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8


RUUD

Estamos entrando al pueblo y yo me mantengo despierto. Tengo falta de sueño, necesito descansar al menos unas horas para reponer energía. Dejando a un lado eso, no creo poder echar una cabezadita.

No habíamos establecido ninguna conversación en el camino, mi hermano se mantenía callado y con el semblante serio. Simplemente puso la radio que de inmediato empezó a reproducir la música para que el silencio no se notara tanto.

Cuando veo que nos acercamos al sitio por donde subo para ir a mi casa hablo en voz alta.

—Mannes, déjame ahí —señalo con el dedo el lugar. Este parece que me ignora olímpicamente. Obviamente me ha tenido que escuchar, que no estoy lejos de él, estoy a su lado.

Pasamos de largo donde le he dicho que me deje y mi cabeza gira en su dirección.

—¿Qué haces? Te he pedido que me dejaras allí —tengo sueño y no me apetece discutir a estas horas de la mañana, pero no me lo está poniendo demasiado fácil este hombre.

—¿Quieres callarte de una vez? Estas haciendo que me enfade, no te conviene Ruud —hace gestos con sus manos, pero no aparta ni un segundo la mirada de la carretera.

No entiendo nada en lo absoluto.

—¿Has llamado a papá? —ahora sí que deja de mirar la carretera y me mira un segundo, levantando la ceja izquierda.

—¿Tu qué crees? —coloca la mano derecha en el centro del volante mientras que, con la izquierda intenta coger su móvil del bolsillo de su pantalón.

En vez de dármelo en la mano, lo deja caer en mis piernas y yo lo cojo.

¿Qué quiere que haga con su móvil?

—¿Para qué me lo lanzas? No entiendo para que quiero tu móvil —digo algo perdido por su acción anterior.

No entiendo que le pasa a mi hermano en lo absoluto. Por momentos está bien y en los restantes está muy distante. Él nunca era de esa forma, no encuentro lógica alguna a sus cambios de comportamiento. Pienso que no lo voy a lograr saber nunca.

—Enciende de una maldita vez la pantalla y mira a ver si hay alguna llamada de papá —dice con brusquedad.

Que agresivos estamos desde la mañana.

Para que no salte de nuevo con alguna de las suyas. Le hago caso cogiendo el móvil y encendiendo la pantalla del teléfono. No entiendo para que quiere que lo mire si tiene el bloqueo en ella, no pudiendo desbloquearlo, porque no sé cómo va.

—¿Cuál es el patrón? —mis ojos buscan su mirada, pero este como buen conductor, no aparta su mirada. Lo que no estoy seguro es que me haya ignorado — ¿Me has escuchado?

—Lo he hecho, pero da la casualidad de que estoy conduciendo, no sé si lo ves.

¿Este tío es gilipollas o se lo hace? Se está ganado que le dé una hostia bien dada. Primero me dice que lo mire, pero como es él, el que tiene que poner el patrón ahí no le interesa hacer nada. Tiene más cara que espalda.

Dejo el móvil a un lado, y me fijo para ver donde estamos yendo, y me doy cuenta de que nos hemos alejado del tranquilo pueblo del cual vivo.

¿A dónde coño me lleva? Esto ya me está dando un poco de miedo.

—¿A dónde vamos? —silencio — ¿Te tengo que volver a repetir la pregunta? —nada, no da respuesta alguna — ¿Tienes cera en los oídos y por eso no oyes? —insisto.

—¿No te puedes callar? Pareces un loro cotorro que me taladra la cabeza sin parar. ¡Cállate!

Jamás ha tenido este comportamiento tan arisco conmigo, siempre se había portado de lo más amable, me trataba de maravilla, pero desde que vino aquí, ha cambiado a mal. Y solo han pasado dos días.

—¿Me vas a decir de una buena vez a donde me llevas? Porque a mi casa no vamos, ya que la hemos pasado de largo hace ya más de quince minutos.

—Te aplaudiría, lástima que estoy haciendo algo importante —veo como pone el intermitente para dirigirse a la derecha, a un camino de tierra, que seguramente no salgan ni en los mapas.

La carretera por donde hemos ido es desconocida para mí. Como yo no soy una persona que salga mucho de Lake Louise, pues era ignorante para mi persona estos lugares. Y por la que veníamos ahora mismo ni te cuento. Mis ojos deben reconocer el lugar en donde estoy para que tenga paz, si no me puedo subir por las pareces fácilmente y ser una lapa hablando y preguntando a cada segundo en donde estamos.

—Quiero irme a casa, Mannes. Déjame salir por favor —le suplico.

—Como no pares de parlotear, te pongo algo en la boca para que así no puedas decir nada. Me duele la cabeza solo de escucharte.

—¡Atrévete y veras gilipollas! —mi cuerpo se va moviendo de un lado al otro, por el camino que ha cogido mi hermano para ir a no sé dónde.

Es de día, porque es muy temprano y parece que son las diez de la noche por la poca luminosidad que hay gracias a los tantos árboles que se pueden ver en el camino.

De nuevo Mannes hace el mismo movimiento que antes, quita la mano derecha y la izquierda la pone en el centro, disminuye la velocidad al mínimo, su brazo derecho busca a ciegas algo detrás de los asientos.

¿Era verdad que me iba a poner algo en la boca para que me callara? Se ha vuelto loco si es así.

En lo que ahora estaba dudando era si Mannes era así desde siempre y lo había podido mantener oculto este comportamiento o era por algo que le hacia mi madre; ingerir alguna sustancia para que se pusiera así de agresivo con las palabras.

No sé cómo se le ocurre conducir sin mirar y no matarnos a los dos. Ahora sí puedo decir que los ojos mirando al frente no los tiene. La mano izquierda la va moviendo muy poco hacia los dos lados. Será que se sabe el camino, aunque va pisando huevos, aunque no me quejo, lo agradezco porque no me apetece tener un accidente en estos precisos momentos.

Se coloca mejor en el asiento, con una pelota de goma en la mano. Esa cosa no me la va a poner en la boca a saber dónde ha estado. Además, que se nota que esa pelota es de algún, perro, esta mordisqueada por todas partes.

¿Es tan idiota que no se da cuenta de que puedo escupir la pelota una vez me la haya puesto en la boca? No sé si lo habrá llegado a pensar.

La agita delante de mis ojos mientras pisa un poco el acelerador, y yo no hago otra cosa que apretar los dientes.

Su sonrisa es escalofriante, y el sentimiento se agranda más cuando ve mi reacción. Soy un estúpido al no caer en la cuenta de lo que acaba de hacer.

—Tu ponme esa asquerosidad en la boca y te la escupo en toda la cara —digo entre dientes y totalmente cabreado.

—Pero si el niño que no rompe ningún plato tiene carácter. Algo que no sabía y acabo de aprender. Gracias hermanito por ese dato tan curioso —se mofa.

¡Estúpido!

—No lo harás, si no quieres que te la haga tragar — ¿de dónde ha sacado esas ideas de mierda? Abro los ojos como platos.

Lo veo todo en cámara lenta. Mi hermano va acercando su brazo hacia mí. Yo de inmediato cierro la boca y hago presión con mis labios para que no se abran. Si le da por hacer fuerza para meter la asquerosa cosa llamada pelota para perros. No sé de donde la habrá sacado, puesto que, él perros no tiene. Así que supongo que será de algún amigo suyo que se lo dejaría en su coche sin darse cuenta.

—Estas demente —me echo lo más atrás que puedo, mi espalda pegada a la puerta. Mi mano derecha intenta encontrar la manija de está para poder abrirla. Cuando la encuentro, mantengo ahí mis dedos y espero a que la pelota este cerca de mí.

Y ese momento llega ahora.

Abro la puerta y mi espalda se echa para atrás, el poco viento que hace me da de lleno en la cara mientras estoy boca abajo, con las piernas aun en el asiento. Mi hermano me está sujetando mis piernas y mi cabeza casi roza el suelo. ¡Qué posición más mala! Mañana tendré dolor de cuerpo, ya me está doliendo ahora, para no dolerme al día siguiente.

—Ayu-ayu-ayúdame —digo casi sin aliento. Mannes se limita solo a agarrar mis piernas, pero sigue conduciendo. No sé cómo lo hace, ya que más de dos brazos no tiene.

Como puedo veo desde mi posición su mirada maliciosa. ¿Me va a dejar caer con el coche en marcha? ¿Y luego? ¿No me tenía que llevar a alguna parte? ¿Han cambiado los palanes? Me hago muchísimas preguntas a la vez y el único que me las puede responder es Mannes, cosa que no hará.

—No es mi culpa que estés en esa posición loro cotorro —hace lo que me temía. Me deja de sujetar las piernas y acelera el coche, dándome un gran golpe en las piernas que me las podría haber roto y caigo al suelo.

Veo el coche avanzar malamente por las imperfecciones del suelo. Ahora mismo me estoy clavando en la espalda una raíz gorda de uno de los árboles.

Poso de nuevo la mirada por donde ha desaparecido el vehículo. Y sé que van a venir a por mí, no soy un idiota el cual no piensa. Si me ha traído hasta aquí será por algo y no me ha dejado que me tirará por nada. Podría haber bloqueado mi puerta perfectamente, pero no lo hizo. Están llevando su plan a cabo a la perfección diría yo.

Intento incorporarme para poder sentarme. Lo consigo y noto que por ahora no me he roto nada a simple vista. Demasiadas cosas extrañas pasan últimamente y sobre todo desde que encontraron el cuerpo sin vida de Noor.

Me levanto con cuidado voy hasta el primer tronco para poder apoyar mi espalda en él y que se normalice mi respiración, que está demasiada agitada.

Debo intentar volver al pueblo, pero en vez de ir por el camino este, iré a través de los arbustos. Por sea caso le da por pasearse a mi hermano, que creo que no debe tardar en volver a por mí, y no soy tan estúpido de ir por donde se ha ido el coche para ver en qué lugar esta.

Justo cuando iba a poner rumbo a Lake Louise, oigo el motor de un coche, debe de ser el de mi hermano. Creo que nadie anda por estos sitios que dan a la nada. Rápidamente rodeo el troco y me escondo detrás para que mi cuerpo no este visible de la persona que va a estar mirando con lupa el lugar en el cual me he caído hace apenas unos minutos.

Yo estoy con mi pecho pegado al tallo así puedo vigilar si dice o hace cualquier cosa.

El coche se detiene justo en frente de donde me encuentro yo. Eso sí es tener mala suerte. No se baja del vehículo, pero si repasa con la mirada todo. Baja la ventanilla para asomarse y yo sin perder un minuto escondo mi cara para que no me vea.

—¿Dónde se ha metido este niño? Lo he dejado hace unos minutos aquí —habla el solo —. ¿Se habrá ido a su casa? No, está muy lejos.

Me está haciendo mucha gracia escucharlo preguntarse a sí mismo y responderse lo que se ha preguntado anteriormente. Tengo que tapar mi boca con una mano para que no me escuche reír.

—Si no lo llevo hasta donde lo debo dejar, con el que se van a desquitar es conmigo. ¡Debo encontrarlo! —sigue hablando solo.

Sale de coche y se lleva las manos a la cabeza, desesperado. ¿Le van a dar una paliza si no me lleva? Por lo que he podido escuchar y ver estaba bastante sereno en estos momentos. Quizás todavía no le han dado su dosis y se le esté yendo el efecto, aunque probablemente no sea eso, ya que cinco minutos atrás estaba como un loco. Tengo que descartar esa opción de la cabeza.

Si a Mannes le van a dar de hostias, ¿a mí que me harán? Tiemblo de solo pensarlo. ¿Qué querían de mí? ¿Quién era la persona que estaba detrás de todo este tinglado?

—¿Dónde te escondes Ruud? —grita desesperado.

Soy consciente de que me debería de ir de aquí. Tarde o temprano me va a descubrir aquí y me va a llevar al sitio donde ya tendría que estar, pero no me ha dado tiempo a escapar y si ahora salgo corriendo, me va a ver de pleno porque, aunque parezca de noche, hay reflejos de luz en algunas partes, y justamente a mi lado hay un rayo de luz que por unos centímetros no me llega a dar.

Asomo un poco la cabeza y es cuando gira su cuerpo y sus ojos van a dar con los míos. ¡Mierda! Puedo apreciar que sus ojos están demasiado rojos e irritados. ¿Qué le pasa? Desde que me recogió en la comisaria tenía los ojos de su color, verdosos.

Será el químico que le dan y por eso ha cambiado su actitud conmigo. Es más arisco, aparte de decir las cosas de una manera demasiado brusca.

Avanza con la cabeza en alto hacia mi posición y yo retrocedo mientras camino a ciegas hacia atrás.

No es que su mirada me de miedo, me produce terror. Estoy acojonado.

Me paro un segundo para no tropezarme con alguna raíz y salgo disparado corriendo dirección a la carretera; o eso creía yo.

—¿Seguro que vas por la dirección correcta? —dice con voz cantarina, pero a la vez da mala espina —¿No te habrás confundido? Este sitio a veces cambia de dirección cuando le parece. Es algo misterioso —me intenta confundir para que yo este inseguro y pare de correr para que puedas atraparme y llevarme al lugar ese.

—No caeré en tu juego, Mannes —hablo con pesadez mientras sigo corriendo.

—¡Que pares, joder! —pega un chillido que me deja sordo y mis pies se detienen.

Me doy la vuelta para poder verle de frente y él está a unos metros de mí mirándome fijamente y con una sonrisa malévola.

—¿Por qué no haces lo que te dicen?

—No soy un sumiso como tú. Mírate a un espejo hermano, me tienes que llevar a un lugar que te ha mandado equis persona. Eres un títere el cual pueden manejar a su antojo, y no nos olvidemos de que te deben de meter alguna mierda en el cuerpo para que tengas esa actitud —le señalo con el dedo índice de arriba abajo.

—¿Qué mentiras esas soltando por esa boca sucia?

¿Perdona? ¿Boca sucia yo?

Yo pocas veces he visto películas, y las que he visto, fueron hace años cuando vivía con mis padres. En mi casa no hay ni televisión, solamente la radio que la tengo de adorno igual que mi móvil.

Al punto donde quiero llegar es que las cosas que me están pasando en estos días podrían salir perfectamente en una película de misterio y ciencia ficción. Como que venga una persona por detrás te dé con una pala, una rama o simplemente con el mango de una pistola. Después de eso te lleven a rastras por el suelo, te encierren en un cobertizo viejo y te encadenen con unas cadenas allí. Y cuando despiertas te quemen con un fierro en llamas cada vez que no quieres hacer lo que los secuestradores de ordenan.

—¿Ahora no te vas a mover de ahí para llevarme al coche? —este niega divertido.

—Espera y veras —me da miedo pensar en algo y que luego no sea nada de lo que me haya imaginado, pero también el suspense que deja Mannes también da un poco de cosilla.

—No me quiero esperar, me quiero largar de aquí. ¿Comprendes eso? Estas zumbado si piensas que me vas a detener —soy un iluso, no me lo creo ni yo.

En tres pasos mi hermano se encuentra a tres milímetros de mí. Me sujeta de la muñeca fuertemente mientras intenta tirar de mí hacia él. Intento que la suelte sin tener mucha suerte. Aunque hay algo que me llama la atención, en vez de ponerse roja la piel como sería lo habitual cuando ejerces fuerza, en la mía se ve como si fuera hielo que se está empezando a agrietarse para finalmente romperse y regenerarse de nuevo la piel muerta.

—Suéltala por favor te lo pido —digo casi suplicándole. Él al ver mi preocupación, apretaba más y más. Este tío no sabe lo que significa la palabra soltar ni por favor.

—¿Tu quién te crees que eres para darme ordenes? —abro los ojos como dos platos al escucharle. Me estoy quedando perplejo por sus ocurrencias. No piensa lo que dice, estoy totalmente seguro de ello.

—Si quieres agarrar y hacerte daño con alguna extremidad de tu cuerpo hazlo, pero suelta mi muñeca de una maldita vez. ¡Me estás haciendo daño! —el idiota simplemente se mofa de mí.

¡Cabrón!

Logro soltarme de su agarre cuando la afloja sin darse cuanta y retrocedo unos cuantos pasos. Este al verme intenta dar alcanzarme, pero yo pongo mi mano y se lo niego.

—Ni se te ocurra —se encoje de hombros y ahora mira más allá de donde me encuentro yo y le sale una sonrisa torcida que da más miedo que las muñecas de porcelana a la madrugada —. ¡Aléjate!

—¿Y si no quiero? —alza una de sus cejas retándome. Si fuera una persona violenta ya le hubiera estrangulado, no lo aguanto más. Si he tenido que soportar a Egbert toda la noche, no estoy por la labor de hacerlo ahora con mi propio hermano. No, me niego.

—No me toques los huevos, no estoy de humor a estas horas de la mañana y más para gilipolleces —me niego a entrar a su juego. Aunque de alguna manera lo hago. Caigo.

—Te dejare tranquilo entonces —hace un asentimiento con la cabeza a algo que está detrás o a alguien.

Algo de metal impacta en mi cabeza desde atrás y eso hace que inmediatamente pierda el equilibrio cayendo al suelo como peso muerto.

No me ha dado demasiado fuerte cuando oigo la conversación que mantiene mi hermano con la persona que estaba escondida en algún lugar esperando a hacer el movimiento que han hecho. Atacarme por la espalda para así poderme llevar fácilmente, porque de esta forma no pondría resistencia.

Como sean las personas que he estado pensando durante estos días, no va a ser una gran sorpresa para mí encontrarles allí.

—Todo está preparado para cuando lleguemos con Ruud —escucho decir a la persona que no se bien de quien se trata—. Ya hemos escogido a la próxima víctima —es lo último que logro oír antes de dejarme llevar por el sueño. 

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