29
RUUD
Después de lo que Antje había soltado tan repentinamente. Los cuatro nos mantuvimos en un inmenso silencio. Sin embargo, Antje, la chica que trabajaba para Gerben, no hacia otra cosa que parlotear, preguntando que si íbamos hacer algo.
Yo por una parte tenía unas tremendas ganas de coger mi móvil y hacer una llamada a mi queridísima madre. No tenía ya suficiente con hacernos la vida imposible a su marido ni a su hijo; con eso no le bastaba, quería desatar por completo la guerra y llevarse por delante a cualquiera a su alrededor. No, no tiene el mínimo remordimiento de que sea algún familiar.
Esta tan podrida por dentro que no se lo llega a creer del todo. Es tan miserable en esta vida, que tiene que joder la felicidad de los demás para poder sentirse un poco mejor; aunque todos sabemos que no es del todo cierto. Annelien parece que nació directamente sin corazón alguno o perfectamente pudo haber nacido con uno tan oscuro como su persona.
En realidad, le doy mil vueltas a ese asunto y no me cabe en la cabeza. Y más, cuando he conocido a sus padres; mis abuelos y son un amor de persona.
Debo destacar también que yo son una persona que ve con buenos ojos a la gente, y eso tampoco está muy bien, te pueden dar la patada en tu propia cara a la mínima de cambio. Eso mismo me pasó con Mannes, mi hermano y Ewout, mi supuesto mejor amigo. Que ahora para mí era un simple desconocido entre el mar de personas que somos en este mundo.
—¿Te encuentras bien Ruud? —de a poco iba volviendo en sí. He estado tan inmerso en mis propios pensamientos que no me he dado cuenta ni de que me habían tumbado en el sofá de la gran sala —No te ves muy lúcido que digamos.
—No, yo en realidad después de estos episodios tan raros que me suceden preferiría mil veces relajarme y dormir...Lastimosamente la víbora de mi madre —me fijo en los dos hermanos que reprimen una sonrisa, vuelvo a centrarme enseguida en Gerben —tiene siempre otros planes distintos a los que yo quiero tomar.
—¿Qué es lo que pretendes hacer? No me gusta el tono con el que has usado esas palabras, Ruud. No te metas en más líos, por favor te lo pido.
—¿Qué no me meta en problemas? Escúchate a ti mismo Gerben. Desde que decidiste ayudarnos a mi padre y a mí, te has metido en uno bien gordo. No hace falta hacer nada, ya estoy dentro —me encojo de hombros desinteresado.
—¿Qué vas hacer? —me mira con una cara de cansancio y como si hubiera perdido una batalla.
—Llamar a Annelien —sentencio.
Un gran silencio se instala en la gran sala. Nadie quiere decir nada, ninguno piensa o tiene el valor de decirme lo equivocado que estoy por hacer esta llamada. Ninguno de los tres abre la boca para manifestarme que eso es lo que quiere mi madre, que caiga en el anzuelo, que me ponga de mal humor, como siempre que me ha llamado o yo lo he hecho.
—¿Alguien me puede traer el móvil? Tengo la impresión que no lo llevo encima —corto el muy incómodo silencio que se había formado desde hacía ya varios minutos.
Suelto una carcajada, que se hace eco en el salón, ninguna de las personas presentes emite un ruido, están como momias.
Era impresionante, ahora que éramos más personas conviviendo en esta gran mansión, y no ha cambiado mucho, se sentía la misma soledad y el mismo vacío. Es como si la casa no tuviera vida. No se escuchaba nada de ruidos, increíble.
—Diederik, sube a la habitación y trae el maldito teléfono del demonio.
—¿Y porque tengo que ir yo? —se gira, poniéndose de frente a su hermano y señalándolo —¿Y él no puedo ir? Según veo también tiene brazos y piernas al igual que yo.
Si estuvieras con las fuerzas requeridas, me levantaría del sofá solo para darle un par de collejas bien dadas a ver si espabilaba de una vez.
Si le han dicho que vaya él, será por algo.
—Diederik deja de hacer escenas como si fueras un niño de tres años y baja lo que te ha pedido tu tío.
Antes de decir cualquier cosa más, Antje entra al salón y cogiéndole desprevenido a Diederik le coge de la oreja derecha y se lo lleva a rastras por las escaleras, y a ella se le escucha decir:
—¡Me tienes harta con tus estupideces Diederik! ¿Qué te costaba subir? Siempre estas replicando por todo.
Lo que le responde Diederik no se escucha ya.
Menudo carácter tiene la chica. Se podría enfrentar a Annelien, tiene los ovarios bien plantados.
—Que genio —digo no muy alto, Niek y Gerben me escuchan igualmente.
—No la hagas cabrear, no te ira bien. No tiene buen temperamento —puedo llegar a pensar que lo que dijo no fue buena idea, no fue el momento más indicado para decirlo, puesto que escuchamos ruidos en la escalera, y creo saber quién las bajaba.
—Aquí te traigo al engendro de tu sobrino —Antje todavía llevaba sujeto de la oreja a Diederik. Eso le dolería por más de dos días y en nada la tendría casi morada.
—Suéltale la oreja, al final vamos a tener que ir al hospital para que se la amputen —exagero la cosa para que le entre el miedo.
—¿Amputar? ¿Hospital? —la voz de Diederik era muy débil y asustadiza. Se removió en el sitio e intento deshacerse de la mano de Antje.
Ella con cara aburrida saltó su oreja y paso por detrás de Gerben y fue a sentarse a uno de los sillones individuales que estaban un poco más alejados.
Diederik salió corriendo hacia alguno de los baños que tenía la casa y volvió de igual manera. Traía un semblante serio y miraba fijamente a Antje; a nadie más. ¡Se va a liar una buena!
—¡Tú, maldita loca! —dice señalándola con rencor— Casi me arrancas de cuajo mi preciada oreja —este se lleva la mano a su extremidad y se la soba —. ¡Maldita psicópata! —la acusa.
—¿Todavía no le has entregado su móvil? —dice refiriéndose a mí, pero le seguía mirando a él. Me había olvidado por completo del aparatito. No podíamos parar de mirar esta mini discusión que, al parecer, tenía un complejo de un partido de tenis.
—Con lo que me has hecho, se me ha olvidado dárselo. ¡Pesadilla! —la última palabra dicha por su parte es para Antje que le devuelve la mirada con una sonrisa envenenada.
—Cuanto amor se desprende por este salón —no debería haberse expresado con sarcasmo. Por parte de su hermano mayor, Niek recibe una colleja.
—Dejaos de dramas y por favor calmaos —se dirige el mayor de todos hacia sus sobrinos y Antje —. ¿Vas a llamar a tu madre? —ahora se la atención recae en mí. Yo asiento con simpleza — ¿Te dejamos solo? —levanto la mirada de la cabeza.
—No, no hace falta, os podéis quedar aquí —casi todas las veces que he hablado con Annelien, Mannes o Ewout, estuve solo. Excepto la última vez. Y me encontraba más cómodo, si se quedaban.
Empiezo a marcar el número de mi madre, cuando termino me pongo el móvil en la oreja y subo la mirada y la clavo en la pared que tengo en frente.
—Tardabas en hacer esta llamada —su voz se escucha como siempre. Como si tuviera un gran poderío que le recorriera por las venas —. ¿A qué se debe este placer de hablar con Rudolf Tholberg?
—¡Una maldita víbora estas hecha! ¿No te basta con arruinarnos la vida a papá y a mí? ¡Es tu madre! Métetelo en esa cabeza hueca sin cerebro que tienes —una carcajada escalofriante sale desde la otra línea.
La carne se me pone de gallina, escalofríos —que pocas veces tengo —, me inundan el cuerpo entero.
—El nombre de víbora te queda corto Annelien —digo con rabia.
—Dime algo que no sepa hijo —prepotencia máxima para esta mujer —. ¿Qué tal va la recuperación de tu brazo? —aprieto con fuerza mis dientes.
Cada vez que hablo con ella, no puedo estar relajado, siempre me tiene que poner de esta manera. Se tendría que ir a otro país y dejarnos de una buena vez en paz.
—¿Qué es lo que contenía la bala? —en vez de contestarme, se ríe.
Yo me consideraba antes una persona con paciencia. Dicha palabra fue perdiendo fuerza conforme fue avanzando este problema con la banda de mi madre. Ahora pensada de más, me hacía miles de preguntas que no venían atadas con las respectivas respuestas. Era algo agobiante.
—Dímelo —exijo.
—Sabes que no me vas a sacar nada de información —gruño —. ¿Cómo está mi esposo? —esta mujer tiene más cara de espalda. No puedo creer lo que mis oídos escuchan. No doy crédito a esto.
—¿Siempre va a ser así contigo? Solo quieres que vaya a donde ti y me enfrente, ¿eso cambiaría algo? —grito —Solo eres una cobarde Annelien, y sabes que en el fondo tengo toda la razón. Solo eres poderosa por teléfono y porque sabes cosas que yo desconozco. Si las cosas se invierten ahí no dirías lo mismo.
La línea se mantiene en silencio, hasta que escucho un pitido que me indica que ha finalizado la llamada. Entonces sonrío. He ganado esta vez.
—¿Qué ha ocurrido? —inmediatamente el cotilla interno que dormita en el cuerpo de Gerben sale a relucirse en este instante.
—Lo mismo de cada llamada —estoy algo cansado de que esto siga igual. Lo peor era que no podíamos ir a la policía. A estas alturas, los policías de Lake Louise deberían saber que me encuentro fuera de la ciudad y eso equivale a que soy un fugitivo. Aunque sepamos que no te tengo nada que ver con el asunto de Noor, no hay pruebas suficientes para llevar ante un juez a mi madre y a sus compinches.
Todo lo tienen meticulosamente pensado, todos los que estamos en este momento en esta mansión podemos reconocer abiertamente — unos más que otros—, que han tenido que pasar años maquinando en sus cabezas el plan perfecto. Cada paso dado, no es una estrategia ya lo tenían pensado desde antes.
Eso es lo que me sorprende, no hacen casi fallos — menos el que yo todavía sigo vivito y coleando, al igual que mi padre —, habría que infiltrar a alguien dentro de sus filas para poder tener en manos algún papel que nos pueda servir. Atacarlos y tomarlos por sorpresa sería un gran paso.
—Hay que ponernos las pilas. ¡Hay que hacer algo! —interrumpe la voz de Antje mis pensamientos.
—Primero cálmate pantera —hace una pausa Diederik y continua —, parece que estas al acecho de una de tus victimas —traga saliva, pone cara dramática y prosigue —. ¡Escalofriante! —su hermano, su tío y yo, no tardamos en soltar risas por las idioteces que suelta por su boca.
—Si no quieres que te arranque la cabeza de cuajo, retira tus absurdas palabras —no conozco nada a esta chica, pero en lo poco que he coincidido con ella se nota que tiene un carácter con el que me he topado poco a excepción de mi madre, claro está. ¡Esta chica tiene ovarios!
—Si lo vas a matar, que no sea ante mis ojos, ¿qué le digo después a sus padres? No quiero cargar con las culpas, ya sois mayorcitos —con eso dicho en un tono amistoso, Gerben se levanta de su cómodo asiento y recorre el salón hasta perderse entre los muros que no dejan ver el pasillo por el cual se acaba de marchar.
—Ven aquí —le reta —, si te atreves claro —este chico está cavando su propia tumba. Se nota que Antje es de carácter fuerte y no se va a doblegar ante él.
—Si no paras, el que te va a dar unas cuantas collejas voy a ser yo —provocándola no va a conseguir mucho, solo quedar mal en frente de ella cuando lo deje malparado.
Y, por si fuera poco, le da una sonrisa mostrándole sus dientes, ¿este quiere morir hoy o que le den una paliza? Al parecer no sabe en qué berenjenal se ha metido.
—No...
—No se te ocurra acabar esa frase Diederik —le advierte Antje desde su posición, no se ha movido desde que llegó junto al que está siendo regañado por ella.
Intento no reírme, porque lo que estamos viendo ahora es una escena muy graciosa. Diederik parece un niño pequeño con cara de perrito —como si hubiera hecho algo malo —, que es efectivamente lo que ha hecho, por idiota, cabe destacar. Aunque por lo visto él cree que no lo ha hecho.
—¡Deja de hacer el gilipollas! —se desespera Antje. Razón no le falta — ¿Por qué sea una mujer no tengo porque soportar tus teatritos de niño de cinco años? ¡Eres mayor de edad querido! Si quieres que te cuiden, te puedo dar el número de una buena amiga mía que trabaja en una guardería, podría cuidarte ella.
Niek y yo, como si estuviéramos de nuevo viendo el partido de tenis, giramos rápidamente la cabeza hacía su hermano y nos sorprende ver una cara de horror dibujada en el rostro de Diederik.
A lo que atinamos hacer su hermano y yo es a reír desmesuradamente.
—Mejor me retiro, voy a descansar a mi habitación, aunque antes iré a ver a mi abuela —les comunico.
Me levanto de mi asiento dispuesto a salir de la estancia, cuando paso por un lado de Diederik, su mano derecha agarra mi brazo con fuerza. Mi cabeza que estaba mirando al frente, gira para poder mirarlo a los ojos.
—¿Qué quieres? —pregunto en un tono aburrido.
—No me dejes solo con esa psicópata —dice con cara de horror fingida.
—Deja de decir cosas que no son porque Antje va a tener motivos para ponerte en tu lugar —¿no sabe cuándo parar? Debería cambiar esa mala manía suya —. ¡Suéltame! —le miro directamente a los ojos sin tan siquiera parpadear ni una sola vez.
Él hace oídos sordos a mi pedido dicho hace un par de segundos, ¿a que juega? No entiendo su plan. Por el contrario, no le dará el gusto de cabrearme. Debe dar gracias que hay personas con magnitudes más grandes para hacerme enfadar a tal grado que haga que una luz destellante haga iluminar todo, y esa persona, definitivamente no es Diederik.
—Si quieres enfadar a alguien, la próxima vez elige mejor a tus oponentes para enfrentarte a ellos y salir vencedor. No como ahora —hago un gesto con mi brazo, para que deje mi brazo libre y poder irme al piso de arriba —. Nos vemos más tarde chicos. ¡Descansad!
Para mover un poco las piernas —ahora que por lo visto puedo andar a la perfección de nuevo —me dirijo a las escaleras principales para poder subirlas.
—¡Ruud espera! —una voz me detiene a la mitad de la escalera, me giro con ayuda de la barandilla. A la persona que me encuentro a los pies de la escalera es a Niek.
—¿Pasa algo? —su mirada refleja duda —¿Es algo importante? —este niega con la cabeza —¿Puede esperar? —una interrogación se ve reflejada en su rostro y rápidamente me apresuro a decir —Lo que me venias a decir digo.
Niek no es tímido, sino todo lo contrario, en estos momentos no lo está demostrando. Está mostrando una faceta que todavía no la había sacado desde su llegada aquí, que, si mal no recuerdo, no llevan ni dos días.
No se mueve ni un centímetro, sus músculos se tensan hasta llegar a un punto que me deja descolocado, y sé que está en tensión cuando sus puños son cerrados con fuerza.
¡Esta situación se está volviendo extraña!
Parpadea una sola vez, y eso basta para que cuando sus ojos se encuentran con los míos, me dé cuenta al instante que hay algo extraño en él. Sus ojos son completamente blancos, el color natural de sus ojos ha desaparecido completamente en un abrir de ojos.
Niek o el ser que ha poseído su cuerpo lo mueve a su antojo, como si los huesos no existieran. De repente se queda recto, su cuello se mueve ciento ochenta grados, parece que es descendiente de la niña del exorcista, al poder hacer eso con su pescuezo.
—¡Todo el mundo que pueda venir, que lo haga ya! —grito a todo pulmón —¡No hay tiempo, tenéis que ver esto!
Los primeros en llegar a donde nos encontramos son; su hermano y Antje. Al estar de espaldas, no pueden verlo.
—¿Qué quieres que veamos? —pregunto un tanto confundido Diederik —He visto a mi hermano desde que nació, lo tengo muy visto.
Él no estaba mirando a su hermano, me estaba mirando a mí. Sin embargo, cuando volvió a hacer esos movimientos que parecía de una persona sin cordura casi se le cae la mandíbula al suelo y mucho más cuando su cabeza, vuelve a girar y lo ve de frente completamente.
—T-ti-tie-tie-ne l-los o-ojos blan-cos —lo ha dicho entrecortadamente, no obstante, ha pronunciado alguna palabra coherentemente.
—Lo sé, para eso os he llamado. Ha sido de un momento a otro. Necesitamos que venga vuestro tío a verlo.
—De-be es-tar arri-ba en su la-bo-labo-ratorio —va recuperándose del shock de ver a su hermano pequeño de esa forma.
¿Cómo no me he dado cuenta antes? Se pasa la mayoría del tiempo allí metido y hasta ahora no se me ha ocurrido pensar donde estaba sino había llegado ya aquí donde estamos los cuatro.
—Hay que subir entonces hasta el laboratorio —yo no quiero tocar a Niek en ese estado tan poco normal de una persona —. ¿Quién quiere llevarlo hasta allí? Yo voy primero —digo antes de dejar a los dos restantes decir alguna sílaba.
—Yo no —no es por nada, pero es demasiado curioso y muy extraño que una persona normal de la nada te venga a hacer estas cosas. Jamás en la vida he visto a nadie que mueva su cuerpo de una manera demasiado irreal, agregándole también lo de los ojos blancos —, es tu hermano Diederik —le habla de una forma delicada, no como antes, que parecía que le iba a saltar encima de él —. Debes hacerlo tú.
Le empuja poco a poco para que llegue hasta Niek y pueda cogerlo de alguna manera. Por lo que he calculado,
—Debes esperar medio minuto —le digo concentrado en mi reloj para que no se pase el tiempo —cuando de la señal, vas a cogerlo y vas a llevarlo lo antes posible al piso de arriba, lo vas a dejar en el suelo, y ahí estará otra vez en el modo que está en este momento. Cuando pasen los minutos, vuelves a cogerlo. El ascensor que lleva al laboratorio es inutilizable para nosotros, tendremos que ir por las escaleras.
—¿Cómo sabes todo eso?
—Lo he observado y calculado los minutos. Ahora no hay tiempo de equivocaciones. Voy a empezar la cuenta atrás —digo.
Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno...
—Ahora —doy la señal.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro