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6


RUUD

¿Estaba nervioso? Podría decirse que bastante. Soy consciente de que mi madre habrá puesto pruebas en mi contra para que crean que soy el culpable de todo. ¿Cómo sé que ha sido todo obra de mi magnifica madre? Pues es la única de mi entorno que me tiene una rabia injustificada.

Como aquí arriba no se podía subir en coche por la cantidad de nieve que había. Iba caminando con un hombre por delante de mí y otro por detrás, por si me escapaba que no era el caso.

Yo no soy tan estúpido para ser un prófugo de la ley y tener que estar escondiéndome cada dos por tres.

Es algo incómodo ir con esposas y caminar con nieve, añadiendo que hay que hacer maniobras para no caerte. Llevo poco andando y casi me caigo unas cuantas veces. Mis brazos están rígidos y en tensión por tenerlos hacia atrás, me empezaban a doler y no llevaba mucho tiempo así.

Estábamos entrando en el pueblo, a unos metros estaba viendo los coches de la policía. No sé si será exagerado, pero no solo había un coche, había cinco de estos aparcados.

¿Para qué tantos? No era un asesino en serie. Aunque por lo que me acusan lo sería sin duda alguna.

Las pocas personas que pasaban andando por aquí, iban reduciendo sus pasos para poder ver qué pasaba ahí y que hacía coches de policía por el camino.

¡Vaya entrometidos están hechos! Las personas son demasiado cotillas para quedarse sin mirar.

Inmediatamente bajo la mirada y la tuerzo un poco para que no me miren, ya que uno de los dos agentes, me bajó la capucha.

—¿Qué ha sucedido? ¿Qué ha hecho ese joven?

—Se han escuchado rumores acerca de él desde esta mañana.

—Se rumorea que ha matado a Noor Seegers.

Me estaba empezando a sentir verdaderamente mal con estos comentarios y preguntas hacia mi persona y sobre los coches que estaban aparcados ahí.

—¡Asesino! —grita alguien. Cierro los ojos rápidamente y aprieto mis dientes para no decir nada. Tengo que mantenerme fuerte, yo sé que no he hecho nada. ¿Lo malo? No puedo probarlo, porque me han chafado los planes de averiguar lo que verdaderamente le sucedió a Noor y claro las pruebas falsas me implican a mí, por el mero hecho de mi condición.

La mayoría de las personas son demasiado estúpidas por dejarse llevar por habladurías que todavía no son confirmadas y menos lo que se habla de mí.

Mientras me meten en la parte trasera del vehículo sigo escuchando las aberraciones que sueltan por esas bocas las malas personas. Puesto que, no saben nada del tema, simplemente hablan como si supieran por lo que se comenta en el pueblo. Parece que no deben tener vidas propias para estar aquí de cháchara comentando algo que no les incumbe, aparte de insultar a una persona que no tiene la culpa de nada, aunque ellos eso no lo saben.

¿Cuándo será el día que las personas no sean tan curiosas y se metan en sus cosas solamente? Es algo incómodo y desagradable que te tachen de algo sin saber si es cierto o no.

Todos mis pensamientos vana lo que ha pasado con mi madre en la casi cima de la montaña y esos críos que tenían pintas de delincuentes. ¿Qué habrán hecho con el cuerpo? Al menos creo que no me va a poder incriminar en ese crimen, ya que yo no he tocado el arma ni al chico.

Sonrió con sutileza ante ese último pensamiento.

Entre tanto, me meten en un coche en la parte trasera de este. Se cercioran que todo está como ellos quieren. Cada se montan en sus respectivos puestos, uno de piloto y el restante a mi lado. Un policía estaba esperándonos en el interior del vehículo en el asiento de copiloto.

De reojo veo como me observan con caras de desconcierto por mi anterior sonrisa. Mi cara cambia completamente a una que es más seria que un tempano de hielo.

—¿Puedes subir la calefacción Egbert? De pronto me ha venido un frio que no es normal.

Inmediatamente al escuchar ese nombre mi mirada va a parar a la persona que está de copiloto.

Ese nombre lo he escuchado por la mañana.

—Esta al máximo Berg. No se puede subir más —le indica el tal Egbert —. Llegaremos pronto, no te helaras de frío.

Mi cabeza gira en la dirección en la que está Berg a mi derecha y lo veo más que pálido. Sus labios en este momento están de un color azul.

¿Esto no será cosa mía? Sería algo demasiado extraño, pero también lo es vivir con dos pieles.

—N-n-no ag-agu-aguan-to —la persona a mi lado estaba tiritando y casi no podía pronunciar bien las palabras.

—¡Mierda! ¿Qué coño pasa? ¿Por qué tienes tanto frío? ¿Qué sucede? ¡No entiendo nada de lo que ocurre! —mira hacia el conductor y este aparta un par de segundos los ojos de la carretera para prestar atención a lo que sucedía en la parte trasera del automóvil.

—Yo me encuentro perfectamente —interviene por primera vez en la conversación que están manteniendo.

—E-e-es él —con su mano temblorosa Berg me señala.

Yo abro los ojos como platos.

Puede que yo piense que soy yo por todo lo que se de mí, ¿pero ellos?

—¿Has hecho algo Tholberg? —mueve casi todo su cuerpo para poder verme bien entre los dos asientos delanteros.

Yo por otra parte me mantengo callado. Me han dicho que no puedo hablar, a ver si ahora tienen memoria a corto plazo y no se acuerdan de lo que dijeron.

—¿Estas sordo, chico? Te estoy hablando —subo la mirada hasta dar con sus ojos y veo como intenta echarse para atrás intentando alejarse de mí.

El coche frena de sopetón y el piloto levanta sus manos inmediatamente del volante como si quemara de alguna manera.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué nos detenemos?

El conductor le hace una señal con la cabeza para que lo aprecie con sus propios ojos. Los cuatro que estábamos en el coche veíamos como la nieve aparecía por todas partes del coche.

Egbert estaba intentando abrigarse lo máximo posible con el abrigo de su uniforme, los mismo hacían los dos restantes sin ningún resultado bueno, seguían tiritando. Cada vez había más nieve en el interior del coche, yo al contrario que los demás me encontraba de maravilla.

—¿No sientes la temperatura baja? —Berg me hace la pregunta, pero casi no la entiendo por su dificultad al hablar en estos momentos. Niego con la cabeza — ¿Cómo es eso posible? —me encojo de hombros.

Estaba en total desconcierto con esto. No sabía quién podría haber hecho esta locura o si el causante de lo que estaba pasando era yo mismo. Que creo que van por ahí los tiros.

—No ves que su piel no es normal Berg, y luego también tiene la otra media parte que cubre es de reptil —habla por mi Egbert —. Era lógico que él no sentiría este clima, se siente como en casa así.

—A simple vista parece una persona inofensiva —parece ser que ha pensado en voz alta o antes de pensar lo que iba a decir lo ha soltado.

—¿Escuchas lo que dices? —yo simplemente muevo la cabeza de un sitio a otro, intentando reprimir una sonrisa.

—Sí, he escuchado perfectamente, que sea diferente a las demás personas, no significa que lo tengan que tachar de malo —es bastante trabajada la respuesta que da, para estar a muchos grados bajo cero ahora mismo y casi muriéndose de hipotermia.

—Ha matado a alguien inocente Berg —le mira seriamente Egbert al que tengo a mi lado.

No sé cómo estoy aguantando escuchar tanta estupidez junta y no saltar en mi defensa. Me tendrían que dar un premio a la persona con más paciencia ahora mismo.

Conforme pasaban los minutos, la nieve cubría todo el espacio, en vez de disminuir aumentaba.

¿Podía hacer algo?

Intento moverme, haciéndome un hueco e intentar poder ver a través de la luna trasera si hay algún coche cerca. Pruebo en no pensar en el dolor de muñecas y brazos para no desconcentrarme y poder hacerlo.

—¿Qué intentas hacer Tholberg? — ¿cómo se han podido acostumbrar tan rápido a la nieve y hablar tan tranquilamente?

En vez de contestarle, gruño en respuesta.

Sigo con lo mío, intentando echarme para adelante para poder girar un poco mi cuerpo y mirar hacia atrás, lástima que la nieve no me deja mucho margen, ya que cada vez aparece más.

—Pide refuerzos y así podremos salir vivos de una maldita vez. No quiero morir así precisamente —el copiloto se queda muy sorprendido por la contestación que le ha dado Berg.

—¿Quién está aquí al mando? —Egbert lo mira de una forma muy...no sabría cómo explicarlo — ¿Tu o yo?

¿Y porque él tenga un rango mayor que el suyo le tiene que tratar así de mal? No tiene derecho alguno a hacerlo. Ya me ha hartado este ser que a simple vista por la mañana no me había caído como una patada en el culo como en estos precisos momentos.

—¡Oye tú! —digo más que enfadado, intentando que me vea a la cara, y lo hace — ¿Quién eres para hablarle así? Si estas frustrado, él no tiene la culpa. A parte de que por lo menos ha tenido una gran idea, pero dudo que puedan venir hasta aquí—antes de acabar con lo que tengo que decir, me interrumpe con una estúpida pregunta que, si hubiera esperado, ya la habría respondido.

—¿Cómo sabes tú eso?

—Solo debes mirar hacia adelante, cosa que has hecho todo el tiempo y, sin embargo, no te has fijado en lo absoluto lo que había delante de tus narices.

—¡Mas respeto Tholberg, estás hablando con un oficial de policía!

No me rio por no montar esto en una batalla de guerra. ¿Y por ser policía no se le puede decir sus verdades en su jeta?

Ya sé que en el mundo hay gente que se cree superior por tener una posición más elevada que otras. Sea cual sea, en un trabajo, económicamente...

—Más consideración, deberías tener tú—lo desafío con la mirada, no me va a intimidar. Será policía, pero no me voy a echar para atrás solo porque me lo manda un oficial de pacotilla que trata mal a su compañero. Ya que, aunque él sea de un rango más superior que el de Berg, debe tener más respeto y hablarle mejor. Al fin y al cabo, todos somos personas, aunque hay individuos por el mundo que parecen demonios, aunque tengan cuerpo humano.

—¿Cómo te atreves a hablarme de esa forma?

¡Se avecina un drama!

Yo levanto las dos cejas esperando un ataque de su parte, que no tardaría mucho en llegar de la rabia que llevaba acumulada dentro, el color de su rostro se estaba empezando a tornar de un color rojizo.

—Relájate, se te están notando hasta las venas del cuello, parece que te va a suceder algo —se lo digo con el tono más suave que tengo, para que no se altere y se salga de control más de la cuenta.

Como me veía venir que diría alguna cosa mala que me podría perjudicar, me adelante para poder hablar yo antes.

—Antes de que seguro me mandes a callar porque puede desfavorecerme a la larga. Te tengo que decir algo, me habéis dado la palabra un par de veces, y lo estaba siguiendo a rajatabla, hasta que he visto que eras injusto con tu compañero de trabajo.

Mis palabras no lo relajan en lo absoluto; es más, lo ponen más furioso todavía. Un poco más de tiempo y su cara va a explotar por todo el coche.

—Esto te lo voy a decir con toda sinceridad y muy serio. Relájate o tu cara va a explotar de tenerla en tensión por mucho tiempo. Tienes el rostro casi morado, no me quiero manchar con tu sangre —hago una mueca de asco.

Oigo una risa a mi lado y giro mi cara para mirarle bien. Sus carcajadas invaden el pequeño espacio en el que estamos sentados.

—Berg, más te vale callarte.

¡Y vamos de nuevo con lo mismo!

No sé cómo la persona que tengo al lado puede soportar al personaje que está sentado de copiloto.

—Eh tú, si estas cabreado no la pagues con los demás, que él no te ha hecho nada.

La tensión dentro del coche era palpable, yo por una parte estaba muy relajado, no estaba mosqueado. Por desgracia, no podía decir de la persona que estaba en la parte delantera. Sus miradas lo decían todo sin decir una palabra.

No sé si será por el estado en el que estoy ahora que la nieve poco a poco está disminuyendo.

—Parece que no vamos a necesitar pedir ayuda a nuestros compañeros —se le escuchó resoplar al conductor.

A Egbert se le veía con ganas de provocarme y decirme cualquier estupidez que se le viniera a la cabeza. Pese a ello, se contuvo cuando el hombre que no había dicho su nombre arrancó para emprender el camino de nuevo a la comisaria, aunque no reprimió la sonrisilla que le salió dirigida a mí.

Cabrón.

El resto de camino me mantuve callado, leyes eran leyes y como hablara me podría perjudicar. Aunque visto lo visto, seguramente ya estaría sentenciado por hablarle mal a un agente o responderle de una forma grosera. A pesar de que la culpa fuera suya. No quiero ni un solo problema más, se avecina una mala época para mí y justo llegando las navidades.

Tengo la ropa empapada por la nieve que nos cubría hace un rato ya. Obviamente no se iba a secar tan rápido si no era verano, agregándole que era ya de noche y siempre las temperaturas bajaban a las mínimas.

Las tres personas que se encuentran junto conmigo dentro del vehículo tiritan del frío y es debido a que las bermudas están más que húmedas; seguro que están chorreando de agua.

No estábamos lejos de la comisaría más cercana y es que en los minutos que faltaban me estaba poniendo de lo más nervioso, incorporándole las miles de preguntas que se me venían a la cabeza.

¿Mi hermano habrá llamado a mi padre? ¿Qué habrán hecho con el cuerpo inerte del chiquillo? ¿He sido yo el que ha hecho aparecer la nieve?

No tenía ni una sola pregunta con la respuesta exacta, habida cuenta de que no había nadie para resolverme las dudas.

¿Yo era un monstruo? Quizás sí que había matado a alguien y no me di cuenta.

En un momento muy vulnerable para mí, era la ocasión perfecta para replantearme cada pregunta que me hago.

La velocidad del coche va disminuyendo y eso solo significa una cosa: estamos llegando al lugar donde me van a interrogar. La comisaria.

¿Miedo? No.

¿Terror? Tampoco.

¿Inquietud? Puede ser que un poco.

Al no tener las riendas de lo que iba a suceder me angustiaba un poco, jamás me pasó algo parecido. Hasta ahora mi vida había estado en el anonimato y en un perfil bajo.

¿Cómo había llegado a esta situación?

No me doy cuenta que el coche se ha detenido y que Egbert está sosteniendo la puerta para que salga de una maldita vez con su cara de pocos amigos.

—Haz las cosas fáciles y sal del coche —contengo de nuevo la sonrisa que está por salir, lo pienso mejor. Lo ideal es que me comporte de la mejor manera para no tener consecuencias malas por esto también.

Me arrastro hasta la esquina del asiento para poder salir mejor del coche. Berg está al otro lado de mi puerta para poder llevarme hasta dentro del establecimiento.

Obviamente a estas horas de la noche no hay mucho movimiento de personas, pero algún que otro agente saliendo tras las puertas sí que veo.

Una vez que ya estoy fuera del coche, la persona con menos paciencia del mundo, cierra la puerta del coche fuertísimo y Berg va detrás de mí vigilándome. La persona la cual iba de conductor se había adelantado y en estos momentos entraba a comisaria.

Para no variar el insufrible Egbert estaba haciendo de las suyas, empujándome por la espalda para que anduviera más rápido. Por mi propio bien me mantenía callado y sin hacer ninguna estupidez. Ganas no me faltaban para soltarle alguna que otra perlita para que parara. Si seguía en las mismas, me tropezaría y me caería a la nieve que cubría todo el suelo. Al menos amortiguaría mi caída.

—Date prisa, que no tenemos toda la noche para que llegues a las escaleras Tholberg —es increíble cómo no sabe pensar. Si me presiona para que avance más rápido, me empuja, yo me puedo desequilibrar y caer y tardaríamos más. Lamentablemente él no comprende eso.

—Para Egbert, se va a ir al suelo y vamos a tardar más en llegar. No te desesperes, si quieres ve adelantándote.

El personaje que se encuentra a mi espalda bufa. Sin embargo, para mi propia sorpresa sin rechistar ni decir malas palabras camina adelantándonos, no sin antes chocar mi hombro con el suyo. Me desestabilizo un segundo, pero rápidamente consigo mantener la postura y no caerme de bruces al suelo.

—No se lo tengas en cuenta —me dice Berg en bajo cuando ya se ha alejado bastante Egbert —, él es así siempre.

Yo me quedo callado, no voy a contestar, se supone que en una situación así no se le habla tan cercanamente a un arrestado. Esto se acerca más a ser una broma pesada que otra cosa, porque no es normal que pasen estas situaciones tan extrañas.

—Sé que no me vas a contestar por no saltarte las normas de nuevo —vuelve a hablar —, pero ten cuidado con él, seguramente sea el que te interrogue y si tiene alguna oportunidad te va fastidiar, intentando que saltes con alguna cosa que él diga. No le des el gusto.

No entendía a que venía tanta amabilidad ahora. Lo primero que se me habría pasado por la cabeza es que Egbert le habría dicho que diga estas cosas y finja cortesía. Ahora bien, teniendo en cuenta lo que ha pasado en el transcurso hasta venir aquí, descarto completamente esa opción.

Subo con cuidado las escaleras, Berg iba pisándome los talones, espero un momento en el descansillo para que se adelante y abra la puerta para poder entrar. Hace lo propio y yo le sigo a dentro.

He estado tanto tiempo a oscuras que algo de luz me hace daño a los ojos y veo borroso. Veo mucho movimiento de personas que van de un sitio a otro sin prestar atención a lo que hacen los demás, cada uno está inmerso en sus asuntos.

Berg antes de hacer nada, va a hasta el mostrador que hay enfrente y me lleva junto con él.

—Dile al jefe que Rudolf Tholberg ha llegado —dice totalmente serio y con el entrecejo fruncido.

—Llévalo a la sala seis —la chica despega un segundo la mirada del ordenador para poder mirarle y después a mí, pero rápidamente vuelve a su tarea. Teclea los botones del teclado —, en unos minutos irá Egbert a interrogarlo.

Me ahorro el bufido, porque ya sabía quién iba a ser probablemente esa persona que haría mi interrogatorio. Berg llevaba la razón.

La persona nombrada anteriormente me agarra del brazo —no con mucha presión —, y me conduce hasta esa misteriosa sala. Por el camino tenemos que esquivar a bastantes personas que no nos facilitan el paso. Por lo que veo, esta estación de policía no es muy moderna que digamos, los escritorios son más antiguos que yo, parece que de un golpe se van a desarmar por completo.

Pasamos de largo de esa sección y entramos a un pasillo bastante estrecho con muchas de puertas, algunas metálicas y otras de madera.

Arriba de cada una de ellas hay una placa con un número, pasamos los primeros cinco números hasta dar con la puerta seis. Cuando estamos frente a ella saca una llave del bolsillo y la abre.

—Entra y espera sentado en aquella silla, pronto vendrá Egbert —hago lo que me dice, sin antes quitarme la esposas. Entro en la habitación, me siento en la silla a esperar, mientras Berg cierra la puerta con seguro.

Solo me queda esperar.

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