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CAPITULO DOS

Kun

En un pequeño departamento en la zona menos segura de New York, Kun estaba tirado en el suelo con lágrimas desbordando sus ojos.

Hace poco estuvo a punto de ahorcarse y morir. Pudo haber dejado a su mente descansar, pero era cobarde para hacer algo como quitarse la vida propia. Diecisiete dólares gastados en una cuerda que no le sirvió de absolutamente nada.

Había tirado el espejo al suelo en un ataque de frustración, consigo mismo y, ahora se reflejaba en lo que quedaba de el. Tenía el cabello un poco más largo en aquella ocasión, no tenia intenciones de cortarlo. Si la mente no le fallaba, había perdido sus llaves y tuvo que pedir ayuda para poder abrir la puerta de su casa.

Si estaba de ánimos, iría a buscarlas, aunque le daba igual, ni siquiera estaba de ánimo los demás días de la semana y no podía estar mucho tiempo hundiéndose en su propia miseria.

Su departamento estaba en completo desorden con las luces apagadas mientras que el aire acondicionado, enfriaba el lugar. Se dirigió a su habitación y busco cualquier prenda que no luciera fea.

«Estoy agotado».

Kun, siempre tenía faltas de energía, por más que comiera, durmiera, y tuviera tiempo para relajarse siempre estaba agotado. Poco a poco comenzaba a preocupar al pelirrojo, aunque no diera indicios de eso.

Se dio una leve aprobación a la ropa que llevaba encima, tomo un cuchillo logrando abrir la puerta principal «Necesitó mis llaves de vuelta» pensaba de si mismo que era un completo idiota, ¿Cómo pudo haber dejarlo las llaves en la calle? Más aún, no haber hecho algunas de repuesto.

Tomo el pequeño cuchillo de mantequilla y lo guardo en su bolso de segunda mano. Kun se preguntaba si alguien pudo haberse dado cuenta de su error y guardar las llaves. También pensaba en que le hacía falta su café de las tardes pero, estuvo apunto de quitarse la vida y si quiera tuvo el valor de levantarse del suelo, ¿Los tendría para ir a por un café? Saludo al portero del lugar, preguntando si aún no conseguía las llaves de repuesto.

––Aun no ––negó––. Recuerdo haberlas dejado por aquí ––abrió un cajón y comenzó a buscar entre un montón de números––. Si las encuentro te aviso, aunque costará un poco que se adapten al cerrojo.

––Son unas llaves ¿No se supone que deberían estar acostumbradas?––el anciano se encogió entre hombros–. No te preocupes, haré lo posible por encontrar las originales.

Kun deseaba tener sus auriculares en aquel momento, aunque solo tenía audio libros descargados de una pagina pirata y, algunos cuantos que salían de YouTube. La música no era su fuerte pues le generaba muchos dolores de cabeza al pelirrojo. No podía entender cómo a alguien podía encantarle tanto ruido. Simplemente absurdo.

«Tengo hambre, debería comparar algo».

Si lo pensaba bien, no tenía el dinero suficiente en aquel momento para comparar algo de su culposo gusto. El pelirrojo acostumbraba a comer dulces con mucha azúcar, no tenia algún límite.

Recordó una de las veces en las que llegó a la cafetería y el chico de la caja le regaló un cup cake de glaseado rojo, con chispas de chocolate con la excusa de que fue el único que quedo, siendo una cortesía de la casa. Kun pensaba que era una excusa algo barata. Pero admitía que el cup cake estaba bueno, tenía en claro que él también hacia los dulces junto con las personas de fondo.

Se sonrojo un poco de solo recordarlo. En repetidas ocasiones podía llegar a guíñale el ojo, no tenía alguna razón por la cual lo hacía. Salía del lugar con sumo nerviosismo y las mejillas ardiendo. El joven le resultaba un poco guapo, pero debía ser algo estúpido que un chico con el cual no tenía algún tipo de interacción, le resultase atractivo.

Al principio, Kun se mostraba un poco indiferente, era un cambio de ciudad y tenía la ligera costumbre de ir a cafeterías. Aunque aquella en especifico era su favorita l. El chico lo atendió con mucho optimismo y energía. Kun llegaba a detestar a las personas tan alegres. Se preguntaba: «¿De donde sacan tanta energía?» casi parecería que fueran, felices. ¿Era así de fácil? Se le complicaba mucho lidiar con ese tipo de personas, por esa razón, terminaba teniendo un comportamiento distante con el chico a pesar de la amabilidad de este. Pronto descubriría que se llama Mike. Lo escucho de una de sus compañeras de trabajo. Le pareció notar que se había puesto nervioso al saber que el pelirrojo había escuchado su nombre.

–Espere un momento. –corrió directo hacia la chica rubia, volvió con cara de avergonzado y termino de cobrarle–. Lamento la tardanza. –dijo agachando la cabeza.

–Que no se repita la próxima. –respondió Kun, dándose la vuelta y saliendo del lugar. Lo cierto era que, le resultaba inusual aquel chico y de vez en cuando lo miraba de manera cautelosa.

Había sentido que fue un poco cruel con el pelinegro pero no buscaba parecer cruel, menos con una persona que, parecía darle buen servicio de atención a sus clientes. Al menos desde ese momento. El resto de los días seguía comportándose con la misma indiferencia de todos los días.

Un día, a mitad de la noche, Kun tuvo un ataque de pánico, su pecho se comprimía, las lágrimas salían sin cesar y su vista comenzaba a oscurecerse. Poniendo en practica lo que le había dicho su antigua terapeuta, logro calmarse, pero su corazón seguía latiendo con más fuerza a tal punto que pensó en que se le saldría. Eran las 7:89 de la noche. Y por alguna razón optó por ir a esa cafetería.

«Estará cerrada. Y yo como un idiota yendo a esta hora de la noche» pensó.

Pero para su sorpresa y suerte. Aquel chico llamado Mike estaba limpiando las mesas y recogiendo algunas cosas, Kun estuvo un par de segundos de pie en la puerta dejando que el frío lo invadiera por un rato, luego toco la puerta. El tal Mike se dio cuenta de su presencia y abrió con muchos ánimos.

––¡Muy buenas noches! ¿Puedo ofrecerle algo? ––sin embargo, Kun se tomó su tiempo para responder, el pelinegro tomó la iniciativa de dejarlo pasar––. Hace mucho frío ¿No cree? Será mejor que pase.

Kun se acomodo en una de las mesas recién limpiadas abrazándose a si mismo fijándose, en como todo tenía un aspecto más lindo en la noche.

––Lamento la pregunta…

––Sin problema, puede pedir lo que quieras. ¿Quiere algo de comer? Solo me quedan unos dulces en el refrigerador pero no sé si…

––Con lo que pueda ofrecerme estaré bien. ––dijo al instante––. Puedo pagar de una vez.

––El lugar está prácticamente cerrado. No tendría porque pagar.

––Aun así lo haré, estás trabajando. ––El pelinegro no había querido aceptar el dinero, sin embargo no quería tener algún malentendido con el pelirrojo.

Poco después el joven salió con un pedazo de tarta de limón.

––Le puedo asegurar que es buena, mi tía me enseñó a prepararla.

Esa fue una de las veces que, Kun se trago uno de sus comentarios ofensivos, el joven estaba siendo amable con él, se estaría reclamando a si mismo por haberle dicho algo hiriente.
Resultó ser que si tenía razón. Kun nunca había probado algo tan bueno luego del pastel de calabaza, quiso pedir otro más pero sería una falta de respeto, aun si ya había pagado.

El joven Mike había tenido un poco de confianza y había comenzado a hablarle sobre cómo se preparaba, contando algunas de sus anécdotas con la cocina y lo mucho que le gustaba cocinar en su tiempo libre. Aunque era algo flojo. A Kun le costaba admitir que, había comido lento solo para seguir escuchando al joven hablar, algo que, a el mismo le resultó extraño.

Esa noche se fue en cuanto terminó, no se tomó la molestia de fingir más interés, aunque si quería escuchar algo más de lo que decía. Si bien la causa principal por la que fue a aquel lugar, fue por impulso, termino pasándola bien, pero Kun era terco para admitir ciertas cosas, conociéndose a sí mismo sabía que era un amor de persona cuando realmente quería a alguien. Solo tenía 24 años ¿Cuál era su razón para no ser cariñoso?

Se detuvo en una ferretería preguntando por sus llaves perdidas, recordaba haber pasado por aquel lugar antes de ir al súper, luego a una tienda de segunda mano, a una florería, y luego a la cafetería.

No encontraba razón alguna por la cual, muy dentro de él, quería que las llaves estuvieran en la cafetería. Pero eran las 9:00 de la noche, apenas y, tuvo suerte de preguntar en la ferretería antes de que cerrara.

Al día siguiente se detuvo a recordar en qué otros lugares las pudo haber dejado, eso solo le hizo perder más el tiempo, y Kun era alguien que tenía mucha paciencia, pero comenzaba a perderla.

La mujer de la florería dijo que si a alguien se le hubiesen caído unas llaves, se daría cuenta al instante, pero no lo hizo. En el súper ninguno de los personales de limpieza se dio cuenta de alguna de las llaves, pudieron haber buscado. Pero, una vez más, era muy tarde.

Kun no podía evitar salir tarde, esa noche la pasó junto con su ex, a quien le había comentado la situación y lo ayudó a buscar.

––Tranquilo, lo encontraremos mañana ––le regalo una sonrisa cariñosa.

A Kun ya no le hacía efecto ese gesto, ya no le hacía efecto cualquier cosa que viniera de él, aún así no tenía otro lugar en donde quedarse y no quería estar en su departamento, le estaba recordando que no pudo conseguir sus llaves.

––Ese es el que tiene la figura de Winnie Pooh ––susurro el pelirrojo.

El cabello de Theon era color azul teñido, mantenía un fanatismo hacia las animaciones japonesas, su cabello era un simbolismo hacia el amor de estos. Sonrió dejando entrever su hoyuelo.

––¿Aún lo conservas? ––Kun se sentó de mala gana en el sofá.

––Lo hago porque me gusta Winnie Pooh. No me interesa nada que tenga que ver contigo. ––gruño.

––Pero aún así estás aquí ––dijo dejando su sudadera a un lado y sentándose en el sofá, frente a él.

––No tengo otro lugar a donde ir. ––el pelirrojo se negaba a verlo a la cara, no porque fuera a caer de nuevo, no. Sabía que podía insultarlo tan solo viendo sus expresiones, le molestaban mucho.

––Kun, siempre has sido terco ¿Tanto me odias?

––Yo no… no… ––decidió callarse. No tenía sentido aclararle aquello sí luego volvería a ignorarlo––. Mejor me voy.

––Lo siento, ve, ya sabes dónde queda el cuarto.

––Me quedaré en la sala. ––dijo con firmeza––. No quiero quedarme en tu habitación.

––Me refería a la de invitados ––relamió sus labios señalando el fondo del pasillo––. Aunque no sería mala idea que te quedaras en mi habitación.

–Olvídalo. Me quedaré aquí y punto.

No guardaba ningún rencor con su exnovio. Todo lo contrario, Kun tenía cierto apego hacia aquella figura de Disney que el le había regalado. Era la otra razón por la cual quería recuperar sus llaves. Pero le costaba hablarle con tanta naturalidad luego de lo que había sucedido. Se odiaba a si mismo por no odiarlo, se odiaba a si mismo por estar allí, como si nada hubiese pasado.

Theon era un idiota. Pero se preocupaba por él, Kun lo tenía muy en claro pero ya no tenía algún tipo de afecto hacia él, tampoco necesitaba de su preocupación o lástima. Sospechaba que el aun tenia intenciones de una relación, pero no volvería a caer. No esa noche, sería igual que los demás días, manteniéndose firme a cualquier cosa que implicará sobre-pasarse.

Esa noche durmió plácidamente, Theon le había dejado unas mantas y una almohada con la que, cayo como pluma. La mañana siguiente se levantó antes que él y salió en silencio.

«No soy idiota».

Kun conocía a la perfección a Theon y siempre lograba predecir sus intenciones con el, lo tomaba por un niño pequeño, detestaba eso, detestaba que el lo tomara por un niño. Le gustaba comportarse infantil un par de veces. Pero odiaba que él lo hiciera.

Entonces volvió a su departamento. Se recostó en el frío suelo, en la misma posición de siempre. Cerrando los ojos, Kun se hundió en lo más profundo de sus pensamientos.

La noche llegó más pronto de lo que el pudo imaginar. Solo se dio una ducha y volvió a utilizar la misma ropa. Su última parada era la cafetería y de solo pensar en ese lugar sus piernas temblaban.

Encontró la tienda tal y como hace un mes: cerrada pero con aquel pelinegro recogiendo las cosas del lugar. Kun se preguntaba si se quedaba hasta tarde por alguna razón en específico o, simplemente tenía que cerrar tarde en ciertos días.

Empujó un poco la puerta dándose cuenta de que estaba abierta, entonces entró, Mike estaba dándose la vuelta justo en ese momento. Kun sintió pánico por eso.

«Mierda, que vergüenza, será mejor irme».

Bajo la mirada hacia sus manos y se fijó en la figura de Winnie Pooh. Por un momento pensó que la respiración se le cortaba, se mantuvo indiferente o eso intento. Termino dejando ver su nerviosismo.

––Hola. ––dijo el pelirrojo un poco apenado––, emm me da un poco de vergüenza preguntar, pero ––«Mierda, las manos no paran de temblarme»––, ya he ido a cinco lugares esta última semana y este es el último que me falta, ¿de casualidad no deje mis…?

––¿Tus llaves? ––el tal Mike sonrió juguetonamente––. Vaya que estás un poco distraído. ––le mostro las llaves observándolas con un poco de falsa inocencia.

Kun tuvo ganas de abalanzarse a tomar sus llaves y salir del lugar, pero tuvo que aguantarse y solo responder.

––¡Si, dios! Las estuve buscando yo… ––dio un paso hacia adelante.

Mike dio unos pasos hacia atrás apartando las llaves de su vista. Kun se estuvo quieto mientras el jugaba con sus llaves.

––Las tuviste aquí por casi dos semanas, hasta pensé en quedármelas de colección, ¿sabes? Seria interesante tener una colección de estas, aunque eso suena muy extraño ¿no crees guapillo?

Kun no pudo evitar sonrojarse ante aquel apodo «¿Guapillo?» ¿Le daba un cumplido de broma o lo decía enserio? El corazón de Kun comenzó a latir más rápido.

––¿Cuál es tu nombre? ––pregunto con serenidad.

––Kun. ––respondió con un poco de pena.

––Lindo nombre, guapillo.

El pelirrojo no pudo evitar volverse a sonrojar. No entendía que clase de sucio juego estaba haciendo con él.

––Me llamo Mike y veras, estuve un largo tiempo esperando para entregarle estas llaves a quien sea que sea el dueño, no puedo estar seguro de que eres tú. El dueño podría estar por allí afuera, y perfectamente tu podrías ser un estafador.

«¿Estafado…?».

––No soy un estafador ––respondió en tono tosco––. ¿Por qué estaría preguntando por las llaves, de alguien más?

––Quizás el chico de la otra vez sea tu novio, tuvieron una pelea, y decidiste buscar sus llaves.

Kun estuvo apunto de preguntarle como sabía sobre Theon. Recordó que aquel día había ido con él, fue la tarde en donde los problemas de Kun se habían intensificado.

––Él y yo no somos nada. ––esta vez, trato de no responder de mala gana.

––Si es así… ––le devolvió las llaves en un gesto gentil––. Son tuyas de nuevo, pero, tienes que ayudarme con algo. ––se sorprendió por la facilidad en la que le entrego sus llaves, hasta que luego menciono el favor.

Kun frunció muy levemente sus cejas mientras iban avanzando la conversación.

––¿Ayudarte a ti? ––respondió en tono neutro––. No te conozco más que de darme el café a la misma hora, y eso sigue siendo un poco acosador.

––¡Te juro que no soy un acosador! ––recordaba haberle dicho acosador por saberse su pedido de memoria, aunque minutos después se encontró arrepintiéndose de eso en casa––. Solo intento hacer un buen detalle. ––aun así, Kun accedió a seguir escuchándolo, tal vez lo que fuera a pedir no fuera tan malo––. Sal conmigo.

«Me arrepiento de mis pensamientos».

El rostro del chico se volvió un completo espanto ante aquello. Mike no pareció afectarle sus propias palabras, continuo la conversación con total tranquilidad.

––Solo por dos semanas y media, necesito resolver un asunto con mis padres, y quiero que me ayudes.

––¿P-p… por que yo? ––Kun se sentía espantado y con miedo, realmente era un acosador––. Estas un poco loco, no, muy loco. Yo me iré de aquí. ––camino deprisa hacia la puerta.

––Por favor… ––rogo––. Solo por dos semanas y media, seria para que mis padres vean que es cierto algo que no lo es, luego de eso, diré que rompimos.

Se detuvo lentamente delante de la puerta de la puerta sujetándola con fuerza, lo miro de reojo.

«Sera idiota». Odiaba ese tipo de cosas y justamente le pasaban a él, debió quedarse en casa de Theon golpeándolo con un cojín, por ser un inútil.

¿Kun Lee? ¿Él? ¿El chico que sentía una extraña calma cuando entraba a ese lugar, y veía a ese Mike? Su cabello ni siquiera era bonito, le resultaba muy oscuro para ser negro, y sus ojos le resultaban demasiado humanos, debía ser un alíen. «Solo busco excusas».

«Dos semanas y media…» quiso darse una bofetada directa por pensar la propuesta. Pero, si aceptaba ¿Lograría distraerse de sus problemas? Al menos por un tiempo Sintió náuseas en solo pensar en utilizar, a alguien para engañarse a si mismo, pero ¿No era eso lo que Mike está haciendo? Otra vez quiso darse una bofetada.

«Absurdo. Completamente absurdo, este chico no tiene decencia».

––¿Solo dos semanas y media? ––pregunto en un susurro, no pudiendo evitar sus palabras.

––Ni un día mas ni un día menos. ––respondió casi al instante eso puso aún más nervioso al pelirrojo.

––Acepto ––dijo con firmeza dándose la vuelta––. Pero quiero algo a cambio.

––Lo que tu pidas menos dinero.

«No… quiero dinero…».

––Eso lo decidiré después, pero si acepto.

Entonces juntaron sus manos, y el pelirrojo se sintió extraño, no quiso soltar su mano por lo que, inconscientemente, dio un apretón mas fuerte.

«Estoy cometiendo un error, muy, muy, muy grave. Y aún así se siente bien». No tenía miedo en admitir su atracción hacia los hombres pero era extraño que él, entre tanto hombres escogiera a alguien como Kun.

«He sido el primero que ha tenido al alcance». Ese pensamiento no tardó en esfumarse de su mente. Era mejor no hacer suposiciones y ver a donde llevaba aquello.

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