20
RUUD
Con todo listo y preparado esperamos hasta el momento exacto para poder emprender el camino e ir a casa del tal Gerben, el amigo de Ludger.
Annelien sabe a la perfección donde estoy en cada momento y que estoy haciendo. No es fácil despistarla, es demasiado lista, eso no quiere decir, que nosotros no sepamos pensar en algún plan para que ella no sospechara nada.
—Deja de darle vueltas a la cabeza Ruud. Deja de pensar por al menos unos minutos, relájate y vive. No puedes vivir preocupado o en tensión el resto de tu vida.
Él podía verlo muy fácil todo. Aún me da vueltas la cabeza por el mero hecho de que quizás me puedan pillar por haberme movido del pueblo.
—Ruud —chasquea los dedos justo frente a mí para que le preste atención —. ¿Has colocado todo en su sitio? ¿Está todo listo? —yo en vez de responder con palabras, asiento un par de veces con la cabeza —Pues ahora cierra la puerta, que hay que emprender un camino bastante largo y no hay tiempo que perder —habló con total seriedad.
Con los nervios a flor de piel hago lo que me pide mi padre y cuando bajamos poco a poco la montaña hasta llevar al pueblo, me es inevitable mirar a todos lados inseguro por si alguien nos está vigilando entre las sombras de la noche. El miedo no se me va a ir hasta que no vuelva aquí de nuevo y me cerciore que todo está en su lugar.
—A estas horas no hay nadie Ruud, deja de mirar desesperadamente hacia todos lados —me dice en un susurro por sea caso algún vecino cotilla asoma su cabeza para poder escuchar lo que decimos mientras pasamos cerca de sus casas.
Aunque me repitiera una y otra vez que me relajara, no iba a pasar ni en mil años.
—Caminamos más rápido. Cuanto antes hagamos las cosas mejor, dijiste que no nos quedaríamos por mucho tiempo donde tú amigo —suspiro con pesadez. Ludger asiente —. ¿Dónde está el coche? —pregunto —¿Está lejos?
—Qué va, ya llegamos —íbamos caminando por la calle donde se encontraba el mercado del pueblo.
De repente se escuchan gritos desgarradores pertenecientes de una mujer. ¿En qué se ha convertido este pueblo? No lo reconozco, ha pasado de ser una tranquila localidad a ser uno lleno de muertes y gente perturbada a la cual le gustar torturar y matar a las personas. Parece ser que sus verdaderas personalidades están saliendo de las sombras para que la luz del sol las vea.
Busco la mirada de mi padre en la oscura calle para ver si ha escuchado lo mismo que yo, aunque no aprecio bien su rostro, creo que ha oído lo mismo que yo.
—Sé que no tenemos tiempo —digo con un tembleque en la voz —, pero podríamos averiguar si aquella persona está en perfectas condiciones —hago una mueca.
Mi acompañante deja salir un suspiro notorio.
—Lo que tengo que hacer —mi padre no se puede creer lo que estoy diciendo, sabe que vamos a contrarreloj y aun así vamos a ir en busca de esa voz desgarradora.
Pero tengo algo que me reconcome por dentro, ¿y si es una encerrona de Annelien? Puede ser también una opción, de que hayan puesto una grabadora de una persona que lo haya pasado mal o que la estén en verdad torturando para atraernos donde están ellos y así, que no nos podamos ir a hacer ese viaje.
Si fuera como lo estoy pensando, tiene una mente demasiado retorcida y macabra. No debe estar demasiado bien para hacerle eso a un ser humano.
Nos quedamos inmóviles sin movernos hasta que nuestros cuerpos reaccionan nuevamente al nuevo grito desgarrador de esa persona que se escucha. Ludger y yo, tiramos al suelo todo lo que llevamos encima y salimos corriendo hacia donde nos llevan los chillidos. Mientras vamos corriendo vemos como la gente, aunque sea tarde ya empieza a abrir sus ventanas para poder ver qué está pasando y hablar entre ellos para comentar y así formar rumores que a veces o la mayoría, no tienen nada que ver con la verdad, pero allá ellos mismos con sus especulaciones sin sentido.
—¿Sabes más o menos por donde ir ahora? —acabamos de parar en seco en una calle que solo tiene dos salidas, una es de tierra, y la otra es una calle demasiado estrecha, ninguna de las dos salidas me sonaba de haberlas visto alguna vez, quizás también era por la oscuridad de la noche que no me dejaba distinguir bien lo que veía.
—Ni idea —me encojo de hombros.
Sin que sonara mal, tendríamos que escuchar de nuevo el desgarrador chillido para poder guiarnos de nuevo.
Inmediatamente me viene una imagen a la cabeza, y es del día que me llevaron al cobertizo, ¿el camino llegará hasta él? ¿Estará tan cerca? No pude estar tan ciego.
—Papá por aquí —mis pies toman la iniciativa antes que mi cerebro reaccione. Me adentro por el camino de tierra en plena oscuridad, necesito luz porque no veo por donde voy —. ¿Tienes alguna linterna? Aunque sea la del móvil.
En cuanto veo la luz alumbrarme desde atrás y en vez de ver a mi padre, me encuentro cara a cara con mi hermano.
—¿Sorprendido? —lleva dibujado en su cara una sonrisa maquiavélica. ¿Estamos dentro de una película de terror? Porque yo me siento ahora mismo en una, esto me está dando un miedo tremendo. Ahora mismo querría estar en mi cama dormido y sin tener el sentimiento que de nuevo me va a suceder alguna cosa mala.
—¿Dónde está papá? —él solamente se ríe en mi cara, pero no me contesta. Me giro completamente hacia él y avanzo un paso para estar más cerca y le agarro del cuello de su abrigo, que no está atado hasta arriba — ¿Me vas a responder de una vez? —vuelve hacer lo mismo que segundos antes — ¿Eres sordo o qué? —Mannes está ejerciendo fuerza, pero los dos somos conscientes de que yo tengo más fuerza que él. Lo arrastro hasta sentarlo en un tronco de algún árbol que habrán talado.
No sé en qué cojones se ha convertido mi hermano, no lo puedo reconocer ni un poco. No es aquel niño que me defendía de las ofensas de nuestra madre. Ahora veo a un chico de veinticinco años manipulado, siendo un completo reloj que hace todo lo que su ama le manda. Creo que, si Annelien le pidiera que me matara, sin pensarlo lo haría, aunque yo sea de su propia sangre, igual que con papá. ¿Qué habrá hecho con él?
—¿Vas a seguir sin decir nada? —cuando él asiente con la cabeza todo mi cuerpo hierve de una manera indescriptible, y por obvias razones mi cuerpo se ilumina de la rabia que se está acumulando. La impulsividad hace que mi mano izquierda suba hasta su cuello y ejerza fuerza allí — ¿Me lo vas a decir ahora? —le pregunto —Ten en cuenta que en solo minutos puedes quedarte sin aire —su sonrisa va descendiendo cuando pasan los segundos. No soy un asesino, y lo tengo demasiado claro, con la mano todavía en el cuello, lo tiro hacia atrás. Mannes cae de espaldas y me empieza a maldecir a grito pelado.
—¿Tú me quieres matar o qué? —se lleva una de sus dos manos a la cabeza y con el dedo índice me hace el gesto de que estoy loco, y con su otra mano, se soba su cuello. Es mi turno de soltar una carcajada.
—Yo a comparación de ti, no soy nadie que haga un mal a alguien sin merecérselo —le doy una sonrisa cínica —. ¿Acaso a papá le has dado la mano y le has dejado irse? —hago un sonido con la boca indicando que no —Tienes que pensar primero antes de hablar conmigo, que, aunque tú no lo pienses, se pensar, cosa que tú de eso careces al parecer.
Ahora pensándolo bien, siempre que aparece alguno de los que están con mi madre, de repente, ya no sucede nada, y esto lo digo por el simple hecho de que ya no se escuchan los desgarradores gritos.
Estoy notando algunos cambios en mi cuerpo. No obstante, no es hasta que mi hermano me mira de frente y veo el miedo pasar por sus ojos no me cercioro del todo lo que me sucede.
Mis manos estas a mis costados firmes y estirados y del lado que tengo la piel de serpiente está saliendo un líquido azul, que sale como espiral y que se dirige directamente al tronco de árbol que se encuentra justo a un lado de mí. No comprendo nada. Por otro lado, en mi otro brazo está saliendo un líquido casi trasparente que se entrelaza con el de serpiente.
Mannes y yo estamos alucinando con lo que está sucediendo en nuestras narices, ya que no entendemos nada de lo que pasa.
Lo que hay en el tronco, sale de nuevo y vuelve a mi cuerpo, como si nada hubiera pasado.
Lo que acaba de pasar, nunca se me va a olvidar el resto de mi vida.
—¿Qué es lo que acaban de ver mis ojos? —habla casi sin poder hacerlo Mannes de lo impresionado que esta.
—Ni yo lo sé —me encojo de hombros. Estoy completamente ido.
—Ese puto árbol tiene algo espacial —me dice señalándolo y levantándose de la húmeda tierra donde lo había tirado.
Se acerca a mí a paso lento, parece que estamos viviendo una escena a cámara lenta, no se para en ningún momento, aunque lo que si hace es cogerme de la muñeca y arrastrarme hasta no sé dónde.
—Sabes que si quiero me puedo plantar y no me mueves, ¿verdad?
—No lo vas hacer.
—Tú eres el que no está en posición de exigir nada —le digo.
—No sabes lo que dices Ruud, cierra el pico de una santa vez.
Mannes se cree con el derecho de callarme y llevarme a algún lugar sin mi consentimiento, ¿y yo no puedo hacer nada?
Niego con la cabeza, pensando en lo estúpido que es en estos precisos momentos. Me clavo como una estatua en la tierra y aunque intente tirar de mí, no consigue moverme, de su garganta sale un frustrante bufido.
—¡Maldito seas, joder! ¿Por qué tenías que hacerlo?
¿Y tiene tan gordos los huevos de preguntármelo? Increíble lo de este chico.
—Cuidado que se te explotan los huevos de lo hinchados que los tienes, hermano —suelta mi muñeca con brusquedad —. ¿Qué te pensabas? ¿Qué te iba a dejar llevarme con mamá? —niego con la cabeza —Antes muerto que ver a esa mujer. Si queréis hacer un numerito, hacedlo —sonrío —. Yo me largo de aquí, no quiero ver cuando vengan los policías a llevaros por el escándalo que estáis montando a estas horas porque te digo una cosa, los vecinos del pueblo —me acerco más a él— han escuchado todo; ya sabes, son muy cotillas —vuelvo a negar sonriendo —. Mala jugada de vosotros esta vez —le doy unas palmaditas en su hombro y doy media vuelta para irme por donde he venido.
No he podido dar ni dos pasos, cuando la voz de mi hermano me detiene.
—Tenemos a papá —paro en seco, sin moverme respondo.
—Ya estáis tardando en dejarlo libre —iba a seguir mi caminata cuando me acuerdo de algo —. Que no se te pase por la cabeza hablar de lo que ha ocurrido con el árbol, te lo advierto —carraspeo y finalizo —. Quiero a Ludger en la cabaña sano y salvo en menos de media hora.
Con eso dicho y sin nada más que decir, emprendo mi camino de vuelta a casa. Ni viaje ni leches, siempre sucede algo, me estoy empezando a cansar de todo esto. Aunque ya me venía venir algo similar a esto.
Voy por la misma calle que antes y noto que los vecinos ya han cerrado sus ventanas y las luces de sus casas se mantienen apagadas, eso quiere decir que duermen, un alivio saber eso. Si han llegado a llamar a la policía, no sé lo que pasaría.
Me agacho para recoger mi mochila y la de mi padre. Me apresuro para salir de las calles del pueblo para adentrarme a los familiares árboles y camino lleno de nieve que me reciben para llegar a mi preciada cabaña.
Nada más poner un pie en mi humilde y acogedor hogar me llega una llamada a mi teléfono que debe estar en algún bolsillo de mi pantalón. Antes que nada, enciendo la luz para ver mejor, palpo con mis dos manos los dos bolsillos y lo cojo de donde he sentido el móvil; aun suena. La persona que llama estará desesperada por hablar conmigo por eso mismo no cuelga, y me puedo hacer una idea de quién puede ser ese individuo. Su nombre empieza por la letra A.
Sin querer ver el nombre en la pantalla le doy a coger la llamada y directamente me lo pongo en la oreja para escuchar lo que me tenga que decir.
—Reza porque tenga el móvil encendido y a mano. No siempre va a ser así —es bueno tener de vez en cuando el poder, aunque nunca lo retengo por mucho. Ella tiene un poderío que no tiene nadie.
—¿A dónde creíais que podíais ir? —ignoro su pregunta mientras avanzo teniendo mucho cuidado por donde piso. Voy a ciegas por mi casa.
—¿Dónde está papá? Recuerdo haberle dicho a Mannes que quería ver a papá en menos de treinta minutos —aunque mi voz pudiera sonar algo alterada, por dentro me mantenía sereno y sin perturbarme.
—Tranquilo, lo están llevando en estos momentos —dice con el desprecio tintado en su voz.
—¿Para qué me llamabas Annelien? No puedo perder el tiempo hablando de estupideces contigo —y en cierto modo era verdad lo que decía. No iba a darles el gusto de dejarles ganar. Me iba a ir en ese viaje, y según como estuviera mi padre de ánimos vendría conmigo. Si Gerben podría ayudarnos en al menos alguna cosa, ya ganaríamos un poco más de terreno. Que yo recuerde, siempre vencen los buenos o debería ser así, por ende, mi madre debería pegarse fuertemente contra la pared. Si ella juega sucio, yo también. Ases bajo la manga tenemos todos.
—Un pajarito me ha dicho lo que ha visto con sus propios ojos —obro los ojos de par en par.
No se podía mantener callado. Vaya inepto me ha tocado por hermanos, por Dios. Este tío no es más imbécil porque no nace. ¿En qué pensaba Mannes? Bueno en realidad creo que las neuronas que aún se hayan en su cabeza están atontadas y no saben que es la función de pensar.
—Hay personas que no saben mantener su pico cerrado —digo —, claro exceptuando si tiene que decir algo que su madre no quiera, ¿verdad Annelien? Has domado bien a tu hijo, pero al pequeño jamás y menos con tus continuos malos tratos.
—Tu hermano me ha extraído el líquido especial de ese árbol —¿quiere que le aplauda? No puede hacer nada sin mis tres sangres y que yo sepa, ha agotado todos sus suministros. Sonrío por ello.
—No puedes hacer nada sin mí, ¿te lo tengo que recordar? No tienes de mi sangre y para tenerla en tus manos y hacer el maldito experimento me necesitas, ¿y qué es lo que no vas a tener? A mí, por lo cual ya sabes que no vas a obtener —ella no sabe que función tiene ese árbol.
Si hay que aprender a ser un hijo de puta, se aprende y de la mejor manera posible, siguiendo los mismos pasos y juegos que Annelien aplica con los demás.
—Y sueña con ello. Antes ves mi cuerpo inerte y sin vida, a que me entregue voluntariamente a ti —antes de finalizar la llamada, agrego otra cosilla más —y si quieres atraparme cómo has hecho esta noche, se más inteligente y no seas tan despiadada de coger a una persona inocente y torturarla...eso es caer bajo no, lo siguiente. Eso no es de personas, es de monstruos que es lo que eres tú.
Antes de darle oportunidad de decir algo, cuelgo la llamada, estoy a punto de tirar el móvil a cualquier parte de la casa y que se estampe con algo, pero me abstengo a hacerlo.
Antes de hacer cualquier cosa, enciendo la luz para que me ilumine toda la estancia.
Cuando iba a dejar las dos mochilas en mi cuarto tocan la puerta de la entrada, ¿será mi padre? Voy a paso rápido hasta abrirla y me encuentro de frente con Ewout sujetando a mi padre para que se mantenga de pie.
De inmediato mis manos se vuelven puños y mi cuerpo se tensa completamente. Creo haberle dicho a mi hermano que quería ver a nuestro padre en perfectas condiciones.
—Pasa —digo duramente —, déjalo tumbado en mi cama —lo sigo con la mirada, aunque lo conozca perfectamente y tengamos una amistad de varios años no confío en él.
Esquiva las dos mochilas antes de adentrarse a la única habitación que hay en la cabaña. En cuanto deja a mi padre tumbado en la cama, se queda quieto en el sitio, sin mover ni siquiera un musculo.
—Largo de aquí —señalo la salida —. ¿Pensabas que te iba a dejar quedarte? No soy rencoroso, pero no me gustan las personas que se acercan a alguien por interés y ganarse su confianza para después apuñalarle por la espalda.
—Perdón —lo miro, y me encuentro con su mirada mirando el suelo.
—Cuando en verdad lo sientas me buscas —no puedo creer lo cara dura que es esta persona —. Y ahora, lárgate de una puñetera vez de mi casa —señalo de nuevo la salida con intenciones de no verlo ni en pintura.
Me centro en mi padre, tiene los ojos cerrados y no se mueve. ¿Qué le han hecho? A simple vista, no puedo decir que tiene rasguños, porque está intacto.
—¿Papá? —no hay respuesta por su parte —¿Papá? —intento de nuevo.
Un teléfono suena, y se a la perfección que el mío no es, no es el mismo tono que está sonando ahora mismo. Rebusco en la ropa de mi padre y encuentro su móvil, veo el nombre de Gerben y no lo dudo, contesto la llamada.
—¿Ludger? —habla la voz desconocida —¿Ya estáis en el aeropuerto?
—No soy Ludger, soy Rudolf. El hijo de Ludger y no estamos en el aeropuerto, seguimos en Lake Louise —hago una mueca mientras digo esas palabras —. Hemos tenido un par de inconvenientes y mi padre se encuentra inconsciente en la cama.
—Voy a por vosotros. No os mováis de ahí, llegaré por la mañana —yo asiento, aunque no me pueda ver. Se escucha del otro lado bastante ruido —. Te dejo Rudolf, un gusto haber hablado contigo. Mantenme al tanto si se despierta tu padre, adiós.
—Adiós —me despido. Esto se me ha hecho algo extraño, pero no tanto como todo lo que me ha sucedido a lo largo de los días. Debido a que cuando decido hacer algo me chafan los planes.
Y noes que pare, es continuo y llega a ser cansino.
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