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24


RUUD

Me paseo por todo el laboratorio inquieto después de que Gerben me dijera eso. Mi mente empezó a pensar y hasta ahora no para.

—¿Qué coño has hecho Annelien? ¿Vas a destruir todo lo bueno que tenias? —no lo podía callar más.

—No te estreses Ruud, y en vez de maldecir tanto. Hay que intentar encontrar una solución y no quedarnos estancados.

No entiendo cómo puede estar tan relajado y sin ninguna presión; y si la tiene no se le nota en lo absoluto.

—¡Cuidado! ¡Vas a romper algo, Ruud! —no me estaba dando cuenta hacia donde caminaba y por no ser por Gerben, hubiera tirado una estantería llena de tubos de ensayos llenos de líquido de color azul y rojo. Consigo enderezarme y caminar por ese pasillo de estanterías recto para no tirar nada más, sino alguien me puede matar por estropearle su trabajo.

—¿Por qué unas simples palabras te pueden descolocar tanto? —no le hablo a Gerben, simplemente solo me hago preguntas en voz alta.

—¿Puedes dejar de pensar en negativo? Céntrate ahora. Lo importante es descubrir ahora que le ha pasado a tu padre y porque tiene una hendidura en el brazo, que por cierto ha crecido y es como si tuviera lava ahí dentro; no es ni una herida.

No tengo por dónde coger el hilo, estoy desorientado sin brújula con la que guiarme, estoy perdido.

Gerben se asoma para poder verme y señala uno de los estantes detrás de mi cuerpo.

—Cuidado no te eches muy para atrás —yo asiento —. ¿Puedes venir? Voy a necesitar tu ayuda y quiero ver cómo es que la lava se intensifica cuando estas cerca de él.

—No puedes hacer eso —digo verdaderamente asustado y con motivos, ya que lo he presenciado antes y no me ha gustado nada.

—No te preocupes Ruud —intenta calmarme, porque me estoy poniendo a la defensiva y si no paro, en nada entrare en bucle, puede que de ahí no salga en un buen rato —. Tengo que ver la magnitud de eso, no se le va a explotar nada, ni la lava se va a salir, todo estará bajo control.

—Voy a confiar —suelto todo el aire que mantengo en mis pulmones y avanzo a un paso de tortuga, sin prisa con el miedo en el cuerpo que no se me podía quitar con nada —. Voy a confiar —repito una vez más para que se me meta en el coco.

Gerben se gira para poder ponerse a un lado de mi padre, pero algo apartado, aunque desde su posición, lo ve todo a la perfección.

—Colócate ahí —me pide —, donde esta esa cinta aislante color rojo en el suelo. Yo creo que a esa distancia podremos ver el efecto que causa el crótalo azul a la lava.

Me pongo donde me pide sin rechistar y espero a que pase algo o se digne a decir alguna cosa más; no lo hace. Se mantiene concentrado en ver algo que yo no me percato.

—¿Ves algo que no veo? —me hace callar poniendo un dedo en sus labios y chasqueo la lengua, que yo sepa la lava no habla.

—Vamos hacer algo —posa sus ojos en mi —, siéntate aquí —palpa con su mano izquierda el asiento acolchado, que está a un lado del de mi padre —. Escúchame atentamente Ruud, no quiero que haya errores.

—Te escucho y te haré caso —no mentía.

—Vas a agarrar la mano —ve cómo iba a contestarle y seguidamente me riñe, en este momento me he sentido como un niño pequeño que ha hecho alguna tratada y le están reprendiendo —, no va a ocurrir nada Ruud, ¿confías en mí?

—¿Quieres la verdad?

—Sí.

—No, no confío en esto.

—Tendrás que hacerlo, no hay opción —no es mi padre, ¿por qué lo debería de hacer? Soy mayor, no es que sea aún un niño de seis años. Además que no confío en estas cosas. Mi madre ya me ha extraído sangre y no para hacer buenas cosas, sino todo lo contrario, así que en estos momentos desconfío mucho de estos métodos —. Te voy a contar lo que vamos hacer —a estas alturas solo escuchaba el murmuro de su voz, estaba ido y sin querer escuchar lo que quería decir —, vuestras sangres se van a fusionar en unos tubos de extracciones que voy a poner en el suelo, la sangre de cada uno ira por un tubo que os pondré a cada uno. No puedes tocarlo, y procura no moverte. ¿Me estas escuchando Ruud? —yo asiento casi por inercia.

¡Odio las agujas! ¡Odio los pinchazos! ¡Odio que me saquen sangre! ¿Algo más que me pueda suceder en este día tan maravilloso?

—Primero se lo haré a tu padre —le miro a los ojos —. ¿Te encuentras bien? No se te ve con buena cara.

—Odio todo lo referente con las agujas —poco a poco se le va quitando la preocupación en su rostro.

—Hablando sinceramente, pensaba que era algo más grave —dice —. Además, no te haré daño, y si quieres cuando te pinche con la aguja te hablo para que te distraigas y no lo sientas tanto.

—Me parece bien —le contesta con un simple sí. Va hacia un pequeño lavabo que está justo a un lado de una pequeña ventana, que no es demasiado grande para la gran mansión. Después de eso, camina al lado contrario a una de las esquinas del laboratorio donde se encuentra una vitrina de cristal donde se puede ver todo lo que guarda dentro.

Antes de abrirla, coge de una cajita que tiene la forma de un hexágono, unas llaves, que creo yo por lógica, serán de la vitrina.

Ya con todo en sus manos avanza hasta la mesita que está detrás de donde estamos mi padre y yo, y deja todo con cuidado allí.

Cuando está entre los dos, veo cómo se pone los guantes en las manos para poder proceder con lo que va hacer.

Me da la espalda y pone en posición el brazo de Ludger para poder iniciar. Palpa el lugar para identificar aspectos como su curso, su elasticidad y su tamaño. Me pide que le ayude a cerrar en un puño la mano de mi padre, cuando ve que todo está correcto, le empieza a poner una banda elástica alrededor de la parte superior del brazo, y el fin de ello es aplicar presión a esa zona, que eso hace que la vena se llene de sangre.

—¿Estar seguro de querer verlo? Luego no quiero verte desmayado —me advierte apuntándome con el dedo índice —. Puedes cerrar los ojos, pero espérate. Ahora es muy importante, no soltar la mano, solo hazlo cuando yo te lo pida.

Algo aprendí de lo que me decía Ewout sobre extraer sangre, pero creo que mucho caso no le hacía, ya que el tema en si me daba entre repelús y respeto.

Ahora sí, le presto atención a Gerben, cuando ya le ha aplicado el alcohol en la zona elegida, le veo coger la aguja y quitarle el capuchón, y de nuevo se asegura de que absolutamente todo esté en orden. Hace un gesto para que me mueva de sitio. Me pongo entre la silla y el posa brazos para que no le estorbe. Se pone paralelamente a como este posicionada la vena elegida, y punza la piel para empezar a sacarle la sangre al fin.

—Ya puedes dejar de apretar el puño de tu padre Ruud, ya no hace falta que lo hagas —mi ceño se frunce al no ver los tubos que decía que nos iba a poner a los dos para mezclar las dos sangres.

—¿Al final no mezclaras las dos sangres? —le oigo que chasquea la lengua.

—No, es mejor que analice una por una, pero luego sí que lo haré, tranquilo —yo asiento.

Tranquilo no voy a estar. Estoy demasiado nervioso y hasta que no pase este mal rato, no me voy a poder tranquilizar.

—Venga Ruud, te toca —me avisa Gerben mientras pone los tubos de extracciones que ha tenido que necesitar con mi padre en un soporte, que luego tendrá que meterlos en una nevera para después analizarla.

El nerviosismo no sé va, a mi cabeza solo le da por repetir una y otra vez que me va a doler, que no lo haga.

—Deja la mente en blanco, si no, no valdrá la pena, te haré daño y no es lo que quiero. Te voy a ir hablando, así que respira hondo e intenta relajarte, yo te iré hablando.

Antes de que me lo dijera Gerben, cierro los ojos y mi cabeza gira a la izquierda como si estuviera viendo a Ludger. Lo primero que siento como me coloca el brazo en posición. Me pide que la cierre en un puño, y lo demás viene seguido. Procede hacer lo mismo que ha hecho con mi padre no hay más misterio.

—Abre los ojos Ruud. Ya he acabado me dice por fin —le hago caso y mis ojos van a los suyos —, ¿ves que no ha sido para tanto? Eres un exagerado y dramático.

—¿Ya? Me ha parecido una eternidad —sin hacerme nada de caso me da de nuevo la espalda y se quita los guantes para poder tirarlos a la papelera para seguidamente ir directo de nuevo al lavabo.

—Anda, sal de aquí que me vas a volver loco —me dice en bromas, pero a la vez lo decía enserio.

—Estaba esperando a que me lo dijeras —vale que solo sea un laboratorio normal y corriente. Sin embargo, no me gusta estar aquí —. ¿Me llevo a mi padre o se queda aquí por si le pasa lo mismo que antes?

—No tranquilo. Además, no podrías tumbarlo tú solo en la cama —verdad, vale que no sea un tirillas, pero es que mi padre es bastante grande y no puedo con el solo.

—Perfecto, entonces te veo entonces —me levanto despacio para no marearme en ningún momento.

Voy andando tranquilamente entre los estantes para poder llegar al ascensor. No quiero mirar para otro lado, pongo todo el empeño del mundo para no hacerlo, pero fallo. Tengo curiosidad de lo que va a hacer ahora. Me agacho un poco para ver entre sus materiales y lo veo sentado en su silla concentrado leyendo unos papeles.

—¿Vas a quedarte por mucho tiempo ahí, Ruud? —creo que me ha pillado con las manos en la masa.

—No, ya me iba. Solamente se me ha olvidado preguntarte algo.

Con todo lo que ha pasado nada más llegar aquí, no he tenido tiempo de pensar en nada, ni cual era mi habitación para poder ir y descansar por un rato. Seguramente no me dormiría; lo más seguro, pero al menos estoy solo y me puedo relajar hasta que llegue Gerben a decirme que ya ha bajado con mi padre.

—¿Qué me quieres decir?

—¿En dónde está mi habitación? —me estaba empezando a doler la espalda por estar en una mala posición. Me incorporo poniéndome recto. Me echo hacía atrás para estirarme.

—Dos puertas más adelante que la de tu padre, está detrás de una columna — ¿una columna? Esto ya no me pinta tan bien —, te lo digo por sea caso no la encuentras, si entras en la habitación y ves una cascada a lo lejos que esta helada, es tu cuarto —lo escucho decirme.

Ahora si me agacho un momento para mirarle a la lejanía.

—Gracias Gerben, en un rato nos vemos —me fijo que sus papeles han sido desordenados y creo recordar que estaba cerrada la pequeña ventana, ¿qué le ha podido ocurrir? ¡No entiendo nada! ¿Habrá visto algo en los papeles que no le haya gustado? Puede ser, lo más seguro que haya sido eso.

—Descansa, en un rato voy a buscarte para que me ayudes, tengo que revisar estos papeles primero —me mira un segundo, y al otro, ya se ha vuelto a concentrar en su trabajo y yo me doy la vuelta. Doy dos pasos hasta llegar al ascensor, le doy a l botón para que se abran las puertas, entro en el interior y de nuevo pico al número correspondiente, las puertas se cierran.

«Debo decir que odio con toda mi vida los ascensores. Lo que más miedo me da es que se quede estancado en uno de los pisos y que no sé pueda abrir. El miedo lo llevo metido en el cuerpo desde pequeño, ya que una vez a los ocho años cuando todavía mi padre trabajaba en su oficina, iba con mi madre, pero obviamente ella no quería subir conmigo —esperaría al próximo —. Siempre me repetía eso.

Algunas personas eran casi o peor que mi madre de desagradables, no querían darle al número que yo quería cuando se lo pedían. En los pisos siguientes iban entrando más gente, las personas se apelotonaban y yo de lo pequeño que era, no se fijaban en que había un niño entre ellos. Antes de poder llegar al piso veinte, el cubículo se movió fuertemente, algunas personas se desestabilizaron y casi cayeron encima de mí. Y yo solo escuchaba voces diciendo una y otra vez que el ascensor estaba averiado.

Entre el agobio de tantas personas y el barullo que se estaba cociendo allí dentro de ese cubículo, caí redondo al suelo.

Desperté en el hospital con mi padre a un lado, y sin rastro de mi madre. Ese mismo día, los dos tuvieron una discusión bastante grande por el tema de que me dejo solo entre todos los trabajadores. »

Desde ese día en adelante les tengo pánico a los ascensores. Doy gracias a que yo vivo en una pequeña cabaña a las afueras de un pueblo donde no tengo que subir en esos minúsculos cubículos que son escalofriantes para mí y que ahora mismo me encuentro en uno.

¡Preferiría mil veces las escaleras!

Antes no me he puesto tan nervioso, intentaba controlar mis nervios a mas no poder. No obstante, es la tercera vez en el día que entro en uno, después de más de diez años.

Las puertas se abren, salgo de ahí pitando, no vuelvo a subir por un ascensor en mi vida. Me lo prohíbo a mí mismo.

Inhalo y exhalo mientras me apoyo en la pared de enfrente, me voy deslizando por la horma hasta llegar al suelo. Ahí encojo mis piernas un poco y pongo mis codos en mis rodillas mientras me paso las manos por el pelo como un maniático.

—Y yo pensando que ya había superado esta fobia años atrás —y es verdad, antes también he subido porque internamente intentaba pensar en positivo, pero no se ha podido, siempre hay una vocecita en mi interior que me dice lo contrario siempre.

¿Me pueden pasar más cosas malas? Tengo acumulación, estoy que reviento. Espero que no tenga más disgustos por hoy.

No quiero llamadas de nadie con noticias malas. Solamente pido descansar y que todo pase ya la nube negra que está pasando por encima — es demasiado extensa —, que se ha acomodado y no quiere salir.

Yo pienso bastante y cada día me planteo más esta opción, ¿y si esto no acaba nunca? ¿Y si es una guerra absurda? Absurda lo digo por el simple hecho de que yo por lo menos, no se la idea principal de porque han matado a Noor Seegers y por otro lado, porque mi sangre es tan importante, es un misterio sin resolver todavía. Aquí hay muchos cabos sueltos y los quiero atar todos para poder saber bien las cosas, ya que tenemos las ideas bastante revueltas.

Me levanto del suelo cuando noto ya que el culo se me va a quedar plano y empiezo a pensar en que habitación me ha dicho Gerben que me puedo quedar.

Me he quedado en blanco después de recordar lo sucedido hace años atrás. No es muy grato tener recuerdos malos, te ponen peor y yo ahora estaba que no sabía lo que me había dicho minutos antes el amigo de mi padre.

No pienso quedarme a esperar aquí como un gilipollas, mejor espero en la habitación que le ha asignado Gerben a Ludger, menos mal que de eso aún me acuerdo, sino es fácil, voy abriendo habitaciones y alguna me sonara.

Empiezo a andar y hago lo que acabo de pensar; abrir puertas y mirar en el interior. La primera puerta empezando por el pasillo de la derecha se encuentra cerrada con llave. ¿Qué se esconderá tras esta puerta?

—¿Ruud? ¿Qué haces? —Escucho la voz del amigo de mi padre en su susurro detrás mío, escalofriante.

—¿Qué? —me giro muy rápido para poder mirarle a la cara. No está sonriendo. Es más, está demasiado serio. No quiero pensar en negativo, pero esto me da mala espina.

—¿Qué haces ahí? —repite por si no lo he escuchado bien —Esa no es tu habitación. ¿Te tengo que recordar cual es de nuevo? —me comunica en un tono duro.

—Pues si pudieras, te lo agradecería, no me acuerdo. Me han venido unos recuerdos muy malos y todo lo que me has dicho arriba en el laboratorio se me ha olvidado.

—¿Cómo ha sucedido eso? —me encojo de hombros.

—Ni yo mismo lo sé.

—Está bien —cambia la cara de culo que tenía plasmada y la relaja. Detrás de esa columna de ahí —señala algo a mi espalda, que yo todavía no puedo observar —. Gírate para verla, de la perspectiva que estas jamás lo veras —ríe.

Antes de girarme a mi mirar y andar por el pasillo hasta llegar allí, veo a mi padre todavía dormido en la silla de ruedas.

—¿Lo dejaras en su cuarto? —Gerben me responde con un sí muy bajito —Pues cuando salgas de su habitación pásate por la mía y me dejas mi mochila.

—De acuerdo.

—Gracias, ahora nos vemos entonces —me doy la vuelta y camino por el pasillo, pasando por las distintas puertas que hay en los dos lados hasta llegar a la indicada, detrás del muro.

Mi mano se apoya en la manilla y la abro para poder entrar en la estancia que va a ser la mía por no sé cuánto tiempo.

En cuanto cierro la puerta y mis ojos visualizan la cama. Corro hacia ella, me tiro encima boca abajo y apoyo mi cabeza en la almohada.

Como echaba de menos dormir en una cama, el asiento del coche no es que sea muy cómodo. Siento como los ojos me empiezan a pesar, los cierro y en cuanto lo hago la puerta suena.

—Pasa Gerben —digo sin fuerzas de lo cansado que estaba. Oigo como se abre la puerta y habla.

—Aquí te he traído tus cosas Ruud —me dice, pero yo sigo con los ojos cerrados —. ¿Dónde te los dejo?

—A los pies de la cama —como puedo me doy la vuelta en la cama y me siento, aunque mantengo los ojos cerrados.

—¿Tienes sueño? Tenía algo que preguntarte.

—Pregunta.

—¿Es verdad que te has olvidado de cosas?

—No realmente, solo de lo que ha pasado arriba y de donde estaba esta habitación —al final abro los ojos y me encuentro a Gerben sorprendido.

—¿En serio?

—Sí.

—¿Ya has recordado? —niego con la cabeza —Hablaremos mañana, descansa —es lo que más quiero en este momento, descansar —Hasta mañana Ruud.


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