manos aferradas en su pecho como si quisiera arrancarlo, sus ojos completamente abiertos presenciando como poco a poco se iba nublando su vista. Su corazón latía a gran velocidad, no paraba de llorar hasta el punto en el que sus ojos dolían por completo.
El zumbido en sus oídos lo perturbaba, antes de dormir, siempre lo escuchaba y era casi como la voz de aquellas dos personas que le hicieron daño en el pasado repitiéndoles que jamás seria alguien en su vida, moriría más pronto de lo que pensaba. Morir. Morir. Morir… no tenía idea de cómo sobrevivía cada una de las noches.
Paso un mes, pasaron dos, tres, hasta cinco meses y no volvió a saber nada de Theon más que se encontraba en terapia intensiva.
«Yo debería ir… También…»
Pero el pensamiento de que jamás mejoraría estaba allí presente. La terapia solo empeoraría su estado de ánimo, lo hundiría cada vez más y más, ¿cuál era el punto? Todos hablaban de cómo era una estafa, solo querían robar tu dinero y no ayudaban en nada. Kun había ahorrado lo suficiente para irse de aquel lugar.
Estaba consiente de que más tarde que temprano huiría de allí, solo tenía que buscar el momento adecuado. Sabía que lo que tenía no era mucho, y no podía arriesgarse a perder su dinero. ¿Qué si todas esas personas que decían que la terapia era una estafa tenían razón? No podía arriesgarse.
«¿Una persona es capaz de hacerte mierda?»
Nunca dejaba de pensar en esa pregunta, la había escuchado en un programa de televisión llamado; Miseria. Era un programa con 2.4 de calificación, porque los temas que trataban, siendo uno de estos la depresión. Era un programa de 1986 que Kun veía a las tres de la mañana cuando no lograba conciliar el sueño, aunque, a veces, se quedaba hasta tarde adrede para mirar el programa.
––¿Es el ser humano un arma mortal? ¿Acaso puede ser una persona la causa de la depresión de otra? Tengan en cuenta que, siempre va a haber alguien que nos arruinara los planes de vida, aún si estos no estaban creados, pues los seres humanos no podemos vivir plenamente felices, siempre va a haber algo que se interponga en nuestro camino. Pero tengan algo en cuenta. Existen dos tipo de personas: entre ellas están las que te arruinan los planes de vida, y existen los que te arruinan la vida. Tal vez nunca ocasionaron un daño físico pero todo lo que pase en tu vida luego de esa persona será pura miseria, y es difícil salir de esa miseria. ¿Cuántos de aquí han salido de algo así tres veces? ––levanto los brazos delante de la cámara––. Una sola persona es capaz de dañarte, ahora les haré una pregunta ¿Es posible que una persona pueda hacerte mierda?
En su momento, Kun no pudo responder, se prometió que tendría la respuesta el día siguiente antes de empezar un nuevo capítulo. Pero no habían más, el programa fue cancelado luego de ese capítulo por supuestamente incitar a las personas a salir de su matrimonio.
No había tenido la respuesta en ese momento, pero la tuvo esa tarde en el suelo del baño, mientras las gotas de agua recorrían su cabello.
«Una persona puede hacerte mierda, una persona puede robarte tu brillo.»
A veces Kun podía parecer ingenuo, no lo era, solo fingía serlo. Y durante todo ese tiempo pensó en aquel programa, repitiéndose la misma pregunta todos los días: «¿Una persona puede hacerte mierda?» se decía a si mismo que tenía la respuesta más que clara, pero no sentía que fuera así. De todos modos, no valía la pena matarse por aquella pregunta si pronto dejaría aquel mundo sin tener una respuesta en claro.
«Dejarlo.»
Hizo una mueca, cerrando sus ojos con fuerza reteniendo sus lagrimas.
El simple hecho de pensar que no podría estar más en aquel mundo lo hacía sentir extraño, hasta cierto punto. Habían cosas que quería hacer, experimentar y vivir. Pero sentía que todo era un caso perdido, igual que él ¿Así que, qué sentido había? Así paso un año, a veces solo pedía comida en línea en su laptop.
No salía de casa.
Sentía que si lo hacía iba a caer en el suelo por completo.
Una mañana hubo un fumigación en todo el edificio. Sus vecinos salieron molestos. Levantarse en la mañana para una fumigación no era una idea tentadora.
Había tenido algo de tiempo para darse una ducha y ponerse lo primero que encontró en su clóset.
Las miradas de sus vecinos clavadas sobre él lo hicieron sentir incómodo. Extraño, como si jamás hubiese sido visto ante la humanidad, Kun no se sintió tan expuesto en toda su vida como en aquel momento. «Todos pueden ver lo que pasa por mi mente ––pensó, ahogado de tantas miradas despectivas.» Todos salieron con normalidad del edificio, cubriéndose del sol bajo un árbol. Sin embargo, para Kun fue complicado salir. Una vez más sintió las miradas de odio sobre él, le echaban la culpa de algo sin razón.
Sus ojos se volvieron mares cuando no pudo salir de la puerta. Se sintió invitado cuando el gato de uno de sus vecinos corrió hacia afuera con total naturalidad, pero no pasó de allí. Los fumigadores le ofrecieron quedarse en una habitación sin exterminar mientras todo pasaba. No fue consiente de cuánto tiempo pasó allí sentado, con una mascara en su cara. Abrazando sus piernas con fuerza en la oscuridad del lugar. Quería llorar, mucho. Se sentía inútil por no poder hacer algo tan sencillo que antes hacía.
Cayó en cuenta de que su piel estaba más pálida de lo normal, sus vecinos lo miraban con rareza por esa razón. Cuando todo terminó y entró a casa, se miró al espejo y ni siquiera Kun se reconocía a si mismo.
Estaba más flaco, su suéter no lo hacía parecer de esa manera pero estaba más delgado, casi podía ver sus huesos, cuando estaba mucho tiempo de pie se sentía agotado al punto de que su vista se nublaba. Su piel lucía más deshidratada e incluso, todo él lucía apagado y neutro. Recordaba sus ojos como verdes brillantes y fugaces. Ahora no lograba reconocerlos.
Rápidamente tomó una gorra, sus llaves y un cubre bocas.
Bajo por las escaleras tan rápido como pudo.
Y cuando estuve frente a esa puerta…
«Veo a las personas pasar, caminan, ríen, lloran, platican… ––bajo la mirada hacia sus manos que sostenían los tubos de ambas puertas de cristal, estaba temblando, y mucho––… Vamos Kun, puedes hacerlo…»
Cerró los ojos con fuerza y salió y fue allí cuando sintió… Sintió muchas cosas.
Volvió a sentirse vulnerable, sus ojos no se acostumbraban a la luz solar que lo cegó muy fácilmente, chocaba contra muchas personas y todo se veía tan irreal… Tuvo que recostarse de una pared para mantener el control. Era difícil tener un contacto directo con la luz solar, pero pudo calmarse más rápido de lo que pensó. Tuvo que preguntar por algún hospital cercano de la zona. No se había tomado la libertad de explorar aquella parte de la ciudad una vez se mudo.
El pelirrojo recuerda haber llegado al hospital y haber caído en el suelo.
Recordaba haber despertado, pero haber vuelto a dormir en poco tiempo, no sabía con esa actitud cuanto tiempo se mantuvo así exactamente pero sí sabía que estuvo en reposo por un largo tiempo. Había recuperado la compostura de su cuerpo, ya no estaba tan delgado, incluso, sentía que se veía mejor que antes, pero seguía sintiéndose débil. Los doctores le recomendaron usar lentes oscuros hasta que se adaptará mejor.
No hablo mucho por ese periodo de tiempo, solo lo hacía cuando era necesario, era agradable no tener que retenerse ante las preguntas que le hacían, pero sabía perfectamente que si no se hubiese mantenido en la manera en la que estaba, no estaría allí en el hospital. Cuando salió, era febrero. Exactamente 14 de febrero. «¿Por qué tuve que nacer un 14 de febrero?»
Lo habían dado de alta, e incluso se aseguraron de que pudiese llegar bien a casa pero se negó. Quería recorrer un poco la ciudad, ver exactamente cual eran las zonas más encantadoras de esta. Había visto una florería, el pelirrojo amaba las flores, tanto que incluso con el poco dinero que cargaba encima compro una orquídea. Había un supermercado cerca de una zona familiar. Hasta logro localizar el lugar en donde pedía comida.
Se encontró con un par de parques gigantes en los que muchas personas entraban por lo reconfortante que se sentía.
Parte de su cuerpo continuaba sintiéndose desgastado y con mucho cansancio, podía continuar caminando después de una sentada, para Kun era estupendo cerrar los ojos mientras el aire libre recorría su rostro, sus brazos y hasta su corto cabello rojizo.
«Puedo acostumbrarme a esto ––sonrío levemente con felicidad ante aquel pensamiento––. Solo es cuestión de tiempo, puedo acostumbrarme. Podría incluso ir a terapia.»
La idea de ir a terapia lo seguía perturbando solo que ya no como antes. Cuando iba saliendo del parque, Kun se fijó en una cafetería que había cruzando la calle, tomó su orquídea y cruzó la calle para indagar un poco.
Era un lugar sencillo, las puertas eran de cristales y las ventanas iluminaban todo el lugar, habían un par de mesas a los costados de ambas partes y una fila de frente a la puerta. Parecía haber pocos empleados en las mesas pero más en la parte de atrás.
Observaba todo desde afuera, quiso esperar a que la fila disminuyera para poder pedir algo económico. No tenía mucho dinero encima, y una parte de este se había ido en la flor. Sin embargo estaba feliz con aquella planta, se aseguraría de no echarla a perder.
La fila disminuyó y pronto, no tuvieron más personas frente a la caja. Entonces entró sacudiendo su suéter y alzando la vista hacia la campana de la puerta, miro el menú del lugar buscando algo que escoger. Un café negro y un capuchino no le vendrían tan mal. Hacía un tiempo que no probaba ninguno de los dos.
El pelirrojo podía sentir como alguien clavaba su mirada directamente en él. Bajo la vista hacia el cajero quien lo miraba con descaro, recostado de su mano y con los labios entreabiertos. Kun frunció el ceño al notarlo y este dio un pequeño brinco.
––L-…Lo siento… ¡Bienvenido a nuestra cafetería! ¿En qué puedo ayudarle? ––pregunto alegremente inclinándose con una sonrisa de punta a punta.
Kun se mantenía firme con el ceño fruncido, no quería que lo vieran tan descaradamente mientras estaba distraído.
––Quiero un capuchino. Nada más. ––fue directo. No quería platicar mucho con ese tipo. «Luce familiar… ¿Lo conoceré de algún lugar?»
––No tardó en entregarlo, espere un momento. ––Desapareció de su vista tan rápido que no le dio tiempo de pronunciar alguna palabra. Había quedado confuso con el chico, tanto que clavó la mirada en el lugar por el que había desaparecido, Kun sentía haberlo visto antes, pero no sabía de dónde o de qué. Tal vez eran alucinaciones suyas, había estado demasiado tiempo bajo el sol y cuando se quito los lentes en el lugar se sintió extraño.
«¿Me veré como algún chico pretencioso?»
Se examinó de arriba abajo con la mirada haciendo una mueca.
Llevaba puesto un suéter negro de lana y un pantalón marrón que no le quedaba del todo bien, dudaba verse como alguien pretencioso, había visto personas mal vestidas con mejor estilo que él en ese momento.
Pronto, escucho algunos gritos provenientes del otro lado del lugar, una voz similar a la del joven pelinegro que lo atendía y demás voces de fondo.
––¡Mira lo que acabas de hacer! Idiota ,ahora tendré que prepararlo de nuevo. ––expreso un voz masculina.
––¡Lo siento, te aseguro que no fue mi intención…!
––¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño? ––dijo una voz femenina con un tono retador––. ¿Quién te crees que eres?
––¡Por favor cálmense! ––chillo quien suponía, era el pelinegro––, arreglaré esto después, lo juro.
Un rato después el chico salió de nuevo con una sonrisa de punta a punta, pero con una mirada agotada por lo que podía afirmar que era él de quien se trataba la discusión de fondo.
––Lamento la tardanza, tuvimos un pequeño inconveniente… ––gritos provenientes del otro lado interrumpieron la charla del pelinegro, mientras anotaba algo en el vaso. Esté chillo dejando el vaso con cuidado en el mesón––. Por favor, discúlpeme, no tardaré en volver.
Notaba como los ruidos de la tienda tapaban los del fondo. Pensó en que el chico debía estarlo pasando mal en aquel instante, «¿Cuántas veces te regalaron algo por tener un mal día?» fue lo que pensó mientras bajaba la mirada hacia su orquídea. El ruido del fondo de hizo más, y más notorio que Kun no lo pensó dos veces. Tomó una servilleta y el marcador con el que el joven pelinegro anotaba en su vaso.
Espero que no seas alérgico a las orquídeas o me cagare en mis muertos el resto de mis días.
Escribió algo con rapidez, dejando el dinero junto con la orquídea y la servilleta a un lado de la caja tomando su café y retirándose del lugar. Todo el camino devuelta a su departamento se preguntó qué había hecho, y el por qué lo había hecho.
«Debe ser lindo que alguien te un regalo luego de un día pesado.»
Le había regalo una orquídea a un extraño el día de su cumpleaños por un sentimiento de alegría, cada día se volvía más demente. Y los meses pasaron, el tiempo avanzo cada vez más y más. Y con eso, Kun fue visitando aquella cafetería frecuentemente. El pelinegro siempre buscaba una manera de sacar conversación, pero había alguien más detrás de Kun esperando por su pedido. Este no tenia en sus planes rendirse en lo absoluto.
De su parte, el pelirrojo no intentaba nada, casi nunca tenia ánimos de hablar con alguien. Interactuaba consigo mismo en sus propios pensamientos creyéndose intelectual, cuando en realidad no paraba de pensar en cómo quería tirarse de un puente. Había guardado cierto aprecio hacia el joven pelinegro que atendía, siempre buscando una manera de hablar con él.
Kun lo llamo acosador en cierta ocasión por tener su orden lista a la misma hora antes de entrará completamente en la estancia. Fue la primera vez que lo vio quejarse de él como cliente, por decirle tal cosa, y, hasta cierto punto le pareció adorable. Habían pasado un tiempo juntos en diversas ocasiones, él parecía muy feliz hablando y Kun no se daba cuenta de cómo se interesaba en lo que decía.
Fue cuestión de tiempo para que el pelirrojo comenzará a guiñarle el ojo antes de irse de la cafetería, no sabía exactamente el por qué lo hacía. Pero se ponía nervioso cuando salía de la cafetería.
Un día en la noche recibió una llamada de Theon, fue, quizás, la peor noche para Kun.
––He estado yendo a terapia este último tiempo, Kun Lee, creo que Jack te mantuvo informado por un tiempo… ––el silencio se hizo presente entre la llamada. Kun no hablo, ni siquiera sabía que hacer o decir––… Cambie, Kun Lee, te lo juro. No tengo intensiones de volver a una relación contigo, estoy arrepentido de todo el daño que te cause. Me gustaría compensarlo iniciando de nuevo, como cuando nos conocimos. ¿Recuerdas lo buenos amigos que éramos?
«… Cambie, Kun lee.»
«Cambiar. Cambiar. Cambiar. Cambia. Cambiar.»
Esa palabra no salió de su mente hasta ya estar completamente dormido.
¿Theon? ¿Cambiar? Era difícil para él creer que una persona que le genero tanto daño en el pasado pudo haber cambiado. Sabía que las personas podían cambiar, no desconfiaba de eso.
Desconfiaba de Theon, que era narcisista y obsesivo.
Aún recordaba la charla que tuvo con Jack la primera vez que lo conoció, era una charla sobre denunciarlo si algún día intentaba pasarse de los límites, al principio no había entendido nada, luego comenzó a grabar todo lo que sucedía. Se aseguro de recuperar todo cuando su antiguo teléfono se rompió. Tal vez era un vejestorio pero tenía muchas cosas dentro de ese vejestorio.
«¿Cómo consiguió mi número?»
No hizo falta matarse de dudas ante esa pregunta. Sabía a la perfección que Jack hacía lo que le pidieran a cambio de algo. «El muy idiota me invita a huir de él y luego lo atrae hacia mi de nuevo, ¿qué clase de persona es?» Sabía perfectamente que Jack era un sádico y un adicto a las cosas turbias. Tuvieron que pasar varias noches hasta que decidió contestar a una de las llamadas de Theon por la noche.
––¿Juras que no harás nada? ––pregunto en voz baja. Quería sonar firme, pero el miedo no paraba de consumirlo poco a poco.
––Cambie, eso tenlo por seguro.
Y había confiado en sus palabras, incluso hasta sintió un peso menos de encima cuando no insistió en verse pronto una vez que acepto.
Recientemente había comprado algunas prendas de ropa en una tienda de segunda mano que le había gustado mucho. Optó por ponerse una camisa rojiza, como el color de su cabello. A Kun no le gustaba usar cosas que fuesen relacionadas con su cabello y ojos. Pero aquel día se sentía con ánimos para usar aquella camisa. Ordeno su cabello el cual estaba un poco más largo.
«Lo cortaré pronto ––se prometió.»
La tarde llegó y Kun se encontró con Theon en el parque frente a la cafetería, habían concordado en ese lugar debido a que, no se sentía seguro contándole en donde era su nueva dirección.
Theon siempre ha tenido un fanatismo hacia los animes, de allí la variedad de colores en su cabello. Seguía manteniendo sus mechones azules ante el cabello oscuro.
Theon intento recibirlo con un abrazo pero Kun lo aparto con delicadeza.
––¿Qué tal todo? ––pregunto cuando comenzaron a caminar.
––Es bueno verte de nuevo, Kun Lee. ––admitió con una sonrisa.
––Es bueno saberlo.
––¿No te alegra verme?
––Me alegra que hayas ido a terapia. ––«Mantén la calma.» Había cierta emoción en el chico ante sus propias palabras, su voz no temblaba ni mucho menos parecía insegura. Era un gran avance.
––Tus palabras frías como el hielo me hieren Kun Lee.
––Eso es falso, nunca te han herido mis palabras.
––¿Usas la ley del hielo conmigo? Me lo merezco, está bien ––choco entonces su hombro con el de Kun, para fastidiarlo un poco.
––La ley del hielo significa no hablar, Theon ––explico––, no has cambiado nada––dijo mirándolo de reojo.
––Te dije que sería como en los viejos tiempos, cuando éramos amigos…
––Pero en aquel entonces tampoco eras así ––interrumpió––, eras incluso más tranquilo. ––se llevo entonces la mano en la que sostenía sus llaves a la cabeza, para rascarse.
Theon pareció sorprendido al notar su llavero.
Tomó la mano de Kun acercándola a su rostro y, sonriendo con cierto afecto.
––¿Sigues conservando el llavero que te regalé?
«Sí, porque es lo que me recuerda a todo el daño que viví a tu lado. Y a como ese cariño que te tenía me mantenía aferrado a ti ––quiso decirle en cara.»
––Me gusta Winnie Pooh. ––dijo en cambio, en un tono seco, directo––. No te hagas falsas ilusiones, Theon. No pienso caer en ninguna de tus trampas de nuevo.
––No volverás a caer en ninguna, Kun. Eso te lo prometo. ––soltó su mano demostrando que hablaba enserio.
No sé sintió más tranquilo después de eso, pero optó por ignorar aquel sentimiento y continuar su camino. Entraron a la cafetería y tuvieron que esperar en la fila.
––¿Este es el lugar que tanto te gusta? ––pregunto inspeccionándolo de arriba abajo.
––Así es ––respondió con un leve asentimiento––. Te recomiendo el capuchino, o el té negro, aunque el de cacahuetes no esta tan mal…
––Yo escojo lo que tú creas que es mejor ––sonrío.
En tiempos pasados, esas palabras lo habrían hecho sonrojarse hasta las orejas, pero ahora se encontraban en un plan amistoso y ya no sentía nada por él y no volvería a hacerlo. Una vez se hizo su turno escogió lo mismo de siempre: capuchino y para Theon un té negro. No pudo evitar intercambiar una mirada con el extraño de la caja mientras iba a preparar su pedido.
Theon pareció notar estás miradas y se inclino frente a Kun, tomando las llaves con lo que notaba era, falsa curiosidad, y distrayendo al pelirrojo.
––¿Iremos al bar luego de esto no es así? ––sonrío con encanto.
––Sí, no te preocupes por eso ––suspiro apartándolo de encima. El pelinegro se había marchado para buscar sus pedidos. Tuvo la sensación de haberlo hecho sentir incómodo con su ex novio.
Momentos después llegó el joven a entregarles su pedido, Theon se había inclinado por enfrente para tomarlo, luego, tomo a Kun de la muñeca y salieron de la estancia. No sin antes despedirse guiñándole un ojo al joven, estaba de humor por lo cual también le sonrió de manera muy leve.
Una vez afuera Kun tuvo el valor de soltarse de su agarré, no se fijó en él, solo en su café, y en el camino.
––¿Qué tal la terapia?
––Estoy mejorando mucho he comenzado a hacer muchos hábitos.
––¿Ah sí? ––Kun lucia interesado––, ¿cómo cuáles?
––Mmmh, hace unos meses comencé a sembrar plantas, tengo un cactus muy bonito, se llama invierno.
––¿Le pusiste invierno a un cactus? ––enarco una ceja curioso, dando otro sorbo, comenzó a negar––. Nunca se te han dado bien los nombres.
––No, claro que no ¿Qué hay de ti?
––Me encuentro bien ––bajo la vista fijándose en los pasos que daba––. No he hecho nada relevante, solo salgo de casa para cosas urgentes o cuando quiero mi café de tarde.
En realidad no quería hablar de su vida con él, conocía la mente de Theon y como funcionaba, aun si hubiese cambiado, podía ser capaz de indagar de una manera discreta y sutil.
––Solo tú tomas café en la tarde.
––Eso no es cierto ––deposito el vaso en un basurero cerca de ellos––, hay muchas más personas en el mundo que lo hacen.
––Pero tú eres especial ––dijo dando un último sorbo a su bebida––. Lo admito, estaba muy bueno.
––¿A qué te refieres con eso? ––ignorando lo demás, Kun quiso saber a qué se refería el mayor.
––¿A qué más me voy a referir, Kun Lee? ––sonrío––. Eres muy diferente a los demás, te gusta hacer cosas que otros detestan hacer, y detestas cosas que otros disfrutan. Eres muy extraño. ––volteo para fijarse en el menor a su lado, buscando algún indicio de desánimo, al no encontrarlo retomo sus palabras––. Eso fue lo que me gustó de ti en un principio.
––No me sorprende. ––no quería parecer conmovido, tenía la oportunidad de ser directo con él y no iba a desaprovecharla.
––De acuerdo, entiendo que he sido una mierda de persona. Pero dame una oportunidad para demostrarte que no soy tan malo, todos cometemos errores.
––Tuviste mucho tiempo para cambiar ¿Por qué decides hacerlo ahora? ¿Buscas alguna recompensa? Tú jamás haces algo a menos que haya algo a cambio detrás, dime, ¿fue Jack el que encontró mi número, y te lo dio? No sabes cuánto he tenido que sufrir para alejar todo lo relacionado contigo de mi vida. ¿ Y de repente apareces de la nada para ser “amigos”? ––hizo comillas con ambas manos, frunciendo el ceño con molestia––. ¿Qué es lo que quieres, Theon?
––Solo quiero disculparme por todo lo que te hice sentir. Fui un idiota.
––Sí, lo fuiste. Una simple disculpa no mejorara las cosas.
––Cambiaste mucho, Kun Lee.
––¿Y gracias a quien crees que fue? ––era brusco, directo. Jamás habría podido enfrentarlo como aquella manera, y sabía que no lo estaba enfrentando de verdad.
Pero era un avance, hace un año atrás el Kun del pasado hubiese sentido miedo de decirle algo a la cara porque sabría que su ex novio lo golpearía contra alguna pared hasta dejarlo en el hospital. Ambos se quedaron quietos, de pie, frente a frente mirándose fijamente.
––Las cosas han cambiado, Theon. ––finalizo, caminando hacia su próximo destino.
Kun quiso arrepentirse por un momento por haber aceptado aquella salida, pero era demasiado tarde para arrepentirse. La noche cayó en su totalidad con los dos entrando al bar.
Extrañamente era muy tranquilo, luego cayó en cuenta de que su exnovio seguía teniendo dinero de su antiguo negocio, por lo que se percató que era un bar prestigioso que mantenía la música clásica y la elegancia del lugar. Kun se mantuvo firme a pesar de sentirse apenado por su vestimenta, las personas del lugar vestían decentemente y el lucia muy común.
«Claro ––quiso reír––, yo siempre he sido de una clase más baja que tú ¿No?» De alguna manera a Theon siempre le gustaba dejarle en claro al pelirrojo que, era alguien superior.
Kun tomó asiento al lado de Theon quien ya tenía un par de tragos al frente, este le entrego el suyo en silencio, dieron un pequeño brindis y bebieron un trago largo.
«Me arde la garganta.»
––Pensé que iríamos a un bar normal ––comento.
––¿Esto no te parece normal? ––respondió pidiendo otros tragos––. Pensé que te gustaría la música clásica.
––No me gusta la música. ––frunció el ceño levemente.
––Había olvidado eso.
––No me sorprende. ––respondió encogiéndose entre hombros––. No es algo que tenga mucha importancia, pero es un poco más tranquilo que el resto.
––Entonces acerté ––sonrió de una manera arrogante.
Para evitar algún tipo de discusión, no respondió a su comentario y espero a que sirvieran sus tragos de nuevo. Comenzaba a considerar la posibilidad de irse, algo no le olía bien y prefería marcharse antes de averiguar de qué se trataba, sin levantar sospechas pregunto:
––¿Tienes una hora fija a la que terminar? ––negó.
––Todo lo que tenga que durar, no hay prisa ¿Cierto?
Fingió una sonrisa contenta.
––Cierto ––«Si hay prisa. Hay mucha prisa, esto no me da buena espina.» Se fijó en la hora de su teléfono––. Vuelvo enseguida, tengo una llamada ––antes de que el mayor pudiera pronunciar palabra alguna, tomó camino directo al baño fingiendo contestar.
Cerrando la puerta detrás de si, muy extrañamente, su pecho comenzó a doler. No sabia si tomarlo como señal o como efecto del trago, hacia mucho tiempo que no bebía pero no recordaba que se sintiera así.
Sus manos comenzaron a temblar y se sostuvo del lavamanos para mantenerlas quietas. Pronto fueron sus piernas, comenzando a temblar y a tener el desequilibrio dejándolo caer, con fuerza. Kun se sostuvo con aún más fuerza del lavamanos pero sus manos y brazos estaban tan débiles que, no le permitieron seguir fuerte.
El aire comenzó a faltar en sus pulmones, tratando de decirse a si mismo que estaba bien cuando de repente comenzó a sentir calor. Luego tuvo los ojos llorosos, la vista nublada y una falta de aire extrema.
––A…Pa..Yu… ––buscándole sentido a sus palabras intento pedir ayuda, pero ni siquiera tenia fuerzas para hablar––, p-p… Fsva…Or…
Al baño entero un hombre desconocido que, al verlo tirado en el suelo y en tal estado, se espanto, comenzó a llamar la atención de las personas con gritos. Kun no recordaba mucho de esos momentos.
Todo estaba nublado, podía sentir su cuerpo debilitado al punto de ni sentir nada, poco a poco todo a su alrededor se iba oscureciendo, perdiendo la habilidad de hablar o siquiera escuchar con claridad, lo único que escucho a su alrededor fueron las personas buscando ayuda, llamando a una ambulancia y conversaciones distorsionadas. Entonces paso. Lo ultimo que recordaba Kun de aquel momento fue el rostro de Theon, la falsa preocupación que tenía en cara y un susurro.
––Tenias razón, las cosas han cambiado. Haz vuelto a caer.
[“*”“*”]
«¿Dónde…?»
Pi. Pi. Pi. Pi.
«¿Dónde estoy?»
Intentando mover sus brazos se dio cuenta de que no podía sentirlos, estaba inmóvil.
«¿Por qué no puedo ver?»
Pi. Pi. Pi. Pi.
«¿Qué es ese ruido tan fastidioso?» El ruido proveniente del exterior hizo que Kun intentará moverse con desespero. No había logrado nada, pero al parecer aquellas personas se dieron cuenta de que estaba despierto.
––Rápido, quítenle las vendas.
El impacto que la luz tuvo con sus ojos al estar descubiertos casi lo ciega, pero al menos, ya podía ver con más claridad. Cerró los ojos una vez más para poder centrarse mejor.
––Señor Lee ¿Puede escucharme? ––Kun se limitó a mover la cabeza––. Muy bien señor Lee, por favor, intente abrir los ojos.
Los abrió con facilidad, su única dificultad era la luz que seguía cegándolo, se encargaron de apartar la linterna, para que pudiera recuperar la visión mas rápido.
––¿Quiénes…?
––No se esfuerce tanto, le traerán algo de comer.
Rato después, Kun se encontraba como un bebé, una de las enfermeras estaba sentada a su lado encargándose de la comida. Lograron calmarlo antes de aquello, tuvieron que inyectarle un calmante para que volviese a dormir, supuestamente, se había desesperado a tal punto que su tensión había subido, pues estaba desconcertado ¿Cómo había terminado en el hospital? No estaba entendiendo nada.
El doctor entro con una carpeta en las manos, inmediatamente Kun dejo de comer queriendo tener la atención completa del doctor.
––¡Doctor! ––intento no quejarse ante el dolor que sentía en el cuerpo––, doctor ¿Podría explicarme que hago aquí?
––Señor Lee… ––la enfermera intento que retomará la comida siendo interrumpida por el doctor.
––Esta bien, luego seguirá con su comida ––hizo una pequeña seña. La enfermera se inclino y luego se marchó. Suspirando con pesadez se sentó al lado del pelirrojo––. Dígame señor Lee ¿Recuerda algo que haya pasado antes de acabar aquí?
––¡N-…No! ––gimoteo––, es justamente lo que quiero ¡Explicaciones! ––una vez más, comenzó a desesperarse. Se sentía indefenso estando allí y que no le contaran nada.
––Señor, debe calmarse ––el doctor comenzó revisando los papeles que tenía en su carpeta––. Por favor, lea aquí.
Kun estaba cada vez más confuso. Como pudo, comenzó a leer, cada palabra tenía menos sentido que la otra. Hacia su mayor esfuerzo en enfocar la vista y que, su cabeza no doliera más de lo que ya lo hacia. Cuando hubo acabado de leer, tuvo ganas de vomitar. Percatándose de esto, el doctor tomó rápidamente la papelera y la puso sobre sus piernas. Kun no paro de vomitar hasta que su garganta ardió y aún así siguió vomitando y derramando lágrimas.
Sus manos se aferraron a aquella papelera de plástico con tanta fuerza que pensó que le rompería, la tos se atravesó entre todos el vómito, lo que empeoró aun más el ardor de su garganta.
«Asco, que puto asco.»
Su repugnancia llegó a tal punto de querer arrancarse la piel misma.
«Me siento sucio.»
Se limpió con una toalla húmeda luego de terminar, un enfermero se llevó la cesta con sorpresa, había vomitado demasiado y sentía que aún le faltaba.
––Señor Lee…
––¿Quién fue?
––Aun no lo sabemos. Tengo mis sospechas, pero esperamos a que usted recuerde algo y que…
––¡¡NO RECUERDO NADA, NO RECUERDO NADA, NECESITO QUE ME DIGAN QUIÉN FUE!! ––se dejó caer en la camilla derrotado, y con el pecho dolido, se había agotado de solo gritar. Habría llorado allí mismo si no fuera por la presencia del doctor.
El doctor suspiro, no era la primera vez que lo atendía y comprendía el desespero del pelirrojo.
––Llamamos a la policía pero primero tiene que recordar quién fue su abusador.
––Me drogaron… ––dijo en voz baja––. Me. Drogaron. ¡No puedo saber quién fue! ¿Cómo espera que sepa? ––las lágrimas comenzaron a desbordarse por las mejillas del pelirrojo.
Era consiente de que el doctor no tenía razón para merecer todos esos gritos que le lanzaba, estaba furioso, sensible. Estaba en un maldito hospital enterándose de que acaba de ser abusado, ¿cómo debía reaccionar en ese momento? Su cuerpo dolía a gran magnitud, y sus ojos ardían.
––Señor Lee, por favor no se altere, los policías se encargarán de esto en cuanto pueda retomar la memoria ––una enfermera se asomo por la puerta, haciéndole una seña––. Señor Lee, tiene un visitante, los dejaré a solas. ––antes de retirarse le lanzo una mirada que no comprendió muy bien.
Antes había tenido ganas de vomitar, ahora solo quería golpearlo hasta destrozarle la cara, no hizo falta algún tratamiento, no hizo falta que tuvieran que dormirlo una vez más, solo tuvo que mirarlo y tener miedo para saber que fue él. Theon se sentó a su lado con un semblante tranquilo, intento tomar su mano pero este se la aparto con brusquedad.
––Kun, te juro que no quise…
––Me drogaste ––afirmo cuando lo escucho hablar––, sucio bastardo…
––No me digas así.
––¿Cómo quieres que te diga? ––la furia brotaba por todo su cuerpo––. ¿Gracias? ¿Eres increíble? ¿Quieres que te diga que te quiero? Maldito, abusaste de mi ¡Me viol…!
––Sh…––Theon cubrió su boca en cuanto comenzó a alzar la voz. Kun tuvo que morder su mano para que lo soltará.
––Vete.
––No puedo.
––VE-TE ––exigió––. Voy a presentar cargos ante ti si no te largas.
––Lo harás de todas formas. ––no podía ni mirarlo a los ojos. El muy idiota era cobarde para evitar la mirada del pelirrojo, pero no para drogarlo y abusar de él.
No pudo evitar reír en ese momento. La situación lo estaba volviendo loco y la locura lo comía vivo.
––¿Es eso? ¿Tienes miedo? Dime que tienes miedo, Theon. No quieres que te lleven preso por lo que haz hecho. Sabes que puedo acusarte ¿No es así? ––se inclino levemente hasta su rostro dejando ver la ira que vagaba en sus ojos––. Te asusta que pueda hacer algo en tu contra.
––Tu no harás nada de eso. ––declaro con serenidad.
––¿Y por qué crees qué no?
Y en menos de lo que esperaba, Theon lo había tomado de la camisa, estampándolo contra su camilla mientras presionaba una de sus manos sobre su rostro, riendo. Su otra mano sujetaba a su cuello apretándolo con fuerza, dejando a Kun sin respiración.
––¿Quieres jugar a hacerte el fuerte? No eres más que un simple muñeco mal hecho, Kun Lee. No te hagas el listo conmigo, si intentas hacer algo fallarás como siempre haz fallado. Y créeme, acabaré contigo antes de que puedas volver a intentarlo. ––su mano presionando contra su cuello y su cara provocaba que la maquina de al lado no parará de sonar. Se percato de esto, dejándolo libre antes de clavar sus uñas con fuerza––. Eres inútil, siempre lo has sido. ––rio negando entonces––. Si hubieses sido más inteligente habrías pensado dos veces antes de aceptar salir conmigo.
Kun aún estaba recuperando la respiración cuando el doctor entró, y miro a Theon con enojo sutilmente disimulado, su ex novio no tardó en salir de la habitación y el doctor, susurro algo en el oído de la enfermera que la hizo salir deprisa de la estancia. El doctor con suma rapidez se aseguro de calmar al pelirrojo. Había tomado la mascarilla con tanto desespero que para él era difícil de creer.
––Hay cámaras en la habitación ––comento entonces mirándolo de reojo cuando entraron las enfermeras––, en caso de que las necesites.
El pelirrojo lo miro, sosteniendo su mascarilla con ambas manos, mientras su pecho subía y bajaba con frecuencia. «Si intentas hacer algo fallarás, como siempre has fallado. Y créeme, acabaré contigo antes de que puedas volver a hacerlo.»
¿Acaso tenía opción vivir en un mundo en el que jamás estaría seguro con la presencia de Theon en las calles? Pronto su vista se nublo, y dejó de sentir. Para Kun Lee, fue un descanso que quería mantener eterno.
El proceso fue largo, tuvo que entregar toda la información que había recolectado a lo largo de lao años, más las cámaras del hospital. Todo había sido un proceso el cual quiso olvidar, y había logrado con éxito.
Saber que Theon estaba tras las rejas no era reconfortante, estaba inseguro ante las calles. No dudo un momento en comprar una soga y acabar con todo. Esa camisa que había comprado a muy bajo precio de color verde, la quemó en una parte alejada de la ciudad, no era más que un recuerdo de aquella desgracia.
Acabaría lo más rápido posible.
Aunque no importo cuanto llorará, gritara, y se golpeara. No podía acabar con su vida tan fácilmente. Eran de esos momentos en los que se preguntaba: “¿Por qué yo?” Exactamente mientras se bajaba de la silla y caía al suelo, se preguntaba lo mismo, se quitó aquella tela de la boca como si quemará. Abrazando sus piernas mientras lloraba y negaba, Kun se arrepintió de su decisión.
«Jamás debí ir. Jamás debí ir. Jamás debí ir. Jamás debí ir. Jamás debí ir. Jamás debí ir.»
Y tuvo que aguantar sus gritos esta vez, pues si sus vecinos lo escuchaban estaría en graves problemas. No debió dejarlo libre, no debió haberlo dejado salirse con la suya, había sido un completo idiota, se sentía utilizado como un objeto y aún así, tenía que tener una maldita compasión hacia las personas. Kun era incapaz de odiar y eso lo hacía querer odiarse a si mismo, y ni siquiera eso podía.
Cuando se llevaba una mano al cuello podía sentir sus manos, y la soga que había estado a su alrededor antes de tirarse de una silla. O eso intento, porque era un cobarde que quería seguir viviendo pese a todo lo que sucedido, pero anhelaba desaparecer con todas sus ansias. Quería sentir como poco a poco se desplomaba hasta ya no haber rastro existente de él. Porque cuando Kun no sentía nada. Era una magnífica tortura.
No pudo soportar su propio reflejo cuando estuvo a punto de colgarse, así que bajo y tiro el espejo con frustración, entre llantos agónicos donde no paraba de jadear. Cubrió su boca con ambas manos, tapando los gritos y sollozos que provenían de su boca.
Porque todo aquello dolía a gran magnitud, había logrado recuperar su estado de ánimo, incluso, quería seguir mejorando. Pero ya no encontraba algún sentido, ya no sabía que hacer.
En el presente estaba limpiando sus lágrimas mientras recordaba todo con dolor y cierta agonía, ¿qué había hecho para que sucediera algo así? Algunas preguntas no tenían respuesta. Incluso cuando habían estás solo tomaban sentido después de un tiempo. No había dejado de pensar en eso desde que llegó del parque.
Trato de distraerse organizando la sala, preparando algunos dulces y demás, pero fue inevitable no pensar en eso. Había abrazado una de sus almohadas. Necesitaba un abrazo, lo necesitaba desde hace 19 años. Ahora se encontraba en la sala ordenando todo para cuando el pelinegro llegará pero Kun no podía parar de llorar preguntándose como podía seguir con su vida tan tranquilo, como si nada de aquello hubiese sucedido hace poco.
¿Acaso merecía Kun sentirse bien después de aquello?
La puerta sonó y trato de limpiar sus lágrimas. Salto el sofá y se dirigió a la puerta. Cuando la abrió se encontró con el pelinegro tendiéndole su figura.
––Quería devolvértelo, traje un par de dulces por si… ––Kun tomo el impulso de abrazarlo en aquel momento y, llorar.
Mike, confundido no supo que hacer hasta que el pelirrojo clavo sus uñas en su camisa, en su mirada había sorpresa. Mike dejo su mochila de lado y correspondió su abrazo consolándolo, allí, en pleno pasillo en donde cualquier vecino podía pasar y verlos. Kun había sentido la necesidad de abrazar. Siempre recibía abrazos de si mismo pero jamás de alguien más.
¿Se consideraba un crimen si abrazaba a aquel chico lindo?
[“*”“*”]
––Lamento si te hice sentir incómodo. ––Mike pareció molesto ante su comentario––. ¿Qué?
––¿Es chiste, no? ––pregunto frunciendo el ceño.
––¿Por qué sería un chiste? ––Kun mordió su labio del nerviosismo, el pelinegro no dejaba de mirarlo de mala manera.
––No deberías creer que me incomodaste solo por llorar.
––No lo sé, recién llegabas y puede ser inusual que de la nada te abracen en busca de consuelo.
––Solo necesitabas en donde llorar ––Mike había escuchado toda la historia por parte del pelirrojo, no había querido mostrarse confuso ante la situación, pero Kun termino por darse cuenta y le contó entre lágrimas––. Eso no tiene nada de malo.
Ante el silencio Mike sacó de su bolso unas Oreos, le entrego el paquete mientras sacaba unas papas.
––¿Qué haces? ––miro al joven con cierta confusión.
––Darte algo de comer ––«Me refiero a por qué te vas al otro lado del sofá»––. ¿Quieres seguir hablando del tema?
––No ––respondió luego de pensarlo––, no quiero, veamos la película.
Mike se fijó en como el pelirrojo tenía los ojos más apagados y vacíos. Kun en cambio, miraba su laptop dando clips al azar y sin sentido, no sabía que estaba buscando. Había algo que no había mencionado, eso era el donde estaba Theon en ese momento. Pero no se sentía listo para hablar de eso.
––Hace un par de meses… ––Kun llevo la mirada hasta Mike––. Conocí a un chico que, se podría decir, cambio mi vida ––dejo las papas de lado sin siquiera probarlas clavando la vida en ellas––, los dos trabajábamos en el mismo restaurante, él era muy cerrado, fumaba mucho y le guste yo. Le guste por un tiempo o eso creo. ––el pelirrojo no pudo evitar acercarse y preguntar al respecto.
––¿Qué más? ––Mike sonrió levemente.
––Era un año menor que yo, tenía 21. Se llamaba James y recuerdo, que cada noche luego del trabajo cerrábamos el lugar y nos íbamos a un lugar llamado Cream and cherry, hacen los mejores batidos que puedes probar.
––¿Mejor de lo que hacen en la cafetería? ––enarco una ceja.
––No a ese nivel, claro ––río un poco––, pero si que eran muy buenos ––bajo la mirada hacia sus manos y se distrajo con ellas––. Con James habían momentos en los que me sentía muy cómodo, y le contaba cualquier cosa.
––Cómo las cosas que te asustan o te pasan por la cabeza ¿No?
––¡Sí! ¡Exacto!
«Es exactamente como comienzo a sentirme ahora que estoy contigo.» Pensó.
––Con James siempre estuvo presente el odio y el amor, porque me hacía enojar mucho con todo lo que decía, hasta sentirme mal, pero, cuanto más te fijabas en él… Querías conocer su mundo ––Mike parecía estar perdido en su propia cabeza, como si estuviera hablando consigo mismo––. Recuerdo a la perfección todas esas veces que lo invite al cine o al parque, pero siempre decía estar ocupado, tal vez si lo estaba pero llegaba a ignorarme y eso se sentía muy, agh ¿Entiendes?
––Sí, entiendo lo que quieres decir.
––James era eso, un completo “Agh” ––Kun no pudo evitar notar como los ojos del chico se iban volviendo más húmedos––. Pero también era muy audaz, aunque muy testarudo, y egoísta en muchos aspectos ––intento acercarse al pelinegro pero este solo siguió hablando––, me prohibió decirle que lo quería porque… porque decía que yo no lo hacía, que él sí pero que me daría cuenta de que yo no lo quise. ––antes de poder reaccionar, Kun volvió a abalanzarse sobre él, dejando su cabeza en su cuello y sus brazos en su espalda. Mike no tardó en enrollar sus piernas alrededor de su cintura y aferrarse de la misma manera que Kun lo hizo––. Me lo decía mientras yo lloraba en su pecho ––jadeo––, mientras le rogaba que no se fuera, que había sido un idiota por decirle lo que pensaba ¿Crees que fui un idiota?
Kun no tuvo que responder pues el menor le dejó en claro que no necesitaba una respuesta, pero pensó que tal vez era necesario reforzar aquella respuesta.
––No, no fuiste un idiota Mike ––le aseguro.
El pelinegro asintió aferrándose más a él.
––Siempre he dicho que tengo sentimientos fuertes pero jamás he sentido que alguien me quiera con la misma intensidad, con la que yo quiero. ¿Está mal querer a alguien? ––solo se escondía en el cuello del pelirrojo, sollozando con fuerza, Kun nunca había experimentado algo como aquello, y se sentía extrañamente bien. Kun disfrutaba de ser un apoyo para el chico en ese momento––. ¿Sabes? Lamento esto, ya se a qué te referías diciendo que lo lamentabas.
––Esta bien, Mike, llora todo lo que quieras no te pienso soltar ––esas palabras solo ocasionaron que el chico continuará llorando más. Kun había tenido el instinto de darle un pequeño beso. Extrañado por aquel pensamiento que había terminado por ponerse nervioso.
––Puedo sentir tu corazón latir muy rápido.
––Es que me puse nervioso ––se sonrojo. Mike se fijó en Kun limpiándose las lágrimas.
––¿Por qué? ––a pesar de encontrarse en llanto, había algo de emoción en su voz.
––No lo sé, tú tranquilo, sigue llorando…
––No, no, no ––comenzó a sonreír––, te sonrojaste por alguna razón ––examino la posición de ambos, volviendo a sonreír de una manera más juguetona––. Aaaah, con que te pone nervioso estar un chico tan guapo como yo ¿Eh?
––¡Claro que no! ––las mejillas del pelirrojo se volvieron de un color más intenso, cubrió su cara con ambas manos, ocasionando que Mike riera––. Deja de reír. ––pidió avergonzado por su estupidez.
––¡Es que te pusiste muy rojo! ––continuo riendo––, ven mírame a los ojos ––tuvo que hacer un esfuerzo para quitarle las manos de la cara y lograr mirarlo a los ojos––. JAJAJAJAJA.
Kun, en un ataque de nervios intento volver a cubrirse las manos. Mike con su ataques de risa sostuvo sus manos con fuerza para que no volviese a cubrirse. Era un escenario ridículo en donde dos chicos que, se encontraban llorando ahora compartían un momento divertido el uno con el otro.
Incluso tuvo el valor de mirarlo mientras reía, no se había dado cuenta de que aquel chico tenía una risa muy bonita.
«Si le diera un beso sería un crimen.»
Estaba dispuesto a pagarlo. Acercándose un poco al pelinegro que, tenía sus manos atrapadas intento llegar a sus labios pero este cayó, dejándolo de espaldas en el sofá. Mike se encontraba encima de él, calmando su risa y recostándose sobre su pecho.
Se había fijado en como el chico cerraba los ojos lentamente y lo iba liberando de su agarré, al parecer, Mike era de ese tipo de personas que se dormían luego de cada carcajada. Kun no habría podido decir cuánto tiempo pasó desde que el chico cayó dormido, lucia como un niño pequeño luego de jugar con sus amigos por horas. Una de sus manos que, aún se mantenían juntas comenzó a soltarse a medida que iba entrenando en un sueño más profundo, Kun, se apresuró en tomar su mano de nuevo sin soltarla. No sabía exactamente por qué hacía aquello, pero le gustaba.
Había vuelto a encender la laptop buscando una película animada, puso la primera que encontró y volvió a fijarse en el pelinegro. No lo había notado pero, esa noche sus ojos recuperaron ese brillo perdido.
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