19
RUUD
En cuanto pongo un pie dentro de la cabaña mi padre sale de mi habitación rápidamente y no con buena cara. Parece Annelien y Mannes que no sabe poner buena cara, que amargada es mi familia.
¿Y ahora que le sucede?
Salgo a la calle no tengo paz. Entro al interior de mi vivienda y tres cuartos de lo mismo, ¿a dónde tengo que ir para estar en calma?
—No tengo ganas de discutir —me adelanto a lo que sea que quiera decirme.
—Me importan tres rábanos lo que quieras Ruud — ¿ya está cabreado? ¡Qué rápido es! —, me vas a escuchar.
—¿Y ahora qué quieres? —digo en un tono aburrido y dejándome caer en el puf frente a la butaca.
—¡A mí me respetas! —su voz es dura y sin ningún ápice de que se viera relajado — ¡Niño insolente! —murmura más para sí mismo —A mí me hablas adecuadamente que para eso soy tu padre —me regaña.
—Ya he tenido bastante por hoy para que me vengas a reñir papá —esto me está irritando a un nivel que no se le puede ocurrir a ninguna persona. Chasqueo mis dientes y miro hacia otro lado y los mantengo allí.
—¿Y quieres que te felicite?
—¿Ahora que he hecho? —estoy completamente confundido. Acabo de llegar de la calle de estar fuera por más de una hora.
—¿Hablarme de esas formas te parece bien?
¡Joder! Si es que se sabe que no se me puede hablar cuando estoy mosqueado, no voy a hablarle bien a ninguna persona. Hay que esperar hasta que se me pase, pero claro la culpa es mía por hablar malamente.
Bufo.
—Y no pienses en la mítica excusa de que yo soy así, ya ha pasado la moda de decir eso tan repetitivo.
La conversación no va a llegar a ninguna parte, lo veo venir, ni él ni yo ponemos de nuestra parte. Yo no estoy para charlas de padre e hijo. Cuando vengo de tener una charla forzada con mí hermano.
—¿Me puedes dejar descansar un rato? Quiero despejar mi mente papá —por fin le miro a los ojos para que sepa que no es ninguna broma ni capricho. En verdad necesito despejarme y eso que lo iba a hacer una vez saliera a la calle, lo malo es... que no he podido hacerlo.
Él sin creerme del todo resopla y fija su mirada en otra parte y hace un gesto para que me vaya a mi habitación. Gracias a Dios que lo ha entendido o disimula haberlo hecho.
—Gracias —digo mientras camino hacia mi habitación totalmente en silencio.
—En media hora te quiero aquí para cenar —es lo último que escucho antes de cerrar la puerta.
Me dejo caer en la cama quedando boca arriba. En cuanto mis ojos chocan con la pintura blanca del techo, cierro mis ojos suavemente y me sumerjo en un mundo imaginario que me invento en mi propia cabeza.
Un sonido sordo hace que me siente en un segundo en mi cama y poner mis dos ojos en la puerta de mi cuarto.
Quiero tener la vida de una persona normal.
—¿Papá? ¿Ocurre algo? —mi voz suena más alta de lo normal para que del otro lado Ludger me oiga, pero no responde nadie.
Inmediatamente pongo los pies en el suelo y voy hasta la puerta. La entreabro para ver si hay algo fuera de lugar, y sí que lo hay. No puedo encontrar a mi padre y desde este sitio puedo observar toda la casa.
—¿Papá? —vuelvo a intentarlo y nada.
Camino hasta la entrada de mi cabaña y no encuentro ningún indicio de que la cerradura este forzada.
No hay que ser muy inteligente para saber quién se ha llevado a mi padre, la pregunta exacta seria como lo han hecho.
Como me ponga a pensar en varias posibilidades mi cabeza va a explotar de tanto pensar.
Es que mirando y pensando en las posibilidades son nulas. La única ventana que está en el salón sigue cerrada como siempre, en este momento dirijo mi mirada hacia esa parte y mis ojos se abren de par en par al ver que lo que había pensado era incorrecto. ¿Mi padre se ha aliado con ellos? ¡No me lo puedo creer! ¡Increíble, pero cierto!
El aire que hace fuera se está colando por la ventana que se encuentra aún abierta, voy hasta allí y cierro, cuando lo hago otro ruido se oye en mi pequeño baño que tengo justo al lado de la puerta de mi habitación.
No corro, no obstante, ando apresuradamente hasta llegar al lugar y poder mirar si pasa algo o se ha caído cualquier cosa que haya dentro. Mi mano se posa en la manilla de la puerta. Intento abrirla y no puedo; está cerrada. Aporreo la puerta con mi mano.
—¿Papá? ¿Eres tú el que está ahí dentro? —oigo movimiento, peo ninguna voz.
—A-a-ayu-yu-da —susurra una voz muy baja, casi inaudible.
—Apártate de la puerta todo lo que puedas —aviso a la persona que está del otro lado. Espero por su bien que lo haga.
Retrocedo dos pasos para poder estirar bien la pierna y darle a la madera de la puerta para poder abrirla y así ver quien está medio moribundo en mi baño. La segunda vez que pruebo suerte lo logro y veo un cuerpo indefenso en el suelo del baño boca arriba; es mi padre.
¿Qué coño ha podido pasar? ¿Cómo es que puede estar así de mal si yo lo he dejado en perfecto estado? Me llevo mis manos a la cara masajeándome las sienes.
¿Qué se les pasa por la cabeza a esa gente? ¿No tienen una vida? ¡Pues que se compren una! Es hora de dejar a las personas vivir tranquilas sus vidas.
Me acerco a mi padre y me agacho en cuclillas para estar a su altura.
—¿Qué te han hecho papá? —en estos momentos me encuentro afligido y en cuanto a la pregunta se la hago más que nada al aire —Voy a ir un momento a la habitación y vuelvo, vendré en un minuto.
Salgo como un rayo del cuarto de baño y me meto en mi habitación para poder coger mi móvil que esta tirado en mi cama y salgo rápidamente para ir con Ludger. Sin perder el tiempo desbloqueo mi móvil y me meto en la agenda para poder llamar a mi queridísima madre. Espero que este en un lugar con cobertura ya que, si se encuentra por los alrededores de mi casa, no la tendría y eso significaría que ella sería la culpable de cómo está su marido.
Un tono, dos tonos, tres tonos...
Parece ser que Annelien se quería hacer de rogar. Cuelgo la llamada porque no me coge y me guardo mi móvil en mi bolsillo trasero. Si ve mi llamada, ya me llamara ella de eso estoy totalmente seguro.
Me pongo en la misma posición que antes para poder hablar y verle bien.
—¿Quién te ha hecho esto papá? Y lo más importante por responder, ¿cómo han logrado entrar?
Veo los gestos de mi padre de dolor. Estoy casi seguro que algo le han inyectado, levanto con cuidado su cabeza para poder fijarme bien si tiene algún pinchazo en el cuello que me de indicios de que lo hayan hecho, no encuentro ningún rastro de ello.
Mi móvil empieza a sonar como un loco y una media sonrisa se me instala en mi cara, como sabía que la maldita víbora iba a llamar.
Antes de dejar a mi padre en el mismo sitio de antes, cojo una de las toallas a mi alcance y la pongo en el suelo a la altura de donde su cabeza estaba antes. Con sumo cuidado voy bajando su cabeza hasta que toca la toalla. El móvil sigue sonando. Ahora sí, me pongo de pie y cojo mi móvil para cerciorarme que es mi querida madre y descuelgo la llamada y me llevo el móvil en la oreja para poder escuchar lo que tenga que decir. No obstante, al otro lado de la línea no se escucha absolutamente nada, ningún ruido, ni ninguna voz.
¿No se va a dignar a empezar a hablar? Como tarde mucho le cuelgo el teléfono.
Uno, dos, tres, cuatro...y cinco. ¡Se acabó! No estoy para tonterías de las suyas. Aparto el móvil de la oreja y le doy al botón de finalizar la llamada, me lo vuelvo a meter a en el bolsillo trasero de mi pantalón y me dispongo a llevar a mi padre a mi cama. Va a ser un poco complicado ya que el mide más que yo, aparte de que su peso es mayor que el mío.
—¿Papá? ¿Puedes oírme? —tiene los ojos cerrados y se encuentra inmóvil, ya no hace amago de moverse ni nada.
Poso mi mano en su hombro para que se dé cuenta que estoy aquí y reaccione si esta despierno. De la nada abre de par en par los ojos, en lo primero que me fijo es en sus ojos, no los tiene de su color natural, han cambiado, si antes eran de un marrón claro, ahora son amarillos.
El miedo se instala en mi cuerpo inmediatamente. ¡Qué le han hecho! ¿En qué coño piensan al hacer estas cosas? No me parece ni medio normal. ¿Qué ganan con esto?
De un momento a otro mi padre me aparta bruscamente la mano y se levanta como si nada hubiera pasado, tiene el ceño fruncido. Yo sigo en la misma posición que antes, agachado y el me mira ya desde arriba.
—¿Qué haces ahí? Levántate Ruud —no entiendo su actitud, pero averiguare que ha sucedido aquí.
¡Me he quedado atónito!
Cuando me levanto salimos del baño y vamos hasta la sala. Todavía sigo perplejo por lo que acabo de ver, ya que mi padre hasta hace un minuto estaba medio moribundo y ahora lo veo como una rosa, aunque algo cambiado.
—Siéntate papá, vamos a hablar —digo seriamente, aunque más que serio por dentro estaba preocupado, los nervios me carcomían por dentro.
—¿Qué sucede hijo? —su voz ha cambiado notoriamente, de eso también me he dado cuenta.
Cuando se acomoda en el asiento empiezo a hablar.
—¿Te acuerdas de algo de lo que ha sucedido? —este niega en respuesta —¿Notas algún cambio en tu cuerpo? —al principio me mira extrañado, para terminar pensando en mi pregunta.
—¿No? —porque es mi padre y le respeto, pero le daría una hostia para que espabilase.
—Tu voz es más firme que antes, ya no titubeas al decir algo, y falta algo más —trago saliva mientras mis ojos violetas ven los suyos amarillos que dan escalofríos verlos —, tus ojos...
—¿Mis ojos qué, Ruud? ¿Qué pasa? No pongas más suspense al asunto, que ya lo tiene de por sí —se queja.
—Tus ojos son de un color amarillo —miro hacia otro lado. Se me hace difícil lo que voy a decir. Sin embargo, debo hacerlo, como si fueran los de una serpiente.
El silencio se hizo en toda la cabaña en cuanto terminé de decirlo. Ludger está sin habla, no se lo puede creer lo que acabo de decir, puedo notarlo al verle a la cara. De un momento a otro se va rápidamente al baño a mirarse en el espejo que hay allí. Voy detrás de él para ver su reacción.
—¿Qué demonios han hecho conmigo? —maldice en voz alta.
—No lo sé, he llamado a mamá —con la última palabra dicha tengo toda su atención —, no me ha cogido. Después me ha llamado ella y no se ha dignado a hablar y finalmente he colgado.
—Claro —dice pensativo y como si estaría ido — ha tenido que ser ella la que me ha hecho esto, pero... ¿qué me ha inyectado? —me encojo de hombros, no estaba en ese momento ahí, aparte de que no soy vidente ni adivino.
—¡Joder! —todo pasa rápido ante mis ojos pareciendo que no ha sucedido nada. De cualquier modo, si ha pasado.
Mi padre ha dado un puñetazo al espejo, rompiéndolo y obviamente haciéndose daño en los nudillos, que por ellos ahora mismo está saliendo sangre.
¡Vaya padre más astuto tengo!
—¿No te podías quedar quieto? —le regaño como si hubiéramos intercambiado los papeles y yo fuera su padre —Papá ya eres mayorcito para estas cosas, intenta controlarte. Ya lo han hecho, no hay vuelta atrás —intento hacer que entre en razón —, ya no hay nada que hacer y no se a quien le podríamos decirle para que nos diga si tienes sangre de serpiente corriendo por tus venas.
Él se alarma de inmediato y se mueve en el poco espacio que hay sin querer quedarse quieto hasta que lo detengo poniendo mis manos en sus dos hombros.
—Estate quieto, me pones de los nervios. Respira hondo y cálmate —no estoy muy convencido si me hará caso, pero al menos lo he intentado.
El hace lo que le pido y noto como se va calmando y su cuerpo se relaja. Lo llevo al sillón para que se siente y me escuche atentamente.
—Por lo pronto y lo primordial que debes de hacer es ponerte unas lentillas del color de tus ojos, es decir, marrones para que no descubran nadie esto —cada vez se está complicando más la cosa y no me gusta por donde está yendo este asunto.
Mi madre, Ewout, Mannes, Teunis y hasta seguramente el mismísimo Lodewijk de Groot deben saberlo, ya que es obra de ellos esto. ¿Van a volver a matar? ¿Culparan a papá?
Cada día me conciencio más de que estas personas deberían de estar internados en un manicomio y no tendrían que salir jamás de allí, hasta que la hora de sus muertes lleguen.
Sus mentes son demasiado retorcidas. Si la de mi madre ya pensaba que lo era, no me podría imaginar a que magnitud estaban las de Lodewijk y la de su hijo. De tan solo pensar en ello, me da un repelús.
—¿Aquí en el pueblo podremos conseguir unas lentillas? —pienso antes de soltar alguna palabra mal dicha.
—Pensándolo mejor, hay que pedirlas, pero para ello habrá que bajar al pueblo. Aquí no hay cobertura, ya lo sabes.
—Hemos hablado antes por teléfono con tu madre. Eso de que no hay cobertura es una mentira tuya —suelta sin más.
No había que ser muy obvios con este tema, si no, nos descubrirían los que nos acechan desde cerca. Hay que hacerles ver, que no ha pasado nada y todo sigue igual que siempre, que nada ha cambiado.
Aunque yo creo que los confundiremos un poco, ya que pensaran que han hecho algo mal y Ludger es el mismo de siempre.
—Hay que largarnos de aquí —me mira directamente a los ojos mientras que se pone serio.
—Lo siento papá —me disculpo —, pero sabes a la perfección que yo no puedo moverme de Lake Louise por nada del mundo. Ahí sí que me encerrarían y no podría estar libre como ahora —hago comillas, ya que de por sí, muy libre no soy ahora.
—¡Joder! —maldice mi padre —Me olvido de esas pequeñas cosas —se da con la palma de su mano derecha en la frente —, mala mía —se queda callado un segundo para volver a hablar —, pero insisto, debería haber alguna forma para que puedas salir del pueblo —deja de hablar un segundo y pienso que no va a decir nada más hasta que lo escucho —. Aparte no veo ningún policía rondando por aquí que te esté vigilando. Se habrán confundido.
Podría tener razón, pero no lo sabemos con certeza, y yo no me quiero arriesgar por una parte al irme de aquí. Aunque si queremos hacer las cosas bien, deberíamos desaparecer por unos días.
Dejo salir por mi boca el aire.
Indecisiones por todas partes veo.
—Está bien, pero no podemos ir a Vancouver —digo totalmente serio. Además, es al primer sitio que iría mamá a buscarnos, sin antes haber dado el chivatazo a la policía de que me he largado del pueblo sin permiso.
Sé que como empiece a pensar en lo que acabo de decir, me voy a arrepentir enseguida y no quiero hacerlo, no quiero pensar en ello.
—¿Cuándo salimos?
—A media noche —digo detenidamente, no hay que pensarlo mucho para saber que a esas horas no hay casi nadie rondando por las calles del pueblo y así podríamos salir de aquí fácilmente y sin ser vistos.
—Perfecto, iremos a Toronto —inmediatamente abro los ojos de par en par.
¿Este hombre está loco? Si vamos en coche son unas treinta y cuatro horas de viaje, espero que no esté pensando en eso.
—Papá —le digo —, no vamos a estar mucho tiempo fuera y... ¿quieres irte hasta Toronto?
—No iríamos en coche —me mira divertido —. Bueno, hasta el aeropuerto más cercano sí, pero después iríamos en avión hasta allí. Tengo un par de amigos de confianza allí que nos pueden ayudar.
Desconfío de eso.
—¿Annelien los conoce? —esto es lo más importante. Mi padre niega reiteradas veces con la cabeza —Ventaja para nosotros entonces, algo bueno para nosotros. Ya era hora, pero no hay que confiarnos, tu mujer es muy astuta y seguramente que en cuanto se dé cuenta de que no estamos aquí vendrá detrás de nosotros. La escuchaste, no me dejará en paz. Es una maldita garrapata, no sale ni con agua —finalizo.
Mi padre desbloquea su móvil y se pone a mirar cosas, no se las cuales; estará haciendo el paripé.
—Papá, ¿qué haces?
—Reservar dos vuelos en el aeropuerto de Calgary —antes de que pueda decirle cualquier cosa, sigue él —, hay que hacer un poco más de ciento cincuenta kilómetros hasta llegar ahí, según cuando sea el vuelo a Toronto, habrá que salir antes de aquí.
—¡Odio viajar! —me quejo —¿Lo he dicho alguna vez?
—Sí, la verdad que si —asiente Ludger con una sonrisa —, todas las veces que fuimos ver a tus abuelos.
Verdad, siempre me estaba quejando porque el viaje era largo y preguntando cada dos por tres a ver cuánto quedaba. Mis padres se hartaban de escucharme y me ponían alguna película para verla y lo más importante para que no los molestara el resto del camino.
—No perdamos más tiempo —me dice —ve a prepararte una mochila con algo de ropa —hace un gesto de que vaya a mi cuarto y le obedezco.
Cuando llego a mi habitación, no cierro la puerta del todo por sea caso pasa cualquier cosa. No me fío ni un pelo ya. Pareceré idiota, sin embargo, no tengo un pelo de tonto.
Voy hasta el armario para sacar una mochila que guardaba allí. La dejo en la cama y me dispongo a meter un poco de ropa en el macuto.
Hace apenas un minuto que lo he dejado solo en el salón y ya ha llamado a alguien. ¿Con quién hablará ahora?
Me acerco a la puerta para poder escuchar con quien es con el que habla y así poder enterarme de algo. Tengo bastante curiosidad.
—Si Gerben, a más tardar llegaremos pasado mañana. Ya hemos comprado los billetes de avión —se queda en silencio, seguramente escuchando a la persona al otro lado de la línea —. Escúchame que esto es de suma importancia —se calla un segundo para continuar después —. Nadie, absolutamente nadie debe saber que estamos allí; es peligroso para nosotros.
Lo sabía, esto va a ser demasiado arriesgado, y yo todavía no he demostrado mi inocencia.
Como estoy perdido en mis propios pensamientos, no me doy cuenta que mi padre me está mirando.
—¿Has terminado tu maleta?
—Estoy en ello —hago una mueca.
—Tranquilo Ruud, todo saldrá bien, Gerben es de confianza.
Y eso esperaba, ya que no nos podemos permitir el lujo de consentir fallar en algo, aunque sea solo una vez.
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