9
RUUD
Me estaba despertando poco a poco y a la vez estaba intentando estirarme del todo bien, había algo que me impedía hacerlo. Abro poco a poco los ojos para ver donde estoy. De lo que me doy cuenta primero es que estoy atado a unas cadenas, me encuentro en una silla. En el brazo tengo puesto un catéter y unas vías donde me están sacando sangre.
No me encuentro especialmente con fuerza, me quitan sangre y no me dan nada para ingerir, me voy a morir de hambre. Mis energías bajaran en picado.
Todavía no me había parado a mirar en donde me encontraba exactamente y ahora por la pinta que tenía este lugar, lo sabía a la perfección. Lo que hace unas horas se me venía a la mente, lo estaba viviendo ahora en carne propia, quitando varias cosas por supuesto.
La puerta de madera del cobertizo se abrió y por ella entraron adentro tres personas a las que conocía al dedillo. Como todavía mis ojos no se habían acostumbrado a la luz los cerré y los mantuve así. Quizás si me ven así pensarán que estoy dormido aún.
—Hay que dejarlo libre e ir hacer vida como normalmente hacemos, la gente si no se dará cuenta que hay algo raro —esa voz era de Ewout. La reconozco de inmediato. Sospechaba algo, pero no quería asumirlo del todo, para un amigo que tenía en el pueblo y resulta que es cómplice en las locuras de mi madre.
Por eso mismo Noor tenía restos de serpiente en su anatomía en su cuerpo. Hace poco más de un mes había ido hacerme unos análisis al hospital donde trabaja Ewout de enfermero y seguramente es allí donde cogió un poco de la mía para inyectársela a Noor y la matará con el veneno que tenía mi sangre. Lo que aún no llego a entender es porque la mataron. No lo llego a entender y tampoco sé cómo hicieron para sacarme sangre si cuando mis brazos se tensan es imposible hacerlo ya que rompen en dos las agujas.
—No podemos hacerlo —dice mi hermano —. ¿Desde cuándo has cambiado de opinión respecto a esto? Desde el principio te he visto muy seguro. ¿Qué ha pasado? ¿Te has ablandado ahora?
Solo escuchándolos parece más malvado mi hermano con las contestaciones que ha dicho que Ewout.
—Despiértalo —escucho decir de mala leche a mi hermano. ¿Cuándo estará de buen humor? ¿Cuándo finge?
Estoy perdido, me pregunto las cosas cien veces al menos o cambio de parecer cuando veo otra cosa.
Oigo pasos acercarse a mí, mantengo los ojos cerrados, me duele todo el cuerpo y ahora no me puedo mover, si no Ewout se daría cuenta enseguida que estoy despierto.
—Deja de fingir que estas dormido —me susurra cerca de mi oído —. Tu hermano se va a dar cuenta y va a ser desagradable lo que te haga para despertarte.
—¿No se despierta? —pregunta mi hermano a lo lejos, casi no escucho su voz. No oigo ninguna contestación por parte de Ewout, aunque de nuevo le escucho a Mannes hablar, bueno exigiendo —Apártate de ahí Ewout.
En cuestión de segundos siento como chorros de agua impactan en mi cara fuertemente y del choque abro de inmediato los ojos. Aparto un poco mi cara para poder hablar ya que, si la dejo donde está y abro mi boca, lo único que haré es tragar agua.
—¿Puedes dejar de mojarme y apagar la manguera? Estoy despierto, ¿necesitas gafas o qué? —le miro de malas formas.
—Con qué genio te despiertas hermanito.
—Y tú con la estupidez pegada te levantas —me burlo. Tenía intenciones de reírse de mí, pero no le ha salido bien la bromilla. ¡Que se joda!
Había apagado la manguera, pero como yo no me se callar y lo cabreo me toca mojarme de nuevo. No puedo poner alguna de mis manos ya que estaba atadas con cadenas y uno de mis brazos tenía la vía y el catéter. Entonces pongo la cara de perfil.
—¡Para! ¿Eres consciente de que me puedes ahogar o hacer algún daño? El agua sale con demasiada fuerza —digo como puedo.
—Me harías un favor si te ahogaras —espero que no haya pensado lo que acaba de decir.
—¿Por qué estoy aquí? —ignoro lo que me acaba de decir Mannes. Porque si no estaría tan débil, sin fuerzas y sin tantos quilos de cadenas, le hubiera dado de hostias y no parar en días.
Estoy sin camiseta y veo como la piel se me está agrietando y empieza a salir hielo, que es lo que cicatriza mi piel, en menos de un minuto el catéter, junto con la vía van a salir volando.
Dicho y hecho.
—¿Qué acaba de pasar? —los dos están bastante desconcertados con lo que acaba de pasar.
—Pues cuando estoy en tensión, como lo estoy en estos precisos momentos, mi piel se agrieta poco a poco y llega un momento donde cicatriza con hielo y es ahí cuando ha saltado lo que me habéis puesto en el brazo —explico —. Esas cosas conmigo no sirven —señalo con la cabeza al suelo.
—¿Qué eres? — ¿es enserio esta pregunta?
—Un ser humano un tanto distinto a los demás —digo con toda la sinceridad posible —, todos tenemos algo diferente que nos hace ser únicos. Cada uno tiene lo suyo.
—No te hagas el graciosillo — ¡uy mi hermano furioso!
—¿Para qué me habéis traído? —intercalo la mirada de Mannes a Ewout, que este último está más cerca de mí — ¿Y mamá?
—En el hotel donde se estaba quedando —vaya milonga me acaba de contar. ¿Por qué miente cuando sabe que no le voy a creer? ¿Qué necesidad tiene de hacerlo?
—A mí no me la cuelas hermanito, ¿dónde está mamá? —lo veo tragar saliva y no contestar.
Ahora empezara lo bueno.
—¡Annelien! —llamo a nuestra madre a todo volumen — ¡Annelien Dirksen! ¿Dónde te escondes víbora? —vuelvo hacer la misma acción.
—¡Cállate de una maldita vez!
—Eso deberías hacer tu iluso. Solo te está utilizando —lo miro —. Y a ti te digo tres cuartos de lo mismo —señalo a Ewout —. Sois unos simples peones que juegan al antojo de la reina. ¡Ilusos!
Ellos desvían la mirada posándola lejos del alcance de mis ojos. Sé que saben que tengo la razón, que estoy diciendo la verdad. Aunque no la quieran ver por dentro lo saben a la perfección.
—¡Annelien! —vuelvo a pronunciar el nombre de mi madre, pero ahora con asco —¿De quién te escondes?
Menos mal que donde nos encontrábamos estaba cerca de los pueblos, que si no ya me estarían escuchando gritar a grito pelado como un desquiciado.
Necesito que mi madre venga y que dé la cara, no que solo estén estos dos zopencos que solo saben hacer es acatar órdenes de mi madre.
—¡Mamá! —me repugna decir esa palabra. Tengo intenciones de volver a llamarla, pero unos pasos hacen que me lo piense mejor.
—¿Qué son esos gritos? —empieza a hablar Annelien cuando pone un pie en el cobertizo.
Yo sonrío ampliamente.
—Hola madre —la saludo con falsa alegría que debería pillar al vuelo —, me alegra verte por aquí. Te estaba llamando.
—¿No os dije que cuando despertara le pusierais algo en la boca para que no hablara? No sabéis hacer nada bien —yo niego en respuesta. Esas preguntas no iban dirigidas a mí, aunque lo que deberían haber hecho sí. No se imaginan el por culo que puedo dar.
Mannes y Ewout se mantenían sin decir ni media palabra. Le temían a mi madre. Parecían unos niños recién regañados.
—¿Os tengo que volver a repetir lo que os he dicho hace tres segundos?
¿Alguna vez está de buen humor mi madre? Pienso que la respuesta puede ser fácil de responder, pero la dejaré en el aire por ahora.
—¿No vais a responder? —ellos no sé qué han escuchado. No obstante, niegan con la cabeza y con sus caras de susto. Yo me rio por lo bajo —Creo haber visto mal. Os voy a dar otra oportunidad —hace un gesto con su mano.
Antes de que alguno de los dos diga alguna cosa, hablo yo por ellos, diciendo lo que ellos no se atreven a decir, se les nota a kilómetros, si no, no estarían mirando donde los ojos de mi madre no llegan.
—Puesto que ellos no te van a decir la verdad —señalo a los dos chicos —, lo haré yo —hago una pausa, respirando hondo y moviéndome en la silla para una mejor posición, que no la encuentro y sigo hablándole —. Iban a hacerlo, pero no hay podido dado que ha pasado algo poco inusual —aparto mi mirada de mi madre para posarla en el suelo, a un lado de mí, para luego posar mis ojos de nuevo en ella.
Annelien trasmitía furia a través de todo su cuerpo. No estaba muy cerca de mí, pero podía ver a la perfección que su cuerpo estaba en total tensión y con lo que iba a decir ahora, iba a estarlo aún más.
—¿Ayudaste a tus pequeños secuaces? —eleve una de mis cejas esperando una respuesta.
Abrió la boca, para cerrarla al segundo y aprieta los dientes fuertemente.
—¿De qué habla mamá? —se mete en la conversación Mannes.
¡Esto va a ser bueno! He acertado al cambiar drásticamente de conversación.
—¡Silencio!
Ah no, lo va a saber madre.
—Pues veras querido hermanito. Tu madre me estaba esperando en mi cabaña junto con un policía, entonces decidí irme a lo más alto de la montaña a esperar a que me vinieran a buscar —Mannes y Ewout a estas alturas estaban perplejos, no se lo llegaban a creer y eso que solo estaba empezando —, que por cierto tardaron mucho en subir hasta donde yo me encontraba. Al principio pensaban que eran policías normales, pero resultaron ser unos críos que no llegaban ni a la edad de dieciocho años. El que se supone que estaba al mando de ellos, mató a uno de los suyos por decir las cosas bien dichas. Tu madre —señalo a mi hermano con mi dedo índice —se quería ir de rositas después de lo sucedido para dejarles el marrón a los chavales y que lo resolvieran por ellos mismos. Luego no sé qué hicieron con el cuerpo del chico, porque me fui de allí a la cabaña donde me arrestaron, cosa que ya estabas al tanto querido Mannes —finalizo.
Si antes estaban que no se creían lo que les estaba contando, en estos momentos menos. Si se creían o no lo que había relatado era su problema, no el mío. Yo dije la verdad, cabe la posibilidad de que, si mi madre abre la boca y dice otra versión distinta a la mía, ellos le creerán a ella, aun cuando saben que todo lo que salga por su boca es una trola como un campano de grande.
—¿No vas a rebatir o decir algo madre? —Mannes estaba nervioso, se le notaba, pero al menos pudo hacer la pregunta en condiciones.
Ella observo de reojo a su primogénito con indiferencia para después encogerse de hombros.
—Para que gastar saliva, si tu hermano ya lo dijo todo —camina con parsimonia hasta estar casi en frente de mí, se agacha a mi altura con lentitud.
—¡Maldito enclenque, te las veras conmigo! Tu espera y veras —no emitió sonido alguno, puesto que no habló. Sol movió los labios para que ni Ewout o Mannes lo escucharan —. No tendrás que esperar mucho para eso —vuelve a mover sus labios, mientras yo descifro lo que dice. No soy muy bueno haciendo eso.
¿Qué hará?
Los ojos de Annelien tenían una mirada diferente a la que tenía minutos antes. Había cambiado, esta me daba escalofríos. Me quería alejar y no podía, aún me mantenían atado a la silla.
—¿Qué harás? ¿Me mataras? —alzo una de mis cejas —La segunda opción no va a poder ser, ya que me necesitas vivo, ¿o me equivoco?
Un gruñido sale desde la garganta de mi madre.
—Porque gruñas no va a hacer que lo que dije sea falso —sonrío complacido por mis palabras. Llevaba la razón.
—Mocoso insolente — ¿solo sabe insultarme? ¿Es una adolescente? Debería comportarse mejor.
Se levanta y se acerca mucho más a mí, yo no puedo alejarme de ninguna manera, tengo los brazos sujetos.
—¡Ni un paso más Annelien Dirksen! —una voz con potencia hace que los pasos de mi madre se detengan.
Por la voz que tenía, debía de ser un hombre. ¿Quién es? Todavía no se mostraba, también era porque no había entrado al cobertizo.
—Pero... ¿Qué haces aquí Teunis?
¿Quién es ese tal Teunis?
—Hacer el trabajo sucio, ya que ni tú sabes domar a tu bestia — ¿me acaba de llamar bestia? ¿Se refería a mí? Estoy perdido.
—Tenía todo bajo control —Annelien se da media vuelta para observar al tal Teunis.
Solo me queda reír por lo que acaba de soltar mi querida progenitora.
Mi madre giró la cabeza para observarme y decirme con una simple mirada que me callara. Yo negué al instante seriamente. Esta elevo una de las cejas. Yo no me iba a retractar en lo que hice.
—¿Te recuerdo que soy mayor de edad y que tú ya no ejerces ningún poder en mí? Puedo decidir por mí mismo y decido reírme en tu cara —pongo una cara burlesca.
—¡El chico tiene agallas! Nadie se había enfrentado a ti Annelien, ¿has perdido tus habilidades en la dominación?
No me sorprende que domine a la gente a su propio beneficio. Todos a su lado parecen muy sumisos y hacen lo que les dice, menos la persona que acaba de llegar, que puedo apostar algo que es peor que Annelien.
—Solo cuando hay gente delante —su tono arrogante sale a flote mientras me mira con superioridad.
No iba a decir nada para que no dejarla mal, pero... ¿Cuántas veces me ha dejado ella por los suelos frente a las personas? Millones de veces.
—Tú solamente sabes provocar madre —digo con malicia —. El día que empiece a soltar todo por esta boquita —me señalo los labios —, veras lo que es bueno.
—No tienes la suficiente valentía para enfrentarme tu solo —acaba de decir la gran estupidez del día.
—¿Y tú sí? —ella da una sencilla respuesta, que es mover su cabeza de arriba abajo, dando la confirmación, que en realidad era todo lo contrario —¿Estas segura de tu respuesta?
—Por supuesto —que golpe se va a llevar ahora, porque sabe que miente, pero no lo reconoce.
—¿Por qué me ha tenido que traer mi hermano hasta aquí y tú no has llegado aquí hasta hace menos de diez minutos? Eres una mentirosa compulsiva. Mientes más que hablas.
—Cuidado con lo que dices Ruud, cuidado —alzo la ceja.
—¿Qué más me quieres hacer? Ya estoy atado con cadenas, ya tienes lo que querías. Suéltame de una vez.
—No lo haré —niega con su cabeza, poniéndose en la misma posición de antes. En cuclillas delante de mí.
—¿Me vas a decir un secreto? —intento bromear. Mi madre no se le ve muy contenta tras mis palabras. Eso me alegra. Si piensa que por poner esas expresiones en la cara me voy a atemorizar, está muy equivocada —Estoy esperando a que hables, madre. ¿Qué quieres? ¿Me vas a dejar marchar?
Por minutos he llegado a olvidarme que había una persona desconocida para mis ojos justo a la salida del cobertizo.
—No, nada y no —primero me quedo con cara de no haber entendido ni media palabra, pero después caigo en la cuenta de que me había respondido a las anteriores preguntas que le hice.
—¿Se puede saber por qué? —me hierve la sangre —Lo que querías ya lo has obtenido, ¿qué más quieres? No soy uno de tus juguetitos con los que puedes jugar a tu antojo como ellos —los señalo haciendo un gesto con mi cabeza —. ¡Suéltame! —mis ojos van de las cadenas a los ojos de mi madre para que lo entienda.
Mientras ella niega una y otra vez con la cabeza con una sonrisa ladeada, yo empiezo a zarandearme en la silla.
—Te vas a hacer daño si te caes al suelo...—cuando acaba de decir eso Ewout, ya he caído al suelo. Casi rozándome la cara estaba la aguja que me habían puesto el catéter.
Mi mejor amigo intenta venir a ayudarme para levantarme o simplemente para apartarme la aguja en el moflete, pero mi madre de nuevo interviene no dejándole llegar.
—Ni un paso más Ewout —lo señala con el dedo para que no mueva ni un centímetro de su cuerpo.
La víbora de mi madre —le llamo así porque no tiene un nombre mejor la describa —, se pone por detrás de mí y con su tacón empuja la silla para que la aguja se entierre en mi mejilla. Yo intento hacer fuerza para que no pueda hacerlo, pero lo consigue y un desgarrador grito sale de mi garganta.
—E-e-eres un-un-una ma-ma-la ma-dre —hablo despacio y pausadamente que casi no se entiende.
—¡No aguanta más! —explota Ewout —¿Piensas que puedes hacer eso a tu propio hijo y quedarte como si tu fueras la victima? No lo logro comprender. No es que des miedo, es que das mucha pena. ¿Qué quieres de él? —le pregunta a mi madre duramente y sin miedo reflejado en su voz. Seguramente sea la primera vez que se enfrenta a ella así. No le durará mucho eso.
Giro lentamente mi cuello para poder observar de refilón a mi madre un segundo y cerciorarme que mi mejor amigo llevaba la razón. Mala decisión que elegí cuando me dio otro golpe; esta vez fue a parar al labio.
—¡Eres una agresiva y loca! Se te va la pinza Annelien. Déjame libre de una vez, tarde o temprano lo tendrás que hacer.
—Pero no será ahora—da otra patada a la silla hincándome más la aguja que sigue incrustada en mi carrillo y ella sale a toda velocidad sin mirar atrás del cobertizo.
—Cobarde —susurro.
Recorro todo el lugar mirando donde está mi hermano y lo encuentro hecho un ovillo en una de las esquinas cerca de la puerta.
¡Mierda! Por ahí estaba ese hombre llamado Teunis.
Le chisto no muy alto a Ewout para que me preste atención y este de inmediato lo hace. Se queda como una estatua a la espera de que le diga algo.
—Escúchame atentamente —le digo —, con las orejas no, con los pies —le advierto. Este asiente repetidas veces con la cabeza y yo le explico lo que vamos hacer —. Vas a llevarte a mi hermano fuera de aquí, no soporto verlo así. Sé que no tendría que ayudaros porque no os lo merecéis, pero ese tema lo dejaremos para cuando estemos a salvo en el pueblo.
No dice nada, no sé si es porque esta acojonado del miedo o porque no tiene la más mínima idea de que decir.
—Antes de que te vayas con mi hermano tienes que ayudarme en algo —me pongo serio. Al mamo tiempo no se me puede tomar en serio teniendo una aguja colgando de un moflete.
—Dime.
—Necesito que me desates —hablo con obviedad.
Porque los ayude ahora, no quiere decir que no se van a salvar de la culpa que llevan encima de ser los cómplices de mi madre. Vale que uno sea de mi propia sangre y el otro mi mejor amigo, pero han hecho cosas en contra mía, como dejar evidencias falsas para que me llevaran arrestado.
Como puede me pone de nuevo la silla de pie y saca de algún lugar la llave que cierra la cadena de hierro que tengo alrededor de mi cuerpo que debe pesar muchísimo.
Cuando ya tengo menos peso en mi cuerpo y tengo liberados los brazos ayudo a quitar del todo las cadenas que se aferran a mis piernas.
Me pongo de pie con algo de dificultad, pero lo logro. Miro por encima de mi hombro a Ewout y le hago un gesto con la cabeza para que vaya donde Mannes. Este hace una mueca. Sin embargo. Obedece a mi mandato.
—Deberías quitarte ya eso que te cuelga de tu mejilla —pasa por mi lado diciéndome eso. Yo no sé a qué se refiere hasta que me toco la zona de la cara. Cojo la cosa esa con mis dedos, la saco de mi mejilla y la lanzo al suelo. Espero nunca volver a tener nada parecido incrustado en mi cara.
Noto como el hielo cicatriza la marca que ha dejado la aguja y sin más, como si no hubiera pasado nada me muevo por el cobertizo buscando evidencias para llevarme y que mi madre si por algún casual vuelve aquí, no encuentre nada que pueda utilizar para matar a nadie e incriminarme.
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