28
RUUD
—No tiene buena cara —siento mi cuerpo muy cansado, los ojos me pesan y no quiero abrirlos para ver caras.
—Nunca la ha tenido —suelta otra persona, ahora no estoy para reconocer las voces, pero estoy casi seguro de que es Gerben la persona que ha hablado.
—¿Siempre ha tenido la cara tan pálida? —porque no tengo casi fuerzas en el cuerpo, sino le metía un par de hostias para que se callara un poco. Parece que no se cansaba con tanta pregunta.
—Sí.
—¿Nunca se pone moreno?
Me remuevo en el sitio y las voces cesan. No doy miedo para que ahora paren de hablar. Reprimo una sonrisa, y poco a poco, sin todavía abrir los ojos me incorporo. Sin prisa voy abriendo los ojos, por las legañas que tengo en los ojos se me hace difícil hacerlo.
—¿Alguien me puede ayudar a llegar al baño? Me tengo que llevar la cara, no puedo abrir los ojos.
¿Cuánto habré dormido? Solo recuerdo haberme quedado dormido viendo algo poco habitual en mi piel. Amarillo.
Siento como alguien me destapa y me coge del brazo para poder llevarme a la orilla de la cama.
—No te muevas, te pondré las zapatillas para que podamos ir al baño, aunque pensándolo bien, a ti te da igual —sí la verdad es que me da igual tocar el suelo, sino recuerdo mal desprende calor—, pues entonces baja y ya te voy guiando yo hasta el baño —vuelve a hablar Gerben.
—Quiero saber algo.
—Tardabas en decirlo —suelto una risita. Intento abrir un poco los ojos y llevo mis manos a la cara, una mano me las baja antes de que llegaran a rozar siquiera la piel.
—Gerben —me quejo —, no veo una mierda —digo frustrado de no poder abrir mis ojos.
—A mí no me eches la bronca, yo no estoy a tu lado —estoy odiando no poder abrir los ojos.
—Pues diles a tus sobrinos que se aparten sino quieren recibir una hostia cada uno —escucho risas y unos susurros.
—Vaya lengua tienes hijo.
¡Mierda, la he cagado! No son ni Diederik ni Niek. Es nada más n nada menos que mi abuela Hannie.
—Lo siento abuela —me sentía cohibido ahora mismo con la presencia de mi abuela aquí.
—Calladito estas más guapo, así que no abras tu boca Ruud —ahora sí que distingo la voz de Niek.
—¡Niek! —le rechista mi abuela. Sonrío —Y tú no sonrías tanto —es cuestión de segundos para que mi sonrisa desaparezca y se instale en mi rostro una mueca.
Sin agregar nada más me coge del codo y me lleva casi a rastras hasta llegar al lavabo de mi cuarto de baño. Escucho como abre el grifo.
—Acerca la cara Ruud —si fuera una persona normal y supiera que el agua que sale del grifo está más que congelada, no me acercaría ni en mil años. Sin embargo, yo no me puedo catalogar como una persona normal. Creo que nunca lo podría hacer.
Obedezco a mi abuela haciendo lo que me pide, siento el contacto del agua en mi cara. Ahora sí, llevo mis dos manos a la cara, sin temor a que mi abuela me las baje y me voy quitando las legañas por mí mismo.
Cuando termino abro los ojos, busco con la mirada una toalla para secar mi cara y es ahí donde me encuentro con el cuerpo de mi abuela; ella tiene sujeta una toalla en sus manos.
—Gracias abuela —le agradezco cuando se la cojo de entre sus manos.
Ahora sí que me encuentro en buen estado, salgo del baño detrás de Hannie y me conduce a donde se encuentran todos; alrededor de mi cama.
Absolutamente guardan todos silencio una vez que me han visto aparecer. ¡Odio cuando hacen eso! Siempre acabas pensando lo peor. Por ejemplo, que hablan barbaridades de ti.
—¿Qué sucede? No, mejor dicho, ¿qué sucedió después de que me desmayará? —no quiero ponerme a la defensiva, solamente es saber ciertas cosas.
Me acuerdo de que salí de la casa, y había personas en puntos estratégicos apuntándome, y cuando fui a subir las escaleras para volver a entrar a casa y mantenerme a salvo una bala impactó contra mi cuerpo, para ser exactos; en mi brazo.
Me levanto la manga —que al ser corta, no tardo en hacerlo —y no veo marcas de ningún tipo ahí. ¿Mis sangres han cicatrizado y curado esa herida?
—Creo que tú mismo te estas respondiendo tus propias preguntas hijo —me habla Hannie viéndome a los ojos.
En realidad, llevaba toda la razón, no necesitaba las afirmaciones de las personas que están en la estancia para saber con exactitud lo que ocurrió, las imágenes vienen por sí solas a mi cabeza como si se reprodujera una película.
De la nada un dolor punzante en la cabeza hace que me agache y me quede en cuclillas, aprieto fuertemente mis dientes para no chillar del dolor. ¿Por qué siempre pasa estas cosas tan extrañas? ¿Será que son en momentos estratégicos? Cuando salí a la nieve semi desnudo, anteriormente sucedió lo del árbol con la energía extraña y hoy esto, y debe ser por lo que ocurrió ayer.
¡Esto es tan complicado de entender! Parecen ecuaciones de matemáticas que no se pueden resolver. ¡Me estreso!
Todo se halla unido, aunque primero se debe encontrar el inicio de todo, si no, será como estar viviendo en un laberinto que no sabes por donde tienes que ir para encontrar el camino correcto que te lleve a la salida o al principio.
—Estoy bien —me cuesta decir cuando veo a los hermanos acercarse —, no os acerquéis, no es bueno que lo hagáis. Tomad distancia.
En un visto y no visto mis piernas fallan, caigo de rodillas al suelo. Por inercia mis dos palmas se ponen en el suelo para que mi cuerpo no tenga el impulso de irse hacia delante. El brazo herido por la bala me falla, haciendo entonces que me dé de bruces contra el suelo.
Mis manos están a los lados de mi cabeza, que esta misma, se encuentra semi escondida debajo de mi cama.
—¡Se ha despertado! ¡Se ha despertado! —con una alegría desbordante Marten llega a mi habitación, dándonos buenas noticias —¿Qué hace Ruud en el suelo? ¿Por qué nadie le está ayudando? ¡Vaya panda de desconsiderados!
Noto la presencia de mi abuelo cerca de mi cuerpo, espero que no se le ocurra levantarme.
—Marten, no intentes nada —escucho la voz de Hannie bastante alejada.
—Necesito que hagas algo por mi Gerben —intento vocalizar como es debido, creo que esta vez me ha debilitado por completo, lo malo es que no me pueden mover hasta que se me pase, y puedo durar un tiempo largo. Por lo menos no he tenido que salir a la nieve porque mi cuerpo ardía por el calor que desprendía mi anatomía. Sí, algo contradictorio, teniendo en cuenta que mi cuerpo es más de agua que de fuego.
—Gerben—llama mi abuela al mejor amigo de mi padre —creo qué ha dicho tu nombre. De nuevo oigo los pasos de alguien acercarse a la posición donde me encuentro.
—¿Me llamabas? —estar en estas condiciones no es muy agradable. En verdad es horrible. Mis oídos los sonidos como si estuvieran lejísimos. Y ni hablar de mi voz, se me ha ido casi por completo. Lo que sale de mis labios son susurros demasiado bajos que casi no se perciben, aunque debo decir que mi abuela tiene un oído tan fino y espectacular que ha podido hacerlo.
—Sí.
—¿Ha dicho algo? —oigo preguntar a Gerben.
—Ha afirmado —Hannie es mi salvadora.
—Hannie, ¿podría acercarse un poco más a su nieto? De ese modo sería todo más sencillo y acabaríamos antes.
Todo se queda en silencio, no escucho murmullos por ninguna parte. No se han podido ir, algún ruido hubiera escuchado.
Siento a alguien inclinarse hacia delante, donde descansa mi cuerpo en el suelo, y por los murmureos que he escuchado hace nada, estoy prácticamente seguro que es mi abuela.
—Cariño —dice dulcemente Hannie —, di lo que quieras decirle a Gerben. Yo seré la mensajera.
—Dile que me lleve afuera, necesito estar en contacto con la nieve —lo digo seguro, mi voz no titubea, sin embargo, es baja.
Mientras espero una respuesta o alguna acción por parte del mejor amigo de mi padre. Mis piernas empiezan a moverse de una manera frenética, es como si estuviera teniendo un ataque epiléptico, pero claro en mis condiciones no es lo mismo, es incluso peor que los que sufren de epilepsia.
—Lo tengo que bajar y llevármelo afuera —escucho la potente voz de Gerben. Parece que m oído ha vuelto a la normalidad —. ¡No hay discusiones que valgan!
—Los matones de Lodewijk siguen ahí fuera a la espera de que alguien salga para volver a atacar, ¿no lo entiendes? —la voz potente y decidida de una chica surca mis oídos.
No estoy en situación de saber quién es esa intrusa, más tarde lo averiguare. De no haber ninguna mujer en esta casa, de repente aparecen dos, y abuela y la intrusa, que supongo que es Antje. Habrá vuelto desde donde estaba ubicada.
—Chica —empiezo yo —, no sé quién eres, y en estos momentos no estoy para presentarme en mis condiciones, pero en verdad necesito bajar donde haya nieve. ¡Es necesario hacerlo! Sinceramente no estamos pidiendo opinión alguna. No quiero sonar borde ni malo. Sin embargo, es la realidad de la situación —creo que mi voz ha vuelto a su tono original. Aun así, mi cuerpo cada vez se debilita más, y como tardemos más en irnos, menos fuerzas tendré —. Mueve el culo de una vez Gerben, no hay tiempo.
—Como usted mande amo —tengo ganas de reírme por las ocurrencias de esta persona, pero me ahorro las carcajadas. Sin embargo, los que también se encontraban en la habitación, sueltan carcajadas contagiosas.
Siento como si nos estuviéramos moviendo a cámara lenta, como si no adelantáramos mucho, es algo estresante para mí no encontrarme de la mejor manera.
—¿Nos movemos? —llevo con los ojos cerrados un par de minutos, pero no percibo movimientos y eso me está poniendo de mala uva.
—Señorito mandón, estamos bajando las escaleras. Según me han dicho, tú antes no eras tan gruñón, ¿qué te ha sucedido?
—Ya me gustaría estar como estaba antes. En un lugar apartado de la civilización, donde nadie dictamine a las personas por como son, un sitio donde poder desconectarse de absolutamente todo, que puedas hacer lo primero que se te venga a la mente, poder estar al aire libre sin limitaciones... —parece que estoy soñando despierto, queriendo volver a esos pequeños momentos de felicidad en los que vivía plácidamente sin estar estresado. Eso era vida, no la que llevo ahora —Desde que mi madre apareció en Lake Louise, mi rutina diaria cambió completamente. Con decirte que soy un desastre y que mi cabeza no permite tener pensamientos positivos te puedes hacer una idea. Estar mañana y noche pensando en que te puede ocurrir cualquier cosa improvista no es muy agradable que digamos.
Me estaba desahogando, estaba echando todo lo que me guardaba por dentro, yo no tenía un confidente con el que hablar de estos temas en particular, y tampoco amigos, el único amigo con el que contaba ha sido un verdadero traidor que siempre ha sido un interesado. Todavía me carcome por dentro esa espinita. Soy tan estúpido que confío a ciegas en una persona, sin pararme a pensar siquiera. Debo ser un poco más sensato.
—Mi cuerpo seguramente ya no funcione de tantas cosas que me han pasado, y no exagero, aunque el árbol aquel de Lake Louise tiene algo. No sé si me repuso las energías o no, pero me encontraba mejor. Y con lo que paso hace unas horas, mis defensas han vuelto a menguar. Esas balas llevaban algo que deteriora mis sistemas. ¿Kort no había cogido el casquete de la bala? —no estaba seguro a la perfección si había sido él o Frans.
—Efectivamente fue Kort el que lo hizo. Lo tengo en el laboratorio. Cuando te encuentres mejor y permanezcas en buenas condiciones, iré arriba a analizarla.
—No te olvides de ir a ver como esta mi padre —le recuerdo.
—Tienes razón, pero tú vendrás conmigo. El sol está de nuevo en todo su esplendor, tienes vía libre para poder ver a tu padre ahora que ha despertado. Además, se alegrará de verte mucho, te lo aseguro.
Un suspiro brota sin permiso de mis labios. La sensación de culpabilidad se instala en mis entrañas, no quería desprenderse, sino que se agravaba cada vez más en mi interior. No quiero perjudicar más a mi padre de lo que ya está, y si por afuera se ve inexorable. Habría que imaginarse en el interior de su cuerpo, con todas las cosas que le habrán inducido por una vía. Cuanto más lo pienso, más arcadas me producen.
La brisa del viento choca con mi cuerpo, es en el momento preciso en el que reparo en donde me encuentro.
—Hemos llegado —susurra —. No te inquietes por nada Ruud. A plena luz del día no van a atrever a atacar. Hay muchos testigos en este momento. Las personas pasean, van y vienen en coche, cotillas que se asoman a través de sus ventanales, aunque no vean casi ni un ápice ya que los muros de sus casas les impide ver algo más allá de sus terrenos.
Intento relajar mi cuerpo lo máximo posible. Gerben posa mi cuerpo con suma delicadeza en la nieve, lo demás lo hace por si sola la nevisca.
Esta vez mi cuerpo no arde por dentro como si el fuego me consumiera y quisiera salir. Es totalmente distinto ahora. Estando boca arriba la columna vertebral se curva, haciendo que el cuerpo se leve hacia arriba, formando así un arco. Mi espalda cruje — mi camiseta se rompe en pedazos— y duele, cada vez se curva más y mi piel empieza a agrietarse de manera que pequeños cachitos de hielo, van cayendo a la nieve, y desaparecen sin dejar rastro.
Mis dientes contienen los chillidos que estoy intentando contener desde mi garganta. El dolor es demasiado desagradable. Si llego a saber que iba a ser tan doloroso esta vez, no le hubiera pedido a Gerben que me sacara. Por otra parte, soy conocedor de lo que podría suceder si no lo haría. Estaría peor que mi padre; es más, puede decir que incluso estaría bajo tierra antes de que la próxima madrugada llegara.
Lo mío no es un juego; y no digo que lo que le suceda a mi padre lo sea. Solamente que mi condición se sabe a la perfección cual es.
—¿Ruud? ¿Te encuentras bien? —estaba tan inmerso en el dolor que me estaba produciendo, que casi no oigo las palabras que me dice Gerben, más bien eran dos preguntas. Su voz era tan solo un hilo, casi no se le escuchaba, encima temblaba. Si él se encontraba de esa manera, tendría que ponerse en mi piel.
—E-e-es-estoy bi-bien —mi voz sale entrecortadamente y a gritos. Ahora sí que el vecindario entero estará con sus caras pegadas al ventanal para ver que está pasando y saber quién es la persona que grita desgarradoramente, pareciendo que la están matando.
—¡No mientas, joder! —tiene que estar al borde del colapso lo sé. Tengo el suficiente conocimiento para saber que sufre viéndome tan indefenso.
—Es-es-estoy de-del as-asco, ¿n-no me v-ves? —otro grito sale entre mis labios. Al final van a salir todos de a casa para ver qué sucede, y es lo último que quiero que hagan.
—¿Qué le estás haciendo a mi nieto Gerben? Acabo de conocerlo, ¿y ya me lo quieres enviar a la tumba? ¡Por encima de mi cadáver! —sí que tiene carácter Hannie. Lástima que este en las peores condiciones que puede estar una persona humana, sino le aplaudiría. ¡Se lo merece! Hay que ver como defiende a los suyos.
—Mantenga la calma Hannie. No le he hecho nada a Ruud —seguramente este cohibido por la presencia de mi abuela —. No he sido yo, ha sido su propio cuerpo el que lo hace. Por las dos veces que he presenciado esto, es como si expulsara todo lo malo de su complexión y todo volviera a su sitio.
—¿Cómo va a volver al estado de antes si su piel se está cayendo a cachitos? ¿Acaso no lo ves? —mi abuela estaba en modo sobreprotector, aparte de a la defensiva, y no nos olvidemos de que no entiende lo que está ocurriendo aquí.
La verdad que a mí eso también me está empezando a preocupar, por lo que he podido ver —que es poco, ya que no puedo mover el cuello—sangre no hay. Aunque solo basta con decirlo para que suceda.
Mis piernas caen a la nieve como si fuera peso muerto, no las siento, tampoco las puedo mover. ¿Qué podía hacer? Mientras que yo estaba aquí, mi abuela y Gerben estaban enfrascados en una calurosa disputa, que no acabara nunca.
Y si mis piernas han caído, la espalda también toca el suelo. Doy gracias a que donde caen es nieve y no el pavimento, que me haría más daño.
—¿Me podéis hacer el favor de parar? —no estaba completamente seguro de que mi voz saliera bien.
—¿Ruud? ¿Cariño? ¿Te encuentras bien? —nunca he tenido a nadie encima queriendo saber cómo es estaba. Nunca se habían preocupado por mí, a excepción de padre.
—No siento las piernas —le digo señalándolas. Los dos se ponen alerta. No saben lo que hacer.
—¿Qué debemos de hacer? —he dado justo en el clavo.
—¿Puedes levantarme nuevamente, Gerben? Esta vez será más sencillo, mis brazos no están bajo la nieve.
—Claro —no he podido verlos a la cara. El dolor que tengo ahora mismo en la espalda y a la carne viva que tengo en esa zona. Ni el frío de la nevasca puede calmar el escozor que siento en esa zona.
Al igual que lo hizo días atrás Gerben me coge por los hombros, pasando sus brazos por debajo de mis axilas para poder impulsarme.
—Hannie, por favor ve subiendo las escaleras y abre la puerta. También diles a mis sobrinos que bajen de inmediato aquí para poderme ayudar con Ruud, por favor.
Intento girar un poco mi cuello para poder ver algo. Lo único que puedo apreciar es la espalda de mi abuela subiendo los escalones deprisa.
—¡Abuela! —se detiene a la vez que se gira para observarme —No corras, puedes caerte, y no queremos más heridos. A la lejanía veo como asiente y sigue su camino.
—Tengo muchas preguntas en mente, pero solo quiero saber una Gerben.
—¿Cuál es? —trago saliva antes de contestar.
—¿Mi cuerpo se va a cu-cu-curar? —me cuesta hasta pronunciar por el nerviosismo que tengo implantado.
No te voy a mentir Ruud. Sabes muy bien que esto ha sido completamente distinto a lo del otro día y esta vez se te ha caído la piel. Por lo que he observado, aun la tienes en carne viva —mi cabeza empieza a maquinar. ¡Eso es malo! —. No pienses cosas malas antes de tiempo muchacho. Asimismo, no hay que descartar que tu piel se regenera sola.
—También sabes que mi cuerpo está empeorando, y no se recompone tan fácilmente.
No me contesta, se mantiene callado, porque justamente sus sobrinos llegan a nosotros para poder ayudarme a subir hasta la casa y llevarme a una cama donde poder curarme.
—¡Malas noticias chicos! —sale una chica mientras se ponen de acuerdos los tres para ver cómo me suben.
—¿Qué ha pasado Antje? —pregunta Gerben.
—Annelien ha llamado a Hannie. En cuanto ha colgado se ha puesto a llorar.
¡Maldita sea víbora! Nunca te cansas de fastidiar. ¡Cómo te odio mamá!
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