26
RUUD
El resto de la mañana me la pasé tirado como una marmota en uno de los dos enormes sofás que hay en el salón. No estaba de humor, no quería hablar con nadie, solamente tenía la televisión puesta para que hiciera ruido, ya que no le presté la más mínima de las atenciones.
En estos precisos momentos, son las cinco de la tarde y parece que me encuentro solo en la gigantesca casa, pero no. Mi padre se encuentra descansando en su habitación, mientras que Gerben —se metió hace unas horas, justo después de comer — en su laboratorio y no ha salido de entonces de ahí.
No sé qué hacer para que este aburrimiento pase de largo y se instale en otra persona y una de las opciones que mejor me vendría, no la puedo hacer.
Salir a dar un paseo, aunque sea a los alrededores es una de las opciones que queda descartada. Lo tengo completamente prohibido. Soy consciente de que es todo por mi bien. No obstante, no estoy acostumbrado a no poder moverme y salir a donde yo quiera con total libertad. En Lake Louise podía salir de mi cabaña, respirar aire puro. Añadiéndole que no sentirme que estoy encerrado entre los muros de la casa.
—¿En qué piensas, Ruud? —que susto me acabo de pegar al escuchar la voz de Gerben desde atrás. Ha sido demasiado sigiloso al venir —Que cara de susto me traes —se ríe en cuanto giro mi cuello para poder mirarlo.
—¿Cómo puede ser tan sigiloso? No te he escuchado llegar. Es más, pensaba que aun seguirías en el laboratorio —cuando termino de hablar una media sonrisa sale de sus labios.
—Tengo buenas noticias para ti. Antes que digas algo, debo decirte algo primero —cuando las personas dicen cosas así, es que hay algo detrás, y puede que no sea bueno —. He hablado con unas personas cercanas a mí, que también están dentro de todo esto, ya me entiendes —yo asiento y prosigue —. Necesito que te vistas, porque vamos a salir ahora mismo.
Mi cabeza empieza a hacerse preguntas inmediatamente, ¿A dónde vamos? ¿Qué vamos a hacer? ¿Mi padre se va a quedar solo?
La última pregunta que se formuló en mi cabeza hizo un clic en mi mente para recordar que no podemos dejar solo a mi padre. Las personas que estén vigilándonos sabrán que nos hemos ido y entraran para llevarse a Ludger.
—No podemos hacer eso —digo totalmente serio —no dejare a Ludger aquí solo. ¡Me niego!
—¿Me puedes escuchar? Si no me vas a dejar que termine lo que tengo que decir, dirás algo negativo como lo has hecho hasta ahora —me indica, para luego llevar su dedo índice a sus labios de forma que me hace callar.
—Lo siento, lo siento —tengo esa manía de interrumpir a las personas cuando hablan, pero sin hacerlo adrede.
—¿Puedo seguir hablando? —asiento con la cabeza, mordiéndome en labio para no hablar, y me sale una media sonrisa —Para que te quedes tranquilo y para que no te vayas de aquí con la preocupación encima, te diré que vienen cuatro personas a cuidar de ella y por ende a tu padre también —mira su reloj que se encuentra en su muñeca izquierda —. Deben estar al caer.
El agobio que llevo encima, las horas de sueño acumuladas, las llamadas inesperadas y no deseadas por parte de mi madre, hermano y mí supuesto mejor amigo, hacen estragos en mí.
Por otro lado, tengo una sensación de nerviosismo interiorizado, aunque estoy bastante seguro de que se me nota a leguas.
Las cosas no van a acabar bien y eso estoy casi seguro. Por lo pronto sé que todavía sigo cuerdo, aunque no descartó que pasará dentro de unas semanas. Todo pasa a gran velocidad y no nos damos cuenta.
El tiempo corre y las personas que están en el otro bando dan pasos agigantados— mientras que nosotros, que estamos en el bando contrario —nos movemos a pasos de tortugas y somos inestables. Ellos son fuertes, decididos y sin escrúpulos. Solo hay que ver a mi madre, que no le tiembla el pulso para hacernos algo directamente a mi padre o a mí. No le hace falta irse por las ramas o decirle a alguien que lo haga por ella; bueno, a veces sí.
—Llegan tarde —escucho el tono de voz de Gerben, y sé que está un poco molesto, por no decir mucho —. ¿Por qué se retrasan? Mira que les dije que no...—el telefonillo resuena por toda la gigantesca casa — ¡Por fin! —por el rabillo de mi ojo, lo veo alejarse dirección a la cocina que es donde se encontraba dicho aparato colgado justo en la pared izquierda conforme entrabas al lugar.
Resoplo, me acomodo en el sofá y me tumbo. Cierro mis ojos para intentar relajarme y no escuchar la voz de Gerben. Al parecer se le ha acabado la paciencia y está que arde, le van a salir llamas por los poros de su piel blanca.
Los pasos de Gerben son fuertes, y al no haber ruido, resuenan aún más de lo que deberían.
Siento la presencia de Gerben cerca de mí, no me gusta que se me acerquen tanto. Necesito mi espacio personal.
Automáticamente abro los ojos y lo veo un poco inclinado hacia mí observándome fijamente.
—¿Necesitas algo? —no se para que le pregunto si la respuesta es un sí rotundo. Necesita relajarse y no alterarse.
Me da una mala mirada. Que no me venga con reclamos porque yo no soy ni su hijo ni tampoco menor de edad.
Cuando iba a decirme algo se escucha el horrible timbre que tiene instalado. Sin dirigirme ninguna mirada más se va hacia la puerta de la entrada y yo sonrío internamente.
En poco rato, la piel de serpiente aparecerá por mi piel. Me incomoda mucho que las personas que no me conozcan tal y como soy me miran de una manera despectiva hacia mi persona.
Vale que tenga una condición distinta a los demás, pero eso no quita el hecho de que sea un ser humano como ellos.
Me levanto para subir las escaleras deprisa, pero tengo tan mala suerte, Gerben me intercepta en el primero escalón.
—¿A dónde vas? —me pregunta con una ceja alzada.
—Por si no te has dado cuenta —señalo uno de los ventanales que hay por la casa —, no queda demasiado para que el sol cambie por la luna. Así que si has pillado la indirecta tan directa que te acabo de dar. Me dejaras ir a mi habitación a ponerme una sudadera y así estaría listo para irnos cuando tú dijeses —el agarre de su muñeca se afloja rápidamente liberándola del todo y dejándome vía libre para poder ir a mi habitación.
—No tardes, todavía tengo que contarte que vamos a hacer y presentarte a las personas que acaban de llegar —yo ya estoy dándole la espalda subiendo por las escaleras, pero levanta por encima de mi hombro el pulgar para referirme que estoy de acuerdo con él.
Hago el corto recorrido que hay desde las escaleras a mi habitación, y me adentro en ella. Rebusco en mi mochila, algún jersey o sudadera que tuviera. La encuentro enseguida, esta tirada en el suelo al lado de la butaca que hay a un lado de la ventana.
Cuando llego hasta ella y la recojo, me la pongo rápidamente y salgo de nuevo al pasillo. No quiero disputas con Gerben, así que contra menos motivos le dé para que me eche algo en cara o me regañe mejor.
—Ya estoy aquí —alzo la voz mientras termino de bajar por las escaleras.
—Acércate al salón, te estamos esperando —suspiro y enderezo más mi espalda de lo que ya está e intento que no se me vea lo tenso que estoy. Pero en la postura que estoy ahora, se me va a notar de lleno. Así que cambio de postura una vez más.
Me asomo por el umbral que da al interior del salón, no veo cuatro personas como me había dicho anteriormente Gerben, son más. Trago saliva, me estoy comenzando a molestar. Tenemos que salir a la calle cuando la piel este en todo su esplendor para que algún curioso me vea y para colmo tengo que conocer a personas desconocidas para mí, que vigilen a mi padre.
Me aclaro la garganta para que vean que ya he aparecido. Se encuentran sentados en el sofá, pero en cuanto Gerben me mira para luego prestarles atención a ellos, les da indicaciones para que vayan a sentarse a mesa larga que tiene justo en frente del ventanal.
—Tú también —me indica con la mano. Gruño en voz baja. ¿Por qué ha bajado del laboratorio tan mandón?
La mesa es demasiado larga, así que me siento alejado de estas personas que están sentadas en las sillas ya.
—Acércate Ruud —mucho he soportado sus mandados.
—Te lo voy a decir lo más suave que me salga —le miro fijamente desde mi puesto —. Pienso que me quieres hacer más amenas las cosas para mí por como esta Ludger, pero ten en mente —alzo mi brazo izquierdo y me coloco mi dedo índice en mi sien y le doy unos toquecitos —que no soy un niño, soy mayor de edad, y no necesito a una persona mayor de edad para que cuide de mí.
Si una persona te agobia tanto, al final acabas explotando, y eso me ha pasado a mí, ahora mismo. Mantengo los ojos en Gerben, al cual se le ha desencajado la cara, lo puedo notar desde donde estoy sentado.
Pares de ojos me observan con detenimiento y no me falta nada para salir corriendo de aquí. Odio que me miren, me observen, y ellos lo están haciendo.
—¿Podéis dejar de mirarme? Me siento incomodo —hablo lo bastante alto para que me puedan escuchar, pero mantienen aún sus miradas en mi persona —. No quiero volver a repetirlo por favor —bajo la mirada a mis piernas donde descansan mis manos, y efectivamente ya ha aparecido la piel de serpiente por toda esa parte.
—Está bien —se pronuncia Gerben —respeto tu opinión Ruud, pero mi intención no era que te sintieras agobiado —hago un amago de asentir que se queda a la mitad. No subo la mirada —. En fin —dice cuando ve que no va a conseguir que hable de este tema, así que opta por cambiarlo —. Te voy a presentar a las personas que se quedarán en casa con tu padre y quienes vendrán con nosotros —ahora sí que levanto la cabeza y mis ojos chocan con los suyos —, que están al llegar.
—¿Cuántas personas vienen con nosotros? ¿Por qué no me puedo quedar aquí? ¿Y si Annelien ha venido a Toronto?
—Relájate Ruud, sabemos que tu madre no se encuentra aquí, sigue en el mismo lugar en donde tu resides o residías hasta ahora; para ser más específicos. Y no te puedes quedar en casa, por el simple hecho de que te necesitamos, y tú eres el primero de todos los que estamos aquí implicados en querer saber la verdad de una vez.
¿Por qué siempre me tienen que callar con la verdad?
—Y aparte de nosotros dos —nos señalo intercaladamente a los dos—, ¿quién más viene?
— ella nos esperara en el lugar al que nos dirigiremos en un par de minutos y luego esta Diederik —hace un movimiento de cabeza, señalando así a un chico, que no aparenta tener más de treinta años —y su hermano pequeño, que por lo visto es más o menos de tu edad, se llama Niek —este me saluda y yo para no ser un antipático, le devuelvo el saludo.
—¿Te estas quedando conmigo Gerben? ¿Solo vamos a ir cinco personas? Por si no te acuerdas, te lo recordaré yo —se lo digo en un tono calmado para no dejar aturdidos a los invitados con mis malas formas.
Yo no era una persona sin paciencia, y tampoco me desesperaba por casi nada, también debo decir que no convivía con nadie, estaba solo. Mi única y la excepción de mi grata compañía a veces era Ewout. No estoy acostumbrado a tratar con personas, por eso mismo quizás me pase esto, que no sepa controlar los impulsos, porque desde que me fui a vivir a Lake Louis nadie me dijo que hacer. Yo era dueño de mí mismo, de lo que hacía y deshacía.
—Lo siento, no estoy acostumbrado a estar con gente —las palabras salen de mi boca atropelladamente, pero en verdad lo siento y lo he dicho sintiéndolo.
A veces la impulsividad sale a flote cuando la quiero retener dentro de mi sistema, lastimosamente, no siempre depende de nosotros mismos.
—No hay problema Ruud —empieza Gerben —. No podemos llevar a tantas personas, por el simple hecho de que llamaríamos demasiado la atención de los guardias de la seguridad de Lodewijk. Sé que nos triplican en número. Habrá que hacer lo que se pueda.
—¿Vamos a secuestrar a Lodewijk? —pregunto sintiéndome un niño pequeño en este momento y avergonzado al escuchar las risas de los presentes.
Gerben mueve la cabeza reiteradas veces de un lado al otro, riéndose conjuntamente con ellos.
—En verdad no sería una mala idea, pero no. No haremos las mismas estrategias que ellos usan.
—¿Entonces? ¿Tomar el lugar en donde vive y asentarnos ahí? Es una locura todo esto, encima como quieres dar suspense al tema, tardas mucho en decir las cosas —me llevo mi mano izquierda a la nuca y me rasco la parte trasera de la cabeza.
—Pensándolo bien, no es mala idea. Mira intercaladamente a Niek y a Diederik que se coordinan a la perfección al confirmar que les ha gustado lo que he dicho.
—Os voy a preguntar algo a los tres —miedo me da con sus preguntas, pero quizás tiene sus dudas todavía —. ¿Qué vemos a conseguir tomando su mansión?
—Tenerlo controlado, saber lo que esconde en su preciada casa, lo que quiere de mí. Allí seguro que guarda muchos papeles. También como y porque sucedió esta locura que sigue funcionando y llevando a cabo años después sin que nadie sepa ni haga nada al respecto —respiro ando porque no he parado en ningún momento a respirar, mientras soltaba todo lo que se venía a la cabeza —. Es que todavía no me entra muy bien la cabeza a que vamos allí, ¿a tantear el terreno? —me encojo de hombros —es mejor ir a lo fijo.
—Tiene razón el chico —interviene Niek en la conversación —tu nos dijiste que no íbamos a entrar ni nada...
Gerben le chista a Niek, y sin hablar mueve los labios solamente, diciéndole un monosílabo, que seguramente sea un cállate para que cerrara el pico y no hablara de más, ya que, si no, me enteraría de lo que en realidad íbamos hacer allí.
Vamos por mal camino si no recibo toda la información que merezco.
—¿Me vas a ocultar cosas? —levanto una ceja desde mi posición, mirándole a la cara, él aparta la mirada. Sabe que no lo ha hecho bien y prefiere no enfrentarse a mi mirada. No sé el porqué, yo miedo no doy — ¿Me lo puedes explicar?
Silencio total en el salón.
—Gerben, aún me tienes que presentar a más personas y explicarme que vamos a hacer cuando lleguemos a la casa de Lodewijk —digo entre dientes cuando digo el tema referente a De Groot —. Porque ya puedo afirmar, que no entraremos en la casa. Tienes otros planes en mente.
—Está bien, está bien —niega con la cabeza, seguramente queriendo terminar esta conversación —. Ellos son los que se van a quedar afuera, son los dos guardias —Justo en frente de los hermanos se encontraban cuatro personas sentadas, una al lado de la otra —. El de pelo canoso se llama Frans —apunta hacia un hombre de tez blanca y semblante serio. Este me hace un ademán en forma de saludo y vuelve a plantar sus ojos en la pared que tiene frente a sus ojos —. Y el que está a su lado de pelo negro se llama Kort —esta segunda persona que me ha presentado se ve más joven que la primera persona que me presentó Gerben. Aparte de tener las facciones y el cuerpo más relajado. También me saluda —. Y por último se encuentra la pareja —mis ojos se desvían a ellos, y en cuanto los veo, inmediatamente algo se activa en mi sistema, me suenan sus caras, creo haberles visto antes, pero mi cerebro no quiere recordar más —, se llaman Marten y Hannie.
—Hola muchacho —el hombre debería tener unos cincuenta y tantos años, pero no se veía muy mayor la verdad. Todo hay que decirlo.
—¿Os conozco de algo? —en cuanto la pregunta sale de mis labios, a Hannie se le humedecen los ojos.
—Son tus abuelos maternos, Ruud —entonces no era que me sonaran de haberlos visto, es que comparten un cierto parecido con mi madre.
¿Y qué hacen aquí? Se supone que son los padres de Annelien, ¿van a cuidar de mi padre? Puede ser una trampa de mi madre, aunque pensándolo bien, según me han contado, Annelien hace tiempo que no se habla con sus padres, no los ha visto por un largo periodo de tiempo.
Solo puedo reaccionar de una forma a la afirmación de Gerben y es dejarme en shock, no se él, pero yo ya he recibido mucha información por hoy, y seguramente no haya acabado, ya que vamos a la casa de Lodewijk.
¡La cabeza me va a explotar!
—Annelien jamás me dijo vuestros nombres —intento no mirarlos, porque al final voy a llorar.
—Quítate la capucha hijo, sabemos de tu condición y no te vamos a rechazar. No somos tu madre, no te vamos a repudiar. Te queremos tal y como eres —mis lágrimas están al borde de salirse por las buenas palabras de Hannie.
Llevo mis dos manos al gorro y lentamente me lo voy echando para atrás hasta que cae por su propio peso en mi espalda. La atención de todos los presentes esta puesta en mí. Me cohíbo a tal punto que tengo que agachar la cabeza y mantener de nuevo mis ojos en mis manos.
—No agaches jamás tu cabeza —escucho muy cerca su voz. Levanto un poco la cabeza y miro de reojo hacia el lado derecho y ahí se encuentra Hannie —. Tú y todos tenemos los mismos derechos y apartando eso, también somos diferentes. Tú por tener la condición que tengas, no te quita lo diferente, pero igualmente te hace único —esta mujer sí que sabe dar consejos y subir la autoestima, ¿dónde ha estado escondida todos estos años? —. Y quítate de la mente lo que te ha dicho alguna vez Annelien. Estamos al tanto tu abuelo y yo de lo que ha repercutido en ti lo que te hacia —como para que no me afecte. Han sido fuertes —, sabemos que no es nada sencillo, pero por intentarlo, no queda nada y tú eres fuerte, sé que podrás. ¡No decaigas!
—Sabía que sería una buena idea traeros Hannie —mira a la mujer que aún se mantiene de pie a mi lado —, Marten —mira hacia el asiento de mi abuelo materno que no nos quita la vista de encima, con una sonrisa que no le cabe ni en el rostro.
—Gracias a ti Gerben y será un placer cuidar de Ludger.
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