22
RUUD
Me estoy despertando y eso hace que me remueva en el asiento trasero del coche de Gerben. Siento que el automóvil no está en funcionamiento y que está parado abro los ojos para cerciorarme de ello, y efectivamente cuando mis ojos inspeccionan el lugar veo que se encuentra en un aparcamiento aparcado conmigo dentro. Justo en frente puedo ver una cafetería con personas dentro, solo veía movimiento desde mi posición no se podía apreciar bien las cosas ni a las personas.
Me quito el cinturón de seguridad y me acerco a la parte delantera para mirar por ahí, ¿qué quería ver o encontrar? A mí querido padre o a Gerben. Cuando iba a mirar por los laterales, dos cabezones se asomaron por la ventanilla izquierda asustándome. Eso hizo que me echara rápidamente para atrás y me diera con el respaldo de detrás.
¿Estos dos están locos o que les pasa por la cabeza? Me paso las manos por la cara y resoplo fuertemente.
Escucho como abren las puertas, aparte de que entran partiéndose de risa.
—¿A quién estabas buscando, chico? —está queriendo retener una risa, pero falla en el intento.
—Pues como veras tú y mi padre me habéis dejado aquí solo en un lugar totalmente desconocido para mí —me volveré todo un dramático, pero si ellos se ríen de mí, ¿por qué yo no me puedo divertir también?
—Estabas roque no te íbamos a despertar. Además, seguro que no has dormido tan bien en días, ¿o me equivoco? —no digo nada porque tiene razón. Hace días que no descansaba, y eso que estoy de viaje.
—¿Dónde estamos? —pregunto ya un poco más centrado.
—No hemos llegado a Toronto todavía, hemos hecho una parada, para estirar un poco las piernas.
Me incorporo, me siento adecuadamente en mi sitio y me vuelvo a poner el cinturón, justo cuando Gerben arranca el motor y pone rumbo a Toronto. Tengo ganas de llegar, recorrer el lugar, caminar sin miedo por la calle por si mi madre aparece y muchas más cosas. Ahora tendré un poco más de paz, no la tendré cerca y no sé cuántos días podre estar en estas condiciones. ¡Hay que aprovechar al máximo!
Cuando salimos de la ciudad, solamente me pongo a ver por la ventanilla el paisaje que se presenta ante mis ojos que es nada más y menos que montañas, prados y carreteras con coches yendo de un lado para otro.
—¿Cuántos queda? —pregunto cuando ya estoy al borde del aburrimiento. Mis ojos de nuevos se me cierran y no los puedo mantener abiertos.
—Ni se te ocurra dormirte —mi padre asoma su cabeza entre medias de los dos asientos delanteros para mirarme y señalarme con el dedo índice para advertirme.
—Vale, vale, no lo haré —vuelvo a mirar por la ventanilla, no hay nada más interesante que hacer en este pequeño espacio. Ni siquiera sé si he traído el móvil —. Papá, ¿sabes si en alguna de las mochilas estas mi móvil?
—Pues ni idea, si no sabes tú donde has metido tu propio móvil, lo voy a saber yo...—la verdad es que como no lo uso casi me olvido muchas veces de su existencia.
Cuando vuelve a asomar su cabeza entre los dos asientos y me mira de reojo, me encojo de hombros y él suelta una carcajada.
Me doy cuenta de que los montes, cambian por edificios y calles llenas de gente. Se escucha los pitidos de los coches, personas que cruzan por en medio de la carretera en vez de pasar por el paso de cebras como corresponde, coches que se saltan los semáforos...
Yo no estoy muy familiarizado con estas cosas, he vivido en una ciudad, pero con los años estas cosas evolucionan o eso pensaba porque por lo que veo ahora, las personas tienen prisa por llegar a los sitios quieren pasar ellos primeros. Y ni hablar de los peatones, la gente no es muy consciente de lo que puede llegarle a pasar si no es prudente.
—¿Cuánto tiempo vamos a quedarnos aquí? —pregunto suspirando. Pensaba que aquí me iba a relajar, pero parece ser todo lo contrario. Me voy a poner enfermo cada vez que salga de donde quiera que nos alojemos con las personas tan incoherentes que hay habitando en este lugar.
—Todavía no lo hemos decidido, pero entiéndelo hijo. Allí en Louis Lake no estás bien, siempre te están pasando cosas malas y no es plan —conforme iba hablando su voz va disminuyendo, y al final era como un hilillo que casi no se le escuchaba.
—Todo eso lo sé. Lo vivo en carne propia, pero por si no te acuerdas soy uno de los principales sospechosos en el caso de Noor Seegers.
Creo que es lo que más inquieto me tiene por venir aquí. Me puede caer una buena por haberme ido de Louis Lake.
—Tranquilo Ruud, Gerben lo ha arreglado todo —mi padre pone su mano derecha en el hombro de su amigo.
Intento pensar en cómo ha podido solucionar el tema. Sin embargo, no se me ocurre ninguna manera y acabo haciendo una mueca con mis labios.
Mis codos se posicionan en mis rodillas mientras que estas se mueven sin control. No voy a negar que estoy nervioso.
Pasamos por un parque lleno de nieve, hay varios niños que juegan a lanzarse bolas de nieve.
—¡Hoy es veintisiete! —dice mi padre asombrado —¡No hemos celebrado navidad!
Hemos estado bastante ocupados para preocuparnos de celebrar la nochebuena y la navidad, yo hasta ahora que lo ha dicho no sabía ni en qué día vivía.
—¿Cómo vamos a celebrar las fiestas? No ha parado de sucedernos cosas, y precisamente no han sido buenas —hago una pausa, peri sigo hablando —, a parte seguro que casi nadie de Louis Lake lo hizo.
Parece que la ciudad de Toronto era grande. Hemos estado recorriendo la ciudad y todavía no hemos llegado a nuestro destino. Yo tengo ganas de tumbarme en una cama y dormir plácidamente un par de horas más. Aunque haya dormido en el camino no es lo mismo, no descansas igual, el viaje te cansa.
—¿Por qué zona vives? —estoy ansioso por llegar.
—Al parecer estas un poco gruñón hoy. Eso de salir de tu zona de confort te ha sentado mal —se mofa Gerben sin apartar la mirada de la carretera.
—Vive en una urbanización privada y ya estamos entrando, mira por la ventanilla —me indica mi padre. Yo le hago caso y todo lo que veo es quince veces mi pequeña cabaña en el pueblo. ¡Estas casas son enormes, lujosos y demasiado caras!
Las personas de por aquí deben ser millonarios para poder conversar estas enormes mansiones, porque el termino casa se les queda corto.
—¿En qué trabajas Gerben? —me ha entrado la curiosidad. Debe cobrar bastante dinero para poder vivir en esta urbanización de riquillos.
—Primero debo decir una cosa; tu cara es un poema —se empieza a reír—. Soy investigador, me gusta descubrir cosas extrañas y estudiarlas.
Papá, papá... ya veo por dónde van los tiros. Gerben va a hacerme estudios, creo haber leído entre líneas bien.
En este vecindario tan peculiar no se ve a la gente pasear ni nada como se veía en las calles más concurridas del centro. Estas estaban desoladas si no fuera porque el coche del amigo de mi padre circulaba por la carretera. ¡Vaya vida que tienen por estos lares!
—Menos mal que no vivo aquí, está más desolado que en donde vivo —yo por lo menos tengo algún que otro animal rondando cerca de mi pequeña cabaña y por lo menos ves que hay movimiento, ¿aquí? Aquí por lo que aprecian mis ojos parece que está desierto, que no hay vida, solamente mansiones sin ningún inquilino dentro.
—Mis vecinos —hace comillas con los dedos sin apartarlos del volante —, son un tanto vagos y algo superficiales. Creo que muchos no saben que significa la palabra andar —acaba soltando una risotada.
—Bueno si aquí mi querido padre me deja salir a dar vueltas y me ven quizás cambien de opinión. Al final a esta parte de la ciudad le van a llamar fantasville.
Mis dos acompañantes de adelante se empiezan a reír de lo que acabo de decir, pero es que en verdad algo de razón tengo. Hay que darle vida a todo, sino pierde esencia.
—Ruud, puedes salir, no tienes que pedir permiso —alzo una de mis cejas. ¿Con quién se cree que habla? ¡Soy su hijo! Además, sé que no está del todo tranquilo porque ahora sí que sabe que Annelien puede venir y plantarse aquí si le da la real gana de hacerlo. Cada vez que salgamos tendremos que ir mirando a todas partes y tener ocho ojos para asegurarnos que no pasa nada y que no se encuentra aquí —, bueno vale...solamente debes decirme y no alejarte mucho.
—Me siento como si volviera a tener cinco años —cruzo mis brazos.
—No hagas una rabieta, que ya eres mayorcito —me riñe.
Inhalo y exhalo para no descontrolarme, como me he ido moviendo, me siento de nuevo bien en mi asiento y para no hablar más me distraigo por la ventana.
El coche se para justo en frente de una verja no es muy alta. A los laterales, hay un muro que rodea la propiedad que está llena de enredaderas que no los deja ver. Parece ser que a Gerben le gustan los árboles y las plantas. ¡Me cae mejor que antes! Por donde se entra no se ve ni la cuarta parte de lo que es esto, va conduciendo despacio para que nosotros podamos apreciar todo y también es por la nieve, dificulta más las cosas, aunque por el camino que estamos yendo, tampoco hay mucha.
—Me estoy quedando anonadado con lo grande que es todo esto —estoy maravillado y como si nunca haya visto una casa. ¡Parezco un idiota!
—Y aun no has visto todo —dice con emoción Gerben —. Ludger abre la guantera y coge el mando que hay en un lateral.
Veo a mi padre buscar a ciegas lo que le ha dicho su amigo. Mientras que toquitea todo, hace caras raras que nos hace reír.
—¡Aquí está el maldito mando! —dice sacándolo de la guantera y poniéndolo en alto para que lo veamos — Toma, ya puedes abrir el garaje.
Gerben hace lo propio. Esperamos a que suba el portón, yo llevo mi mano izquierda al cinturón de seguridad para quitármelo. Me pongo en el asiento central, poniendo cada mano en los respaldos de los asientos delanteros.
—¿Ahora qué haremos? —no sé qué me ha pasado de un momento a otro, pero estoy mucho más activo que antes.
—¿Ahora estas más despierto?
—Yo creo que se ha espabilado en el momento que hemos entrado a esta urbanización —mira que están chistosos, deberían ir a un circo y trabajar de ello.
El motor del coche se apaga y yo ya tengo mi mano derecha en la manilla de la puerta para abrirla y salir; lo hago. Primero pongo un pie en el suelo, y después el otro. ¡Por fin! Como persona normal que soy lo primero que hago es estirar mis músculos, que del viaje están un poco mal me duele todo el cuerpo, pero más las piernas.
—¿Te vas a quedar ahí o vienes con nosotros? —levanto la mirada para ver a mi padre. Él se encuentra en unas escaleras, que deduzco que conducirán directo a la casa — ¿Vienes o no? —vuelve a preguntar mientras da golpecitos con uno de sus dedos en la barandilla esperando mi respuesta —No tenemos todo el día Ruud, voy a contar hasta tres.
Meneo mi cabeza para centrarme y hacer que mis pies empiecen a caminar por si solos de una maldita vez.
—Espera papá —corro alargando el brazo para que no cerrara la puerta. Mi padre me mira con diversión. Por los menos con mis tonterías se ríe un poco.
Soy consciente que él se frustra y se come la olla más que yo por mi tema actual. No debería ser así. Ahora no tiene vida, va a estar pendiente de mi hasta que se solucione todo y no es que estemos cerca del final, no hemos avanzado en nada con el tema principal.
Tenemos que averiguar muchas cosas desde quien mato a Noor Seegers, hasta como me sacaron sangre para incriminarme en el asesinato. Y de ahí hay varias cosas de por medio que hay que saber. Sin embargo, hay que ir despacio y con pies de plomo, no podemos dar más pasos en falso, si Annelien nos pisa los talonees todo el tiempo.
—¿En qué piensas tanto hijo? —me pregunta mi padre cuando he llegado a su altura, y estoy a su lado.
—En tantas cosas a la vez, que al final mi cabeza va a explotar —hago gestos con mis manos simulando una explosión.
—Pues deja esos pensamientos de lado, no hemos venido aquí para que tu cabeza solo esté pensando en cosas malas.
—Como si no estuviéramos aquí para investigar y para que Gerben me diga realmente si soy un maldito experimento o una persona normal —llevo mi cabeza para atrás, y miro hacia el techo —. No obstante, todos sabemos que de normal tengo poco, ¿quién tiene medio cuerpo de hielo y la otra mitad de reptil? Nadie, absolutamente nadie que se catalogue como persona —algún día tenía que salir todo o la cuarta parte de lo que pensaba al resto de la población.
—Ruud, ¿por qué te sigues atormentándote con eso? No te hace bien —se masajea las sienes.
No, otra vez no. Acabamos de llegar y ya va a tener una recaída. ¡Fenomenal!
—¿Gerben? ¿Gerben, dónde estás? —pego varios gritos. Mi padre no está en su mejor estado.
Esto es demasiado...grande y al final me voy a perder. Creo que tenemos que subir las escaleras en forma de caracol que están justo en frente de nuestros ojos.
Mi padre se sostiene en mí casi todo su peso. Está reposando en mi cuerpo no entiendo cómo puedo con él, pero por ahora pudo llevarlo.
—Papá, vamos a tener que cambiar de sitio —este me mira con ojos cansados, y creo que en nada va a caer rendido —tu ponte al lado de la barandilla para poder sujetarte mientras te ayudo a subir —me asomo un poco entre las escaleras apoyándome en la barandilla para ver si hay movimiento y se encuentra por ahí Gerben — Gerben, ¿dónde estás? —repito de nuevo —Necesito tu ayuda, Ludger se está quedando dormido de nuevo.
Como no responde a mis llamados decido subir con mi padre yo solo. Cuanto antes se tumbe en una cama mejor.
Noto que casi no tiene fuerzas en su cuerpo creo que le han quedado secuelas de lo que le dieron y eso está haciendo que le entre sueño.
Lo que no tengo idea es de si se ha dormido en el viaje también. Tendré que preguntarle a Gerben si aparece algún día, claro. Parece ser que esto es más un palacio, que una mansión.
Coloco su mano izquierda en la barandilla para que tenga algo de apoyo por si se va hacia uno de los dos lados, y es preferible que venga para el lado que este yo ya que, si se va hacia el otro, se puede caer, y la verdad, no sería agradable de ver.
Poco a poco avanzamos, al paso de mi padre, y noto como ya sus ojos están cerrados. Su cabeza está mirando el suelo, y su cuerpo flaquea.
Ya al borde de la desesperación, grito de nuevo el nombre del amigo de mi padre.
—¡Gerben! —por fin se oyen pasos y sé que viene. ¡Ya era hora! —Te ha costado aparecer —le digo cuando lo veo venir de frente. De primeras me fijo en que lleva el móvil en la mano. Y ya veo la razón por la que no me escuchara —. Te he llamado como cincuenta veces —exagero un poco.
—Estaba atendiendo una llamada importante, ¿qué sucede? —antes de que pueda responder posa la mirada en el cuerpo de Ludger — ¿Otra vez se ha dormido?
—Parece ser que la dosis que le dieron fue bastante alta y consistente —le digo. Baja las pocas escaleras hasta llegar donde nosotros y me ayuda a subir a mi padre —. ¿La habitación se encuentra cerca? —le miro justo en el tiempo que estaba asintiendo con la cabeza.
—Está en el piso de arriba, pero tranquilo iremos en el ascensor. Tu padre no puede caminar y nosotros no podemos soportar el peso muerto de su cuerpo —razón no le falta.
—¿Sabes lo que le han podido suministrar? Antes no le pasaban estas cosas; no se dormía así por así. Es bastante extraño—él aludido niega con la cabeza.
—No, pero le tendré que sacar sangre para hacerle pruebas y saberlo de una buena vez. No puede seguir así, está muy débil.
—Bien, haz lo que creas conveniente —no lo conocía mucho, pero tenía que confiar en Gerben, no tenia de otra.
No quería desconfiar, pero a veces me ganaba esa mente negativa que iba incorporada a mi sistema.
—¿Has sacado las mochilas del maletero? —me preguntó.
—No —la verdad es que en cuanto he salido del coche, se me ha olvidado todo.
—Baja al garaje y coge las mochilas. Mientras tanto yo iré a dejar a tu padre en la habitación.
—De acuerdo —no espero más, me doy la vuelta y empiezo a bajar rápidamente las escaleras.
Abro de nuevo la puerta, y enciendo la luz del garaje que está a oscuras y no se ve por donde caminas.
Bajo las pocas escaleras que hay para llegar al coche. Como no hemos cerrado puedo abrir fácilmente el maletero para encontrar allí las dos mochilas con nuestras cosas. Una de ellas me la pongo en la espalda, y la otra me la engancho en la mano que no estoy utilizando.
Cuando estaba a punto de cerrar el maletero para poder ir con mi padre, el tono de llamada de un móvil suena, y no es el de mi padre me suena el tono de llamada.
Los nervios empiezan a aparecer, ¿quién puede llamarme? ¿Mi hermano? ¿Ewout? ¿Annelien? ¿Quién?
Apoyo la mochila, la abro y rebusco en su interior el móvil para poder coger la llamada. Cuando lo encuentro entre mi ropa, lo saco y veo primero quien es. Suspiro quitándome un peso de encima al ver que por lo menos no es Annelien. Me llevo el móvil a la oreja cuando descuelgo para poder escuchar a la persona del otro lado.
—No habéis podido hacer otra cosa que iros, ¿verdad? —la voz de mi hermano se nota enfadada.
—¿Y qué querías que hiciéramos? ¿No te das cuenta que yo allí no puedo estar? Y con las cosas que me queréis hacer peor. ¿Y papá? ¿Habéis pensado en él? ¿Sabes cómo se encuentra en estos momentos? ¡No tenéis ni la menor idea!
—Mamá está al borde de darle algo —murmura con cabreo.
—No es de mi incumbencia lo que le ocurra a esa mujer. Se lo tiene bien merecido.
—Va a averiguar dónde estáis, y de esta no salís vivos.
—¿Es una amenaza?
—Tómalo como quieras.
Y la llamada finaliza.
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