5
RUUD
Doy gracias a que por mi condición no tengo frío al estar sentado en la misma nieve que está congelada. Había subido casi hasta la cima de la montaña y por ahora en lo que llevaba de tiempo aquí no escuché ningún ruido que indicaba que alguien venía a buscarme.
En estas horas no hice nada más que quedarme sentado, menos en algunos ratos que me levantada y estiraba un poco mis piernas para que no me dolieran cuando volviera a caminar de nuevo.
No sé cómo son tan paletos de no darse cuenta los policías que yo no voy casi al pueblo y estoy casi seguro que están buscándome desesperados por allí y sin embargo, me encuentro aquí esperándoles hasta que lleguen a por mí.
Mi madre se estará tirando los pelos porque todavía no me hayan encontrado y eso especialmente me hace sonreír, ya era hora que algo no le saliera a la primera y como ella quisiera.
Lo que no voy a poder hacer es ir a la morgue a cerciorarme de que no había sido una serpiente la que le mordió a Noor.
Estoy casi seguro de ello, pero tendría que verlo con mis propios ojos. Ahora mis planes fracasaron y seguramente mi hermano tiene la gran mayoría de la culpa diciéndole a mi madre mi plan de entrar en ese sitio.
Estaba anocheciendo y desde esta mañana no me he llevado a la boca nada de comida, me estaban sonando las tripas, pero no bajaría hacia mi cabaña, ya que seguramente aun estarían allí o habían traído nuevas personas por si acaso aparecía por ahí y me llevaran a comisaria.
Cuando miro hacia abajo y veo mi mano derecha —que descansaba en mi muslo —, la piel de serpiente ya se puede apreciar ahí. Soy lo bastante rápido para llevar mi otra mano a la manga y poder cubrir mi mano para que no se vea. Lo mismo hago con mi cabeza, me pongo la capucha y así no se apreciará tanto la parte derecha, si no se acercan demasiado para verme, claro está.
Cerré los ojos disfrutando de la tranquilidad que mantenía. Deje salir un suspiro, ¿Cuándo será la próxima vez que pueda disfrutar de esto?
De un momento a otro unas luces cegadoras que provenían de linternas me apuntaban, más de diez policías me rodeaban, aunque se mantenían bastante alejados; como si yo tuviera la lepra o les iba a hacer algo.
—No se mueva de ahí Tholberg —me habla el oficial que seguramente es el que está al mando.
Como si fuera a ir a alguna parte, si llevo más de cinco horas aquí esperándolos.
—No sé si lo sabrá, pero llevo aquí sentado esperándoles hace más de cinco horas, así que hasta que no me lleven, yo de aquí no me moveré —mientras voy hablando nadie dice nada. No obstante, yo me fijo en cada uno de ellos, aunque ya está de noche y las luces cegadoras no me dejan verles las caras muy bien —, intenciones de salir corriendo no tengo —acabo seriamente lo que tenía que decir.
—¡Arréstenlo! —vuelve a hablar el mismo hombre que lo había hecho anteriormente. No digo ni una palabra más, eso me perjudicaría y me lo sabía a la perfección. Espero a que los agentes se movieran, pero estos no lo hacen, no se movían de sus puestos y el hombre que está al mando al ver que no tenían intenciones de moverse, vuelve a hablar —. Si no quieren quedarse dos noches en los calabozos, espero que se acerquen de inmediato al señor Tholberg y arrestarlo.
Siguen sin dar un paso hacia mi posición.
—¡Sois unos ineptos! —les reprocha enfadado —Es inofensivo el chico.
En mi interior me estoy mofando de la persona que supuestamente está al mando de todo este circo que acaban de armar para detenerme. Está más que claro que me temen y mira que no soy de las personas que recurren a la violencia o soy agresivo. Si bien, mi queridísima madre les ha dado varios datos sobre mí que estoy segurísimo de que son totalmente falsos; la mayoría de esos, exceptuando mi condición.
—Hazlo usted mismo si le tiene temor — ¿se está haciendo el valiente delante de su superior? Este sujeto acabará muy mal, lo estoy viendo venir.
Yo simplemente estaba sentado como un espectador más para ver lo que ocurriría. ¿Habría sangre? No tuve que esperar mucho para poder presenciarlo.
Hubo un disparo limpio que penetro en el cráneo —del chico que había hablado—a través de la frente. Tuve que apartar la mirada, no quería presenciar eso, y aunque no tuve opción alguna, ver como muere una persona a manos de otras a sangre fría, no es muy agradable de ver.
Tengo dudas, ¿todavía hay policías corruptos o ellos no son la ley? No sé qué opción escoger. Lo que tengo claro es que ninguna de estas personas es la que estaba afuera de mi cabaña acompañado por mi madre.
Una persona aún desconocida sale entre las sombras de los árboles y hasta que no está frente a mí no me fijo en ella.
—Hola hijo —esa voz tan repugnante me dirige la palabra con una sonrisa plasmada en su rostro. En estos instantes tengo ganas de vomitarle en sus zapatos. Me mantengo callado y sé que, en estos segundos, ella se está desesperando —. ¿No me piensas dirigir la palabra? —sigo sin decir algún comentario, y como sabía qué haría, estalla frente a todos— ¡Maldito fenómeno del demonio, habla!
Internamente me estoy descojonando de la risa, siempre recurre a las malas palabras cuando algo no sale como ella lo ha planeado.
—¿Dónde está el policía que estaba junto a ti afuera de mi cabaña esta mañana? ¿Muerto? ¿Lo has dejado vivir? Pensándolo bien, lo tuyo no es dejar a nadie vivito y coleando cuando te reprochan algo que haces mal, si mal lo recuerdo.
Mi madre gruñe mientras me lanza malas miradas, ¿piensa que me intimida? Puede que de pequeño lo hiciera, era vulnerable, pero ahora no lo soy he crecido.
—Si crees que me estas atemorizando con tus caras, permíteme decirte que lo que me trasmiten es risa.
—¡Insolente! —ignorando sus palabras sigo diciéndole.
—¿Y papá? ¿Dónde lo tienes oculto? ¿Qué le hiciste? —probablemente no me cuente ni media palabra, pero por probar no cuesta nada.
—¿De qué demonios me estás hablando? ¡Mientes! —suelto una carcajada. Su nerviosismo es lo que le está delatando, nunca la había visto tan inestable ante mí.
—¿En qué miento precisamente?
—¡En todo! —está perdiendo los nervios y no los logra normalizar.
—Sabes a la perfección que yo no estoy mintiendo Annelien, ¿por qué están estos tipos si no son parte de la policía? ¿De dónde los has sacado? ¿De la cárcel? Porque pintas de presos tienen —todos me lanzan miradas no muy amables y tengo que agregar algo más —, con respeto lo digo —me dirijo directamente a ellos.
—¡Cállate! — ¿desde cuándo le hago caso?
—No me voy a callar, te estoy diciendo tus verdades, las que tú no quieres admitir, y tengo otra cosa para decirte...—dejo en el aire la frase.
—¿Y cuál es?
—¿Qué le has hecho a mi hermano? —el turno de sacar una sonrisa es de ella. ¡Mierda, sí que le hizo algo! Se ha ganado el premio al peor ser humano que ha pisado la tierra.
—¡Es tu hijo enferma! ¿Qué se te pasa por la cabeza a hacer semejante locura? ¡Necesitas ayuda! —ella se mantiene firme, no se desmorona como ha sucedido antes.
—¿Qué es lo primero que se me viene a la cabeza? —pega un chillido en mi dirección —Hacer todo lo posible para hundirte. Tu mayor apoyo de siempre que es tu hermano, ahora lo tengo de mi lado. Tu padre está desaparecido, ¿tu mejor amigo donde se encuentra? —mueve su cabeza haciendo que mira a todos los lados para ver si esta Ewout por alguna parte.
Repugnante lo que hace esta mujer, si se le puede llamar así a un ser tan despreciable como ella.
—Solo por hacerle daño a uno de tus dos hijos, porque llevo tu sangre —le recuerdo. Me levanto del suelo y ahora estoy más a la par con ella —, le manipulas a Mannes que es el menos culpable aquí. ¿Acaso las cosas no puedes hacer las cosas sola sin que tengas respaldo de por medio? —señalo a toda esta gente que todavía se encuentra aquí y con sus armas apuntándome.
—Tú no eres mi hijo, eres un fenómeno —si no fuera un momento serio, me reiría en su cara de las boberías que está soltando por su boca.
—¿Te escuchas cada vez que dices disparates? Porque es lo único que estás haciendo estos minutos que llevas parloteando. Aunque te duela, soy tu hijo y tú eres mi madre biológica —veo que pone muecas raras cuando lo digo —. Tranquila que no eres a la única que le desagrada esa idea.
—Vaya drama familiar que tienen montado —suelta una de las personas que no tengo ni idea de quién es, pero mi madre sí, y se dirige directamente a él.
—Lievin —advierte mi madre —, te vuelvo a escuchar otra vez mientras hablo con mi hijo y no vuelves a ver la luz del sol.
No entiendo porque siempre recurre a la violencia, a meterles miedo y la desconfianza en sus cuerpos. ¿Qué gana con eso? ¿Poder? Posiblemente, lástima que tarde o temprano le llegara la hora de pagar por todo lo que hace mal y a su antojo.
¡Nadie le para los pies hasta ahora!
—¿Tanto poder tienes para hablarle así a alguien? ¿Vas a matar a todas las personas que digan algo que no te guste? —ella asiente —Me das mucha pena, Annelien. No ganas ningún centavo por hacerlo. ¡Eres mala por elección propia, repugnante!
Rodeo el cuerpo de mi madre y me pongo espalda contra espalda. Estando ahora frente a alguno de los adolescentes que hay aquí, porque más de dieciocho no tienen, de eso me he dado cuenta por mí mismo. Yo estoy casi seguro de que su cerebro está lleno de serrín. ¿Cómo puede extorsionar a estos chavales? Porque ellos a hacer esto no han venido por ellos mismos, está clarísimo. Les ha tenido que reclutar con alguna amenaza o qué se yo.
—¿Con que os ha usurpado? —me cruzo de brazos esperando una respuesta coherente que venga de alguno de ellos, no llega.
Él que se supone que estaba al mando de todos, primero agacha su cabeza y la mantiene ahí.
—¿Cuántos años tienes chico? —le pregunto directamente, este aun no levanta su cabeza, hasta que las dos personas que están a su lado le codean —Te estoy hablando a ti, ¿cuántos años tienes? —vuelvo a repetir.
—Dieciséis —abro los ojos sorprendido. Mi madre está peor de lo que yo pensaba.
¿En qué piensa?
—Pues enhorabuena, acabas de convertirte en asesino —le aplaudo con desgana mientras señalo al chico que le había pegado el tiro.
Mis ojos vuelven al chico que ha vuelto a poner su mirada en la blanca nieve. Me doy cuenta que está temblando.
—N-n-no que-que-quería ha-ha-hacerlo —tartamudea. Aquí si se ve que es un niño, y que no pensaba en las consecuencias.
—No querías hacerlo, pero el cadáver está ahí —lo señalo mientras mi cabeza gira hasta la posición en donde el cuerpo yace y la sangre que ha salido de su cabeza tiñe la nieve de rojo.
Ahora en vez de dirigirme a los niños, me centro en mi madre, en la persona que tiene la gran parte de la culpa. Porque ellos seguro que por voluntad propia no han venido.
¿Cómo he podido confundir a los oficiales con unos niños? No lo entiendo.
—¿Te satisface que acumulen odio o rabia? —le hablo directamente a Annelien, mientras de nuevo me posiciono delante de ella para poder observar su cara de triunfo.
—Demasiado —dice lentamente.
—¿Tan cínica eres de decir qué un niño ha matado por órdenes tuyas seguramente y estas tan pancha? No lo llego a asimilar.
—Yo no he matado a nadie —se encoge de hombres.
Al parecer estoy hablando con una niña insolente en vez de una mujer hecha y derecha.
—Pero has dado la orden, por el amor de Dios —me desespero —. Sé que a tu cerebro no le llega bien la información. A parte de que tampoco piensa mucho, pero haz un esfuerzo al menos. Recapacita por una vez en tu vida.
Ella haciendo caso omiso a mis palabras se da la vuelta para encaminarse e irse ladera abajo sin dirigirle ni una palabra a nadie.
¿Va a dejar a estos niños aquí y el cuerpo del chico aquí? Por supuesto quie sí, le importa todo una mierda.
—Annelien —chillo su nombre para que se detenga y pueda hacerle la última pregunta. Todos los chicos están mirando de mí a mi madre y viceversa para ver qué sucede —. Annelien detente.
Ella lo hace de inmediato y gira lentamente para verme de frente, yo me quito la capucha y oigo a algunos contener un grito por verme en este estado. Para mí ya es normal, pero para la gente que no está acostumbrada a verme puede ser que sea algo impactante de observar.
Avanzo hasta alcanzarla, me pongo enfrente de ella dejando una distancia entre nosotros bastante notable.
—¿Vas a dejar a esos chavales solos y que se apañen entre ellos con el cadáver? ¡Ayúdalos! —mis ojos van a parar donde están los chicos y me miran con los ojos abiertos.
¿Qué se pensaban? ¿Qué era un dominio en carne y hueso como mi madre biológica? Parece ser que se han equivocado de persona.
—Yo no tengo nada que ver —gruñe.
De nuevo con lo mismo no, por favor.
—No voy a volver a tener otra conversación igual contigo. Te quedas y haz lo que creas necesario. Yo me voy a mi cabaña a descansar —me mira atentadamente —. Tranquila que, si veo a tu hijo lo mando para que vaya a dormir contigo, no lo quiero ver ni en pintura a ese traidor.
Con todo dicho me dispongo a bajar ladera abajo —como iba hacer mi madre hace unos minutos—, hasta llegar a mi casa, tengo hambre y sueño. Llevo desde la mañana, justo antes del mediodía sin probar bocado y estamos casi llegando a la media noche.
—¿Y tú si puedes irte? —me grita.
—Yo no he montado todo este tinglado para que vengas a decirme que me quede y resuelva las cosas Annelien —hago los mismo que ella, girando la cabeza para que me oiga, pero sin detenerme del todo.
Ella se queja, pero no respondo; sigo mi camino hasta mi casa. Estoy demasiado cansado para soportar otra cosa más. Y también tendré que lidiar seguramente con mi hermano mayor ahora.
Cuando estoy muy cerca de la cabaña y puedo apreciarla, veo luz que viene de dentro. Mi hermano está en el interior como suponía.
Es muy simple lo que debo hacer. Sacarlo a patadas, cenar algo y dormir plácidamente en mi cama.
Meto mi mano derecha en el bolsillo de mi pantalón para sacar las llaves y poder abrir la puerta principal para poder adentrarme en mi hogar.
Mientras más me acerco a la cabaña, me voy fijando que hay movimiento dentro de ella. No sé cuántas personas estarán, pero esto no pinta nada bien. Mi nerviosismo vuelve a estar a flote.
—Cálmate —me digo a mí mismo en un susurro.
Pongo la llave en la cerradura y le doy vueltas hasta que la abro y empujo la puerta. Inmediatamente las personas que se encuentran en el interior, se dan cuenta de mi llegada y se ponen alerta. Dos de ellas se sorprenden por mi aspecto. Sin embargo, una de ellas no, y esa efectivamente es Mannes; el traidor de mi hermano que está influenciado por mi madre. Mis manos son agiles y van hasta el gorro de mi chaqueta y me lo pongo, aunque ni con eso hace que las caras de impresión cambien de alguna forma.
—¿A qué se debe vuestra visita, oficiales? Permitirme hacer una pregunta —ellos asienten algo aturdidos todavía y lo comprendo a la perfección —. ¿Vosotros si sois los verdaderos oficiales de policía? —los dos me miran algo extrañados por mi preguntan y vuelven a asentir a mis palabras. Además de eso sacan sus placas para que yo me cerciore que son los verdaderos.
Me quedo plantado en la entrada a la espera de que hablen o digan a lo que han venido a decirme. Sus caras me suenan de algo, pero no caigo aún donde los habré podido ver.
—Tengo sueño y hambre, si tenéis que decirme algo, decírmelo en este momento. Por el contrario, os invito a dejarme descansar, hoy ha sido un día agotador para mí.
Despiertan de sus shocks y me miran serios, pero con rastros en sus caras de temor hacia mí.
Yo no doy miedo, todavía no logro entender porque se espantan. No soy un monstruo.
—Quedas detenido por la muerte de Noor Seegers. Todo lo que diga o haga será usado en su contra.
Él oficial conforme me lo estaba diciendo, sacaba las esposas del cinturón.
Diría que no tengo miedo, pero es que estaría mintiéndome a mí mismo y no es lo que quiero. Estoy cagado. ¿Mi madre siempre se tiene que salir con la suya?
Mientras que yo estaba inmerso en mis propios pensamientos me estaban colocando las esposas. Vaya incomodidad es llevar estas cosas en las muñecas.
Ni cenar, ni dormir en mi hogar por un largo tiempo y cuando vuelva a venir no seré la misma persona que se está yendo en estos precisos momentos a comisaria.
Giro mi cabeza mientras me llevan a fuera. Mi hermano no tiene una cara de triunfo, si no de lastima.
A estas alturas no comprendo nada.
—Contáctate con papá —hablo sin emitir palabra alguna, simplemente gesticulo con mis labios lo que quiero decir. Este asiente a lo que he dicho —. Prométemelo.
—Te lo prometo —hace lo mismo que yo. Hace un gesto con las dos manos y me lleva a un recuerdo que tengo con él de pequeño.
Estábamos en nuestra casa familiar en el cuarto de mi hermano Mannes, cuando nos prometimos no fallar el uno al otro jamás, por ninguna circunstancia.
Esa tarde en la comida nuestra madre nos había querido enfrentar por infinita vez y Mannes no le había dejado. Ella es su madre, pero yo soy su hermano también.
Y efectivamente esa noche habíamos inventado una seña con las manos en señal de promesa.
Mannes hoy me había traicionado con mamá, espero que este lucido de lo que le haya hecho mi madre y contacte con nuestro padre, me urge hablar con él.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro