3
RUUD
Antes de que me vea alguien iluminando mi cuerpo, me pongo la capucha de mi abrigo y escondo mis manos en los bolsillos de mis pantalones. Espero que esto se pase cuanto antes, no quiero llamar mucho la atención. Intento no ponerme más de los nervios y así quizás se vaya antes.
Voy cada vez más despacio, intentando por todos los medios tardar más. Mi hermano se da cuenta y me coge del brazo para arrastrarme con él.
—Como tardemos más, el cabreo de nuestra querida madre irá en aumento y lo sabes a la perfección. Es mejor no hacerla cabrear.
¿Y él no comprende que si me ve así va a querer montar un gran escándalo?
—Lleguemos tarde o no, lo va a estar. Parece que no conoces a Annelien —bufo cansado.
Mi hermano frena en seco cuando se pone delante de mí, mira tras la capucha para ver si se ha quitado el color brillante.
—Te podría mentir obviamente, pero todavía lo tienes —calla un segundo penando lo que iba a decir a continuación y lo hace —. Tengo una pregunta para hacerte. Antes de ponerte en este estado, ¿qué ha pasado, que has sentido?
—Enfado —digo entre dientes.
—¿Qué sucede? Estoy sospechando que me estoy perdiendo de algo.
—Por ahora déjalo así —es lo mejor que puede hacer.
—Vale, pero tú relájate. Estamos llegando a la cafetería y da gracias que no hay casi personas deambulando por las calles a estas horas de la mañana.
Es difícil relajarme cuando sé que en unos pocos minutos estaré sentado en una mesa que tendré que compartir con mi madre. Pese a ello, hago un esfuerzo por hacerlo. Pienso en que no la veré mucho tiempo mientras que yo no baje a Lake Louise. Entonces, mi cuerpo reacciona y me hace cosquillas. ¡Es demasiado extraño todo!
—Mannes —lo llamo —, mira ahora si se me ha quitado —llevo mis dos manos al capuchón y lo echó para atrás quitándomelo. Mi hermano hace lo que le pido, me mira y asiente.
—No sé cómo lo has hecho, pero tienes el color de siempre.
«Tranquilizarme, eso es lo que he hecho hermanito.»
Me encojo de hombros en respuesta.
—¿Entramos a la cafetería? —la señalo con mi dedo índice.
Aparentemente habíamos llegado a , y mis nervios vuelven a florecer. Las pocas personas que pasan por nuestro lado, se apartan discretamente de nuestro lado dejándonos paso.
—Que fama tienes en este pueblo querido hermano —dice con burla —. ¡Huyen de ti! —se sigue mofando de mí, para luego carcajearse. ¡Para que querer enemigos, si lo tengo a él!
—Vaya hermano que tengo, se burla de mi —dramatizo.
—Entremos antes de que veamos a Annelien salir y agarrarnos de los pelos mientras nos arrastra al interior de la cafetería —le deberían dar el premio al más realista del planeta.
Abro la puerta del establecimiento y primero dejo que pase mi hermano, para después adentrarme yo en el lugar también, siguiéndole los pasos.
—Ahí está mamá —me indica señalando hacía unas mesas al fondo de la cafetería —, y no se encuentra sola. Al parecer está acompañada por tu amigo el pelirrojo.
Sospechaba que iba a venir Ewout, ya que él es el que estaba en contacto con ella, pero no esperaba que apareciera tan pronto. Va a protagonizar un escándalo en primera fila, lo que le espera.
Siento como mis pies van disminuyendo la velocidad de sus pasos. Por el contrario, los de mi hermano no paran hasta llegar a la mesa, se gira para verme y su cara es de completa confusión, hasta que me ve unos metros más atrás.
Veo que una pequeña sonrisa se le asoma y yo niego con la cabeza. Este me dice con señales que vaya. Resignado, empiezo a mover mis pies hasta que llego a su lado, el recorrido ha sido corto y al menos las personas están a sus cosas, en vez de estar cotilleando.
—Hola madre, ya estamos aquí —dice en un tono bastante neutral Mannes. Nunca le había escuchado hablarle a nuestra madre de ese modo.
Me fijo en nuestra madre y en vez de tener los ojos puestos en su primogénito, que es el que le ha hablado, los tiene puestos en mí. Su mirada es gélida, podría helar a cualquiera con ella. Lastimosamente para ella, conmigo no sirve.
Para que se descoloque un poco le doy una media sonrisa y me dispongo a hablar, antes de que se ponga a decir palabras con veneno dirigidas hacia mi persona.
—Hola mamá, cuanto tiempo sin verte. Diría que es una alegría ver tu rostro de felicidad, pero es que no veo rastro de ella —Mannes me da un codazo en el costado, yo le miro de reojo, se está controlando las ganas de reírse. Finalmente, no la puede retener y se ríe fuertemente.
—Has entrado con valor. No sé cómo saldrás de aquí, ¿llorando o con la cabeza en alto? Creo que la primera opción —hace que piensa mientras responde por ella misma la pregunta.
¡Víbora! No tiene otra palabra.
Pongo mis manos sobre la mesa y me acerco más a ella, ignorando que esta Ewout justo a su lado.
—Basta de burlas y escenitas delante de la gente. Sabemos a la perfección que te encanta llamar la atención. No obstante, esta vez no te voy a dejar. ¿Querías verme? Aquí me tienes —me señalo a mí mismo —. Aun así, te advierto una cosa. Una palabra mal hiriente y me marcho de aquí...
—¿Me estas amenazando Ruud?
—Es una advertencia. Atente a las consecuencias si haces lo que te he dicho —con una mala mirada suya y una de incredulidad de mi hermano, los dos nos sentamos en las dos sillas restantes que quedaban vacías.
—No has tardado mucho en bajar —me dice Ewout. Noto incomodidad en su voz.
—Gracias a Mannes que ha venido, si no hubiera ralentizado las cosas todavía más —veo como el recién nombrado se regodea de mi mejor amigo a su antojo y ahora es mi turno de pegarle un codazo, aparte de negar con la cabeza. ¡Críos!
Hay un silencio incómodo, doy gracias a que un camarero viene a nuestra mesa y anota los pedidos.
No es hasta que Mannes se dirige a mi madre que empezamos de nuevo a hablar.
—Mamá, explícale porque hemos venido —hace una pausa —, y a los dos porque papá no ha venido contigo —por un momento se me olvidó que mi padre no había viajado hasta Lake Louise.
—Cierto, ¿por qué no ha venido? —alzo una ceja esperando a que dé una respuesta —Quiero escucharlo.
A ver que se inventa ahora para salir de esta.
—¿Quieres dejar de ser tan sarcástico? —sisea mi madre. Me aguanto la risa.
—Es mi naturaleza, perdóneme usted.
—Deja de provocarla —mi hermano se ha acercado más a mí y me susurrado eso al oído. Mi sonrisa se ensancha más.
—Qué pena, me estaba divirtiendo.
Este niega con la cabeza, no acabando de creer lo que estoy diciendo. La verdad que yo tampoco, porque no tengo ni la menor idea de donde he sacado tanta valentía en hablarle así a Annelien.
Mi hermano me mira con reproche.
—Ya paro —dirijo mí mirada a mi madre y me dispongo a hablarle —. Explícanos que ha sucedido —me pongo serio.
Me da una severa mirada Annelien. Aun y todo se dispone a contarnos
—Resulta que vuestro padre no ha podido venir porque se encontraba mal hoy por la mañana y hemos decidido que se quede en casa descansando —esa es la mentira más grande que ha podido decir. No sé cómo una persona puede decir tanto cuento en unas oraciones. Nunca lo he entendido ni lo entenderé. ¿Qué gana con mentir? Las mentiras tienen patas cortas, se coge antes a un mentiroso que, a un cojo, según el refrán.
—¿Y tú para que has venido hasta aquí? ¿No me digas que te has preocupado por mí? —me hago el sorprendido.
—Ruud, basta —me advierte mi hermano de nuevo.
—Si tu pides que me controle, tú también deberías hacerlo —ahí tiene razón. Por una vez en su vida se la voy a dar. Asiento con la cabeza.
Aunque no me va a vender la moto comportándose de buena manera. Sé que se está aguantando todo lo posible para no decirme nada que me hiera, porque seguro que cuando está sola en la habitación del hotel donde se iba a quedar se va a cagar en mi unas mil veces sin parar.
—¿Me vas a decir de una vez que haces aquí o vas a sermonearme? Porque si es así me largo de aquí —advierto seriamente.
Cuando iba a contestarme, justo llega el camarero con nuestro pedido, nos deja a cada uno en frente de nosotros lo que cada uno ha pedido, le damos las gracias y se marcha para volver a su lugar; detrás de la barra.
—Adelante madre —le invito a hablar.
—Estaba preocupada por ti hijo —no me rio para no llamar la atención. ¿Quién se creería esto?
—¿En serio? Yo estoy en perfectas condiciones —me miro a mí mismo —, no necesito a una madre revoloteando a mi alrededor para saber qué hago, pero gracias por venir, te lo agradezco —hago el amago de levantarme, lástima que antes de poder poner rumbo a algún sitio, mi hermano me haya hecho volver a mi asiento.
—¿Quieres dejar de ser tan orgulloso? Quiero ayudarte.
—¿Y cómo piensas ayudarme? Ilumíname con tu inteligencia.
—Te vendrás conmigo a nuestra casa en Vancouver —abro bien los ojos y respiro hondo para no soltar alguna frase de las mías.
—No me pienso mover de aquí —tengo la extraña sensación de que, si por algún casual me voy con ella, no me llevaría precisamente a casa.
—¿Te quedaras aquí? —asiento —Es peligroso que te quedes aquí.
—¿Te digo una cosa mamá? —susurro, inclinando un poco mi cuerpo hacia ella —No tengo miedo, porque sé que yo no he hecho nada, soy inocente —hago una pausa, necesito beber agua, tengo la boca seca —, y los que tengan remordimientos después, serán los causantes que me han metido a ese lugar —y al decir la palabra lugar me estaba refiriendo a la cárcel.
Annelien ni se inmuta por lo que acabo de decir, tampoco pestañea.
—Y respondiendo a tu pregunta. Sí, me voy a quedar, yo no soy ningún cobarde que se esconde. Y si solo has venido a llevarme, ya puedes volver a irte porque no pienso dejar Lake Louise. Cojo el vaso que tengo frente a mí, me lo llevo a la boca para beberlo mientras me levanto de la silla en donde me encuentro. Cuando acabo lo dejo en la mesa y me dispongo a salir del establecimiento.
Mi hermano me está llamando, pero no le hago caso a sus llamados. Sabe a dónde me dirijo perfectamente así que puede venir cuando quiera, aparte de que se va a quedar ahí.
Salgo finalmente del lugar de mal humor, enseguida me pongo el gorro en cuanto siento un par de miradas puestas en mí.
¡Odio esto! Uno no puede vivir en paz, porque le observan a cada paso que dan.
En vez de poner rumbo a mi pequeño refugio que es mi cabaña, mis pies andan sin rumbo hasta llegar cerca del lago donde encontraron a Noor.
¡Mierda! ¿Qué hago aquí? ¡Soy un completo imbécil!
La zona está acordonada por los oficiales de policías, no se puede acercar demasiado al punto exacto donde encontraron el cuerpo. Antes de que me vea alguno de ellos y me eche a patadas del lugar me escondo entre unos arbustos para poder ver el lago.
Me siento en una de las rocas que hay entre los matorrales y de ahí mi mirada se queda fija en el agua.
Unos ruidos me hacen apartar la mirada de allí. Me han encontrado rápido, no pensaba que iba a pasar tan pronto.
—¿Qué haces aquí? Pensaba que te habías marchado a tu cabaña, menos mal que te he seguido hasta aquí —es un cotilla.
—Te podrías haber quedado con tu madre y Ewout en vez de seguirme, se cuidarme solo.
—¿Qué haces aquí? —vuelve a preguntar, ignorando mis anteriores palabras.
—Mis pies me han guiado hasta este lugar —me encojo de hombros volviendo la vista al paisaje.
—Te podrían ver en algún momento, hay muchos policías, ¿quieres que te encierren? —vuelvo hacer la misma acción que antes para responder después a su pregunta.
—Tarde o temprano lo harán. Tranquilo Mannes, lo tengo bastante asumido ya.
—¿Para eso tienes que venir aquí y exponerte a que te vean?
—Relájate hombre, no saben de mi condición. No tienen por qué sospechar de nada, a menos que me vean con la mitad de mi anatomía de reptil y la otra como si fuera nieve, que esa parte me la ven todos los días.
—Allá tú con lo que haces —finaliza esta conversación mi hermano —. Antes de que me vean fisgoneando por aquí, me voy —avisa.
Yo todavía sin verle asiento.
—Vale, te veo en un rato allí —me despido de él con eso, y finalmente giro mi cabeza para poder verle marcharse.
Ahora poso la mirada en uno de los oficiales que me da la espalda y habla con otro de sus compañeros del tema del momento.
—No tiene buena pinta el caso, va a ser bastante difícil saber si ha sido asesinada por una mordedura de serpiente o algo más inteligente teniendo en cuanta, que esa especie de serpiente no es común que se encuentre por estos lares.
—¿En qué estás pensando Egbert?
—Que esto antes de hacerlo, lo han tenido que planear para que sea perfecto, en la medida de que siempre hay alguna pista para poder ir rascando de ahí y poder seguir con la investigación.
—¿Quieres decir que han sido más de una persona?
—Estoy casi seguro que solo una persona no ha hecho todo esto, estoy seguro —Egbert o como se llame el oficial lo tiene demasiado claro y me quedo bastante sorprendido.
Resoplo y me preparo para irme de aquí. No quiero que me vean ellos dos merodeando por aquí y que piensen que estaba atento a su conversación; que la verdad que la de Noor me interesaba bastante. Quiero saber qué ha pasado con ella y el porqué de su tan repentina muerte.
Me escabullo entre los matorrales, esta vez para salir y cojo el mismo camino que hice hace un rato. Paso por delante de la cafetería donde hemos estado antes, pero no me detengo a mirar a ver si todavía se encuentra mi amada madre dentro o si Ewout está con ella también.
Quedan pocas semanas para que sean las navidades y todas las personas que me he encontrado andando venían con varias bolsas hablando sobre las fiestas que se aproximan.
Y es en ese momento cuando se me enciende la bombilla. ¿Qué sucederá en navidades? ¿Estarán aquí todavía mi madre y Mannes?
Mientras subía por la montaña hasta mi casa, que eran pocos metros, alguna fuerza que desconozco me para por completo y gracias a eso, me puedo esconder a tiempo. A la lejanía veo a alguien entrar a la cabaña forzando la cerradura y ese no es mi hermano ya que tiene sus propias llaves, que por cierto no ha utilizado cuando ha venido.
¿Quién será? Nadie sube hasta este punto de la montaña, aunque está cerca del pueblo. Antes de que pueda entrar grito para que me escuche y pare.
—¡Oye tú! —bramo fuertemente para que se me escuche, pero pasa algo muy extraño, parece no escucharme y ni se inmuta.
¿Qué ocurre? No comprendo nada, ¿por qué no puedo avanzar y porque no se me escucha?
Intento avanzar de nuevo, pero de nuevo choco con esa pared invisible. Bufo, no puedo impedir que entre a mi casa. Haga o coja alguna cosa que quisiera y que haya venido a por eso. ¡Es una mierda! Que impotencia que estés a pocos metros y no puedas hacer nada.
Para esperar más cómodamente, hago que mi espalda se apoye en el tronco del árbol, mi pierna derecha se flexione y la suela de mis zapatillas se mantenga también en él.
Si tengo que esperar, que sea cómodamente.
Doy gracias a que no sé por cuantos minutos voy a estar aquí de pie plantado como un chorizo. Aunque hay algo bueno de eso; que no paso nada de frío. Era un beneficio tener el cuerpo como nieve. Las rachas de fresco que vienen no calan mis huesos en lo absoluto.
Lo malo que le veo a esta situación es que el móvil lo tengo en la cabaña, está muerto y no tengo con que contactarme con mi hermano.
De repente, oigo unos gritos y sé que son de Mannes echando a patadas a quien sea que haya entrado a mi casa. Ahora sí que intento andar hacia allí y sí que puedo. ¡Aleluya! También era evidente que podía escuchar, si no, no hubiera escuchando un mísero chillido.
La cara de la persona no se podía ver de ninguna manera, tenía un pasamontaña puesto para que no le reconozcan.
El sujeto se marcha corriendo y pasa por mi lado y en una fracción de segundos me mira. El color de sus ojos se me queda grabados en mi mente y creo reconocer esos ojos, pero en estos instantes no caigo en donde los he visto. No obstante, seguramente que cuando me cruce con la persona a la cual le pertenecen voy a saber de inmediato quien es. Debe de ser perteneciente del pueblo, no me cabe duda alguna.
Corro hasta mi hermano que todavía está con los ojos como dos platos grandes. Pienso que no entiende lo que acaba de ocurrir.
—¿Sabes lo que quería? —me habla bastante histérico.
—Cálmate Mannes, respira —le recuerdo —. Yo estaba intentando pasar e ir a ver qué quería, pero ha sucedido algo extraño —me callo de repente y mi hermano habla desesperadamente.
—¿El qué? ¿Qué ha pasado?
—Había como una pared invisible que me hacía retroceder y que no pudiera escucharse los gritos ni las palabras hacia este lado —explico.
—¿Pared invisible? ¿Estamos en una película de ficción y no me he dado cuenta? —mira hacia todos lados y sonrío divertido.
—No seas bobo, no mires hacia la nada, porque no hay ninguna cámara que está grabando esto. Estamos en la vida real, nada es ficticio aquí.
—¿Estás seguro? —este chico haciendo el payaso es el número uno. Madre mía que shows.
—¡Si! —asiento reiteradas veces con la cabeza de arriba abajo — ¿Entramos? —me refiero a la cabaña y este lo afirma.
—Has tardado bastante en venir —no lo creo, pero en estos momentos no voy a discutir por ese tema con él.
—He escuchado cosas interesantes en el lago, ¿quieres escucharlas?
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